30.9.03

No olvido la noche en que un escitor de talla conocida pretendió desarrollar un tallercito de escritura. Su cátedra:

1.- Comenzó con una lista de lo que él decidió que eran las obras fundamentales de la literatura, divididas en dos columnas: obras universales y obras contemporáneas. Al término de la lista, esperó a que todos la copiaran y puntualizó: para poder ser buen escritor hay que comenzar por leer todos estos libros.

Les juro que eso nos dijo.

Posteriormente, sacó su acordeoncito de ejercicios tomados de la cátedra de David Mamet, planteó dos escenarios distintos para desarrollar una trama narrativa y dijo: escriban.

Escuchó "con atención" las lecturas que los aspirantes a publicar en Tusquets tenían que decir y en ese momento decidí buscar mejores maneras de perder el tiempo.

Afortunadamente, Bibiana y yo tenemos sentido del humor, así que jugamos al juego de a ver quién encontraba la mejor manera de salir de ese salón. Fuimos embarazosamente obvios, y hasta la fecha no recuerdo si, al salir del salón, nos enfrentamos a un viento agresivo o simplemente a la lluvia.


Todo, la vida, y una novela, pueden comenzar así:

3.- Nací. Vivo. Después moriré.

90.- Fueron los mejores tiempos, los peores de la vida. Abundancias y escasez, amor y odio replegado en los ojos de un niño que pide un poco de paz.

29.- Dicen que Don Augusto Morales nunca había visto el mar.

1.- Y pensar que todo comenzó al interior de esta oficina.

512.- Las sombras del mundo me persiguen.

12909.- Recuerdo la última vez que vi a Edward Gains.

73.- Su nombre era Nubia y tenía en sus muslos el poder del deseo.

0.- Anoche llovió.

18.- Fue un doce de septiembre cuando las manos de Alberto por fin vieron la luz del mundo.

46.- Desparramada en el asiento trasero de un eco taxi, la madre respiraba los humos de la ciudad mientras buscaba la mirada de su recién nacido.

100.- Todos nacimos para matar, de vez en cuando.

87.- El huracán perdió lentamente su vida mientras el Galeón de los Damasco filtraba su presencia magnánime por entre la niebla de un mar inhóspito.

234.- Comencemos por recapitular los hechos acontecidos aquella tarde, en que Don Julio Escárraga, secretario obsoleto de cuerpo breve y voz de hamster adormecido, descubrió dos ranuras en su mente, que le permitían viajar a través del tiempo.


Quien valora estos comienzos como un camino hacia la estructura de una novela, es un imbécil que pretende establecer parámetros de acción y fórmulas arbitrarias para explicar el mundo.

Quienes pretenden visiones totales para la explicación del mundo, recurriendo a cánones, leyes o principios basados en una concepción estética de la forma de la novela, son aún más estúpidos. Porque creen que sus "obras" lograrán la misma trascendencia que las obras del pasado, mismas que no se permitieron regir por cánones preestablecidos de formación.

Beware of the canon. Cuida que tu palabra no se convierta en institución. Las instituciones corrompen la médula que le da espíritu al orden creador.

Puedo comenzar una novela diciendo: Voy a meterla por el "crack" de tu culo, a ver si así dejas de ser tan anal.

No hay nada peor que un escritor provenga de antecedentes "nerds", que haya sido el oscuro sujeto sin nombre sentado en el rincón del salón, callado y pasivo agresivamente complotando la idea de que es mejor que los demás.

Primero se comienza con un buen trato social. Después aprende a completar tu visión del mundo. Si no has vivido con vividores, si te la has pasado platicando con personas de "tu mismo nivel intelectual", si esperas que el mundo comprenda tus loas y odiseas verbales, si no te has sentado a comerte unos tacos con el vecino o con el que ves pasar en bicicleta rumbo a su trabajo todos los días, si nunca le mentaste la madre a un policía sin ser "clever", si nunca has sido abrazado por aquel amigo que daría sus manos pa' que sigas escribiendo tus cosas, si eres de los que se queja porque no entiende el graffitti, si todos y cada uno de tus sentimientos los reduces a fórmulas y raciocinios que reflejan tu propio mecanismo de defensa, si eres todo eso, puedes muy bien tirarte por el "crack" de tu propia invención, y esperar a que las llamas del tiempo incineren tu obra, porque NO VALES LA PENA! Eres más anacrónico que una videocassetera beta, y con mucho menos valor kitsch.
What's in a template?

26.9.03

este texto es de un mi muy amiguito Bill Marsh. Léanlo de corrido, no se detengan a "pensar" en lo que "te está diciendo". Deja que corran las palabras como si escucharas dentro de tu caja toráxica un radio de transistores advirtiendo mensajes y propaganda política en una plaza pública en París, Londres, Tokio, o el pequeño cubículo al que llamamos "mi ciudad". Enjoy

TOOLS BUILT BY ANONYMOUS ANCESTORS


Technology’s exponential progressestranges the fact in recovered artifacts.We return to typologies, types of media weapons provoke: on the head of this dragon how remarkable: the efforts of dead bodies. A systems connection enhances tapping, death tools, land jobs of nomadic hunters.Our ancestor’s warhead can appear anytime through anonymous priests, ancient infantryarmed with modern war. Buttressed in this monument holding a large flowerwatch: a chimpanzee breaks a walnut. * Credit checking and market automation have the opposite effect of war. It is necessary that the fighter feel encased or beneath the heart of a defeated company. We invented the final weapon without metal tools. Same war, but the details: clothing, to oppose the cavalry of a Christian era. Meantime, dawning interfaces tailored to salespeople, a lot left alive who seem worthier: tools for the changes: a portal designed to help best known users.The evolution of man, lascivious painting on paper and plaster. Temple-pyramids, palaces, Mayan merchants trading in arrows, slingshots, boomerangs. Scientists and looters ignore the ruinof their own troops: defenders of the cityrecord an increase of boundary-stones: figurineseated behind curtains, on pillows, guarantees that the concerns of mortality decorate ceremonial architecture. Connecting all systemsserves the same evolutionary concept:The bomb can kill, by handthe period between metal tools and equality:formulations of ‘throwing.’ * Dense foliage, site of a seated captive. Scientists in constant war, with handssuitable upon the stones. An altar is architecture: aboriginal message. Temples built over existing templesand tools tall as houses. US$395per user, complexities of flow.Embroidery withstands interaction with surrounding people. This dragonto retrieve the nuclear era developed for mid-market culture.Application is the hieroglyphichead of business: ours walked in blood. Instruments of self-sacrifice, fire in a ring of stones under jungle curtainsand dense summer bloodletting. Cold wonder in a Po Lowland, a single management repository: missiles attempt complete revisionscattered by scores and vendors.In a stagnant and dying civilizationstatues extend their breathtaking structures:his genitals, these environments, ever known.Following theology, the era of dominionbloodier than Augustine. "Celestial Fire" as excavation project, aboriginal imagery. * Mayan kings, reading lines recorded on stone or wood, face death by ritual cannibalism. American scientists working deep in dead bodiesguarantee an army constituted in surrounding number: the history of meaning has been chosen. Alive to the northeast, a sea otterkills the enemy: You gods, hominids buried in woven hip cloth, enormous shellfish vases: nuclear warheadsappear diluted over 11 spacious stone-tiled patios. Fires prepare the slow sunset of information [...] underneath the foremost authority deciphers Guatemalan earrings, complexities missing interfaces: central stairway to electronic download, obligatory conscription. A tool should help developers consolidate a marketplace, the spiritof chosen governments tailored to communities, to increase salesto front technical solutions: 1,200 years of slow clay sunset. * Using the ultimate weaponto halt the advance of howler monkeys. So marks the end of supremacy: a lost fly, a hybrid future, mid-market businesses sprawling. Oracle, what else? Primitive tribes receiving visitors remain anchored to the cannon.In their enemy’s expertise, a partner’s staple diet. Crude user groups createstore and publish their crude sketches: 10 years to face death fully, those otherlevels of functionality. The city thought to have an atomic empire: that famous fear. Throughout the Yucatanthey had no idea: the mortar needed a fulcrumbuttressed by a given crossbow. Link to man: finding an effective histoire anonymethe infighting of liberty, brotherhood and a relatively easy nature. Art was composed to be distorted and so the Serpent became customer relation: mechanisms of operation understood.Scientists and looters, youth prove characteristicone fierce gorilla chasing inhabitants into trees in the savannas. Nearby, the wasting of human life in mountain caves. * New airplanes fly with the same facilityreturned home for fear of the swordor supernatural tree bomb. Correspondence sent on any given topic lost: passion in what awkward way the good-naturedboy walks on two legs, working the new impulse of reason. Society and its events suspendeduntil fall of 2002, the moment his own omnivorous thought appears as exaggeration: feathers behind ideals, spiritual justification of war. The new thought finds its abdomen: 100, 000 hunted animals provokedto retrieve information. No different.
uno

Su sue�o es arrullado por las sirenas de la noche
las que advierten
notas rojas y muertes furtivas
revelaciones de la ma�ana siguiente,
que aparecen desnudas
in�tiles
y que le sirven de almohada, cobija o trapo limpiavidrios
armas que utiliza para sostener su cuerpo
en esta realidad

ciudad campo de batalla
arenero de kinder salvaje
donde justo en medio del juego
ocurre un lamento en las entra�as
del anonimato
unos tacos que solicita
con la displicencia de un viento
que interrumpe nuestro paso
siempre desencantado
sobre todo cuando vemos su miseria
Dar o no dar:
esa es la nueva y miserable cuesti�n

los autos cruzan sus voces rugientes
con la voz hambrienta de su est�mago
ambos hablan de intimidades
que se evaporan con el cambio de luz
de rojo a verde
la histeria, el deseo, la neurosis
y el silencio de esos ojos
que bailotean en el espejo retrovisor
derramados en el pavimento

Vida caminada con pies descalzos
su mirada el eco vac�o de los callejones
sus palabras en reposo
su piel la historia de los d�as
la marca del polvo,
el mapa de la tierra adherida al cuerpo
como una huella
un grabado de la conciencia

manos que tocan el sol
para cubrirse la vista
dibujan garigoleos en los parabrisas
imprimen su imagen del otro lado
una imagen que, como el ruido citadino
desaparece
cuando subimos el vidrio del conductor
Nunca decimos adi�s
siempre dicen que Dios te bendiga
con el pan de tu falsa virtud

el poeta
descubre en s� mismo una llama breve de humildad
y mejor se calla.

uno

Su sueño es arrullado por las sirenas de la noche
las que advierten
notas rojas y muertes furtivas
revelaciones de la mañana siguiente,
que aparecen desnudas
inútiles
y que le sirven de almohada, cobija o trapo limpiavidrios
armas que utiliza para sostener su cuerpo
en esta realidad

ciudad campo de batalla
arenero de kinder salvaje
donde justo en medio del juego
ocurre un lamento en las entrañas
del anonimato
unos tacos que solicita
con la displicencia de un viento
que interrumpe nuestro paso
siempre desencantado
sobre todo cuando vemos su miseria
Dar o no dar:
esa es la nueva y miserable cuestión

los autos cruzan sus voces rugientes
con la voz hambrienta de su estómago
ambos hablan de intimidades
que se evaporan con el cambio de luz
de rojo a verde
la histeria, el deseo, la neurosis
y el silencio de esos ojos
que bailotean en el espejo retrovisor
derramados en el pavimento

Vida caminada con pies descalzos
su mirada el eco vacío de los callejones
sus palabras en reposo
su piel la historia de los días
la marca del polvo,
el mapa de la tierra adherida al cuerpo
como una huella
un grabado de la conciencia

manos que tocan el sol
para cubrirse la vista
dibujan garigoleos en los parabrisas
imprimen su imagen del otro lado
una imagen que, como el ruido citadino
desaparece
cuando subimos el vidrio del conductor
Nunca decimos adiós
siempre dicen que Dios te bendiga
con el pan de tu falsa virtud

el poeta
descubre en sí mismo una llama breve de humildad
y mejor se calla.

Me encanta observar los resquicios de cemento que forman el piso de la cochera de mi casa. Está conformado por seis bloques de cemento divididos por maderitas que dejan un espacio entre bloque y bloque. Ahí se concentra el polvo de mi pequeño mundito. Pue'que ahí se quede toda la mugre, neurosis, puede que ahí se derrame toda la bilis que me saca la vida.

Jalo la manguera y comienzo a "limpiar la loza". Dejo correr el chorro de agua por las ranuras, observo cómo la mugre, esa combinación de hojas de bugambilia, trozos de envolturas de dulce o papas fritas, colillas de cigarro, pequeñas excreciones del entorno que el viento empuja y deposita en esas regiones olvidadas por el ojo humano, atraviesan la ranura hasta despedirse del suelo que sostiene el peso de mi existencia. El que da paso a mi morada. A mi hogar.

Cuando tienes treinta y tres años el ojo se convierte en una ventana que despide la luz del cinismo, aquél que usamos como mecanismo de defensa para protegernos de la candidez o discordia intelectual de quienes forman parte de nuestras conversaciones, los que contribuyen a forjar nuestro cuerpo de conocimientos y experiencias. Abres la ventana y respiras. Descubres que, como esas ranuras que abultan las sobras y la tierra que la realidad va colocando aquí y allá, tienes que despedirte de ciertos lastres. Tienes que echar la mugre pa'fuera.

Dejarte de pendejadas.

Vivir en el mundo real. Suena menos conservador de lo que imaginan.

Escuchen. El juego no consiste en dejar que la gravedad construya a una persona más seria, menos honesta con sus propios impulsos, menos identificada con sus deseos. No se trata de esperar a que crezca la barriga, la barbilla, que aparezcan los primeros signos de luz blanquecina en las sienes, los primeros vellos gruesos de la nariz y las orejas, hablar con franqueza de los impuestos y codearte sólo con los que piensas verán tu envejecimiento. El juego consiste en vivir en paz con ello. Con el juego. Aceptar que la vida es un absurdo abrupto que no se detiene ni se tienta el corazón al momento de diseñar sus espectáculos. Aceptarlo, y dejar de estar inseguro al respecto. Aceptarlo todo. Cerrar los ojos y despertar por dentro. Observar la mugre que vienes cargando en los resquicios del poco o mucho pasado que vienes cargando en la memoria. Descargarla. Soltar el chorro de agua fría y contemplar el lento correr de la mugre. Decirte a tí mismo: "ya, acéptalo, de eso se trata. ya puedes tener plena seguridad que lo que has pensado todo este tiempo sí es, acertadamente, como lo pensabas."

Ahora: ¿What next?

Let's begin the beginning.

16.9.03

del otro lado
Notas sobre la independencia, Cuba y los nuevos animales de zoológico.


La independencia es un juego eminentemente humano. Una actividad con la que saciamos nuestro propio sentido de ubicación. Reafirmamos lo que somos a partir de que podemos independizarnos de eso otro que "no nos deja ser". La independencia hoy en día, puede ser un lujo o una falacia, dependiendo, vaya, de con quién estés hablando.

La independencia es un acto violento por naturaleza, y nada tiene que ver con la insurgencia, o la lucha armada: es un acto violento porque ambas partes implicadas entienden que habrá un desprendimiento. Quien quiere independizarse busca soltar las amarras y caminar solito, con la plena conciencia de que siempre existirán esas amarras imaginarias, lo acompañarán hasta el fin de sus días. Lo mismo sucede con quien sujeta estas amarras. No quiere soltar y, cuando lo hace, sabe que el otro se lleva un poco de su propia independencia, la que le dio fuerzas para poder someter a alguien o a algo.

Por eso digo que la independencia es una ilusión, falacia, autoengaño. Los cubanos que vi tocar anoche en un antro me recordaron esto.

Ahí estaba yo. Baliaba al son de una Cuba Libre. En los intervalos musicales podía escuchar afuera de aquél lugar, vestigios de música de mariachi. Celebrábamos, aquéllos cientos de ilusos y yo, la independencia de Mécsico. Cuando Adrián y yo salimos de aquél lugar, una pandilla de policías agarraba a patadas a un tipo.

Pero mientras bailaba un son cubano observaba a los músicos. Cubanos todos, exiliados recientemente de su país, independizado por completo del Imperio, vilipendiado por todos los que creen que lo que experimenta Fidel es una suerte de locura, lo que experimentan los cubanos que se quedan en la isla como una especie de testarudez incomprensible. Bonita manera de llamarle al orgullo, por cierto.

Esos músicos cubanos tienen que sujetarse a las exigencias de su público, y si este público tiene sólo como referencia las canciones de Buena Vista Social Club, pues a exigirle a estos cubanos que toquen solamente eso. Los cubanos no sonríen mucho, por lo menos estos cubanos. Puedo ver cansancio en sus rostros. Hartazgo. Son las tres de la mañana y tienen que dormir, probablemente están cansados del mexicalense, de cómo podemos saciarnos con tan poco. Vivimos nuestra dependencia fronteriza tan a flor de piel, que hasta un mismo cubano exiliado siente un poco de asquito.

Veo dos que tres intentos de mujeres-pavorreales y sus parejas arrítmicas por seguir la letra de las canciones, levantan la cara y hacen mímica de lo que está cantando el cubano, cuya vestimenta puede insertarlo o en un guetto de LA o en una disco de Miami. Sigo bailando y sigo pensando que la independencia es una falacia.

¿Qué se supone que celebramos este 16 de septiembre, el momento histórico o la verdad reafirmada, año con año, de que nosotros no necesitamos a nadie para sobrevivir?

Los cubanos, por lo menos, no tienen que rendirle cuentas a nadie, me digo. El requinto de la orquesta se parece a una versión más chaparra y menos sofisticada de Sean Connery. No sonríe, creo, porque está trabajando, no obstante el trabajo gozoso de tocar música para subsistir. Me pregunto si aun depende de las visiones que tiene de su país, la que lo levantan por las mañanas, como un bonito sueño o una pesadilla. Cubanos como él se salieron de su país porque querían independizarse de un sueño guajiro, o por lo menos, de un sueño que ya no puede cumplirse. Las amarras fueron apretadas desde fuera. La independencia es eminentemente humana y si alguien no lo permite, pues, que haya embargo económico, tráfico de talentos, exilios de científicos, investigadores, maestros, todos ellos deambulando por los "países libres" en busca de sustento, todos ellos iniciando conversaciones con gente que sólo quiere saber si conoce a Castro, si lo ha visto en persona y si realmente está loco. Mexicali es el tipo de ciudad dependiente de lo que sucede a su alrededor, y todo lo que pueda entender sobre todo aquello que siente ajeno, lo entiende como un reflejo condicionado. Entiende a Cuba desde la locura de Fidel, que viene siendo la versión oficial de los medios, así como entiende a México desde la violencia de sus calles, las resoluciones de López Obrador, y el estado del tiempo del Distrito Federal. Nunca nos quejamos cuando nos preguntan si Mexicali est

14.9.03

Esta es mi apropiación de un texto:

George Orwell
Los escritores y el Leviatán

La Revolución, de acuerdo con Dickens, es simplemente un monstruo engendrado por la tiranía que siempre termina por devorar sus propios instrumentos.
George Orwell,
“Charles Dickens”

No he escrito una sola novela en siete años, pero espero escribir una pronto. Seguro será un fracaso, cada libro es un fracaso, pero sé con cierta claridad qué tipo de libro es el que quiero escribir.
George Orwell,
“Why I Write”
(dos años antes de escribir 1984)

La posición del escritor en una época de control estatal ha sido ya bastante discutida, a pesar de que todavía no se pueda tener acceso a la mayoría de las evidencias pertinentes. No es mi deseo expresar aquí ninguna opinión ni a favor ni en contra del mecenazgo del Estado a las artes, sino simplemente hacer notar que la clase de Estado que nos rige debe depender, parcialmente, del ambiente intelectual predominante: me refiero, en este contexto, a la actitud de los escritores y artistas, y a su disposición para mantener vivo el espíritu del liberalismo. Si en diez años nos descubrimos adulando a alguien como Zhdanov, posiblemente será porque eso es lo que nos merecemos. Obviamente, al interior de la intelligenza literaria inglesa ya están operando fuertes tendencias hacia el totalitarismo. Pero no me voy a ocupar ahora de ningún movimiento organizado y consciente, como el comunismo, sino solamente del efecto que el pensamiento político tiene sobre la gente de buena voluntad y de la necesidad de asumir una postura política.

Esta es una época política. Todos los días pensamos en la guerra, en el fascismo, en los campos de concentración, los garrotes, las bombas atómicas, etcétera, y, en consecuencia, es también en gran medida sobre lo que escribimos, aunque no lo mencionemos explícitamente. No podemos evitarlo. Cuando estamos en un naufragio, pensamos en naufragios. Pero no sólo nuestro tema se limita, sino que toda nuestra actitud hacia la literatura se ve matizada por lealtades que, por lo menos intermitentemente, reconocemos que no son literarias. Con frecuencia tengo la sospecha de que, aún en sus mejores momentos, la crítica literaria es fraudulenta, pues en ausencia de alguna regla aceptada –cualquier referencia externa que pueda dar significado a la afirmación de que tal o cual libro es "bueno" o "malo"– todo juicio literario consiste en inventar una serie de normas para justificar una preferencia instintiva. Cuando un libro nos provoca una reacción, si es que nos la provoca, generalmente decimos "este libro me gusta" o "no me gusta", y después le sigue la interpretación racional. Pero "este libro me gusta" sí es, a mi juicio, una reacción literaria ; la no literaria sería "este libro está de mi lado, y por lo tanto, le debo encontrar méritos". Por supuesto, cuando un libro se elogia por motivos políticos, se puede ser sincero emocionalmente, en el sentido de que uno en verdad lo aprueba profundamente, pero también ocurre con frecuencia que la solidaridad de partido exige que se mienta. Cualquiera que haga crítica literaria para publicaciones políticas lo sabe bien. Generalmente, si uno escribe para un periódico con el que se está de acuerdo, peca por comisión, y si se escribe para la oposición, por omisión. En todo caso, una enorme cantidad de libros polémicos –a favor o en contra de la Rusia Soviética, a favor o en contra del sionismo, a favor o en contra de la Iglesia católica, etcétera– son juzgados antes de haberlos leído y, de hecho, incluso antes de haber sido escritos. Uno sabe de antemano qué recepción tendrán, y en qué periódicos. Y sin embargo, con una deshonestidad casi inconsciente, se mantiene la pretensión de que se aplicaron normas realmente literarias.

Es evidente que la invasión de la política en la literatura de todos modos tenía que darse. Hubiera sucedido aun si el problema del totalitarismo nunca hubiera surgido, porque nosotros hemos desarrollado una especie de remordimiento que nuestros abuelos no tenían, una conciencia de la gran injusticia y miseria que existen en el mundo, y estamos heridos de un sentimiento de culpa porque deberíamos hacer algo al respecto, lo cual vuelve imposible una actitud puramente estética ante la vida. Hoy, nadie podría dedicarse exclusivamente a la literatura, como lo hicieron Joyce o Henry James. Pero desgraciadamente, aceptar una responsabilidad política en la actualidad significa ceder ante las ortodoxias y la "línea del partido", con toda la tibieza y la deshonestidad que eso implica. A diferencia de los escritores victorianos, nosotros tenemos la desventaja de vivir en medio de ideologías políticas bien definidas y de poder reconocer, de un solo vistazo, los pensamientos heréticos. Un literato moderno vive y escribe en medio de un miedo constante –y ciertamente no a la opinión pública en su sentido más amplio, sino a la opinión pública al interior de su propio grupo. Generalmente, por suerte, hay más de un grupo, pero también, en un momento dado, existe una ortodoxia dominante, la cual, si tienes el coraje de ofender, te puede dejar con la mitad de tu salario por un buen rato. Obviamente, durante los últimos quince años la ortodoxia dominante, especialmente entre los jóvenes, ha sido la "izquierda". Las palabras clave son "progresista", "democrático" y "revolucionario", mientras que las etiquetas que debes evitar a toda costa son "burgués", "reaccionario" y "fascista". En estos tiempos, todos son "progresistas", incluso la mayoría de los católicos y de los conservadores, o por lo menos eso es lo que desean parecer. Hasta donde yo sé, nadie se describe a sí mismo como un "burgués", así como tampoco nadie con la suficiente educación como para haber escuchado el término, admitiría jamás ser culpable de antisemitismo. Todos somos buenos demócratas, antifascistas, antiimperialistas, todos estamos en contra de las diferencias de clase y ninguno tenemos prejuicios de color, etcétera, etcétera. No hay duda de que la izquierda ortodoxa actual es mejor que la esnob e hipócrita ortodoxia conservadora que prevalecía hace veinte años, cuando el Criterio y (en menor medida) el London Mercury eran las revistas literarias dominantes. Pues, por lo menos, su objetivo implícito es una sociedad viable que mucha gente realmente desea. Pero también contiene sus propias mentiras que, al no poder ser admitidas, hacen imposible una discusión seria de ciertas cuestiones.

Toda la ideología de izquierda, científica y utópica, fue desarrollada por gente que no aspiraba al poder inmediato. Por eso fue radical y profundamente desdeñosa de reyes, gobiernos, leyes, prisiones, fuerzas policíacas, ejércitos, banderas, fronteras, patriotismos, religión, moral convencional y, de hecho, de todo el sistema existente. Hasta donde nos alcanza la memoria, en todos los países las fuerzas de la izquierda luchaban en contra de una tiranía en apariencia invencible, y era fácil asumir que si tan sólo esa tiranía en particular –el capitalismo– pudiera ser derrocada, llegaría el socialismo. Además, la izquierda heredó del liberalismo ciertas creencias claramente cuestionables, como que la verdad triunfará y que la persecución se derrota a sí misma, o que el hombre es bueno por naturaleza y sólo es corrompido por su entorno. Esta ideología perfeccionista continúa en la mayoría de casi todos nosotros, y es en su nombre que protestamos cuando (por ejemplo) un gobierno laborista vota a favor de pagar grandes sumas de dinero a las hijas del rey, o titubea frente a la nacionalización del acero. Pero nosotros también hemos acumulado en la memoria toda una serie de contradicciones no admitidas que son el resultado de sucesivos golpes contra la realidad.

El primer golpe importante fue la revolución rusa. Por razones un tanto complejas, la izquierda inglesa, en su mayoría, acepta el régimen ruso como "socialista", cuando en silencio reconoce que su espíritu y su práctica son completamente ajenos a lo que en este país se entiende por "socialismo". De ahí que haya una especie de pensamiento esquizofrénico, en el que palabras como "democracia" pueden tener dos significados irreconciliables, y cosas como los campos de concentración o los exilios masivos puedan ser correctos o injustos simultáneamente. El siguiente golpe a la ideología de izquierda fue el surgimiento del fascismo, que sacudió al pacifismo y al internacionalismo de la izquierda sin provocar una redefinición teórica. La ocupación alemana le enseñó a los europeos lo que los colonos ya sabían, a saber, que el antagonismo de clases no es lo único que importa y que hay algo que se llama interés nacional. Después de Hitler ha sido difícil mantener con seriedad que "el enemigo está dentro de tu propio país" y que la independencia nacional carece de valor. Pero aunque todos lo sabemos y actuamos en consecuencia cuando es necesario, de todos modos sentimos que decirlo en voz alta sería una especie de traición. Y por último, la mayor dificultad, la izquierda ya está en el poder y está obligada a asumir la responsabilidad y a tomar decisiones auténticas.

Casi invariablemente, los gobiernos de izquierda desilusionan a sus seguidores porque, aun cuando la prosperidad prometida es factible, siempre existe la necesidad de un período incómodo de transición del cual no se habló previamente. Ahora estamos viendo a nuestro gobierno, en sus desesperados apuros económicos, combatir los efectos de su propia propaganda anterior. La crisis en la que nos encontramos actualmente no es una calamidad repentina e inesperada, como un terremoto, y no fue provocada por la guerra, sino simplemente precipitada por ella. Hace décadas que algo así se veía venir. Ya desde el siglo xix nuestro ingreso nacional, dependiente en parte de los intereses de las inversiones extranjeras, y en parte de nuestros mercados asegurados y de las materias primas baratas de los países colonizados, era extremadamente precario. Era un hecho que, tarde o temprano, algo iría mal y que entonces nos veríamos forzados a equilibrar nuestras importaciones con nuestras exportaciones, y que cuando esto sucediera el nivel de vida británico, incluido el de la clase obrera, tendría que caer, al menos temporalmente. Sin embargo, los partidos de izquierda, aun cuando se ostentaban como antiimperialistas, nunca aclararon esta realidad. En su momento, estuvieron dispuestos a admitir que los trabajadores británicos se beneficiaron, hasta cierto punto, con el saqueo de Asia y África, pero siempre permitieron que pareciera que podíamos renunciar a nuestro botín y, no obstante, de alguna manera ingeniárnoslas para permanecer prósperos. Realmente, en gran medida, el socialismo atrajo a los trabajadores haciéndolos conscientes de su explotación, cuando la verdad brutal era que, a nivel mundial, ellos eran los explotadores. Ahora hemos llegado al punto en el que, a todas luces, el nivel de vida de la clase obrera ya no puede ser sostenido, y mucho menos elevado. Aun si exprimiésemos la riqueza hasta agotarla, la masa tendría que consumir menos o producir más. ¿O acaso exagero el caos en el que estamos? Puede ser, y me alegraría estar equivocado. Pero al punto al que quiero llegar es que entre los seguidores leales a la izquierda, este problema no se puede discutir con sinceridad. La baja en los salarios y el aumento en las horas de trabajo son medidas inherentemente antisocialistas y, por lo tanto, deben descartarse de antemano, cualquiera que sea la situación económica. Proponer que son inevitables es, sencillamente, arriesgarse a ser señalado con esas etiquetas a las que todos les tenemos terror. Es mucho más seguro evadir el asunto y pretender que podemos arreglar todo redistribuyendo el ingreso existente.

Al aceptar una ortodoxia siempre se heredan contradicciones. Tomemos, por ejemplo, el hecho de que toda la gente sensible siente repulsión por el industrialismo y sus productos, y aún así, está consciente de que la conquista de la pobreza y la emancipación de la clase trabajadora demanda no menos industrialización, sino más y más. O el hecho de que ciertos trabajos son absolutamente necesarios, pero nunca se harían si no fuera bajo cierta clase de presión. O el hecho de que es imposible tener una política extranjera positiva sin una fuerza armada poderosa. Los ejemplos pueden multiplicarse. Para cada uno de estos casos existe una conclusión perfectamente sencilla, pero a la que sólo se puede llegar si, en privado, somos desleales a la ideología oficial. La reacción normal es guardar la pregunta, sin respuesta, en un rincón de la mente, y continuar repitiendo reclamos contradictorios. No es necesario investigar mucho en reseñas y revistas para descubrir los efectos de este pensamiento.

Por supuesto, no estoy sugiriendo que la deshonestidad intelectual sea privativa de los socialistas o de los izquierdistas en general, o que sea más común entre ellos. Es simplemente que la aceptación de cualquier disciplina política parece ser incompatible con la integridad literaria. Esto es igualmente aplicable a movimientos como el pacifismo y el personalismo que pretenden estar fuera de la lucha política ordinaria. Verdaderamente, la sola terminación -ismo parece traer consigo el olor a propaganda. Las lealtades grupales son necesarias y, sin embargo, venenosas para la literatura, en tanto producto individual. En el instante en el que se admite cualquier influencia en la escritura creativa, aunque sea negativa, el resultado no sólo será la falsificación, sino a menudo, también, la aridez en la creatividad.

Muy bien, ¿y después, qué? ¿Tendríamos que concluir que el deber de todos los escritores es "mantenerse al margen de la política"? ¡Por supuesto que no! En todo caso, como ya dije, ningún ser pensante, en una época como ésta debe, ni puede, mantenerse ajeno a la política. Unicamente sugiero que deberíamos trazar una línea más definida entre nuestras lealtades políticas y literarias, y reconocer que la disposición a hacer ciertas cosas desagradables pero necesarias no implica la obligación de tragarse la opinión que conllevan. Cuando un escritor se compromete políticamente, debería hacerlo como un ciudadano, como un ser humano, pero no como escritor. No creo que tenga derecho, con base únicamente en su sensibilidad, a evadir el trabajo sucio de la política. Debería estar preparado, como cualquier otro, para dar conferencias en lugares desvencijados, hacer pintas, solicitar votos, repartir folletos e incluso pelear en una guerra civil si fuera necesario. Pero jamás debería escribir de lo que hace en favor del partido. Debería dejar asentado que su literatura es cosa aparte. Debería ser capaz de cooperar, pero al mismo tiempo, si así lo decidiera, de rechazar totalmente la ideología oficial. Jamás debería frenar el curso de su pensamiento por el hecho de que pudiera conducir a una herejía, y no debería preocuparse mucho de si su heterodoxia se intuye, que es lo más probable. Tal vez hasta sería una mala señal que en estos tiempos no se sospechara de las tendencias reaccionarias de un escritor, así como hace veinte años era mala señal si no se sospechaba de su simpatía por el comunismo.

¿Pero acaso todo esto significa que un escritor no solamente debiera rechazar la línea de los jefes políticos, sino también abstenerse de escribir sobre política? Una vez más, ¡por supuesto que no! No hay razón por la que no deba escribir de política crudamente, si así lo desea. Pero debe hacerlo como individuo, como alguien al margen, a lo sumo, como una guerrilla indeseada en el flanco de un ejército regular. Esta actitud es perfectamente compatible con la utilidad política ordinaria. Resulta muy razonable, por ejemplo, estar dispuesto a pelear en una guerra porque uno piensa que la guerra debe ser ganada, y al mismo tiempo, negarse a escribir propaganda sobre la misma. A veces, cuando un escritor es honesto, puede ser que su obra y sus actividades políticas se contradigan. En ocasiones, eso puede ser francamente desventajoso: pero entonces el remedio no está en falsear nuestro impulso, sino en guardar silencio.

Sugerir que un escritor creativo, en épocas de conflicto, debe dividir su vida en dos puede parecer derrotista o frívolo: pero no veo qué otra cosa pueda hacerse en la práctica. Encerrarse en una torre de marfil es imposible e indeseable. Rendirse subjetivamente, no sólo a la maquinaria de un partido, sino aun a la ideología de un grupo, es destruirse como escritor. Este dilema es doloroso, porque vemos la necesidad de comprometernos políticamente y, al mismo tiempo, sabemos que es un juego sucio y degradante. Y en la mayoría de nosotros persiste el convencimiento de que cada elección, incluso cada elección política, se halla entre el bien y el mal, y que si una cosa es necesaria entonces también es correcta. Creo que debemos deshacernos de esta creencia infantil. En política, lo más que uno puede lograr es decidir cuál de los dos males es el menor, y existen ciertas situaciones de las que uno sólo puede escapar actuando como un demonio o como un lunático. La guerra, por ejemplo, puede ser necesaria, pero no es ni justa ni cuerda. Inclusive una elección general no es, exactamente, un espectáculo agradable o edificante. Si se tiene que participar en estas cosas –y pienso que sí se debe, a menos que uno se escude tras la coraza de la vejez, la estupidez o la hipocresía– entonces también se debe conservar íntegra una parte de sí mismo. Para la mayoría de la gente el problema no surge de la misma manera, porque sus vidas ya están divididas. Sólo están realmente vivos en sus horas libres, y no existe ningún lazo emocional entre su trabajo y su actividad política. Y por lo general, tampoco se les pide, en nombre de la lealtad política, que se traicionen como trabajadores. Al artista, y especialmente al escritor, eso es exactamente lo que se le pide –de hecho, es lo único que le piden los políticos. Si se rehusa, eso no significa que esté condenado a la inactividad. Una mitad de él, que en cierto sentido es la totalidad de sí mismo, puede actuar con tanta firmeza, incluso con violencia si fuera necesario, como cualquier otro. Pero su obra, si ha de tener algún valor, siempre será el producto de la parte más sana de su ser, ésa que se mantiene al margen, la que toma nota de lo que se hace y reconoce su necesidad, pero se niega a ser engañada en cuanto a su verdadera naturaleza.


1.9.03

OK.

Comenzaré por decir que este fin de semana fue sumo interesante, visualmente, sobre todo.
porque comenzó con un viaje, y las piedras del desierto de california rumbo a San Diego siempre son una grata sorpresa. Nunca son iguales, y hay secciones donde los tonos de verde se difuminan por la fuerza del sol. (a esto es a lo que me refiero por "rambling", enemigo número uno de quienes buscamos con ci sión en la escritura. en fin).
del viaje surgieron las maneras como discutimos, desarmamos y nos reimos del mundo Bibi y yo.
luego vinieron las imágenes de la película Cremaster 3. Too much, maybe, or not enough.
pero lo que cerró la noche con broche de oro fue visitar el Bar Kickers, en la zona de Hillcrest, en SD.
Nada más hermoso que contemplar un baile típico de los gringos: line dancing, desplayado por hombres y mujeres bailando con su mismo sexo, vestidos de vaqueros, sonriendo como si fuera el último día del mundo. Hace mucho no veía caras tan sonrientes, tan llenas de vida, de deseo, tan coquetas, sobre todo; a veces creepy coquetas, a veces con un verdadero gusto por la vida.
no me animé a bailar, me quedé plantado en mi lugar contemplando a la humanidad en toda su pureza.
uno de los bailarines brillaba en toda su gracia mientras recorria la pista, aqui con un vaquero de dos metros y camisa de franela cortada de las mangas; allá con un oriental que celebraba su despedida; acá consigo mismo, mientras decidía quién sería el nuevo agraciado.

Quiero aprender line dancing. Quiero aprender a vivir cuando menos por unos segundos.