28.1.05

se llama Manuel Contreras . . .y de pronto imagino el gusto que le esta dando a la gente que veo en la tele, en la calle, frente a los tribunales, tirándole piedras a este tipo, gritándole "hijoeputa! culiao de mierrrda!" Apenas y se escucha, porque es mucho el ruido, y los reporteros de la tele --que han presentado ininterrumpidamente todo el proceso-- no dejan de hablar, de narrar las acciones como lo hacen desde que el hombre supuestamente fue a la luna: describiendo cada paso y acción como si fueran los pasos y acciones más importantes de tu vida en esos precisos momentos.
El caso es que es un gustazo ver cómo le gritan al viejillo. Le avientan piedras, el viejillo sale corriendo rodeado de seguridad. Manuel Contreras fue el director de la DINA, el órgano de terror y persecución instalado durante la dictadura. O sea, instalado en la conciencia de los chilenos como si fuera un chip que controla su sistema nervioso. A Manuel Contreras lo van a meter a la cárcel. Es un gusto bien visceral el de la gente, la que se instaló desde la mañana en los tribunales con fotografías de sus hijos desaparecidos --sí, los MILES de chilenos desaparecidos-- de los que él fue responsable.
(Acá entre nos. . .la justicia histórica de los pueblos tendría realmente a este tipo empalado en Plaza Pública, pero bueno, nomás lo van a meter a la cárcel. Hay una relación muy extraña entre el chileno y su casta militar, una codependencia que siempre me ha sacado de onda)
Y es que el relato inenarrable está en boca de quienes lo vivieron. Lo oyes todo el tiempo. Este tipo los tuvo "sisqueados" por más de diez años. Está la historia de los dos estudiantes que estaban en la mira de la DINA, cuyos padres estaban desesperados porque aun seguían en la calle y faltaban quince minutos para el toque de queda. Y de cómo, cuando una brigada de vecinos por fin los encontró, unos cinco minutos antes del toque, a unas cuadras de sus casas, literlamente agarrados de un árbol, llorando muertos de miedo. En quince minutos no iban a poder llegar, y en cuanto los milicos los vieran iban a ser fusilados, on the spot. Están las historias de cómo en los barrios bajos se tenía (se tiene, según me dicen) de cortarles la luz y dejarlos a oscuras, aventando gas lacrimógeno a los patios de los departametos y casas de interés social, nomás pa mantenerlos asustadones. Están las declaraciones televisivas de Contreras, durante la dictadura, que todos los chilenos se tenían que tragar como pastilla de chiquitolina, para empequeñecerse y vivir esa realidad.
El gusto que tiene la gente que le tiraba piedras mientras entraba a los tribunales está aun mezclada con un temor que llevan en las entrañas. Es el tipo responsable de una represión que el chileno tiene acumulada en su respiración, esa que se corta cada vez que te encuentras con la bruta fuerza de la mano dura, a la que no puedes renegarle, contra la cual nunca te puedes defender. Sólo puedes imaginar la cabeza de tu hijo lentamente agachándose mientras recibe un balazo en la nuca. O cómo su cuerpo voló por los aires cuando lo arrojaban de un avión. O cómo su cuerpo de bella adolescente estaba siendo violado por dos tres milicos en los centros de detención de revoltosos.
Es un gusto tirarle piedras, y gritarle "improperios" (como dijeron en la tele), pero también es un coraje de lo más desesperante.
El viejillo opuso resistencia, eso sí. Esta semana, todos los miembros de la DINA fueron procesados y enviados a la cárcel. Manuel Contreras se opuso, dijo que era una injusticia. Hoy por la mañana, cuando una brigada de diez automóviles de la agencia de investigación del poder judicial fue a buscarlo a su casa, el tipo los recibió con una pistola. Ni madres, pinche viejito, te nos vienes con nosotros. Lo sacaron a la fuerza y se lo llevaron a donde toda la muñidiza encabronada lo estaba esperando.
Los medios como que tienen la manera de velar o suavizar las implicaciones que rodean a un hecho de tal naturaleza. Pero las implicaciones ahí están, en el humor del chileno que anda por las calles. Satiago es una ciudad llena de fantasmas. Y la gente puede sentirlos. Están en la atmósfera, y esa atmósfera hace más apesadumbrado el rostro, la indumentaria, el modo de caminar y conducirse en este mundo. Tipos como Manuel Contreras, con el paso del tiempo, fueron dibujando ese rostro en los chilenos. Perro culiao.