11.4.05

Pues sí, será muy cierto que la literatura hoy en día es más mercancía que cualquier otra cosa. Pero como mercancía, creo que la mayoría de los consumidores siempre buscamos algo de sustancia en lo que consumimos, por lo menos la aspiración a cierto tipo de sustancia. Y cada quien se acomoda a sus propias aspiraciones; buscamos el producto que mejor se acomode a nuestros bolsillos, pero no podemos negar que, en el gasto, se halla el deseo de poseer algo "más". Como el obrero que por lo menos dedica un fin de semana a encontrar la mejor marisquería para deleitar su paladar. Y con la mejor, quizá me refiero a la oferta que le proporcione la mayor abundancia. No es una abundancia que tiene que ver con un gusto refinado, sino con una carencia saciada.
Otros, compran libros de Paulo Coelho. Los compran porque ofrecen ciertas cualidades anímicas que se acomodan a sus necesidades, y se regocijan por la abundancia de material escrito que los hace sentir bien. Hay quienes no se conforman con eso, y buscan en la supuesta materialidad espiritual del contenido y la forma de la obra, una propuesta que exalte sus gustos refinados.
Mercancías o no, el mercado editorial sigue siendo definido por cuestiones de clase. Un día de estos, alguien podrá escribir la mejor sátira sobre los libros de superación personal, haciendo de ellos la impronta más inescapable del discurso literario de nuestros días.
Y sin embargo, de todas maneras, tiene que ser una obra que ponga por encima de todo la capacidad que tiene el lenguaje para develar al mundo.