20.8.06


Imaginemos por unos momentos –porque siempre podemos hacerlo—que la vida entera de C se halla concentrada en miles y miles de cajas, miles y miles de cajas pequeñitas, todas ellas reunidas para formar un enorme cubo azul. Imaginemos que este enorme cubo se halla escondido en alguna parte, digamos, al interior de una montaña, al final de una ciudad. En alguna estación de trenes.

Si es que nos parece que es un cubo lleno de secretos, en realidad es un cubo lleno de descubrimientos. Desde el momento que C vio la luz del día, hasta el momento que ella lee este texto, todos los momentos de su vida se hallan concentrados ahí. No obstante es un cubo secreto, esto es, pocos sabemos su paradero. Quienes hemos visitado el recinto donde se halla escondido, quienes nos hemos maravillado por la cantidad de momentos que se hallan refugiados en cada cajita, regresamos del viaje con una sonrisa en el rostro y la vida de C en nuestras miradas.

Al examinar el cubo, vemos cómo éste tiene varias divisiones, líneas que separan un grupo de cajitas de las otras. En cada división, nos encontramos con una inscripción, que apenas y puede leerse, y que nos indica el contenido de las cajitas agrupadas ahí. La primer sección que salta a la vista es una que dice “Inicio de vida”, en la cual encontramos todos aquellos detalles sutiles que ayudaron a que C fuera esculpiendo su alma. Vientos desérticos, agua salada, el leve roce de la arena que fue inscribiéndose en su rostro, que le fue dibujando sus gestos, su ánimo, su modo de respirar. Abrimos cuidadosamente cada una de estas cajitas, y nos encontramos con aromas, el sonido de cientos y cientos de nacimientos de lunas, brillos solares, ecos que se escuchaban afuera en las calles mientras C fue descubriendo el mundo. En la última cajita, nos encontramos con una imagen de C y su primera sonrisa.

Lo cual nos lleva a la siguiente sección, titulada “sonrisas”. Hay para todas ocasiones, y en cada cajia nos encontramos una fotografía polaroid de las mismas: la sonrisa serena de la primer tarde disfrutada en un verano alejado por el tiempo; la sonrisa que está a punto de desatar una carcajada; la sonrisa de la sorpresa, así como la del regocijo; la sonrisa del alivio, o quizá la del desencanto, esa sonrisa que C otorga al mundo cuando de pronto dice, como le dice la vida, “Ni modo, a seguir viviendo”. Las sonrisas más enigmáticas de todas, las que más nos causan un infartito de gusto, son aquellas en las que C simplemente sonríe porque sí, porque está contenta. Y se celebra esa sonrisa con una reverencia que hacemos al cielo cuando terminamos de revisar esa sección del cubo de su vida.

Y suspiramos, así como los suspiros que encontramos en otra sección. Nos hallamos con una gran cantidad de suspiros, que iniciaron desde hace mucho tiempo, y que las cajitas han guardado con mucho esmero. Pero uno tiene que acercar el oído cuidadosamente en la cajita, ya que el suspiro se escapa y no vuelve a escucharse. La sensación es tremenda: es como si C estuviera suspirándote al oído, como un susurro. Uno no tiene que quedarse mucho tiempo en esta sección, ya que las cajitas de suspiros deben mantenerse cerradas lo más que se puedan. No queremos que terminen esos suspiros, nunca.

“Lágrimas” es una sección resguardada en el centro del cubo. Una sección muy preciada y muy secreta; en cada cajita, nos encontramos con un pañuelo blanco. En cada pañuelo, nos encontramos la impresión de cada una de sus lágrimas. Nadie aún sabe si son muchas o son pocas, pero el hecho es que sí han sido esparcidas por C durante su vida. Tampoco sabemos el motivo que las originó, ya que a veces estas lágrimas son de tristeza y a veces de alegría, a veces de sufrimiento y a veces de coraje. “Corajes” es otra sección que nos advierte de antemano que las imágenes que veremos no son muy placenteras para el recuerdo. Hay asimismo distintos tipos de corajes, hay algunos que nacieron de la rutina diaria, esos ataques que nos produce el tráfico, la tendera de la esquina que se tarda mucho en devolvernos el cambio, los tipos sin alma que la han insultado o le han hecho pasar un mal rato, los amigos, familiares y conocidos que de pronto la sacaron de quicio y, aunque C posee un alma tierna, hay veces en la vida que terminamos rodeados de imbéciles y seres despreciables.

Similares a “Corajes” están “Los sufrimientos”, pero esta sección sólo pueden visitarla quienes están dispuestos a cuidar de que C no vuelva a encontrarse en dichas circunstancias. Asimismo, quienes vivimos en este mundo tenemos que sobrepasar los sufrimientos que nos va deparando el tiempo, y C no está exenta de estas tragedias y dolores. Toda esta serie de secciones se hallan en el lado negativo del cubo. Nos podemos encontrar fotografías, cartas escritas, pequeños pensamientos, breves recuerdos de distintas experiencias: primer diente caído, primer raspón, primer regañada, primer enfermedad que la tuvo en la cama durante una semana, toda una serie de experiencias acumuladas, y que a veces cobran la forma de un grito (gran susto me llevé cuando abrí una de las cajitas y me encontré con un alarido ensordecedor, hasta que descubrí que se trataba de uno de esos sustos que producen los sonidos de la noche), a veces tienen el olor de la medicina que le recetaron, e incluso, a veces, sólo puede escucharse un leve gemido de dolor.

Sin embargo, sabemos que la vida no es sólo la acumulación de momentos graves, y claro está que C ha tenido –a juzgar por lo que este cubo concentra—gratas sorpresas, noches y días felices. En todas esas cajitas podemos compartir con ella el júbilo de la vida, y de pronto abrimos una y nos encontramos con el sonido de una fiesta, e imágenes de las mismas comienzan a proyectarse en los alrededores. O de pronto abrimos otras cajitas y nos encontramos con la sensación enternecedora y supersensible de las caricias, otorgadas por ella y otorgadas a ella, y uno cuida, obviamente, de no abrir muchas de estas cajitas, ya que como los suspiros, éstas se deben mantener vivas en la memoria. Así que uno mejor imagina las caricias concentradas en todas esas cajitas sin abrir. Lo mismo puede decirse de los besos, lo mismo puede decirse de los chistes contados por ella, o de las puntadas que se le han ido ocurriendo a lo largo de su vida.

Las cajitas que no se nos permite abrir son aquellas que dicen “deseos” y “sueños”. Éstos concentran todo lo que el alma de C ha construido con el paso del tiempo, y si llegásemos a abrir una de ellas, los sueños y los deseos se esparcirán en el aire, y difícilmente podríamos atraparlos de nuevo. Así que cada una de las cajitas viene con una inscripción que explica el contenido del deseo, el contenido del sueño. Lo único que se nos permite hacer es imaginárnoslos, imaginar con ella sus sueños, sus deseos, sus anhelos.

Es largo el viaje que uno recorre, al visitar la vida de C concentrada en un resplandeciente cubo azul. Un viaje que nos lleva, casi casi como si estuviera escrito de antemano, a una sección titulada “encuentros”. Aquí es donde nos hallamos todos los encuentros que C ha tenido en su vida. Encuentros con miradas, con gente que pasa de lado, encuentros amorosos, encuentros apasionados, encuentros con ropas favoritas, encuentros con películas y canciones que la inspiraron, encuentros con comidas deliciosas, encuentros con noches que terminaron justo cuando no dejaron de terminar nunca. Muchos encuentros quedaron inconclusos, quedaron sólo como un encuentro fugaz que no llevó a C a la continuación de la historia. Otros encuentros sí la llevaron a continuar la historia. Y es que así es como nos damos cuenta de lo frágil que puede ser la vida, de lo fugaz que pueden ser los encuentros, de lo débil que son las líneas que van uniendo las historias de la gente que nos rodea, de la gente que ha rodeado a C. Y es ahí cuando nos damos cuenta, ya al terminar el viaje al interior de esa vida, de que uno desea insertarse en una de esas cajitas, quisiera ser uno de esos encuentros, quisiera ser el continuador de la historia, quisiera estar en la historia de C.