21.10.06

It's Miller time!

"Un escritor corteja a su público tan ignominiosamente como un político o cualquier otro charlatán, le gusta sentir el gran pulso, recetar como un médico, lograr un puesto propio, que lo reconozcan como una fuerza, recibir la copa rebosante de adulación, aunque tenga que esperar mil años. No desea un mundo nuevo que pueda establecerse inmediatamente, porque sabe que nunca lo satisfaría. Desea un mundo imposible en que él sea el gobernante, títere y corona dominado por fuerzas que no pueda controlar en absoluto. Se contenta con gobernar insidiosamente --en el mundo ficticio de los símbolos--, porque la mera idea del contacto con realidades crudas y brutales lo espanta. Es cierto que capta la realidad más penetrantemente que otros hombres, pero no hace esfuerzo alguno para imponer esa realidad superior al mundo por la fuerza del ejemplo. Se satisface sólo con predicar, con arrastrarse tras el desastre y las catástrofes, un profeta agorero de la muerte, siempre sin honor, siempre lapidado, siempre esquivado por quienes, por ineptos que sean para sus tareas, están dispuestos y prontos a asumir la responsabilidad por los asuntos del mundo. El auténtico gran escritor no quiere escribir, quiere que el mundo sea un lugar en que pueda vivir la vida de la imaginación. La primera palabra estremecida que pone por escrito es la del ángel herido: dolor. El proceso de poner palabras por escrito es equivalente al de tomar un narcótico. Al observar el crecimiento de un libro en sus manos, el autor se engree con delirios de grandeza. "Y también soy un conquistador. . .¡tal vez el mayor que haya existido! Se acerca mi día. Voy a esclavizar al mundo. . .por la magia de las palabras. . ." Et cetera ad nauseam."
--Henry Miller.
Fragmento de Sexus
(pgs. 20-21)