31.7.07

Por esto no puedo hacer una crítica política directa, o más específicamente, a nuestras próximas elecciones. Porque puede llegar un columnista nacional (Carlos Ramírez) a escribir esto, como conclusión a todo un artículo sobre las pocas cualidades que este personaje tiene para ser gobernador:
Hank carece de una sola acción política y social respetable. Todo se reduce al dinero, el circo y la arrogancia de la riqueza.
. . .y aun así, los bajacalifornianos votarán por él. Y lo hacen con la fiel convicción de que se trata de una buena opción.
Quizá sea la opción que nos aleje de ese otro partido o de esos otros políticos que a muchos tiene harto. Yo agradeceré no obstante que no veré esa práctica mussoliniana de poner tu póster en cada esquina, rodeado de familia, con el dedo pulgar al aire, diciéndonos lo bien que ha hecho su trabajo. La megalomanía es el síntoma más burdo de los que se enferman con el poder.
No obstante, se trata el partido que votamos al poder porque según nosotros "votamos por el cambio", y su estancia en el gobierno ha logrado hacer que nuestra cultura, la cultura de baja california, sea cada vez más complaciente, acomodaticia y clase mediera. Porque a partir de esa visión de mundo, la visión del PAN, nuestras aspiraciones son chatas y superficiales, convirtiéndonos en simples consumidores de bienes para soportar nuestra propia arrogancia, porque no tenemos profundidad. Y trabajando mucho. Porque el trabajo dignifica. Porque el trabajo lo es todo. Porque no hay más que hacer en este pinche mundo que trabajar.
¿Qué nadie vio Antz? ¿Estamos tan ensimismados o somos tan cínicos que el mensaje tan preclaro de una caricatura no tiene la más mínima incidencia en nuestras vidas?
Chale.
OK. Digamos que simulamos profundidad; sí, claro, la simulamos dos que tres personas, en el café, cuando leemos revistas internacionales y pretendemos ser profundos, cuando en realidad lo único que hacemos es hablar de las últimas películas que hemos visto.
Luego tenemos que ir a Wal Mart a comprar. . ."algo". Lo que sea, con tal de que sea una compra.
En fin. Todo este embrollo fue para concluir que, no obstante nosotros votamos supuestamente por el cambio, el cambio vino a la manera de un gobierno que nos convirtió a todos en clasemedieros (hay un punto en que las clases no necesariamente tienen que ver con ingreso, sino con aspiraciones, mentalidades, visiones; la clase trabajadora de nuestra ciudad también ha sido infectada por las aspiraciones chatas de nuestra clase media: es como si todo el mundo tuviera en "mindset" de los que viven en la colonia nueva). . .y que ahora resulta que no nos gusta.
Y votaremos por un candidato que a todas luces represena la maldad.
O sea que el problema somos nosotros.
Bienvenidos a la era del franco cinismo.

24.7.07

La fiesta electoral
(un reporte desde la escena de acción)
Me llevo mi computadora y me siento en la esquina más transitada de la ciudad. me convierto en reportero móvil-ejecutivo, reporteo desde el frente, desde la escena de acción/del crimen. busca mi cuerpo algún indicio de sombra. termino muy cerca del monumento a Benito Juárez (¿se acuerdan de él? no me refiero al monumento sino a la figura hisórica. ¿Sí? OK!.) sorbo un café helado y esto es lo que pienso y escribo inmediatamente, mientras pasan los carros a toda velocidad, gritando porras para sus respectivos candidatos...
son interesantes estos carros. carros alegóricos, por llamarlos de algún modo. unos corren de prisa repletos de banderas en apoyo a Hank, otros corren de prisa repletos de banderas en apoyo a Osuna Millán. no he visto carros de los otros partidos. han de estar inquietos por ello, convenciendo a familiares, vecinos y amigos que les presten sus carros y alebresten a las colonias para que se sumen al rally. buscan patrocinios para gasolina y muchas botellas de gatorade, probablemente alguna concesionaria proporcione edecanes para que se pongan las camisetas de estos partidos. uno que otro candidato de estos partidos sin representación en forma de carros alegóricos termina a las cuatro de la mañana platicando con otro amigo en el estacionamiento de Carl's Jr.
en fin. es bonito y emocionante ver a todos participando en la fiesta electoral. porque ahora sí podemos llamarla "fiesta". porque es una celebración. antes era todo seriedad y caras aburridas que acuden sin ganas a las urnas. hoy día es distinto. celebramos nuestra libertad para escoger a quienes nos gobiernan. y nos creemos mucho por eso.
no sabemos mucho sobre estos candidatos. los vemos mucho en la calle, sí, ahí están, congelados en sus sonrisas matutinas, colgados en los postes y esperando llamarnos la atención: "Hey, tú! sí, el de la camisa empapada adentro de ese carro sin refrigeración que tu jefe te asignó para que vayas a hacer las cobranzas! Mírame! Te sonrío! Vota por miiiiiiií!"
y claro que nos entusiasmamos con el gesto de invitación de estas personas.
como decía...no los conocemos. no mucho. hay gente que nos ha hablado de ellos, gente de esas que trabaja en el gobierno, dos que tres compañeros de trabajo que tienen papases que conocen a las gentes de los partidos, otros cuantos que saben de esas cosas de la política. nos han dicho cosas de ellos. cosas buenas y cosas malas. a veces cosas muuuuy malas, aunque nunca cosas muuuuuy buenas. y luego los candidatos hablan en público sobre esas cosas que dicen de ellos.
"rumores" dicen unos
"declaraciones sin fundamento" dicen otros
"voten por mí!!" dicen los que no saben qué decir cuando se les pregunta sobre esas cosas que dicen de ellos.
como podemos darnos cuenta, todos estamos hablando sobre ellos. sobre los candidatos. porque los queremos. queremos ser como ellos. pero como no podemos, vamos a votar por el que más nos agrade. es muy probable que no sepamos realmente cuáles son los planes de uno u otro candidato. probablemente el candidato que apoyamos piense cosas que no nos parecen, probablemente los otros candidatos tengan planes mejores; probablemente, incluso, sería indiferente quién es el que piensa mejor, el que tiene los mejores planes, las mejores ideas, los mejores sueños.
probablemente, muy en el fondo, todos los candidatos sean buenos. probablemente, muy en el fondo, todos los candidatos sean malos. y probablemente, también, cualquiera de estos candidatos puede causarte daño, afectar tu trabajo, tu progreso, tu colonia, tus planes, ideas, sueños, tu modo de vida.
pero no piensas mucho en eso, prefieres pensar en lo mejor y soñar que tu candidato es el idóneo.
y por eso sales a las calles con tus amigos a dar la vuelta en medio del calor para ondear la bandera de tu candidato. corres a prisa en tu carro y tocas el cláxon con todas tus fuerzas cada que te toca un semáforo. en el semáforo del sentido contrario, hay otro carro con banderas como las tuyas. sonríes y celebras con ellos. "Hey! Mira! Somos iguales! Queremos a la misma persona! Es realmente agradable encontrar a otros como yo, hay que luchar juntos para que esa persona que llevo meses viendo sus fotos en la calle entre al gobierno y cambie las cosas o las mantenga como están!"
y en ocasiones, en el espejo retrovisor te encuentras con otro carro que tiene las mismas banderas que tú. y sonríes desde tu espejo a la cara del otro conductor. y probablemente sea mujer, y esa mujer es bella. y si le coqueteas, es probable que ambos se reconozcan como el amor de sus vidas. Imagínenlo! Se encontraron en medio de la contienda electoral y, al reconocer afinidades partidistas, decidieron pasar el resto de sus vidas juntos.
pueden ver, por lo tanto, lo increíble que es toda esta experiencia.
pero por otro lado, puede que, cuando tu carro avanza y sigues pitando y sigues viendo a los otros carros, te encuentres con uno que traiga las banderas del candidato opositor. "BUUUUUU!BUUUUU!" dices, "Ustedes son los malos, los feos, los corruptos-nacos-narcos-mojigatos-inútiles-burócratas-ratas de siempre! No permitiremos que ustedes entren al poder! Nunca, nunca!"
y cuando pasas enseguida de uno de esos carros, convences a tus amigos de que griten cosas en contra de ellos, así como de los que se ponen en los camellones con sus banderas y su música a todo volumen e incitan a votar por su candidato. pasas enseguida de ellos y gritas cosas en su contra, porque apoyan al otro candidato, al malo, feo, corrupto candidato del otro partido.
no los conoces, ni a uno ni al otro candidato. a los demás, no sólo no los conoces, sino que tampoco quieres saber quiénes son. pasan completamente desapercibidos. es como si no existieran. porque te dices "si no veo sus banderas ondeando en la calle, no vale la pena pensar en ellos."
y sigues tu marcha. probablemente estés festejando tu libertad de elección, estés celebrando hasta altas horas de la noche, esperando encontrarte con aquella mujer que viste en el otro carro. probablemente se encuentren en algún antro o festejo o licorería. intercambiarán números, intercambiarán direcciones de correo, se contemplarán sus respectivos ojos y pensarán en el futuro. no saben lo que les depara el destino. probablemente el candidato que tú y ella apoyan sea el que efectivamente les otorgue todo eso que sueñan para el futuro. aunque no saben realmente cómo es ese futuro que imaginan. no saben realmente si uno u otro candidato vale la pena apoyar para que esos sueños se cumplan. no importa, eso es demasiada reflexión, demasiado pensar como para estarse ocupando de ello, cuando lo que realmente importa ahorita es correr aprisa en tu auto, ondeando la bandera de tu candidato, esperando, como siempre, lo mejor.


18.7.07

Una nota para los artistas:


A NADIE LE IMPORTA LO QUE HACES
Y si bien la nota parece tener toda la intención de descalificar su trabajo, en realidad, se trata de un estado de conciencia sobre el oficio. Nadie tiene interés por una obra, una creación, una propuesta visual, una manifestación performática y demás. El interés corre exclusivamente por cuenta del mismo creador. Esta ha sido la condición histórica del artista desde la modernidad (en la antigüedad, no es que existiera una importancia implícita en las obras: había una necesidad, marcada por lo que la Iglesia, el Estado y la sociedad aristocrática definía y requería de los artistas. Después de la ruptura que dio pie al modernismo -en el siglo XIX- todos los artistas se rascan con sus propias uñas) Y esta ha sido la condición básica de cualquier persona que tenga la intención de hacer de su práctica artística un oficio, una carrera, una profesión. Nadie está ahí para recibirla, para percibirla, apreciarla o valorarla.
Cuando estamos ahí, los públicos en general, es porque el artista vio la manera de darle a su trabajo la importancia necesaria para que nosotros volteemos en dirección a lo que propone.
El trabajo de un artista es distinto al de cualquier otro, precisamente porque tiene que venir dotado de esa importancia que le otorga el creador. El trabajo que produce un obrero viene con la carga significativa del propósito: producir un bien de consumo; un talabartero, un mecánico, un albañil, un abogado, un empresario, un chef, un repartidor, hacen cosas que forman parte de un sistema de relaciones de consumo, y su importancia reside en la utilización de su trabajo para fines concretos: la producción del talabartero, los procesos del abogado, las negociaciones del empresario y demás, todas estas tienen un sentido, determinado por el ámbito social en el que ejercen su labor.
Cuando se trata del trabajo artístico, nos encontramos con que la importancia del mismo recae casi exclusivamente en el creador. Éste tiene que ver la manera de otorgarle el sentido e importancia que deberá descifrar la sociedad que se enfrente a lo que produce. Es un ejercicio que volvería locos a cualquiera que se dedique a otro oficio. Un empresario no tiene que luchar por encontrar --y comunicar, e insistir en lo que comunica-- la importancia de lo que hace. Un artista tiene que producir algo con la intención de comunicar sensiblemente un mundo determinado. Y esto de "tener" se pone en tela de duda desde el principio porque, seamos honestos: NADIE, más que el artista, "tiene" que hacer aquella obra que intenta producir. La obra bien puede no hacerse, quedarse en el proceso, borrarse por completo, almacenarse en la memoria como tantas ideas locas que surgieron del ejercicio de pensar creativa, asociativamente.
Las obras existen, desde su origen, sólo por el hecho de que el artista quiere producirlas. Existen "a pesar de". Probablemente exista un público receptor que, por decir un ejemplo, tiene interés por ver pinturas, esculturas, quizá una obra de naturaleza más experimental. Pero puede prescindir de ello, puede seguir funcionando sin haber presenciado aquella obra. No pasa nada.
Pero pueden pasar muchas cosas, una vez que se crea una obra, una vez que este público se encuentra frente a una manifestación artística. Suceden muchas cosas en el acto de percepción-recepción de una obra. En primera instancia, una descalificación o franco desinterés por lo que tiene enfrente. Un público más especializado conlleva a niveles de apreciación mayores, pero no garantiza que este público dote de un carácter imprescindible a la obra. En segunda instancia, puedes lograr la revelación de una verdad sensible, que la persona identificó en lo que comunicas a través de tu obra.
Es una situación complicada, como el arte mismo. Veámoslo de este modo: si lo vemos con la frialdad de la distancia, el Guernica de Picasso bien pudo no haber existido...y no hubiera pasado nada. Si hubiera dejado de distribuirse leche en Montparnasse, si hubiera dejado de haber agua potable, si los panaderos de la zona no hubieran producido pan por las mañanas, estas cosas tienen repercusiones por lo menos medibles, tangibles. Pero si Picasso no hubiera producido esa pintura, ¿Qué hubiera ocurrido?
Nada. En realidad nada.
Lo que ocurre después de creada la manifestación artística, ahí sí estamos hablando de otra cosa.Tiene repercusiones de distintos niveles: puede ser la inspiración de una persona que vio incidentalmente la obra, puede repercutir en el curso de la historia del arte, puede influir en el modo como se aproximan otros artistas al ejercicio plástico, y así sucesivamente. Si no hubiese existido, no pasa nada. Una vez que existe, suceden cosas.
(Esto indica que todo proceso de creación, en su esencia, conlleva a una enunciación. La obra se convierte en signo comunicativo, nos "está diciendo algo" que quiere que entendamos. Es como cualquier acto comunicativo: si no dices algo, las cosas siguen su curso, pero una vez que lo dices, inician toda una serie de repercusiones de orden comunicativo. Es la enunciación lo que importa, es el gesto de comunicar en sí.)
Considero importante que los artistas tomen esto en cuenta, porque los públicos no estamos ahí para recibir las obras que producen. En una instancia inicial, todos los públicos no tenemos un interés originario porque estas cosas se produzcan. No es una necesidad de primer orden, si falta agua en la casa lo vemos como una necesidad que hay que resolver. Si falta una obra de arte de un artista, ¿qué sucede?
Es importante que tomen esto en cuenta, que inicien su reflexión sobre su quehacer desde la perspectiva de que a nadie le importa lo que hacen, porque en realidad se trata de un acto liberador, que a la vez se convierte en un acto de responsabilidad. A nadie le importa lo que haces más que a ti mismo. Una vez que te des cuenta de eso, descubres que recae en ti toda la responsabilidad de que esa obra que a nadie le importa si existe o no, produzca los sentidos y comunique de la manera más eficiente lo que quiere comunicar, en cualquiera de sus formatos, medios, disciplinas y demás.
Es bien fácil imaginarse artista. Decir que creas, que inventas, y probablemente diviertas a tus amigos (aquellos que sí van a dedicarse a cosas concretas) con todas tus maneras de apreciar y señalar el mundo, y verlo a través de la sensibilidad peculiar del creador. Es fácil la autoproclamación (que es, precisamente, una proclama que haces para ti mismo, antes de que lo haga una supuesta "instancia" calificadora) y probablemente en el transcurso de tu vida produzcas dos que tres cosas que le dan cierto fundamento a la proclama.
Pero la sociedad puede prescindir de ti con una facilidad pasmosa. ¿Qué debes hacer?
Primero que nada, debes comprometerte con esa realidad, la que establece la poca o nula importancia que tiene lo que haces. A nadie le importa más que a ti mismo, así que hay que buscar la manera de convencer a otros de la importancia que tienen esas obras que concibes. Y lo haces con un perfeccionamiento del oficio, con DISCIPLINA (por favor, con mucha disciplina, porque hay que señalar que el trabajo del artista, paradójicamente, es como cualquier otro trabajo, y el artista debe ser muy exigente con lo que hace) con una eficiencia de factura, con una habilidad comunicativa clara, precisa, sensible, lo haces a partir de una búsqueda interior que deseas presentar al exterior, lo haces celebrando la importancia de lo que haces, a pesar de que a los demás no les importe, pero siempre con la búsqueda de ser lo más comunicativo posible, de anunciar a los cuatro vientos la creación que presentas.
El artista necesita, asimismo, INICIATIVA. Capacidad para resolver problemas de diversa índole: no debe quedarse sólo con la idea de que su idea es genial, sino que tiene que producirla con todas las implicaciones que conllevan a su realización. ¿Te faltan materiales de trabajo? Consíguelos a como dé lugar, o confórmate con lo que tienes, a sabiendas que aquello que producirás nunca se parecerá a ese "original" que sólo existe en tu mente. ¿Faltan espacios? Invéntalos. ¿Faltan públicos? Invítalos, incítalos, sedúcelos, como si fueras un vendedor de pociones mágicas, tienes todos los elementos para presumir la grandeza de tu obra. ¿Te falta habilidad manual y/o técnica? Practica, practica y practica hasta la muerte, hasta que sea casi casi instintiva la labor que surge de tus manos, tu cuerpo, tu mente.
Todo esto es tu responsabilidad, y de nadie más, ni de tu entorno familiar, ni de las instituciones educativas y culturales, ni de la sociedad en la que vives. La mucha o poca importancia que le das a esto denota la mucha o poca importancia que le das a tu trabajo, lo cual denotará finalmente la mucha o poca importancia que el público --a quien no le importa desde el principio, recuérdalo-- encontrará en lo que haces.
Aquí se los dejo para que piensen un rato.

12.7.07

Insisto.
Todas las categorías relacionadas con el clima de Mexicali deberían desaparecer. Esa muestra de ridículo orgullo, de otorgarse un sello de reconocimiento por vivir una condición climática supuestamente "digna de ser identificada por datos estadísticos", no me habla más que de una visión conformista y un tanto huevona de la realidad.
Sobre la supervivencia en tiempos de calor, sobre nuestro primer y a veces único tema de conversación, la vuelta al origen de un discurso aburrido (el desesperante binomio calor=cerveza), las referencias obligadas a la cuenta de la luz, a los espacios refrigerados, e incluso (aquí va un poco de autocrítica) esa alusión al enclaustramiento, merecen desaparecer del mapa de sentidos que le damos a la ciudad.
Lo que pasa es que allá afuera las cosas son distintas.
No hace mucho tiempo (okey, sí fue hace mucho tiempo, tenía dieciocho años) fui repartidor de estados de cuenta de Bancomer). Formaba parte de un equipo de trabajo para una empresa en ciernes, una suerte de servicio de mensajería local que fue mejor asumido por otras empresas que se tomaron más en serio la tarea (a finales de los ochenta, pocos se tomaban en serio la tarea de comenzar empreas novedosas), y que reclutó a un grupo de jóvenes recién salidos de preparatoria que no tenían absolutamente nada qué hacer más que vivir su clasemedierismo en total ausencia de control familiar (fue un verano crucial en el que reconocimos, mis amigos y yo, las virtudes de la caguama como prótesis y parte de nuestros ritos de iniciación hacia la adultez), para que sirviéramos de repartidores . Eran estados de cuenta de Bancomer y unos antiguos libritos donde aparecían los números de las tarjetas "boletinadas" de Banamex, yque tenían que entregarse en los negocios (antes que existieran las benditas/malditas máquinas por donde pasas la tarjeta para que sea aprobada, las cajeras del mundo tenían que revisar este librito, publicado semanalmente, para verificar que el comprador no sea un incauto o mañoso que quisiera usar su tarjeta indebidamente). Era una empresa veraniega y todos usamos nuestras bicicletas.
Nos asignaron fraccionamientos para la repartición de los estados de cuenta, nos pagaban un porcentaje por sobre entregado, y había una suerte de "código de honor" que confiaba que un grupo de adolescentes que sólo pensaban en sus granos, su desarrollo capilar y su relación con las partes nobles del cuerpo femenino, pusieran esos sobres en los buzones de todas las casas en la ciudad. A mí me tocó Villafontana.
Recuerdo la naturalidad con la que, a mediados de julio cruzaba por las calles de ese fraccionamiento a las once de la mañana, completamente fuera de mis consideraciones las inclemencias del clima. Recuerdo que no me importaba, y que no debería importarme en la actualidad. Así como no les importa a todos los que están allá afuera, caminando las calles imposibles de caminar en esta ciudad (¿qué a nadie se le ocurrió que los trazos urbanos de una ciudad deben tener corredores para transeúntes? ¿estamos cancelando toda posibilidad de que un día de estos tomemos las calles?) . Andaba en mi bicicleta, la mochila a mis espaldas, repleta de sobres. Pensaba que, si en el mundo mexicalense había una cantidad considerable de carteros que hacían este trabajo con toda naturalidad, ¿por qué yo no podría hacerlo? Era algo emocionante y así podía ver los intersticios de esta ciudad y sus colonias frente a frente, de poco en poco. La perspectiva de las cosas cambia cuando tu labor consiste en buscar números e identificar buzones, cuando tu labor consiste en un acto de fe, transferido de la compañía que expide el documento al cartero, y del cartero a la familia o persona que espera el sobre. En aquellos días descubrí Gatorade. Compraba en los OXXOs una botella, casi siempre de sabor tropical. En ocasiones, me percataba que la bicicleta se convertía en una suerte de molestia y medio diferido de transporte: a veces subía a ella para trasladarme a otra calle, a veces descendía para recorrer la calle y buscar números y colocar sobres y evadir perros sueltos (si te bajas de la bicicleta, los perros ya no te atacan). A la mitad del recorrido, descansaba bajo la sombra de un árbol, y de reojo veía cómo otras personas hacían lo mismo. Pensaba "ni tanto el calor que hace."
Y probablemente la encalladura de nuestros cuerpos, una vez sensibilizada y chiqueada, ya se obstina a no querer salir, preferir el tranquilo ronroneo de la refrigeración, mientras escribes diatribas en el messenger, sobre el calor que está haciendo allá afuera, pensándola dos veces antes de pensar en ir al cine. Presumes a tus amigos extranjeros lo difícil que es vivir aquí. Por eso del calor.
Váyanse al demonio, incluyéndome a mí mismo.
Si realmente fuéramos los supervivientes que decimos que somos, ya hubiéramos dominado nuestro entorno. La supervivencia no sólo se trata de cubrir las necesidades para sobrellevar la tarea de vivir en una u otra condicón (climática, económica, política, ideológica) sino de superar dichas condiciones por medio del dominio del entorno.
No hemos dominado al calor. Hemos establecido medios no para soportarlo, sino para vivir cómodos en él. Todas nuestras acciones están encaminadas a buscar la protección y la tranquilidad al interior de un clima artificial. No están encaminadas a superar las inclemencias para seguir transitando.
El dominio del clima significa poder salir a la calle, sin tapujos. Volver a encallar el cuerpo, así como lo hacen todos los que TIENEN QUE ESTAR EN LA CALLE, PORQUE ES SU MODO DE SUPERVIVENCIA. Todos deberíamos ser como el conocido repartidor de periódicos y volantes que se coloca justo frente al monumento Benito Juárez. Se llaman botellas con agua, se llaman sombreros, se llama aguantar carrilla, como todos los que desfilan las líneas de producción de las maquiladoras. Ellos no tienen que considerar las inclemencias conceptuales que nosotros le otorgamos a la cultura mexicalense. A ellos les vale madre, porque tienen que trabajar. Forman parte de una cultura que no definimos claramente, porque preferimos seguir con esas categorías insulsas que refieren al clima extremo y a las cifras estadisticas y a las notas simplistas de La Crónica.
Si queremos realmente llamarnos supervivientes, dominemos el espacio donde reina el calor. Esto se logra caminando por las calles. Esto se logra solicitando a las autoridades un plan de urbanización que logre diseñar corredores públicos, donde podamos todos los mexicalenses pasar un fin de semana. Imaginemos la Ave. Obregón, completamente habilitada con calles empedradas, faroles alineando los alrededores, árboles angostos para los camellones angostos de la calle, iniciando desde el Mercado Municipal y llegando hasta el final de la avenida, rumbo a López Mateos. Todos los locales convertidos en boutiques, galerías de arte, tiendas de antigüedades, una habilitación colectiva de la librería Cristal (sí se llama así, no?, me autocorrijo en caso de que no se llame así), muy probablemente los cines demolidos o convertidos en teatros, y así sucesivamente.
¿Imposible? Nel. Eso no lo creo.
Si lo consideramos imposible, entonces no digamos que somos supervivientes. Somos entonces acomodaticios, sólo salimos cuando nuestros cuerpecitos sagrados nos lo permitan.
Si lo consideramos posible, VEMOS LA MANERA DE QUE ESTOS ESPACIOS SE HABILITEN PARA PODER CAMINAR EN ELLOS. Definimos tiempos o temporadas en las que estos negocios puedan sobrevivir, buscamos estrategias para mantener vivo ese lugar.



***



Anoche hizo un viento agradable. Demasiado agradable, diría cualquiera, para un mediado de julio en Mexicali. Y la única opción que la ciudad me ofrecía en esos momentos, fue el patio del restaurante Applebee's. Ridículo, patético, sobrevivir el verano en el patio de un horrible espacio de entretenimiento, cuya supuesta virtud es tener un par de trovadores cantar las canciones que escuchaste todo el maldito día en el radio. Y de rematar con alguna que otra canción de Soda Estereo...y de los Enanitos Verdes (a todos los que se les enchinó la piel en estos momentos, favor de levantar su mano).
Hubiera sido bonito tener la opción de ir a ese corredor imaginario que les planteo.

10.7.07

the residents - one minute movies

Este es el soundtrack de uno de los días más extraños que he tenido en mi vida. 17 años y en el DF, estaba en casa de un artista -ahora de renombre- mientras éste se dedicaba a confeccionar unos extraños moldes de yeso que rellenó con silicón para crear lo que sólo se pueden describir como azulejos de orejas protuberantes. Pensaba cubrir el baño con ellos.

Trabajaba en la cocina, la cual se encontraba cubierta de todas sus creaciones: muestras de su "explotarte" (lienzos compuestos por trazos de pólvora quemada que alineaban puntos de intersección en cuyas puntas se accionaba una pequeña explosión de pintura), cuadros domésticos de paisajes (de esos que compras en tiendas de segunda) intervenidos con personajes que salían de piedras o caminaban en medio de bosques), entre otras cosas.

Recuerdo que el amigo con el que fui (un gran pintor) le llevaba una bolsa con peyote, misma que este artista hizo polvo y luego colocó en cápsulas, tomándose un par antes de iniciar el "ritual" de formar las susodichas orejas.

Por la noche, nos fuimos a la Universidad Metropolitana a robarnos unos focos de neón de los salones, salimos cautelosamente con el botín, la combi en la que veníamos se descompuso, el padre del artista fue a recogerlo, y nos dejó a mi amigo y a mí en medio de la nada, cercanos a una estación de metro.

Subimos al metro y olvidamos bajar a tiempo. Salimos en una estación que estaba en medio de un parque de diversiones. Fuimos correteados por perros y un guardia. Despertamos a un taxista, que nos vio perplejos cuando mi amigo le dijo a dónde queríamos que nos llevara.

Nos dejó a un par de cuadras de su casa, en medio de la lluvia. Pasaban de las doce, y mi amigo y yo terminamos platicando debajo de un tejebán, empapados y confundidos.

Nunca olvidaré las orejas protuberantes, ni tampoco la música de the residents.

7.7.07

Este es el tipo de textos que considero dice, hace, proclama y plantea de la manera más clara posible lo que yo podría decir sobre el tema, y con tema me refiero al tema de escribir, de "ser" aquello que llamamos "escritor", y que está relacionado, más que nada, con una aproximación al mundo, una manera de acercarse a las cosas y las experiencias, que instintivamente dirige a la conciencia hacia modos de creación o de comprensión del mundo a través de las palabras. Cuántas veces no me he sentido así, "no del todo", fuera de cuadro, o mejor dicho, dentro del cuadro, pero viendo hacia dentro, revisando el interior, como si no me perteneciera, como si yo no perteneciera ahí, o como si mi papel en el juego de las pertenencias consiste en registrar de la mejor manera posible aquello de lo cual soy testigo: a veces es un simple roce de pieles entre dos enamorados, a veces es un accidente automovilístico (he visto varios: Mexicali se precia de ser especialmente aparatoso en sus volcaduras), a veces el nacimiento de algo, tan siquiera de una idea o de un nuevo día.
Creo que inició tarde esto de pensar en términos escriturales, por llamarlo de algún modo, y creo que una variedad de campos de la ciencia han tratado de identificar exactamente de dónde vienen estas nociones que Cortázar plantea de manera tan sutil, tan preclara, y sobre todo, tan sensible (es lo que siempre me ha gustado de Cortázar: su capacidad para convertir al lector en cómplice). Pero en fin, creo que el texto habla más de lo que puede prologarse, así que mejor, dejo de recorrer las teclas y aplico el copy paste.
(Lo dedico particularmente a todos aquellos que podrán quizás sentir afinidad con lo que Cortázar plantea; a mí me ayudó mucho en mi adolescencia.)

Del sentimiento de no estar del todo.
Julio Cortázar


Siempre seré como un niño para tantas cosas, pero uno de esos niños que desde el comienzo llevan consigo al adulto, de manera que cuando el monstruito llega verdaderamente a adulto ocurre que a su vez éste lleva consigo al niño, y nel mezzo del camin se da una coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo.
Esto puede entenderse metafóricamente pero apunta en todo caso a un temperamento que no ha renunciado a la visión pueril como precio de la visión adulta, y esa yuxtaposición que hace al poeta y quizá al criminal, y también al cronopio y al humorista (cuestión de dosis diferentes, de acentuación aguda o esdrújula, de elecciones: ahora juego, ahora mato) se manifiesta en el sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araña y mosca.
Mucho de lo que he escrito se ordena bajo el signo de la excentricidad, puesto que entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia; si viviendo alcanzo a disimular una participación parcial en mi circunstancia, en cambio no puedo negarla en lo que escribo puesto que precisamente escribo por no estar o por estar a medias. Escribo por falencia, por descolocación; y como escribo desde un intersticio, estoy siempre invitando a que otros busquen los suyos y miren por ellos el jardín donde los árboles tienen frutos que son, por supuesto, piedras preciosas. El monstruito sigue firme.
Esta especie de constante lúdica explica, sino justifica, mucho de lo que he escrito o he vivido. Se reprocha a mis novelas -ese juego al borde del balcón, ese fósforo al lado de la botella de nafta, ese revólver cargado en la mesa de luz- una búsqueda intelectual de la novela misma, que sería así como un continuo comentario de la acción y muchas veces la acción de un comentario. Me aburre argumentar a posteriori que a lo largo de esa dialéctica mágica un hombre-niño está luchando por rematar el juego de su vida: que sí, que no, que en ésta está. Porque un juego, bien mirado, ¿no es un proceso que parte de una descolocación para llegar a una colocación, a un emplazamiento -golf, jaque mate, piedra libre? ¿No es el cumplimiento de una ceremonia que marcha hacia la fijación final de la corona?
El hombre de nuestro tiempo cree fácilmente que su información filosófica e histórica lo salva del realismo ingenuo. En conferencias universitarias y en charlas de café llega a admitir que la realidad no es lo que parece, y está siempre dispuesto a reconocer que sus sentidos lo engañan y que su inteligencia le fabrica una visión tolerable pero incompleta del mundo. Cada vez que piensa metafísicamente se siente "más triste y más sabio", pero su admisión es momentánea y excepcional mientras que el continuo de la vida lo instala de lleno en la apariencia, la concreta en torno de él, la viste de definiciones, funciones y valores. Ese hombre es un ingenuo realista más que un realista ingenuo. Basta observar su comportamiento frente a lo excepcional, lo insólito; o lo reduce a fenómeno estético o poético ("era algo realmente surrealista, te juro") o renuncia en seguida a indagar en la entrevisión que han podido darle un sueño, un acto fallido, una asociación verbal o causal fuera de lo común, una coincidencia turbadora, cualquiera de las instantáneas fracturas del continuo. Si se lo interroga, dirá que no cree del todo en la realidad cotidiana y que sólo la acepta pragmáticamente. Pero vaya si cree, es en lo único que cree. Su sentido de la vida se parece al mecanismo de su mirada. A veces tiene una efímera conciencia de que cada tantos segundos los párpados interrumpen la visión que su conciencia ha decidido entender como permanente y continua; pero casi de inmediato el pestañeo vuelve a ser inconsciente, el libro o la manzana se fijan en su obstinada apariencia. Hay como un acuerdo de caballeros entre la circunstancia y los circunstanciados: tú no me sacas de mis costumbres, y yo no te ando escarbando con un palito. Pero ahora pasa que el hombre-niño no es un caballero sino un cronopio que no entiende bien el sistema de líneas de fuga gracias a las cuales se crea una perspectiva satisfactoria de esa circunstancia, o bien, como sucede en los collages mal resueltos, se siente en una escala diferente con respecto a la de la circunstancia, una hormiga que no cabe en un palacio o un número cuatro en el que no caben más que tres o cinco unidades. A mí esto me ocurre palpablemente, a veces soy más grande que el caballo que monto, y otros días me caigo en uno de mis zapatos y me doy un golpe terrible, sin contar el trabajo para salir, las escalas fabricadas nudo a nudo con los cordones y el terrible descubrimiento, ya en el borde, de que alguien ha guardado el zapato en un ropero y que estoy peor que Edmundo Dantés en el castillo de If porque ni siquiera hay un abate a tiro en los roperos de mi casa.
Y me gusta, y soy terriblemente feliz en mi infierno, y escribo. Vivo y escribo amenazado por esa lateralidad, por ese paralaje verdadero, por estar siempre un poco más a la izquierda o más al fondo del lugar donde se debería estar para que todo cuajara satisfactoriamente en un día más de vida sin conflictos. Desde muy pequeño asumí con los dientes apretados esa condición que me dividía de mis amigos y a la vez los atraía hacia el raro, el diferente, el que metía el dedo en el ventilador. No estaba privado de felicidad; la única condición era coincidir de a ratos (el camarada, el tío excéntrico, la vieja loca) con otro que tampoco calzara de lleno en su matrícula, y desde luego que no era fácil; pero pronto descubrí los gatos, en los que podía imaginar mi propia condición, y los libros donde la encontraba de lleno. En esos años hubiera podido decirme los versos quizá apócrifos de Poe:

From childhood's hour I have not been
As others were; I have not seen
As others saw; I could not bring
My passions from a common spring-

Pero lo que para el virginiano era un estigma (luciferino, pero por ello mismo montruoso) que lo aislaba y condenaba,

And all I loved, I loved alone

no me divorció de aquellos cuyo redondo universo sólo tangencialmente compartía. Hipócrita sutil, aptitud para todos los mimetismos, ternura que rebasaba los límites y me los disimulaba; las sorpresas y las aflicciones de la primera edad se teñían de ironía amable. Me acuerdo: a los once años presté a un camarada El secreto de Wilhelm Storitz,donde Julio Verne me proponía como siempre un comienzo natural y entrañable con una realidad nada desemejante a la cotidiana. Mi amigo me devolvió el libro: "No lo terminé, es demasiado fantástico." Jamás renunciaré a la sorpresa escandalizada de ese minuto. ¿Fantástica, la invisibilidad de un hombre? Entonces, ¿sólo en el fútbol, en el café con leche, en las primeras coincidencias sexuales podíamos encontrarnos?
Adolescente, creí como tantos, que mi continuo extrañamiento era el signo anunciador del poeta, y escribí los poemas que se escriben entonces y que siempre son más fáciles de escribir que la prosa a esa altura de la vida que repite en el individuo las fases de la literatura. Con los años descubrí que si todo poeta es un extrañado, no todo extrañado es poeta en la acepción genérica del término. Entro aquí en terreno polémico, recoja el guante quien quiera. Si por poeta entendemos funcionalmente al que escribe poemas, la razón de que los escriba (no se discute la calidad) nace de que su extrañamiento como persona suscita siempre un mecanismo de challenge and response; así cada vez que el poeta es sensible a su lateralidad, a situación extrínseca en una realidad aparentemente intrínseca, reacciona poéticamente (casi diría profesionalmente, sobre todo a partir de su madurez técnica); dicho de otra manera, escribe poemas que son como petrificaciones de ese extrañamiento, lo que el poeta ve o siente en lugar de, o al lado de, o por debajo de, o en contra de, remitiendo este de a lo que los demás ven tal como creen que es, sin desplazamiento ni crítica interna. Dudo de que exista un solo gran poema que no haya nacido de esa extrañeza o que no la traduzca; más aún, que no la active y la potencie al sospechar que es precisamente la zona intersticial por donde cabe acceder. También el filósofo se extraña y se descoloca deliberadamente para descubrir las fisuras de lo aparencial, y su búsqueda nace igualmente de un challenge and response; en ambos casos, aunque los fines sean diferentes, hay una respuesta instrumental, una actitud técnica frente a un objeto definido.
Pero ya se ha visto que no todos los extrañados son poetas o filósofos profesionales. Casi siempre empiezan por serlo o por querer serlo, pero llega el día en que se dan cuenta de que no pueden o que no están obligados a esa response casi fatal que es el poema o la filosofía frente al challenge del extrañamiento. Su actitud se vuelve defensiva, egoísta si se quiere puesto que se trata de preservar por sobre todo la lucidez, resistir a la solapada deformación que la cotidianeidad codificada va montando en la conciencia con la activa participación de la inteligencia razonante, los medios de información, el hedonismo, la arterioesclerosis y el matrimonio inter alia. Los humoristas, algunos anarquistas, no pocos criminales y cantidad de cuentistas y novelistas se sitúan en este sector poco definible en el que la condición de extrañado no acarrea necesariamente una respuesta de orden poético. Estos poetas no profesionales sobrellevan su desplazamiento con mayor naturalidad y menor brillo, y hasta podría decirse que su noción del extrañamiento es lúdica por comparación con la respuesta lírica o trágica del poeta. Mientras éste libra siempre un combate, los extrañados a secas se integran en la excentricidad hasta un punto en que lo excepcional de esa condición, que suscita el challenge para el poeta o el filósofo, tiende a volverse condición natural del sujeto extrañado, que así lo ha querido y que por eso ha ajustado su conducta a esa aceptación paulatina. Pienso en Jarry, en un lento comercio a base de humor, de ironía, de familiaridad, que termina por inclinar la balanza del lado de las excepciones, por anular la diferencia escandalosa entre lo sólito y lo insólito, y permite el paso cotidiano, sin response concreta porque ya no hay challenge, a un plano que a falta de mejor nombre seguiremos llamando realidad pero sin que sea ya un flatus vocis o un peor es nada.




Cortázar, Julio; La vuelta al día en ochenta mundos, México, Siglo Veintiuno Editores, 1984 (Tomo I)

5.7.07

el silencio es importante. el silencio es la cosa menos importante del mundo. creo que lo importante son las pausas. beber café es igual de automático que respirar en estos momentos. el silencio hoy lo es todo. me gusta ese estado de conciencia, ese estado de ser. se escuchan bonito los teclados de esta computadora. son teclados finos, delicados, apenas los tocas y ya imprimen esa no-imagen en el monitor. la escritura es un proceso de llenar de ruidos el silencio de la página en blanco. odio ese cliché, pero me salió de repente. bretón era un imbécil, si cree que nosotros creemos en su escritura automática. probablemente la escritura automática es el estado de ser de nuestros días. nos hemos convertido en escritores diferidos de nuestro propio mundo. ¿qué escribimos? información, datos registrables en una base estadística que define lo especializada que es nuestra vida. comparto espacio (y silencio) con posiblemente 344,897 escritores que en este momento, estos precisos nanosegundos, pretenden con todo el peligro que esto conlleva, dedicarse a escribir. y no me refiero a quienes postean blogs solamente. me refiero a ese otro grupo de ilusos, los que detrás de su ordenación de palabras colocan una suerte de manto sagrado que llamamos "oficio". Es bien fácil pretenderse escritor. Bien fácil desprenderse de ese espanto que causa la imposibilidad de proclamarse escritor sin recibir de uno mismo una suerte de escarmiento. ¿Me sigo riendo cuando me dicen que soy escritor? Sí. Pero también guardo silencio. Sorbo otro traguito de café y prosigo con mi vida. Invento al personaje innombrable al que le construyo un innombrable destino. Lo veo al final del camino (ahí, donde puede encontrarse devastado, extasiado, en condición sublime, supina, resuelta, histérica) y él me observa como quien observa a un viejo amigo.
Es difícil mantenerse callado.
Me pregunto algo. Mexicali es una ciudad que nos mantiene refugiados en tiempos de calor. Muchos de nosotros, raptados de nosotros mismos, salimos a la calle sólo cuando se debe, y regresamos a nuestros pequeños laboratorios, para confeccionar creaciones que caen en el anonimato. Me pregunto si entre los escritores que tienen la inquietud por leer este blog, están haciendo lo mismo: enclaustrarse en sus refugios, confeccionando locuras. Quisiera saber qué hacemos mientras en silencio nos mantenemos. Por el calor, pues. Por el calor preferimos no salir a la calle, así que nos encerramos y leemos, escribimos, tenemos resoluciones existenciales y demás. Me pregunto y quisiera saber si entre los que leen este blog hay quienes están creando algo. En silencio.
Si alguno de ustedes se encuentra en esas circunstancias, me gustaría saberlo.
Un saludo desde el silencio.