28.6.07

Comienza a ser problemático para mí todo el discurso sobre los "esfuerzos incipientes" de los creadores. Cómo no salimos del atolladero de pensar en el trabajo de artistas sólo a partir de la realización del trabajo y no a partir de una reflexión sobre el sentido que tiene, dentro del marco de su creación. Estamos acostumbrados a valorar una obra artística o literaria sólo por el hecho de que existe, que está ahí, que fue publicado tal o cual libro, que fue presentada tal o cual exposición, pero sin pensar en el contenido, la forma, los significados que arroja la obra al espectador-lector.
Nombramos los nombres y decimos que crean. Lo que no decimos, lo que no pensamos, es "acerca de qué" se trata lo que están creando. Cuando se ha dado el caso, las reflexiones tienden a ser apresuradas, superficiales, y terminan siendo absorbidas por el discurso original de "hay que terminar esta reseña, así que sólo me voy a referir a lo valioso que es que tengamos oportunidades para que las obras se realicen, y lo importante que es para la comunidad que existan este tipo de cosas."
Zzzzzzzzzzzzz.
Leemos las reseñas de exposiciones y vemos cómo los reseñistas caemos en la valoración chata y gastada: "Este es un nuevo talento", "Hay que valorar los esfuerzos de este nuevo talento", "fulano de tal acaba de publicar un libro. Es importante que se publiquen libros. Por lo tanto, es valioso que esta persona haya publicado su libro."
Cualquier persona de mente sana se preguntaría, "OK...¿y?"
Ese "...¿y?" es importante.
Es importante, porque es el comienzo del verdadero discurso, aquel que dialoga, disputa, refiere, analiza y pondera las cualidades de una obra. Revisa sus sentidos, la intertextualidad, las aproximaciones al oficio, los procesos de estetización, las alusiones a otras obras, los acercamientos, los logros y las repeticiones que tal o cual manifestación artística ofrece.
¿Qué tiene de malo mantenerse en un discurso que sólo hace referencia a la existencia de las obras, pero que no indaga al interior de ellas, que sólo celebra, como dije, la mera existencia de las mismas?
Por un lado, los creadores no crecen. El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, necesita polémica. Necesita problematizarse, de manera que pueda crecer, nutrirse de los puntos de vista divergentes, de las contingencias reflexivas que nacen de las percepciones que una u otra persona --en el campo podrían ser los "críticos"-- pueda obtener de la experiencia de estar frente a una obra de arte, de leer un libro, de regodearse en el mero placer de vivir con lo que las obras le ofrecen.
Las "polémicas" a las que se refieren normalmente las reseñas o reflexiones sobre una obra, giran alrededor de cuestiones bien circunspectas: "tal o cual persona SÍ tiene oportunidad de publicar/exponer, porque es amigo de las instituciones, porque es protegido, porque es una vaca sagrada, etc."
Nuevo y más extendido zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
Esta actitud de reflexión que solamente hace referencia al acto y no al sentido que otorga, convierte nuestro entendimiento del arte y la literatura local en un mero ejercicio de identificación y archivo. El "acto" (una obra artística, una performance, una novela, un cortometraje) es lo único que se conserva de la experiencia que surge de la obra. Se identifica, se reconoce, se valora. . .y hasta ahí.
Otra idea chata y simplista: "debemos apoyar a las artes/a la creación/a la manifestación de los nuevos valores/ a la lectura / a todo lo que sea expresión".
Mi pregunta es: ¿Por qué?
Y lo que es más, ¿Para qué? ¿A quiénes va dirigido este apoyo? ¿Quiénes benefician de él?
Cuando sepamos responder sensatamente a la "necesidad de apoyo", y nos demos cuenta que nuestras razones se sustentan en una visión romántica e idealista del arte y la creación, en ese momento, podremos reconocer el sentido que tienen las manifestaciones artísticas.
Y la exposición de Julio Torres, ocurrida el lunes pasado, y que yo considero una pieza que ofrece una multiplicidad de lecturas sensibles, es un ejemplo de esos "esfuerzos incipientes" que ya no merecen el trato que recibieron, tanto de nosotros como público, de las instituciones que colaboran en el ejercicio de brindar estos productos culturales a la sociedad, como de los creadores en general, que somos los más inclinados a ningunear el trabajo de otros. Y sin fundamento, para acabarla de amolar.
En fin.