20.2.08

Tips para evitar ser
brutalmente asesinado por narcotraficantes.
He aquí una serie de consejos útiles y múltiples para que nosotros, que vivimos en una zona donde regularmente se cometen asesinatos por parte de las mafias del narcotráfico, no seamos parte del creciente número de víctimas que, por impertinencia, por falta de timing, por malos manejos publirrelacionistas/diplomáticos o simplemente porque caíste mal, terminemos siendo agresiva, brutal y hasta podemos decir que situacionalmente asesinados, formando parte de una escenografía que nunca deja de ser teatral, absurda, con todo y leyenda e inscripciones y etiquetas que ponen en los cuerpos, como aviso o advertencia a autoridades o miembros del otro bando.
REGLAS BÁSICAS
Hay un principio básico, que viene de nuestro instinto natural de supervivencia, extrañamente interrumpido por el sinsentido de nuestro raciocinio, y que tiene que ver con el tipo de circunstancias en las que nos metemos. Si seguimos nuestro instinto, bien podemos asegurarnos que nuestros cuerpos pueden percibir, animalmente hablando, cuando estamos en un lugar donde puede ocurrir algo "malo", como por ejemplo, en un lugar donde a alguien se le ocurra iniciar una pelea con los de la otra mesa, o cuando estás en un lugar donde normalmente acuden personas de reputación dudosa, o cuando te quedas un par de horas más afuera de tu casa, mientras ves llegar una caravana de camionetas de lujo a la casa de tu vecino, el que acaba de poner esas enormes murallas blancas y que tiene al tipo del bigote poblado en la entrada desde las cuatro de la mañana, o cuando cruzas en tu auto por la calle y simplemente decides mirar con tu cara de machito cabrío al tipo de la Ford Expedition que te miró "desafiante" según tú, pero la realidad es que esta persona ha visto tanto que es la única manera como puede ver a los demás. La regla básica es, si sientes que el lugar, la situación o las personas son peligrosas, salte de ahí inmediatamente. Todo animal irracional lo entiende perfectamente, no veo porqué nosotros no.
Segundo: procura buscar un tipo de oficio donde no se corran riesgos más que los que puede proporcionar el uso de tus propias habilidades. Cierto, el riesgo es tentador, incluso romántico, y consideramos de maricas y sacatones no introducirnos a mundos y empleos que no contengan en sí un grado de peligro. Somos medio adictos a la adrenalina, por lo tanto, tendemos a buscar situaciones laborales y desarrollos profesionales que puedan resultar desafiantes, sí, pero también pueden resultar en un problema de comunicación de tal envergadura, que cuando menos te das cuenta, estás con el compañero que acababas de concoer esa semana, ambos maniatados a la orilla de un río, el cañón de una pistola pegado a tu nuca. Así que antes de terminar oliendo la loción nauseabunda de un sicario al que todos llaman Pepe, pero que no puedes ver porque te pusieron una venda en los ojos desde que te sacaron a patadas de tu casa, antes de estar en una situación en la que Pepe titubea para apretar el gatillo y dejar tus sesos esparcidos en la arena, pregúntate: ¿es acaso esta la mejor manera de ganarse la vida?
Una vez establecidos estos dos principios, veamos qué puede hacerse cuando ya estás involucrado en la mafia, esto es, cuando decidiste que esta será la manera como vas a poner pan en la mesa, ya sea como jefe de jefes, competidor para la posición de mero mero, sicario, asistente, chofer, mensajero, equipo de la tropa militar, contador, arquitecto, médico, cuidador de mamá, protector de esposa e hijos, piloto, negociante de asuntos internacionales, jefe de cuadrilla, o cargador y transportador de mercancía, abogado, comerciante involucrado en lavado de dinero, agente federal, estatal o policía municipal coludido, figura política de alto, medio o bajo rango que hace favores especiales, cantante o integrante de grupo de música popular que recibió el mecenazgo de alguno de estos bandos, o simplemente como el dealercillo de la esquina, el ojete que siempre le dice a sus papás que ya terminó la prepa y que un día de estos se meterá a estudiar derecho, mientras ve cómo su vecino, el de la esquina, con el que jugó cuando ambos eran niños, poco a poco se sumerge en el siempre triste vicio del cristal.
Son cuatro tips sencillos, no se necesita pensar mucho para entenderlos, se necesita usar un poco de sentido común para darnos cuenta que, si realizamos un trabajo que para el final del día puede dejarnos enterrados en el desierto o nadando muertos en un canal, por lo menos debemos hacer lo posible por evitar que estas cosas sucedan.
1. Concéntrate en tu trabajo. No especules, no establezcas prioridades que vayan más allá de tu rango de acción. Se te paga (y bien) por lo que haces, tienes el conocimiento, la sagacidad, los huevos, el talento, las habilidades especiales o la posición pública para realizarlo, así que no estés perdiendo el tiempo, dándole vueltas al asunto, tomándote tu cerveza con los amigos, viendo a la rubia con pupilentes mientras piensas: "cómo puedo subir de categoría en esta empresa."
2. Sé complaciente. A menos y que seas el líder del bando --persona que tiene que cultivar una inteligencia, una sagacidad y una sensibilidad apropiada para sobrellevar su vida-- tienes que tener un sentido de proporción, las cosas más claras que el agua: eres y serás una persona que sirve a los intereses de otras personas más poderosas que tú. Todo lo que te pidan hacer, tendrás que hacerlo. No hay vuelta de hoja. Deberás hacerlo con un sentido de responsabilidad y cumplirás toda indicación, consejo, advertencia o capricho que te soliciten. No busques salida, lo que te piden hacer lo tendrás que hacer.
3. La sensatez por encima de todo. Ante los compañeros, ante los medios, ante los vecinos, debes mantener los pies en la tierra y reconocer que estás en un negocio altamente competitivo y peligroso, donde miles y miles de personas se levantan todos los días con el objeto de ser más, ganar más, embaucar a otros y deshacerse de cualquiera que se ponga a su paso. Debes reconocer que en un momento, en este orden oximorónicamente caótico en el que te desenvuelves, a veces las cosas pueden terminar mal. Muy mal. Así que la sensatez debe dictar tus acciones. Mantén a toda tu familia enterada de quién eres, qué haces y dónde estás por lo menos cada hora, y por favor, deja instrucciones claras, todos los días, sobre lo que habrá de hacerse en caso de tu desaparición. Eso sí, todo menos venganza, por favor.
4. Sonríe. Por lo menos un poco. Amigo(a), la vida es corta, incluso más corta en el giro donde decidiste desarrollarte profesionalmente. Si un mercadólogo te visitara, podría generar estudios espeluznantes, donde demostraría con lujo de detalles que, si bien el crecimiento económico es de una vitalidad en permanente ascenso, el prospecto de una carrera larga es, digamos, funesto. La cantidad de dinero que puedes acumular es inversamente proporcional al tiempo que tendrás para disfrutarlo. Así que, sonríe, vive tu vida, ama, bebe, coge, fuma, canta, baila, disfruta cada momento, cada situación de ennervante peligro, cada ejecución mal planeada, cada encargo bien cumplido, cada mercancía que llega a su destino, cada millón acumulado en tu casa y luego curiosamente derrochado en esa otra casa que nadie sabe quién construye o en ese restaurante que nunca ha abierto. Viaja, conoce las cosas mejores de la vida, enamórate e inmediatamente explica a tu pareja la aventura que ambos recorrerán, busca la felicidad por encima de todo. Porque a eso venimos a la vida, a ser felices.
Pero a veces la buscamos mal. Entiendo si la situación económica en donde naciste no te daba más prospectos que el de convertirte en otro burro de fábrica que atrofia sus músculos para el bien de la productividad, es perfectamente loable entrar a un negocio que, aunque se corren riesgos enormes, por lo menos es el único que "te saca de pobre" a ti y a tus padres. Es incluso entendible también que busques ayuda para elevar tus posibilidades en el competido y no menos arriesgado negocio de la música. Entiendo incluso si te volviste tan cínico que el prospecto de carrera en la política, en la seguridad o en el comercio mismo no te deja más que sinsabores y pagos injustos a Hacienda, a no ser de la humillante meritocracia a la que debes ingresar. Lo único que puedo decirte es, por favor, sigue estos consejos, no busques problemas donde no los hay
Afuera de ese mundo, habemos personas que vivimos a diario el terror, el drama, la narrativa de ejecuciones, saldos de cuentas, desapariciones, amigos y vecinos perdidos, secuestros, tiroteos a medio día, balas perdidas que caen en los pechos de conocidos, enloquecidas trifulcas que involucran hasta repartición de granadas, y sirenas, muchas sirenas. Sinceramente pienso que muchas de estas cosas se pueden evitar con un poco de sentido común. Para que todos vivamos en paz, en armonía y, como lo dije, disfrutando de una vida que es bella, corta y sublime.

12.2.08

El mito es la parte escondida de toda historia, la parte enterrada, la región que sigue inexplorada porque hasta el momento no hay palabras que nos ayuden a llegar ahí. La voz del narrador en las diarias asambleas tribales no es suficiente para relatar el mito. Uno necesita tiempos y lugares especiales, encuentros exclusivos; las palabras por sí solas no son suficientes, y necesitamos toda una serie de signos con muchos significados, lo cual equivale a un rito. El mito es nutrido por el silencio así como por las palabras. Un mito silencioso hace sentir su presencia en la narrativa secular y en las palabras cotidianas; es un vacío de lenguaje que jala a las palabras hacia su vórtice y le concede forma a una fábula…

Para regresar al narrador de la tribu, éste continúa imperturbable en sus permutaciones de jaguares hasta que llega el momento cuando uno de sus inocentes relatos explota en una terrible reverberación: un mito, el cual debe recitarse en secreto, y en un lugar secreto…

El mito tiende a cristalizarse instantáneamente, a caer en una serie de patrones, a pasar de la fase de elaboración del mito hacia el ritual, y por lo tanto, fuera de las manos del narrador, recayendo en las de las instituciones responsables de la preservación y celebración de mitos. El sistema tribal de signos se construye en relación con el mito; cierto número de signos se vuelven tabú, y el narrador “secular” no puede usarlos directamente. Comienza a formar círculos alrededor de éstos, inventando nuevos desarrollos de composición, hasta que en el curso de su labor metodológica y objetiva le surge repentinamente otro chispazo de iluminación del inconsciente y de lo prohibido. Y esto obliga a la tribu a cambiar sus conjuntos de signos nuevamente.


Italo Calvino, "Acerca del mito"

10.2.08

Es tremenda la capacidad que tiene el ojo humano para dotar de un sentido íntimo y magnificante los detalles más breves de la realidad, sobre todo veinticuatro horas después del temblor que ocurrió en la ciudad donde vivo.

El sentido del universo está en los detalles. Y dicho de otro modo, un detalle puede contener al universo entero. Una región del espacio que nos rodea, una zona pequeña de un cuerpo humano. Rincones olvidados, el fondo de una taza, la huella de una paleta en la mejilla de un niño, la imagen sorpresiva que te encuentras cuando doblas las esquinas. Detalles y más detalles, y el ojo tiene una manera extraña de hacer que, de esa cantidad infinita de detalles –por unos segundos, durante toda la vida—exista un detalle que contenga el sentido mismo de la vida.

En este caso fueron sus ojos, amielados por la luz tardecina; podía ver unas largas pestañas que acobijaban su mirada silenciosa; después fueron sus labios, una sedosidad en la región entre el labio superior y la nariz –esa “curvita”, la que delinea los labios, su nombre se me escapa—suspendida o puesta a la luz por una iluminación nocturna, sabor luna, sabor silencio. Tan extrañados, tan por siempre distintos, esos pequeños detalles que reconozco y al mismo tiempo desconozco, continuamente me sorprenden. Quisiera vivir esa ensoñación toda mi vida: poder contar la historia de la vida íntima de cada una de las regiones del cuerpo de mi princesa irlandesa, del universo contenido en ellas.

*

Hubo un cierto reposo posterior al temblor. Como si el cimbrar de la tierra nos recordara que la realidad no nos pertenece, que en cualquier momento las cosas pueden, simplemente…dejar de ser.

Y creo que eso hizo enojar a mucha gente. Me llamó la atención cómo, la noche del sábado, quienes nos encontramos en el bar Velouria fuimos víctimas de nuestro propio primitivismo: después del temblor, los ánimos se exaltaron, las voces de la gente se elevaron, hubo incluso una confrontación entre un velouriano y un habitante del bar contiguo, el jardín del silencio. Fue como si las hordas se hubiesen sentido indefensas ante las remociones de la naturaleza, y decidieron pelear entre ellas, como acto instintivo de supervivencia.

Ese tipo de eventos –los temblores— siempre nos regresan a una suerte de mentalidad de horda, que nos recuerda que, al final, seguimos siendo esos seres brutos y llenos de miedo que se alojaban en las cuevas cada vez que relampagueaban los cielos.

7.2.08

Sobre la extraña relación con las Vacas Sagradas

¿Qué es una vaca sagrada? ¿Por qué tenemos una relación tan incómoda, y hasta cierto punto sadista, con esta figura retórica que utilizamos para el consagrado, el chiqueado, el bendito, el cortejado, el legitimado, el que, por azares de un destino que en realidad nunca tenemos claro pero que siempre denunciamos, se encuentra en una mejor posición (¿“privilegiada”?) para utilizar los espacios de presentación de su trabajo?

Por espacios de presentación me refiero a cualquier sitio o foro desde el cual una persona tiene posibilidad de hacer que su trabajo sea el centro de atracción. Puede ser en cualquier campo del conocimiento: no dudaría que en el ámbito de la ciencia, el de la ingeniería, el de las investigaciones en ciencias administrativas y mercadotecnia, el de la arquitectura, etc., existan figuras que desde afuera sean señaladas, criticadas, denunciadas y obviamente desacreditadas por aquellos que no forman parte o no tienen acceso a dichos sitios.

En el ámbito donde me desenvuelvo –por un laredo el grupúsculo cada vez más incierto y heterogéneo de escritorsetes locales, por otro laredo el grupúsculo desde siempre incierto de artistas plásticos y gestores y promotores culturales, y por otro laredo, el permanente simulacro del mundo (c)académico—el uso de la figura de la vaca sagrada se refiere a algo que quizá sea parte mito, quizá sea costumbre sosa de la víctima eterna, pero definitivamente es una manera facilista de descartar las obras sin necesidad de ponderar sus sentidos.

Fácil una docena de exposiciones y presentaciones de artistas con trayectoria, de escritores con obra publicada, han pasado desapercibidas por el ruido que provoca su supuesta condición de “sagrado”. Los asistentes a dichos eventos dejan de ver la obra y su posibilidad de comunicación, y se conforman con ver la “legitimación” que la recubre. Lo mismo sucede con cualquier persona que tenga la oportunidad de usar los medios, espacios e instituciones disponibles para promover su trabajo, con respecto a las personas que no hacen nada por obtener dichas oportunidades, pero sí tienen tiempo para cruzarse de brazos, colocarse en las orillas de las conferencias, lecturas, exposiciones, bienales, presentaciones de libros, tomar su vasito de vino agrio, y decirse a sí mismos “sí, pues sí, ÉL/ELLA es fulana o fulano de tal, claro que puede hacer con estos espacios lo que le dé su regalada gana. Es sagrado, intocable, y yo soy una nada, una suerte de esperma en busca de su huevito, eternamente en ciernes, siempre alejado de los reflectores, porque hay una conspiración secreta de personas que se encierran en salas especiales y seleccionan a las personas de mi tribu para ver quién sí y quién no tendrá oportunidad de brillar.”

¿Qué cuesta menos trabajo, el descrédito, o la sencilla, sensata y humilde acción de LEER Y APRECIAR lo que otros hacen, mismos que pueden considerarse compañeros, colegas, miembros de una horda particular? Si me pongo en la posición de estas personas clasificadoras de “santificados”, lo segundo “me daría hueva y no me ayudaría ocultar que no tengo los elementos para proponer algo lo suficientemente válido como para formar parte de ese ‘grupo selecto’. Mejor me encierro en mi cuarto a leer a Rimbaud, a decir que comprendo a Nietzsche y a atiborrar la blogósfera con diatribas llenas de bilis y adjetivos rampantes para ocultar el hecho de que no tengo absolutamente nada qué decir. Claro, salvo el hecho de proyectar una enorme y sadista envidia a las vacas sagradas. Porque son sagradas. Y yo no.”

4.2.08

1. La única razón por la que no deben tocarse las obras de arte es meramente histórica: las obras que ya fueron sitiadas en el marco de un museo pueden “dañarse” con el paso de los años, y con la cantidad de manos que reposen en ella para sentirla. El cúmulo de huellas que pueden aposentarse en la superficie de objetos elaborados con materiales “delicados” podrían trastocar el sentido que el tiempo les otorgará. No todas las huellas humanas son dignas de aposentarse en un objeto llamado obra de arte; dentro de cien años, serían demasiados los seres humanos inmortalizados por la huella que queda impresa en la superficie de un objeto destinado a serlo. Imagínense la acumulación de huellas que hoy tendrían todas las obras del renacimiento, a no decir de un par de cajas Brillo que fabricó Warhol con el propósito no necesariamente expreso de advertirnos que…pues…simplemente, no todos los objetos fueron hechos para ser tocados. Y no todos los seres humanos tenemos el privilegio de tocar ciertas cosas.

2. Creo que por eso recurrimos a ese otro tipo de “toque” que le atribuimos a las obras: el toque espiritual. Decimos que somos tocados en nuestro interior por las cualidades de un objeto hecho con materiales “delicados”, como el óleo, la tela, la superficie casi efímera del papel, la pincelada permanente del pintor afirmando la grandilocuencia con la que vemos una imagen hecha a mano.

3. La textura de la pintura sólo podemos “verla”.

4. Una parte crucial de nuestra infancia se pierde cada vez que acudimos a un museo. La parte que gusta de tocar las cosas para conocerlas.

5. Sin embargo, ¿no se debe a que el acto de tocar tiene connotaciones más físicas que las que imaginamos? Tocar también es un acto invasivo: trastocamos el espacio vital y privado de otro objeto. Digamos que estás en una galería; hay una pintura cuyo proceso de elaboración te llama la atención, por ejemplo, los volúmenes que se forman con el trazo y manejo de colores en una flor de Georgia O’ Keefe. Te dan ganas de acercar tu mano, acariciar la “realidad” aparente de esos pétalos tan sexys. Pero no puedes. Hay una especie de fuerza construida alrededor de esa imagen, a no decir de las posibles alarmas que tienen en la galería, que te impiden tocar la pintura. Te amarras psicológicamente la mano, pierdes tu infancia.

6. Digamos que sales a la calle y te encuentras con alguien con un rostro bello, puede ser una niña, un niño, una anciana que camina lentamente por la banqueta, sus ojos perdidos en ese mapa histórico que son sus arrugas. Quieres tocar. Tampoco puedes. Hay una especie de fuerza construida alrededor de la energía vital de otros seres humanos. Además, en cualquiera de las situaciones, sea niño, niña o anciana, puedes correr el riesgo de ser llevado a la cárcel.

7. ¿Son los cuerpos de las obras de arte igual de vitales que los cuerpos de los seres humanos?

8. Cuando un sicario interrumpe el flujo cotidiano de la vida, digamos, entra a una cantina o a una cafetería o a un restaurante en la ciudad de Tijuana, trastoca de la manera más definitiva posible la energía vital de las cosas, de los seres, del mismo orden social. Saca su pistola justo cuando pasa el mesero con las copas con cócteles de camarones y se acerca a la mesa de su víctima. Todos están felizmente degustando de su comida cuando el sicario pone el cañón en la sien, dispara. El sicario se retira, rápido, lento, qué importa. Él trastocó con una plena libertad de tránsito la aparente condición sagrada de las cosas en la realidad.

No sé si haría lo mismo si estuviera frente a una obra de arte.