30.10.08

En defensa de un (aparente) (viejo) lobo (feroz)

hmmm... (rascado de cuero cabelludo con dedo índice). Anoche me llegó este correo, escrito por Raúl Guerrero. Cito verbatim:



"NO ESTOY DE ACUERDO CON LA OPINION DE MEXICALIBLOG, NI DE LA ACTITUD DE MUCHOS ESCRITORES O PERIODISTAS DE CRITICA DE ARTE Y CULTURA, PERO MUY EN ESPECIAL, A LA CRITICA SUBJETIVA DE GABRIEL TRUJILLO QUE ESCRIBIO EN LA CRONICA EL 25 DE OCTUBRE,SE ME HISO INJUSTA Y POCO OBJETIVA YA Q ES PARTIDIARIO HACIA UN ESTILO,CONCEPTO O TEMA QUE TIPICO EN SUS ESCRITOS. QUE ES TEMA COSTUMBRISTA, LO LOCAL ,COMO SI NO EXISTIERA NADA MAS Q ESTA CIUDAD NUEVA ,FRONTERIZA ,INDUSTRIAL MAQUILADORA,EL MUNDO ESTA CONECTADO ,TODO AFECTA Y EXISTE UN INTECAMBIO CULTURAL Y DE INFORMACION MAS EN UNA CIUDAD NUEVA CON HISTORIA POBRE SITUADA CON LA FRONTERA DE CALIFORNIA. YO CREO QUE LOS ARTISTAS LES DA OPORTUNIDAD DE VER HACIA DIFERENTES DIRECCIONES Y NO LIMITARSE SOLO A CONCEPTOS COSTUMBRISTAS Y LOCALES O MANEJAR ICONOS COMO RORRITO,EL DESIERTO,LOS CUCAPAS ESTA BIEN Y SE LES RESPTA. PERO USTEDES RESPETEN Y ABRANSE A LOS DISTINTOS CONCEPTOS Y VISIONES RECUERDEN LO LOCAL NO ES LO UNICO EXISTE EN EL MUNDO REAL,POR TANTO LE DIGO A TRUJILLO Y A USTEDES. SU CRITICA NO ES LA ULTMIA PALABRA YA Q EN ESO SE HA CONVERTIDO GABRIEL TRUJILLO EN ESTA CIUDAD. QUE A SU VEZ TAMBIEN MANDA SUS ALUMNOS A ENTREVISTAR LOS ARTISTAS PARA HECER SUS OPINIONES ,YO EN LO PERSONAL LE DIRIA A LOS ARITISTAS JOVENES O EMERGENTES Q SU OPINION ES SUBJETIVA Y TENDENCIOSA YA Q EL GUSTA DE ELEMENTOS LOCALES,SIMPLE Y SENCILLAMENTE UNA DE SUS OBRAS ES LA HISTORIA DE LA MUSICA EN MEXICALI COMO SI AQUI FUERA VIENA EN EL SIGLO 18 O LONDRES EN LOS 60. ES MUY TIPICO DE ALGUNOS DEL AMBIENTE LITERARIO DE MEXICALI SER TEORICOS Y TENER POCA VIVENCIAS PERSONALES,ES FACIL SER ESCRITOR Y QUE SU EXPEPERIENCIA VIVENCIAL SEA EL AMBIENTE ACADEMICO, LOS CAFES O EL CAFE SANBORNS Y LAS INSTITUCIONES PERO HAY QUE TENER EXPERIENCIAS REALES .EN LA VIDA DE ECRITOR HAY QUE ARRIESGARSE ,VIVIR EMOCIONES FUERTES COMO LO HICIERON MUCHOS ESCRITORES COMO LOS BEAT,LOS POETAS MALDITOS, COMO HEMINGWAY,LOS Q ESTUVIERON EN LA CARCEL ,O FUERON A LA GUERRA,LOS QUE SE AVENTURARON ARRIESGADAS TRAVESIAS O SUFRIERON PESADILLAS BUROCRATICAS COMO KAFKA EN FIN, ASI ES QUE YO LES DIRIA A LOS LITERATOS LOCALES QUE DEJEN DE SER DELICADOS Y EXPERIMENTEN,PARTEINDO DE ESO NO TIENEN POR Q DEJARSE INTIMIDAR LOS ARTISTAS JOVENES O EMERGENTES POR ESCRITORES, CRITICOS DE ARTES CON OPINIONES DE TIPO AFEMINADO,LIGHT,RELIGIOSO O CONSERVADOR,TENDENCIOSOS,POPULISTAS,NACIONALISTAS O AUTOCTONOS,CHICANO O ACADEMICO CUALQUIER TENDENCIA NOS ALEJA DE UNA CRITICA JUSTA Y CONSTRUCTIVA Q AYUDE Y NO DESTRUYA COMO LO ACABA DE HACER GABRIEL TRUJILLO Q SOLO ALABO A LOS ARTISTAS QUE MANEJAN CONCEPTOS REGIONALES RESPETO LA OBRA DE USTEDES ES MUY BUENA, PERO POR FAVOR TODAS LAS VISIONES Q SEAN SINCERAS U HONESTAS POR POR PARTE DEL AUTOR SIEMPRE Y CUANDO NO SEAN POR QUEDAR BIEN CON LOS JUECES DE BIENALES,ESCRITORES O CRITCOS DE PUEBLOS INDUSTRIALES O POR ESTAR A LA MODA SON BIEN RESPETADAS Y APRECIADAS POR FAVOR TENGAN TACTO CON SUS CRITICAS YA Q EL ARTISTA ESTA EXPRESANDO SU FORMA DE PENSAR O DE VER LA REALIDAD,Y A LOS CREADORES DENLE VALOR A LAS CRITICAS DE QUIEN VIENE. Y NO POR Q SEAN ESCRITORES LOCALES O DEL DISTRITO FEDERAL,JUECES DE BIENALES,PERIODISTAS, ELITISTAS Y EGOCENTRICOS QUE TIENEN UNA CIERTA INFLUENCIA SE VAN A DEJAR INTIMIDAR RECUERDEN QUE SON TENDENCIOSOS


"RECUERDEN LOS NERDS NO NOS ASUSTAN.. HAY COSAS MAS ATERRADORAS EN ESTE MUNDO, QUE LOS INDIVIDUOS TIENEN QUE ENFRENTAR, COMOA PARA QUE LOS ARTISTAS JOVENES, EMERGENTES O CON TRAYECTORIA SE DEJEN INTIMIDAR POR UN GRUPO DE NERDS LOCALES, PERO SI DEBEMOS DE RESPONDERLES A SU VEREDICTO"
Recuerdo hace muchos años (desafortunadamente no recuerdo el nombre de la persona) un crítico escribía una columna sobre la música de rock local en La Crónica. Que esta persona comenzó a cobrar (mala) fama por sus comentarios severos (y por cierto, muy atinados) sobre las capacidades creativas de muchas de las bandas. Señaló sus carencias y advertía ciertas posibilidades que los músicos debieron ver como una oportunidad para desarrollar y evolucionarse en su oficio. Recuerdo, con una mezcla de tristeza y risa, que esta persona fue montoneada en una tocada local. Por músicos. Linchado malillamente porque las bandas estaban molestas por lo que escribía y comunicaba en público. True story. Y tal y como la leyenda nos habla de que nunca recordamos el nombre de los críticos pero sí de los creadores que fueron ninguneados, honestamente no me acuerdo del nombre de esta persona. Pero tampoco de las bandas que fueron "agredidas" por la "pluma ponsoñoza de alguien que sólo está ahí para vertir sus malas opiniones sobre nuestra libertad para crear" (zzzzzzzz...)
Bueno, full disclosure: sí recuerdo que los de la banda La Locomotora (antes La Loca) le dedicaron una canción. No es de sus mejores rolas.
Mexicali tiene una larga tradición de no entender la crítica. O mejor dicho, de entenderla desdne la postura del ataque personal. Como si la persona estuviera complotando desde su coto de poder las posibilidades de agredir a otro con sus opiniones. Sentado en la cafetería de su predilección, entre sorbo y sorbo pensando "¿Cómo me chingaré esta vez al prójimo?" Y dado que dicha persona tiene acceso a un medio que le otorga la oportunidad de hacer públicas sus observaciones, goza maquiavélicamente de la habilidad de decir "no", "guácala", o "qué pobre" en torno a lo que ve, lo que lee, lo que escucha. Creo que no va por ahí la cosa.
Señalar al señalador por todas las cosas aparentemente negativas que tenga que decir sobre la creación de otros me hace presuponer que lo único que queremos que digan los críticos son cosas bonitas sobre nuestro trabajo. Esto mantiene y perpetúa una visión chata de la crítica como generadora de un discurso complaciente y, evidentemente, que deba hacer caso omiso de las carencias, de las fallas, de las faltas, los pormenores que forman parte de la visión total de las cosas.
Hay que leer bien la reseña de Gabriel Trujillo para darnos cuenta de algunos puntos pertinentes y atinados, y sobre todo, hay que leerla desde la perspectiva que no sólo está "criticando" (esa visión igualmente chata de la crítica como generador de opiniones negativas) sino que está presentando un diagnóstico atinado:
El primer punto que me gustaría resaltar es sobre la "crítica subjetiva de Gabriel Trujillo" a la que alude el correo. Encuentro en esto de la subjetividad una especie de paradoja. Si Gabriel está siendo subjetivo, entonces se trata de una subjetividad que habla sobre subjetividades. Esto, desde la posición de que el arte es "pura subjetividad" y por lo tanto, incriticable. Por un lado, considero que Gabriel no está haciendo una crítica subjetiva; está señalando dos aspectos cruciales: en la exhibición hay obras de mala factura (cierto) y en el ámbito de producción plástica cachanilla hay un faltante, una suerte de carencia de visión o de prospectiva que nos indique hacia dónde estamos yendo. Eso es todo. Lo que en realidad deberíamos hacer es dejar de enfurruñarnos con las opiniones vertidas por lo que yo proclamo como el Manuet's de las letras cachanillas (por su ubicuidad, por su referencia obligada, porque todos los rumbos de la escritura local conducen a él, siendo esto bueno y a la vez malo) y sentarnos y pensar: ¿tiene razón? Sí, efectivamente, hay trabajos en esa exposición que carecen de un rigor y una disciplina (esto es independiente de la "habilidad" o "maestría de ejecución"). Y sí, efectivamente, pregunten a sus coetáneos, y ninguno sabe realmente qué es lo que quiere decirse, qué es lo que se dirá, qué es lo que representa visual, estéticamente, el entorno, el tiempo y espacio en que vivimos.
Por otro lado, el señalamiento de Gabriel sobre la obra de José Rogiero no necesariamente plantea que su postura va encaminada a un realzamiento de valores o iconos locales, costumbristas (esto del "costumbrismo" está lejos de lo que el arte ha hecho en Mexicali. Hay que averiguar qué es el arte costumbrista). Asimismo, la crítica sobre la crítica de Gabriel señala precisamente lo que el mismo Gabriel hace: hay que abrirse a las posibilidades conceptuales y creativas que encontramos en nuestro mundo. Debe dejar de pensarse que el arte que produces solamente refleja tu entorno, porque de esta manera, mantienes una visión localista, que jamás advierte que tu obra es el resultado de un mundo con tem po rá neo, cuyos alcances deben ser mayores a los de una simple colectiva de obras locales que sólo entenderán o validarán creadores locales.
Aceptémoslo, muchos artistas terminamos produciendo cosas que sólo nos competen a nosotros, a esta ciudad pequeña con gigantismo llamada Mexicali. No hemos comenzado a pensar que nuestras obras pueden ir más allá de ese gran receptáculo de la legitimación artística que es la Galería de la Ciudad. Hay que pensar en bienales internacionales. ¿No lo creen?
Y si lo vemos en ese sentido, podemos advertir que la observación de Gabriel es clara. Con respecto a esos trabajos que considera de una pobreza creativa y de ejecución, ¿creen ustedes que una de estas obras puede competir en el ámbito internacional? ¡Ah! ¿No les importa? Entonces, ¿la idea es producir simples obras de arte que "expresen tu individualidad" pero sólo para unos cuantos sujetos perplejos mexicalenses, que sólo van a darte una palmada en la espalda y te van a decir "está chilo"?
O veámoslo de este otro modo, en relación con la pobreza de factura y de rigor en ciertas obras. Tenemos que entenderlo desde la perspectiva de que una obra, independientemente de sus materiales o propuestas, tiene que tener todos los elementos cualitativos posibles para ser leída, comprendida de la mejor manera posible. Un trabajo mal terminado es un trabajo mal terminado, aquí y en Sao Paulo y en Londres y en Venecia. Que la flojera no se disfrace de "libertad creativa de expresión". Si el marco está mal cuidado, si hay chorreos de pintura que evidentemente están mal parqueados en el cuadro, si incluso vemos una pobreza en la impresión digital, todos estos elementos nos refieren a una pobreza de factura. Así de sencillo. Pregúntenle a una operadora de maquila si su supervisor estaría muy contento si su producción diaria es de mala calidad. Los niveles de exigencia de estas mujeres están LEJOS de las exigencias que nos hacemos como artistas. Y a ellas las despiden si hacen su trabajo mal. ¿Qué es lo que te pasa a ti si señalan que tu obra es de mala calidad de factura?
Finalmente, una reflexión acerca de los Nerds. Francamente, me preocupa el tono conspiratorio del texto, ya que postula a ciertos miembros de una crítica local (inexistente. mirense, están leyendo esto en un blog, no en un periódico o revista local) como si fueran sus enemigos. Los nerdos no intimidamos. Nunca lo hemos hecho. Pero sobre todo, amigos, compañeros, lectores incidentales: todos los que nos hemos dedicado al arte (yo desde la literatura, aunque pronto desde las artes visuales), todos los que vivimos con la creencia de que la creación artística es la única manera de resistencia que existe en este mundo, todos nosotros, somos nerds. Gabriel es un nerd, yo soy un nerd, los artistas expuestos en la Galería de la Ciudad son nerds. Socialmente estamos relegados, nuestro trabajo no es reconocido social y mucho menos económicamente, somos vistos por los empresarios, políticos, y demás miembros de la "vida productiva" de esta ciudad como "raros", excéntricos, como personas que perdemos el tiempo en nuestro "hobbie". Incluso los mismos periódicos hacen caso omiso de lo que sucede culturalmente en esta ciudad. A nadie le importamos. De modo que, antes de comenzar a dividirse y agüitarse por las opiniones que una persona vertió sobre lo que hacemos, primero hay que ver la manera de encontrar puntos en común entre todos nosotros para ser, primero que nada, reconocidos por la sociedad.

27.10.08

Del texto
PSICOTECNOLOGÍAS.
INTERFACES ENTRE LENGUAJE, MEDIOS Y LA MENTE
Derrick de Kerckhove
[...] "La pantalla se ha convertido ahora en el punto de entrada necesario para el procesamiento conectado de la información. El primer paso fue la privatización e internalización de la mente en cuerpos individuales. En la historia de la escritura de occidente, parece haber una suerte de privatización de la mente, como si hubiera una pantalla en nuestras cabezas, como si la cognición ocurriera exclusivamente en la cabeza. Cuando leo una novela, la información entra y pienso acerca de ella al interior de mi mente. De hecho, traduzco las palabras en contenido sensorial y mi mente fabrica una suerte de síntesis psico-sensorial para construir las imágenes que se comportan como símiles de una experiencia sensorial real. Imagino personas y lugares. Hago que estas personas se muevan en mi cabeza como si estuviera proyectando una película interactiva y flexible, dirigida a una pantalla interna. Este procesamiento interno de información ha sido lo suficientemente poderoso como para soportar la redistribución de la conciencia misma, de los actores de una tribu oral colectiva a los individuos de comunidades independientes. A todos se les ha permitido desarrollar diferentes contenidos y procesos. Todos podrían convertirse en un científico potencial, en un escritor. La ficción se convertiría en un experimento o un modelo de vida y de pensamiento que fue proporcionado por un solo individuo, el autor, para cualquier número de individuos, los lectores.

"Con la televisión, la situación cognitiva ha cambiado radicalmente. Gracias a la TV, todas las personas que la miran al mismo tiempo experimentan juntos el mismo contenido. Por lo tanto, la pantalla es el portal necesario en el que se construye la mente pública. Y esta relación con las pantallas de la televisión revierte la orientación de la mente. Con la TV, mi mente se dirige a la pantalla para entrar en el mundo que me presenta. Cuando estoy leyendo, estoy pensando desde palabras que llevan al mundo a mi mente. Cuando estoy enfrente de la pantalla, revierto esto y externo mis procesos de pensamiento, lo cual viene siendo una diferencia radical, si la comparamos a nuestra aproximación tradicional. Las pantallas externalizan la síntesis psico-sensorial. Con las computadoras, negociamos el significado que aparece en pantalla y que permite muchas de nuestras estrategias cognitivas para relocalizarlas por fuera de nuestra mente privada. De manera que lo que estamos viendo es una forma de emigración de la mente, de la cabeza a la pantalla. No toda la mente se va a la pantalla, pero gran parte de ella lo hace, y claro, ahí es donde se encuentra con otras mentes."

21.10.08

Instrucciones para habitar un espacio

Todos los espacios son habitables. Cualquiera de ellos, desde el más espectacular hasta el más silvestre, desde el lote baldío hasta el pasillo de un supermercado, desde el desierto indómito y expansivo hasta una carretera en medio de la nada, desde la cada vez más increíblemente olvidada caseta telefónica hasta tu recámara cuando eras niño y decidiste volver a tu antigua morada con un sentimiento de nostalgia que todos llamarían cursi pero que en realidad es igual de natural que ir al baño, tiene la posibilidad de ser habitado desde la mirada acuciosa de la autoconciencia. El tipo de “habitación” a la que me refiero tiene la intención de someter al cuerpo a una suerte de desconocimiento del espacio. Entrar a OXXOs como si jamás hubieras entrado a uno, respirar en un baño público como si nunca lo hubieras hecho, tocar paredes, calcomanías, pinturas, mascotas y hojas de árboles como si fueran un fenómeno completamente nuevo para tus sentidos. O mejor dicho, tan conocido que ya ni siquiera lo piensas. Ahora bien, cuidado con lo que planteo, porque esto querría decir que los espacios deberán ser todos privados, o cerrados, o por lo menos del tipo de espacios para los cuales debes compenetrarte en un perímetro limitado por cuatro (o más) paredes. Nada de eso. Todos los espacios son habitables. Los perímetros –esto nos lo indican los trazos para corredores en los parques, las líneas y directrices que indican los lugares en las oficinas públicas, los señalamientos de tránsito, la mano de mamá cuando te indica dónde está la puerta—en realidad son imaginarios. A veces peligrosamente impuestos, pero imaginarios, de lo contrario, todos podríamos pedir permiso para cruzar el cerco fronterizo sin tener que cruzar por la garita internacional. (Sin embargo, todos podríamos “habitar” ese espacio y ese tiempo que se habita como una larga y corta novela en el interior de nuestros autos cuando cruzamos al otro lado. Para eso hay que volver al cuento de Cortázar que refiere el tema. Por otro lado, todos los perímetros, en su capacidad de ser imaginados por los sentidos que identifican los límites, más que ser transgredidos, pueden ser…mañosamente desviados. Preguntar en todas y cada una de las oficinas de gobierno dónde se encuentra la Secretaría de Fomento Agropecuario hasta llegar a ella, sólo para sentarte las horas que resten de la jornada para no hacer absolutamente ningún trámite, sino para simplemente estar en la Secretaría de Fomento Agropecuario. Así ya nadie te cuenta. O preguntar en cada uno de los establecimientos que visites en los próximos cinco meses dónde está el baño, seguir un registro de los lugares que sí cuentan con facilities para lidiar con tus necessities y establecer posibles rutas futuras de escape o liberación en caso de un ataque de diarrea o una persecución por parte de la AFI en pleno día. Nada mejor que esconderse en un baño cuando eres perseguido por la AFI. No lo digo por experiencia, sólo lo supongo. También puedes averiguar cómo se vive al interior de esas racas circulares de las tiendas de saldos, donde tienen todas las camisas con diseños y patrones ridículos, colocándote al interior de una de ellas y esperando a que algún incauto revise las ofertas, en busca de algo que estrenarse para el big date. Y también puedes meterte a las cocinas de restaurantes, a los almacenes de las grandes cadenas (cuidado con COSTCO. No sé porqué, pero siento que el almacén de COSTCO es una especie de vorágine en la que puedes perderte para jamás regresar. Digo, de por sí COSTCO YA ES UN INMENSO ALMACÉN, imagínense cómo han de ser sus almacenes), puedes sentarte en el rincón menos habitado de las taquerías o sentarte en el escritorio de la ejecutiva o ejecutivo menos visitado en un banco rural. Puedes compenetrarte en la charla de un equipo de béisbol local, sentarte un poco en las gradas para escuchar la voz aleccionadora del coach; puedes meterte a una quinceañera, un viernes por la noche, y esperar a que el papá –o la festejada—comience a verte feo; puedes visitar todas y cada una de las tiendas del centro de la ciudad que, desde tu perspectiva, jamás han sido visitadas. Puedes hacer muchas cosas, puedes habitar cuanto espacio tengas el deseo de habitar, o puedes habitar aquellos espacios que te resultan todo un desafío, desde un colegio cristiano de paga a la hora del recreo hasta la mesa enseguida de la mesa donde están cuatro señoras divorciadas hablando naderías a la hora del cafecito (que en realidad puede ser cualquier hora, pero en fin). Además… podríamos decir que el otro también es un espacio. Me refiero a ese otro que está a tu lado mientras lees esto (no el otro que eres tú mismo pero corporizado imaginariamente a tu lado, lo cual me llevaría a explicarte que hay médicos y medicamentos que se dedican a resolver ese tipo de bretes), al otro que ves en la calle, al que está sentado enseguida de ti en el camión, al que te aborda con panfletos y demás en los semáforos, con el(la) que te tropiezas mientras haces fila en el cine, y así sucesivamente. Puede habitarlos a ellos/ellas. Sólo tienes que verlos a los ojos. Otorgarles un poco de tus deseos, cualesquiera que estos sean. Puedes descender de tu auto en medio de la calle y preguntarle a uno de los pregoneros de centros cristianos si han pensado en la posibilidad de que jamás van a poder expiar sus culpas, y que toda la ofrenda recolectada del mundo los hará liberarse de las exigencias de los líderes de dichos centros, y de que es mejor mandar todo al carajo y quizás, sólo quizás, en el mar la vida es más sabrosa. Puedes abrazar a extraños, evaluar los grados de resistencia al amor y al cariño, dependiendo de quién se trate (o del contexto, no es lo mismo propinar un abrazo en una oficina de Hacienda que en un antro a las doce de la madrugada), porque es distinto, obviamente, querer abrazar a una señora de cincuenta años que a una de treinta y cinco, es distinto querer abrazar al panzón que se acaba de bajar de su Hummer (terribles, terribles vehículos) que al panzón borrachín que se encuentra degustando su tercera chavela a las cinco de la tarde. Puedes incluso besar, que es la mayor de las habitaciones al interior del otro (bueno, hay otro tipo de habitación, mucho más grandiosa, que es la (com)penetración del sexo, pero para eso necesita haber una mayor complicidad, un poco de seducción, un poco de juego de palabras e ideas y franquezas y romances tórridos varios), y es de enorme gallardía y proeza encontrarse a aquellos que gustan de habitar sorpresivamente las bocas de otros. Quizás sólo se trate de desear un beso en tu mirada, quizás deseando un poco de amor, como todos quisiéramos, quizás simplemente diciéndoles con tu mirada que eres otro simple humano queriendo habitar este mundo.

7.10.08

New York Times
5 de Octubre de 2008



Ensayo
Las ambiciones del cuento


Por STEVEN MILLHAUSER



El cuento, ¡Qué modesto su porte! ¡Qué despreocupada su manera! Se sienta ahí, tranquilo, la mirada baja, casi como si quisiera no ser notado. Y si de alguna manera llama tu atención, te dice rápidamente, con una vocecilla valiente y despreciativo de sí mismo, despierta a todas las posibilidades de la decepción: “Sabes, no soy una novela. Ni siquiera una corta. Si eso es lo que buscas, no me quieres a mí.” Rara vez una forma ha dominado tanto sobre la otra. Y lo entendemos, asentimos con nuestras cabezas en señal de complicidad: aquí en los Estados Unidos [pero creo que se aplica a cualquier parte del mundo. N. del Trad.] tamaño es poder. La novela es la Wal-Mart, el Hombre Increíble, el jumbo jet de la literatura. La novela es insaciable: quiere devorarse al mundo, ¿Qué le queda por hacer al pobre cuento? Puede cultivar su jardín, practicar meditación, regar los geranios en la macetilla cerca de la ventana. Puede tomar un curso en escritura creativa de no ficción. Puede hacer lo que quiera, siempre y cuando se mantenga calladito y sin obstruir el paso. “¡Úuuuuja!” grita la novela, “¡Ahí les voy!” El cuento siempre se agacha para resguardarse. La novela compra las tierras, corta los árboles, construye los condominios. El cuento corretea en el césped, se apretuja por debajo de los cercos.

Claro, hay virtudes asociadas a la pequeñez. Incluso la novela concede esto. Las cosas grandes tienden a ser poco manejables, torpes, burdas; la pequeñez es el ámbito de la gracia y la elegancia. También es el ámbito de la perfección. La novela es exhaustiva por naturaleza; pero el mundo es inagotable; por lo tanto, la novela, esa luchadora faustiana, jamás puede lograr lo que desea. El cuento, por el contrario, es inherentemente selectivo. Al excluir casi todo, puede darle una forma perfecta a lo que queda. Y el cuento incluso puede reclamar una suerte de completitud que elude a la novela –después del acto inicial de exclusión radical, puede incluir todo lo poco que queda. La novela, cuando llega a recordar al cuento, se place de ser generosa. “Te admiro,” le dice, colocando su enorme mano áspera en su corazón. “En serio. Eres tan –eres tan…¡Tan bonita! ¡Tan esbelta! ¡Tan high class!” E inteligente también. La novella difícilmente puede contenerse. Después de todo, ¿qué caso tiene? No es nada más que habladurías. Lo que le importa a la novela es la vastedad, el poder. Muy dentro de su corazón, desdeña al cuento, que se conforma con tan poco. No encuentra utilidad en la austeridad del cuento, la supresión de su apetito, sus rechazos y renuncias. La novela quiere cosas. Quiere territorio. Quiere al mundo entero. La perfección es el Consuelo de aquellos que no tienen nada más.

Y así pues las cosas con el cuento. Modesto en sus pretensiones, tímidamente orgulloso de sus pequeñas virtudes, un poco ansioso en relación con su extrovertido rival, se contenta con recostarse y dejar que la novela se haga cargo del gran mundo. No obstante, no obstante. Esa pose modesta –¿me equivoco o no resulta un poco sobreactuada? Esas miradillas a la lejanía –¿no contienen acaso un toque de malicia? ¿Podrá ser acaso que el pequeño cuento se atreve a tener sus propias ambiciones? Si es así, nunca lo admitirá abiertamente, debido a un agudo instinto de autoprotección, un largo hábito de mantenerse secreto, que nace de la opresión. En un mundo regido por novelas que se pavonean de serlo, la pequeñez ha aprendido a hacerse un lugar cautelosamente. Tendremos que intuir su secreto. Imagino que el cuento protege un deseo. Imagino que el cuento le dice a la novela: Puedes tenerlo todo –todo—lo único que pido es un solo grano de arena. La novela, con toda despreocupación, una despreocupación tanto feliz como despectiva, le concede el deseo.

Pero ese grano de arena es el camino de salida del cuento. Ese grano de arena es la salvación del relato. Tomo la indicación de William Blake: “All the World in a grain of sand”. Piénsenlo: el mundo en un grano de arena; lo cual quiere decir, cualquier parte del mundo, por más pequeña que sea, contiene al mundo por entero. O para ponerlo de otro modo: si concentras tu atención en una porción aparentemente insignificante del mundo, te encontrarás, muy en su interior, nada menos que al mundo mismo. En ese simple grano de arena descansa la playa que contiene al grano de arena. En ese simple grano de arena descansa el océano que se estrella contra la playa, el barco que navega en el océano, el sol que brilla sobre el barco, los vientos interestelares, una cucharadita en Kansas, la estructura del universo. Y ahí tienes la ambición del cuento, la terrible ambición que descansa detrás de su falsa modestia: arrojar de cuerpo entero al mundo. El cuento cree en la transformación. Cree en los poderes ocultos. La novella prefiere las cosas a la vista de todos. No tiene paciencia para lidiar con granos individuales de arena, los cuales brillan pero son difíciles de ver. La novela quiere barrer todo en su abrazo poderoso –costas, montañas, continentes. Pero jamás puede lograrlo, porque el mundo es más vasto que una novela, el mundo corre de prisa hacia todos los puntos. La novela salta sin descansar de lugar en lugar, siempre hambrienta, siempre insatisfecha, siempre temerosa de llegar a un final –porque cuando se detiene, agotada pero nunca en paz, el mundo se le habrá escapado. El cuento se concentra en su grano de arena, en la creencia implacable de que ahí –justo ahí, en la palma de su mano—se encuentra el universo. Busca conocer ese grano de arena de la misma manera que un amante busca conocer el rostro de su amada. Busca el momento en que el grano de arena revela su verdadera naturaleza. En ese momento de expansión mística, cuando la flor macrocósmica explota de la semilla microcósmica, el cuento siente su poder. Se vuelve más grande que sí mismo. Se vuelve aun más grande que la novela. Se vuelve tan grande como el universo. Y ahí es donde se encuentra la inmodestia del cuento, su agresión secreta. Su método es la revelación. Su pequeñez es la agencia de su poder. La masa pesada de la novela la golpea como la imagen risible de la debilidad. El cuento no se disculpa de nada. Exulta en su condición de ser corto. Quiere ser aun más corto. Quiere ser una sola palabra. Si pudiera encontrar esa palabra, si pudiera musitar esa sílaba, el universo entero surgiría de él como una llamarada esplendorosa y rugiente. Esa es la exorbitante ambición del cuento, esa es su más profunda fe, esa es la grandeza de su pequeñez.

3.10.08

He estado pensando últimamente en la tristeza.
No, no se trata de una reflexión lúgubre y apesadumbrada. Lo que pasa es que de pronto hay rostros, posturas, presencias que me transmiten dicha sensación. Me hacen preguntar porqué la gente es triste. Porqué somos tristes, en general.
¿Por qué somos tristes? ¿Acaso hay animales que se sumen en profunda depresión? ¿Es el clima, la ciudad, las hormonas, la sociedad en general la que nos entristece? Porque no solo se trata de una depresión. Me refiero a un sentimiento general de tristeza. La que vemos en un señor sentado en una banca, meditabundo, perdido en sus pensamientos, alejado quizá de su entorno. O el muchachito graniento y recubierto de adolescencia, queriendo sobresalir como ratón en un mundo de felinos. O la muchachita sentada en el asiento del autobús, escuchando She Wants Revenge, la mirada adentro de no sé dónde. El tipo de tristeza que hace que te tires del borde, que te pegues un tiro, que confecciones la soga que vas a colocar en el techo de tu recámara. Si hacemos a un lado la melancolía, el sentimiento de hartazgo, la presión del día a día, el desamor o el amor no correspondido, si es la desencantadora sensación de que no tenemos lugar en este mundo, de que las cosas no se ponen mejor, de que vivimos en un mundo enajenante, de que somos esclavos de X o Y corporación/institución/empleo/comercio/matrimonio/relación familiar, lo que nos queda es una simple sensación de tristeza.
¿De dónde vendrá esta sensación? Es una pregunta infantil, pero (quizá por ello) una duda genuina. No la resolveremos, quizá tampoco podremos encontrar en medicamentos-drogas-alcohol-sexo-diversiones extremas aquello que estamos buscando y que probablemente sea el ahuyentar ese sentimiento de tristeza. Pero por lo menos quiero que la pregunta quede en el aire, para revisitarla cada vez que alguien se asoma en los contornos de nuestras miradas con un semblante depresivo, apesadumbrado, triste.
En estos momentos no estoy triste. No es esto un vehículo para expresar mis sentimientos sino para compartir ideas, presencias e imágenes. Lo que pasa es que vi a dos personas, en distintas circunstancias, que me transmitieron ese sentimiento de tristeza. La una fue una chamaquita que iba rumbo a su clase de guitarra (cualquier persona que va a clase de guitarra resulta obvia, dado que cargan con el instrumento), sus ojos llenos de miedo, y de la tristeza que conlleva el sentirte descolocado, inseguro; el dos fue un señor que vi hoy al mediodía. Estaba sentado en el jardín de la escuela donde trabajo. Un señor canoso con pinta de gringo (o sonorense) alto, grueso mas no mucho, con shorts y camisa polo, lentes y cachucha, recargando su mano en la mejilla, reposándola en señal de melancolía, de tristeza. Lo que más tristeza me causó es que estas dos presencias, estos dos seres, bien pudieron haber pasado desapercibidos, por mí y por cualquiera que estuviese a su alrededor. Que nadie se diera cuenta de ello, eso me causó a mí...pues no tristeza pero sí una especie de conmoción.