22.6.09

AQUÍ (YA) NO ES AQUÍ.

 

Running into the political equator: proyecto internacional de intervención de espacio, cerco fronterizo México/Estados Unidos, límites últimos en la colonia Pueblo Nuevo. Docenas de artistas en escena, milésimas de experiencias, cientos de personas reunidas para comprender porqué hay un cerco ahí, frente a mí. Lo que escribo a continuación son una serie de impresiones, imprecisas, inmediatas, de un evento que ocurrió (nos ocurrió, podría decir, a todos los asistentes y/o participantes) durante las horas de las 9 p.m a las 12 a.m. de un domingo 21 de junio. 

 

uno. 

Hubo una imagen hermosa. Estaba en busca (lo sigo haciendo, mientras escribo esto) que resuma, sintetice toda la vibra. Y es la imagen de un niño. Un niño albino. Merodeaba los alrededores del cerco. Casi seguro que el niño vive en la colonia, en los alrededores, todos los días observando un cerco frente a su casa, o a unos cuantos pasos. Si te asomas desde la elevación de las casas, puedes ver una suerte de paréntesis territorial entre las ciudades de Mexicali y Caléxico. El muro es de poco peso significativo, casi integrado, poco espectacular, y este se extiende por toda la línea límite entre dos países, y si vives ahí, puedes sentir su presencia simple, llana, vacía, cada que despiertas. Todos los que viven en la zona la sienten de esa manera. En realidad es suya, es su propio campo de confort, de acción, de conocimiento y reconocimiento del sitio en el que les tocó vivir. Y este niño lo tiene frente a sí desde que comenzó a ver. A este niño lo ven, seguramente, de manera distinta, las miradas son enrarecidas para un niño que no pasa desapercibido. Pero creo que él quiere pasar desapercibido, es probablemente su más íntimo deseo. Pero no puede. Es como el cerco, su realidad está ahí, enrarecida ante nuestros ojos.

 

dos. 

Para comprender el sentido del concepto, Running into the political equator, tenemos que entenderlo desde la acepción original del término “running into” en inglés. Tiene una doble connotación: “running into” puede entenderse como un sitio hacia el que se corre (los que cruzan al otro lado –legal, ilegalmente—corremos hacia ese límite. Pero también significa “toparse”, reconocer la contención, aquello que detiene por sorpresa. Y detrás de la sorpresa, se encuentran las realidades que emanan en dicho sitio: la narratividad de todos los que quieren cruzar al otro lado (antológicamente, una especie de búsqueda de verdad trascendental) “Me topo con un cerco, yo quiero seguir adelante, pero hay algo, un muro, una reja, una separación, con la que tengo que lidiar –y lidiamos con ella, porque sus límites son, por así decirlo, permanentes—para poder dar el salto hacia esa verdad que busco.” El proyecto de intervención –que incluyó la participación de más de cincuenta artistas nacionales e internacionales, locales, incidentales y demás—tiene el objetivo de revelar dicha condición, dicha búsqueda de sentido, la “razón de ser” de un cerco que divide a dos países, dos historias dos destinos, y que en el proceso han construido una larga relación con el acto de resistir. La resistencia es la que se pone en evidencia en la mayoría de los trabajos (los que pude ver, los que pude entender, aproximar con una mirada igual de asombrada que la de la mayoría de los espectadores, gran parte de ellos vecinos de la colonia Pueblo Nuevo, específicamente los que habitan las casas que se encuentran a unos pasos del cerco, ya que no estuve presente desde el principio, en parte por negligencia, en parte por desidia, ya que no cumplí con el compromiso de formar parte del desfile inaugural, realizado por la Fundación Wanna Winni, encabezada tanto por Ismael Castro como por el “encabezado” literal de una tropa de performeros que se arman de botargas como cascos de guerra: os debo una, Ismael).

 

tres. 

Julio Torres nos comentó a Cecy y a mí que el tipo que traía vendados los ojos venía desde el aeropuerto con la mirada cegada, sesgada, podría decir yo, pues la intención era poner en evidencia el acto de “no ver.” ¿Qué es lo que decidió no ver? ¿Las acciones, los performances? ¿El entorno en el cual se representaría con intervenciones el carácter anómalo de los cercos fronterizos? Todo esto, y más. La idea no era dejar de ver, sino dejar de permitir que el imperio de la mirada contuviera el sentido de las experiencias. Me pareció un gesto excelente, atrevido, y quizá el que obtendrá un registro mucho más nítido de la experiencia como tal. En alguna de las ocasiones que veía al tipo con la venda en los ojos, pude ver a lo lejos a un niño albino que observaba los alrededores. Sus alrededores. Enrarecido(s).

 

cuatro. 

Los públicos son difíciles. Sobre todo cuando se trata de teatro. Felipe Tututi, Manuel Torres y Teresina Vital se apropiaron del entorno, de esa manera cada vez más contundente que tienen para tomar la atención de un entorno, para presentar una viñeta que giraba alrededor de un personaje con voz de emisario del pasado y que se presentó como pachuco. Terezina y Manuel, en concordancia con la coreografía dramatizada del cruce de la frontera, utilizaron literalmente el cerco fronterizo para representar una tragedia común. Algo sucedió en el proceso, que debe valorarse de distintas maneras. Por un lado, se encuentra la habilidad que tiene este grupo de actores para tomar un espacio y hacerlo suyo, así como unas agallas enormes y envidiables para llevar a cabo una dramatización ante un público que, si bien no se mostraba apático, sí puso en claro que no les iba a facilitar el ejercicio de una teatralización. Por otro lado, lo sucedido en esta presentación es, a su vez, muy representativo de toda la experiencia. Primero, un poco de contexto.

 

Como mencioné antes, este fue un acto de intervención in situ, realizado en una sección del cerco fronterizo que tiene un carácter especial: se encuentra en una especie de nudo o espacio límite entre los dos países, pero a su vez, en una sección de la ciudad en condiciones de franco desamparo y olvido. Podía sentir la vibra renuente y a la vez intrigada de los que viven en esas casas, el público incidental que, además de otros mexicalenses que acudieron al llamado publicitario (cada vez somos más, cada vez son menos vacíos estos eventos, y eso es chingón), merodeaban en los alrededores, sitiados por proyecciones de video en el cerco, montajes de performances acompañados de imágenes en video y sonido, así como un escenario central, en la orilla del cerco, ahí donde termina, ahí donde está a flor de piel la situación límite, de una sociedad y de una condición cultural). Esta zona es uno de los significantes más puros en los que jamás había estado. Y todos los habitantes de la zona, pues, son dueños de esa realidad. La usan a su antojo. Los veía subirse al cerco, saltar al otro lado, bromear con los amigos, e incluso integrarse en las acciones que realizaban los performeros. Y me pregunté, de pronto, qué margen de relación tienen estas personas con la “realidad artística” que presentaban los artistas. Esto es, qué tanto eco hacían las representaciones del acto de brincarse el cerco –con toda la dramatización que manifestaban los artistas—con la realidad misma que viven estas personas. ¿sienten acaso el drama narrado por las actuaciones, las representaciones del cuerpo en tránsito que podían verse con la tropa de bailarines y performeros que dramatizaban el acto de resistencia a la frontera? ¿Es así la realidad? Desde mi punto de vista, en ocasiones sentí que los públicos que viven en esa zona sentían un poco de distanciamiento con la realidad que les planteaban los artistas. Como que la vida no es así, como que el pachuco no es como los pachuchos que reconocen en su entorno, como que la tragedia cotidiana no se manifiesta de la manera como se la podemos presentar los artistas. Aunque la diferencia es mayor, me sucede algo similar con muchos investigadores sociales que emprenden la tarea de indagar sobre nuestra condición fronteriza, convirtiendo a los actores sociales en meros objetos de estudio, sin la más mínima sensibilidad sobre la realidad que estudian. Para muchos, quienes viven la experiencia de estar frente a un cerco, quienes cotidianamente cruzan al otro lado para ganarse la vida, en realidad les importa un carajo. Lo que les importa es que las realidades que analizan embonen con sus proyectos de tesis. Esto puede suceder de la misma manera con los artistas. Y creo que vi un atisbo de ello en la actitud de varios vecinos de la colonia que presenciaron la pieza de Tutiatro. Como que no les cuadró mucho la manera como se manifestaban los personajes, como termina crucificado el migrante, como narra y explica la realidad el pachuco. No obstante, a todos nos tenían con la atención fija en el drama (eso es lo que hace un buen teatrero, punto que deben también considerar quienes se dedican al performance) y luchar con públicos medio hostiles merece una medalla y un reconocimiento mayor. Y esa hostilidad se escuchaba en el público, era una actitud quedita de “hmmmm…eso no se parece a mí.” Y de pronto, aparecían arriba, en el cerco, por encima del marco de representación, iluminados como los actores, de pronto eran actores, dos que tres muchachos que vivían en la zona. Y recibían los vítores y aplausos de sus compitas. Porque estaban dentro de la obra. He aquí una serie de elementos que no se deben tomar a la ligera.

 

cinco. 

Lo que más me tiene fascinado sobre este evento es que, independientemente de las políticas culturales del estado, independientemente de las actitudes que los públicos tienen en torno a estas manifestaciones, independientemente de la siempre cerrada noción de “éxito” que normalmente le damos a los eventos multitudinarios, esta noche se rompieron varios mitos. El primero de ellos, es el que sostiene que los mexicalenses no podemos trabajar en la colectividad. Yo mismo, en algún momento, llegué a declararlo, y hoy me retracto. El papel que jugaron Luis Ongay e Ismael Castro esta noche, es el resultado de una resistencia aun mayor, la resistencia al cambio, hoy más clara que nunca, y que nos llevará (nos está llevando, porque hoy en día se gesta en todas partes) a un movimiento artístico y cultural sin precedentes en nuestra ciudad. Otros actores, otras actitudes, otros modos de ver el mundo y la creación. No han sido los únicos (esta es una lucha iniciada hace ya algunos años por Lalo Kintero) y en la medida que comiencen a aglutinarse todas estas estrategias para trabajar colectivamente, cada vez veremos menos límites hacia lo que podemos hacer.

 

Pero aparte, lo que se hizo esta noche, es especialmente significativo, por el carácter intersticial en el que se desarrolló. No se usaron las instancias y espacios oficiales, se utilizó un sitio en nuestra ciudad que no sólo pasa desapercibido, sino que ni siquiera está aquí, presente, como mapa de la realidad fronteriza: una especie de sitio límite en el que se vive a flor de piel la realidad social de nuestra ciudad. Estas no fueron obras de carácter marginal, o emergente: son intersticiales, se encuentran fusionadas al entorno, y este atrevimiento (como el atrevimiento de ese hermoso performance realizado con bailarines extranjeros y locales, y que culminó con el acto de arrojar casi una docena de tomates al otro lado, a no decir del cierre poético de convocar a la gente para sentarse frente al cerco para observarlo en silencio por unos minutos) nos indica en qué lugares se encuentra el ámbito de acción de nuestras artes. Bienvenidos a una nueva ruptura en la producción artística local. Los tiempos, efectivamente, están cambiando.