10.12.10

La vida imita al arte.

El arte imita a la vida.

Ambas se encuentran a mitad del camino entre el sueño y el despertar.

Pronto llega un sicario a desmantelar todo proceso que se haya dado en el interim.

9.12.10

Michel Houellebecq, The Art of Fiction No. 206

Entrevista por Susannah Hunnewell

“¿Te gustan los Stooges?” me preguntó Michel Houellebecq el segundo día de nuestra entrevista. Dejó su cigarro eléctrico (brillaba rojo cuando inhalaba, produciendo vapor en vez de humo) y se levantó lentamente de su sillón de futon. “Iggy Pop escribió unas canciones basadas en mi novela La posibilidad de una isla,” comentó. “Me dijo que era el único libro que le ha gustado en los últimos diez años.” El escritor francés vivo más famoso abrió su Macbook y la voz rasposa de la leyenda del punk llenó la cocineta, canturreando: “It’s nice to be dead.”

Michel Houellebecq nació en la isla francesa de La Réunion, cerca de Madagascar, en 1958. Como declara su página oficial, sus padres bohemios, un anestesiólogo y una guía de montañas, “pronto perdieron interés en su existencia.” No tiene fotos de él cuando era niño. Después de una breve temporada con sus abuelos maternos en Argelia, fue criado desde los seis años por su abuela paterna en el norte de Francia. Tras un periodo de desempleo y depresión, que lo llevó a varias reclusiones en unidades psiquiátricas, Houellebecq encontró trabajo como soporte técnico en la Asamblea Nacional Francesa. (Los miembros del Parlamento fueron “muy agradables,” comenta.)

Poeta desde sus días en la universidad, escribió un estudio reconocido sobre el escritor de ciencia ficción estadounidense H.P. Lovecraft. A la edad de treinta y seis, publicó su primera novela, Whatever (1994), sobre las vidas desconsoladoramente aburridas de dos programadores de computadora. La novela atrajo una afición de culto e inspiró a un grupo de fans a comenzar Perpendiculaire, una revista basada en un movimiento que llamaron “depresionismo.” (Houellebecq, que aceptó un sitio honorario en la cabeza, dice que “realmente no entendía su teoría y, francamente, no me importaba.”) Su siguiente novela, Las partículas elementales (1998), una mezcla de comentario social y descripciones abruptas de sexo, vendió trescientos mil copias en Francia y lo convirtió en una estrella internacional. Así comenzó el aun feroz debate de si Houllebecq debería elogiarse como un realista brillante en la gran tradición de Balzac o desechado como un nihilista irresponsable. Un desconcertado crítico del New York Times dijo que la novela era una “lectura profundamente repugnante.” Otro la describió como “tambaleante entre lo obsceno y lo psicótico.”) El staff de Perpendiculaire se ofendió por lo que entendió como una denuncia reaccionaria al movimiento de liberación sexual y lo botaron de la revista.

Unos cuantos años después, su madre, que sintió que había sido injustamente presentada en ciertos pasajes autobiográficos de la novela, publicó unas memorias de cuatrocientas páginas. Por primera y última vez en su vida pública, Houellebecq recibió una amplia nota de simpatía por parte de la prensa francesa, quienes fueron obligados a aceptar que incluso el retrato agresivo de la madre hippie en Las partículas elementales no le hacía justicia al personaje interesado que emergió de su autobiografía. Durante su gira para promover el libro, ella dijo “¿Quién no ha llamado a su hijo un triste gilipollas?”

En 2001, Houllebecq publicó Plataforma, sobre una agencia de viajes que decide promover agresivamente el turismo sexual en Tailandia. En la novela, esto lleva a un ataque terrorista realizado por musulmanes extremistas. Algunas perspectivas ofrecidas por su personaje principal (“Cada vez que escucho que un terrorista palestino, o un niño palestino o una mujer palestina embarazada, es muerta a balazos en la Franja de Gaza, sentía escalofríos de entusiasmo ante la idea de un musulmán menos”) llevó a cargos de misoginia y racismo, que Houellebecq, hasta la fecha, no ha logrado disipar, para su evidente desánimo. “¿Cómo logras tener las agallas para escribir algunas de las cosas que escribes?” le pregunté. “Ah, es fácil. Sólo pretendo que ya estoy muerto.”

Durante una entrevista mientras promovía Plataforma, Houellebecq hizo su propia notable declaración: “Et la religion la plus con, c’est quand même l’Islam” (Una insatisfactoria traducción al inglés [y luego, aquí, igualmente insatisfactoria al español] es “El Islam es la religión más estúpida.”) Fue demandado por un grupo de derechos civiles, con el cargo de que estaba haciendo proclamas de odio, y ganó sobre la base de la libertad de expresión. “No pensé que los Musulmanes se habían convertido en un grupo que se ofendía por todo,” explica. “Sabía de los judíos, que siempre están listos para encontrar un rastro de antisemitismo en alguna parte, pero con los Musulmanes, honestamente, no estaba al tanto de ello.” En 2005, publicó La posibilidad de una isla, sobre una raza futura de clones.

Dada la reputación de Houellebecq de emborracharse y de insinuárseles a sus entrevistadoraas, iba un poco aprehensiva mientras tocaba el timbre de su modesta pieza de alquiler en París. Pero durante los dos días que estuvimos juntos, fue escrupulosamente educado y un poco tímido. Vistiendo una vieja camisa de franela y pantuflas, estaba claramente sufriendo de su eczema crónica. Pasó la mayor parte de la entrevista sentado en el futon, fumando. (Trata de reducir su consumo de cigarro a cuatro cajetillas diarias, de ahí el cigarro eléctrico.) Hablamos en francés y, muy ocasionalmente, inglés, idioma que Houllebecq entiende bastante bien. Más de una ocasión, me preguntaba si se había quedado dormido. Cada una de mis preguntas fue seguida de un silencio funesto, durante el cual exhalaba humo y cerraba sus ojos. Eventualmente, la respuesta surgía, con una voz monótona que creció sólo un poco menos débil el segundo día. Sus correos electrónicos posteriores fueron caprichosos y encantadores.

Houellebecq ha ganado muchos de los principales premios literarios, aunque no el preciado premio Goncourt, que muchos en el establishment de las letras francesas sienten que ha sido injustamente negado. También ha publicado varios volúmenes de poesía y ensayos. Algunos de sus poemas han sido llevados a la música, y Houellebecq los ha presentado en algunos clubes nocturnos parisinos. La primera dama de Francia, Carla Bruni-Sarkozy, también ha grabado una canción basada en su poesía. Más recientemente, Bernard-Henri Lévy, el otro intelectual público que los franceses aman odiar, colaboró con él en Public Enemies, un intercambio epistolar entre ellos dos, cuya traducción aparecerá el próximo invierno. Su última novela, Le Carte et le Territoire, se publicará en Francia este septiembre.

Actualmente soltero, Houellebecq se ha divorciado dos veces y tiene un hijo de su primer matrimonio. Desde 2000, ha vivido en la costa oeste de Irlanda y pasa sus veranos en su condominio de Andalucía.

ENTREVISTADORA

¿Quiénes son tus precursores literarios?

HOUELLEBECQ

Recientemente me lo he preguntado. Mi respuesta siempre ha sido que quedé muy asombrado con Baudelaire, por Nietzsche y Schopenhauer, por Dostoievsky y, un poco después, por Balzac. Todo lo cual es verdad. Estas son personas que admiro. También adoro a otros poetas Románticos, Hugo, Vigny, Musset, Verlaine y Mallarmé, tanto por la belleza de sus obras como por su terrorífica intensidad emocional. Pero comienzo a preguntarme si lo que leí de niño no fue más importante.

ENTREVISTADORA

¿Como qué?

HOUELLEBECQ

En Francia, hay dos autores clásicos para niños, Julio Verne y Alejandro Dumas. Siempre preferí a Julio Verne. Con Dumas, todo el aspecto histórico me aburría. Julio Verne tenía una visión exhaustiva del mundo que me gustaba. Todo en el mundo parecía interesarle. También me impactaron mucho los relatos de Hans Christian Andersen. Me hacen enojar. Y luego se encuentra Pif le chien, un cómic publicado por Editions Vaillant y auspiciado por el partido Comunista. Hoy descubro cuando los releo que había una tendencia comunista en muchas de las aventuras de Pif. Por ejemplo, un hombre prehistórico derrotaba al brujo local en un solo combate y explicaba a la tribu que no necesitaban un brujo y que no había necesidad de temerle a los truenos. La serie era muy innovadora y de una calidad excepcional. Leí a Baudelaire extrañamente temprano, cuando tenía unos trece años, pero Pascal fue el shock de mi vida. Tenía quince años. Estaba en Alemania, en un viaje escolar, mi primer viaje al exterior, y extrañamente había comprado los Pensées de Pascal. Quedé aterrorizado por el siguiente pasaje: “Imagina un número de hombres encadenados, todos bajo sentencia de muerte, algunos de los cuales son descuartizados frente a los otros todos los días; los restantes ven su propia condición en la de sus compañeros, y mientras se ven con dolor y desesperanza esperan su turno. Esta es una imagen de la condición humana.” Pienso que me afectó tan profundamente, porque fui criado por mis abuelos. De pronto me di cuenta que ellos morirían y pronto, probablemente. Ahí es fue cuando descubrí la muerte.

ENTREVISTADORA

¿Qué otros autores te afectaron?

HOUELLEBECQ

Leí mucha ciencia ficción. H.P. Lovecraft y Clifford Simak. City es una obra maestra. También a Cyril Kornbluth y R.A. Lafferty.

ENTREVISTADORA

¿Qué te atrae a la ciencia ficción?

HOUELLEBECQ

Pienso a veces que necesito un descanso de la realidad. En mi propia escritura, me pienso como un realista que exagera un poco. Pero algo que definitivamente me influenció fue Los mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft: su uso de distintos puntos de vista. Al tener una entrada de diario, luego un registro de científico, seguido por el testimonio del idiota local. Puedes ver esa influencia en Las partículas elementales, donde paso de discusiones sobre biología animal, al realismo, a la sociología. Si no es por la ciencia ficción, mis mayores influencias pertenecerían todas al siglo XIX.

ENTREVISTADORA

Eres fan de los reformistas sociales del siglo XIX, especialmente Augusto Comte, el fundador del Positivismo.

HOUELLEBECQ

La mayoría de la gente considera que Comte es ilegible porque se repite al borde de la locura. Y hablando médicamente, ciertamente no estaba lejos de la locura. Hasta donde sé, es el único filósofo que trató de cometer suicidio. Se arrojó al Sena porque le rompieron el corazón. Lo sacaron y estuvo seis meses en un sanatorio. Y este fue el padre del Positivismo, considerada como la parte más álgida del racionalismo.

ENTREVISTADORA

Has dicho que eres “un viejo Calvinista jodón.” ¿Qué quieres decir con eso?

HOUELLEBECQ

Tiendo a pensar que el bien y el mal existen y que la cantidad que poseemos cada uno de nosotros no se puede cambiar. El carácter moral de las personas está establecido, fijo hasta la muerte. Esto se parece a la noción calvinista de la predestinación, en la cual las personas nacen salvadas o condenadas, sin ser capaces de hacer algo al respecto. Y soy un jodón cascarrabias porque me niego a divergir del método científico o de creer que hay una verdad más allá de la ciencia.

ENTREVISTADORA

Tienes un poco de formación científica. Después de tus estudios medio superiores, estudiaste agronomía. ¿Qué es la agronomía?

HOUELLEBECQ

Es todo lo que tiene que ver con la producción de comida. El único proyecto que hice fue un mapa de la vegetación en Córcega, cuyo propósito fue el de encontrar lugares donde podías poner ovejas. Había leído en el folleto de la escuela que estudiar agronomía te podía llevar a todo tipo de carreras, pero resultó que eso era ridículo. La mayoría terminaban en algún tipo de agricultura, con unas cuantas excepciones interesantes. Dos de mis compañeros se convirtieron en sacerdotes, por ejemplo.

ENTREVISTADORA

¿Disfrutaste tus studios?

HOUELLEBECQ

Mucho. De hecho, casi me convertí en investigador. Es uno de los aspectos más autobiográficos en Las partículas elementales. Mi trabajo hubiera consistido en encontrar modelos matemáticos que pudieran aplicarse a las poblaciones de pescados en el Lago Nantúa en la región de Rhône-Alpes. Pero extrañamente, no lo acepté, lo cual fue algo estúpido, en realidad, porque fue imposible encontrar trabajo después.

ENTREVISTADORA

Al final comenzaste a trabajar como programador de computadoras. ¿Tenías experiencia previa?

HOUELLEBECQ

No sabía nada al respecto. Pero esto fue en la época en la que había una enorme necesidad de programadores y ninguna escuela. De modo que fue fácil entrar. Pero lo detesté inmediatamente.

ENTREVISTADORA

Entonces, ¿qué te hizo escribir tu primera novela, Whatever, sobre un programador de computadora y su sexualmente frustrado amigo?

HOUELLEBECQ

No había visto ninguna novela que hiciera la declaración que la entrada al campo laboral era como entrar a la tumba. Que de ahí en adelante, nada ocurre y tienes que pretender estar interesado en tu trabajo. Y además, que algunas personas tienen una vida sexual y otras no, sólo porque unos son más atractivos que otros. Quería reconocer que si la gente no tiene una vida sexual, no es debido a una razón moral, es sólo porque son feos. Una vez que lo dices, suena obvio, pero quería decirlo.

ENTREVISTADORA

El pobre indeseable Tisserand es un personaje muy conmovedor.

HOUELLEBECQ

Es un buen personaje. Mirando atrás, me sorprendió que podía obtener un personaje tan interesante sólo a partir de ese impulso de su frustración sexual. El éxito de Tisserand fue realmente educativo.

ENTREVISTADORA

De acuerdo con el narrador de Whatever, “uno odia a los jóvenes.”

HOUELLEBECQ

Esa es la otra parte de la trampa. La primera vida profesional, el hecho de que nada más te ocurrirá. La segunda es que aquí tienes a esta persona que te reemplazará y que tendrá experiencias. Esto lleva al odio natural del padre hacia su hijo.

ENTREVISTADORA

¿El padre y no la madre?

HOUELLEBECQ

Sí. Hay una suerte de cambio fisiológico y psicológico en una mujer cuando se embaraza. Es biología animal. Pero a los padres no les importa un rábano su prole. Ocurren cosas hormonales, cosas que ninguna cultura puede hacer algo al respecto, que generalmente hacen que a las mujeres les gusten los niños y que a los hombres no les importe en lo absoluto.

ENTREVISTADORA

¿Y qué me dices del matrimonio?

HOUELLEBECQ

Creo que hay un fuerte contraste para la mayoría de la gente entre la vida en la universidad, donde conocen a muchas personas, y el momento en que entran al campo laboral, donde básicamente no conocen a nadie. La vida se vuelve aburrida. Entonces, como resultado de esto, la gente se casa para tener una vida personal. Puedo extenderme más pero creo que todos lo entienden.

ENTREVISTADORA

Entonces el matrimonio es sólo una reacción a…

HOUELLEBECQ

A una vida mayormente solitaria.

ENTREVISTADORA

Tuviste problemas para encontrar un editor que publicara Whatever. ¿Por qué los editores la rechazaban?

HOUELLEBECQ

No tengo idea. Pero no se parecía a nada de lo que estaba siendo publicado en aquel entonces. Creo que Le Clézio era considerado un gran escritor, por ejemplo.

I have no idea. But it didn’t look much like anything that was being published at the time. I think Le Clézio was considered a great writer, for example.

ENTREVISTADORA

¿Qué opinas de Le Clézio, a quien le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 2008?

HOUELLEBECQ

No lo he leído. Intenté hacerlo y me aburrí. Pero en cuanto a ser publicado, había mucho arte por amor al arte, personas que escribían en la tradición del noveau roman. No había nada sobre personas con trabajos de oficina.

ENTREVISTADORA

Entonces, ¿no eres fan del noveau roman?

HOUELLEBECQ

Cada de vez en cuando, me gusta darme el gusto de un poco de teoría materialista. Una de las cuales, es que el Livres de Poche [la colección francesa de libros clásicos en pasta blanda] transformó completamente la transmisión de la cultura y la hizo más internacional y menos cohesiva. Nunca estudié literatura en la universidad. El noveau roman no se publicó en el Livres de Poche, de modo que no lo leí hasta mucho después. Demasiado tarde, en realidad –el cerebro se atrofia.

ENTREVISTADORA

¿Y qué me dices de poesía?

HOUELLEBECQ

Pienso que la poesía es el único dominio en el que un escritor que te gusta puede decirse que verdaderamente te haya influido, porque lees y relees un poema tantas veces que simplemente se taladra en tu cabeza. Muchas personas han leído a Baudelaire. He tenido la más inusual experiencia de haber leído casi toda la obra de Corneille. Nadie lee a Corneille, pero me topé con una buena pila de clásicos, y por alguna razón, me encantó. Me encanta el verso alejandrino, el verso tradicional dodecasílabo. Cuando estaba en la universidad, escribí bastantes versos clásicos, en tetrametros, que le atrajo a otros poetas. Dijeron, hey, no está mal. ¿Por qué no escribir en verso clásico? Puede hacerse.

ENTREVISTADORA

¿Te piensas como poeta así como novelista?

HOUELLEBECQ

En realidad no. Es triste decirlo, pero cuando escribes novelas tienes cierto impacto, comienzas a sentir que los editors publican tus poemas por caridad. Y se vuelve algo vergonzoso.

ENTREVISTADORA

Pero sí pones poemas en todas tus novelas.

HOUELLEBECQ

Pero no funciona. Siempre he tratado de poner poemas en mis novelas, pero nunca he tenido éxito realmente.

ENTREVISTADORA

Tú has dicho, “La lucha entre la poesía y la prosa es una constante en mi vida. Si obedeces al impulso poético, corres el riesgo de volverte ilegible. Si desobedeces, estás listo para una carrera como un ‘contador de historias’”.

HOUELLEBECQ

Puedes llevarte la impression que le tengo un poco de desprecio a contar historias, lo cual es sólo parcialmente verdad. Por ejemplo, realmente me gusta Agatha Christie. Obedece las reglas del género al principio, pero luego ocasionalmente logra hacer cosas muy personales. En mi caso, creo que comienzo desde el punto opuesto. Al principio, no obedezco, no esbozo una trama, pero luego, de vez en vez, me digo a mí mismo, Ándale, tiene que haber una historia. Me controlo. Pero nunca descarto un fragmento bello simplemente porque no se acomoda con la historia.

ENTREVISTADORA

¿Qué opinas ahora de tu primera novela?

HOUELLEBECQ

Es brutal, pero es Buena. Ese fue el comienzo de mi larga relación con Les Inrockuptibles, a quienes les encantó instantáneamente.

ENTREVISTADORA

¿Les Inrockuptibles?

HOUELLEBECQ

Es una revista que se dedica más o menos un tercio a la música, un tercio a la literatura y un tercio a todo lo demás. Cuando fue lanzada [como publicación mensual en 1986, luego como semanal en 1995], aterrorizó a los medios franceses porque era tan claramente mucho mejor que todo lo que se encontrara allá afuera. Los semanarios tradicionales con sus suplementos literarios se veían ridículos comparados con ellos. Todos los que contaban intelectualmente en París estaban a sus pies. Desafortunadamente, ninguno de ellos tenía un sentido verdadero de responsabilidad, de modo que nadie realmente asumió el cargo. Hoy en día se ha agotado.

ENTREVISTADORA

¿Cuáles eran los valores en el comienzo?

HOUELLEBECQ

Podrías decir que sólo era uno: ¡un poco de realidad, hombre! Muéstranos al mundo real, las cosas que están ocurriendo ahora, ancladas en las vidas reales de las personas.

ENTREVISTADORA

En 1998 publicaste tu ahora famosa segunda novela, Las partículas elementales¸ acerca del amor trágico de un científico brillante y su sexualmente frustrado medio hermano. ¿Qué te llevó a escribirla?

HOUELLEBECQ

La inspiración real fueron los experimentos de Alain Aspect de 1982. Demostraron la paradoja de la EPR: que cuando las partículas interactúan, sus destinos se terminan vinculando. Cuando actúas sobre una, el efecto se esparce instantáneamente hacia la otra, incluso si se encuentran separados a gran distancia. Esto realmente me asombró, pensar que si dos cosas estuvieron conectadas una vez, lo estarán para siempre. Marca un cambio filosófico fundamental. Desde la desaparición de la creencia religiosa, la actual filosofía reinante ha sido el materialismo, el cual sostiene que estamos solos y reduce a la humanidad a la biología. Esa visión de mundo está socavada por la paradoja de la EPR. De modo que la novela está inspirada por esta idea de lo que podría ser la siguiente mutación metafísica. Tiene que ser menos deprimente que el materialismo. Mismo que, aceptémoslo, es muy deprimente.

ENTREVISTADORA

¿Cómo pasaste de esta idea a una historia?

HOUELLEBECQ

Comencé con el personaje central, Michel, como investigador en física. Luego, debido a que todavía sentía un gran arrepentimiento por haber matado a Tisserand demasiado pronto en Whatever, eso me llevó a Bruno, que es como una extensión de Tisserand. Esta vez pude escribir la historia de su vida. Eso fue un verdadero placer. Michel un poco menos porque tuve que leer muchos libros.

ENTREVISTADORA

¿Tuviste que hacer mucha investigación sobre teoría cuántica?

HOUELLEBECQ

Fue horrible. Recuerdo libros que eran tan difíciles que releía la misma página tres veces seguidas. No es malo hacer un esfuerzo intelectual a veces, pero dudo que lo haría otra vez.

ENTREVISTADORA

¿Qué es lo que más quisiste lograr con la novela?

HOUELLEBECQ

Lo que realmente quería era tener escenas que fueran, como dicen en inglés, “desgarradoras.”

ENTREVISTADORA

¿Desgarradoras?

HOUELLEBECQ

La muerte de la novia de Michel fue muy conmovedora, creo. Realmente quería poner esas escenas, por encima de todo.

ENTREVISTADORA

¿Y por qué quisiste hacer esas escenas correctamente en particular?

HOUELLEBECQ

Porque eso es lo que me gusta más de la literatura. Por ejemplo, las últimas páginas de Los hermanos Karamazov: no sólo no puedo leerlas sin llorar, ni siquiera puedo pensar en ellas sin llorar. Eso es lo que más admiro de la literatura, su habilidad para hacerte llorar. Hay dos cumplidos que realmente aprecio. “Me hizo llorar,” y “Lo leí en una noche. No pude parar.”

ENTREVISTADORA

Claro, fueron las numerosas escenas de sexo las que te dieron mucha atención en los medios.

HOUELLEBECQ

No estoy seguro que haya un número tan inusual de escenas sexuales en mi novela. No creo que eso sea lo escandaloso. Lo que escandalizó a la gente fue que representé el fracaso sexual. Escribí sobre sexualidad de una manera no glorificante. Sobre todo, describí una realidad básica: una persona llena de deseo sexual que no puede satisfacerlo. Esto es lo que la gente no quiere escuchar. El sexo se supone que debe ser positivo. Mostrar un deseo sexual frustrado es obsceno. Pero también es verdad. La verdadera pregunta es, ¿A quién se le permite tener sexo? No entiendo, por ejemplo, cómo los maestros sobreviven con todas estas alarmantes jovencitas. Cuando las mujeres se convierten en turistas sexuales, eso es aun más oculto, más vergonzoso y tabú que cuando los hombres lo hacen. Así como, cuando una profesora pone su mano en el muslo de un estudiante, es aún peor, aun más atroz.

ENTREVISTADORA

Una idea constant en tus novelas es que el sexo y el dinero son los valores dominantes de este mundo.

HOUELLEBECQ

Es extraño, tengo cincuenta años y todavía no me pongo de acuerdo si el sexo es bueno o no. Tengo mis dudas con respecto al dinero, también. De modo que es extraño que se me considere un escritor ideológico. Me parece que la mayor parte del tiempo expongo mis dudas. Sí tengo ciertas convicciones. Por ejemplo, el hecho de que puedes pagarle a una chica, creo que eso es bueno. Innegablemente. Una inmensa señal de progreso.

ENTREVISTADORA

¿Te refieres a las prostitutas?

HOUELLEBECQ

Sí. Estoy a favor de la prostitución.

ENTREVISTADORA

¿Por qué?

HOUELLEBECQ

Porque todos ganan. No me interesa personalmente, pero creo que es algo bueno. Muchos británicos y americanos pagan por ello. Son felices. Las chicas son felices. Ganan mucho dinero.

ENTREVISTADORA

¿Cómo sabes que las chicas son felices?

HOUELLEBECQ

Les hablo. Es muy difícil porque realmente no hablan inglés, pero les hablo.

ENTREVISTADORA

¿Y qué me dices de esa idea más comúnmente sostenida de que estas mujeres son víctimas, obligadas a estas circunstancias?

HOUELLEBECQ

No es verdad. No en Tailandia. Es estúpido tener objeciones al respecto.

ENTREVISTADORA

Dicen que te inclinas políticamente a la derecha porque en Las partículas elementales pareces estar en contra del liberalismo de los sesenta. ¿Qué opinas de esa interpretación?

HOUELLEBECQ

Lo que pienso, fundamentalmente, es que no puedes hacer nada en torno a los cambios sociales mayores. Puede ser lamentable que la unidad familiar esté desapareciendo. Puedes decir que incrementa el sufrimiento humano. Pero lamentable o no, no hay nada que podamos hacer. Esa es la diferencia entre yo y un reaccionario. No tengo ningún interés en devolver las manecillas del reloj porque no creo que pueda hacerse. Sólo puedes observar y describir. Siempre me ha gustado la muy insultante declaración de Balzac, de que el único propósito de la novela es mostrar los desastres producidos por los cambios de valores. Está exagerando de manera entretenida. Pero eso es lo que hago: muestro los desastres producidos por la liberalización de los valores.

ENTREVISTADORA

Has escrito que tú eres “no sólo un ateo religioso sino también político.” ¿Podrías explicar?

HOUELLEBECQ

No creo mucho en la influencia de la política o la historia. Creo que los principales factores son tecnológicos, y a veces, no mucho, religiosos. No creo que los políticos realmente tengan una verdadera importancia histórica, excepto cuando provocan catástrofes mayores, al estilo Napoleón, pero hasta ahí. Tampoco creo que la psicología individual tenga algún efecto en los movimientos sociales. Encontrarás esta creencia expresada en todas mis novelas. Hablaba esta mañana con alguien acerca de Bélgica, un país que no funciona para nada. Y nadie entiende por qué, desde un punto de vista psicológico, porque los belgas parecen dispuestos y con ganas de hacer que todo funcione. Y sin embargo, no funciona. El país va a desaparecer. De modo que tenemos que creer que existen poderosas fuerzas sociológicas en juego que no pueden explicarse en términos de la psicología individual.

ENTREVISTADORA

¿Te sorprendió la respuesta que obtuviste por las partículas?

HOUELLEBECQ

Sí. Esperaba un éxito similar al de mi primera novela. Un éxito crítico con ventas modestas. Fue un momento crucial en mi vida, porque pude así dejar de trabajar.

ENTREVISTADORA

Tus críticos franceses se irritant por lo que ven como tu uso cínico de los medios para mercadear todos los libros, comenzando con Las partículas elementales. ¿Cuál fue tu actitud en ese momento?

HOUELLEBECQ

En ese entonces, pensaba que tenías que hacer muchos medios si querías vender libros, y es verdad que realmente quería ganar dinero para poder renunciar a mi trabajo. Ese es el único punto de tener dinero, de tener la libertad de tus días, pero es fundamental. Hoy en día, no estoy muy seguro que los medios venden libros.

ENTREVISTADORA

¿Qué vende entonces?

HOUELLEBECQ

De boca en boca. En ese momento, por ejemplo, Marc Levy es el más grande vendedor en Francia. Y nunca utiliza a los medios.

ENTREVISTADORA

Las particulas elementales es también la novela que hizo que los críticos se enfocaran en tu biografía, porque los personajes parecen tener muchos puntos en común contigo. Pero parece que lo encuentras irritante, que la gente reduzca todo a una biografía.

HOUELLEBECQ

Sí, es irritante porque niega lo que es la virtud esencial de la escritura de ficción, principalmente, que los personajes se desarrollan por sí solos. En otras palabras, comienzas con algunos datos reales y luego dejas que la cosa se envuelva en su propio ímpetu. Y conforme más avanzas, eres más capaz de dejar la realidad por completo. No puedes contar tu propia historia de hecho. Puedes usar elementos de ésta –pero no creas que puede controlarse lo que un personaje hará unas cien páginas después. Lo único que puedes hacer es, por ejemplo, darle al personaje tus gustos literarios. No hay nada más fácil. Sólo haz que abra un libro.

ENTREVISTADORA

A propósito de tu biografía, escribiste recientemente que tuviste una infancia feliz con tu abuela.

HOUELLEBECQ

Si, mi abuela paterna. Viví con ella entre los seis y los dieciocho años. Hubo dos periodos, el primero de los cuales fue verdaderamente feliz, entre los seis y los doce. Vivimos en el campo, en Yonne. Andaba en bicicleta. Construía presas. Leía mucho. No había mucha TV. Pero luego nos mudamos a Crécy-en-Brie. Si vas ahí ahora, realmente no entenderías. Era más rural en aquel entonces. Ahora son básicamente proyectos suburbanos. No obstante, no me sentía tan a gusto. Había demasiada gente. Me gustaba la soledad del campo.

Pero francamente, la adolescencia nunca es igual de placentera que la infancia.

ENTREVISTADORA

¿Y tu abuela fue comunista?

HOUELLEBECQ

Eso lo exagera un poco. En aquel entonces, todos los de cierta clase social en Francia votaban por comunistas, sin tener la mínima idea de quién era Marx. Era un voto de clase.

ENTREVISTADORA

¿Trabajaba?

HOUELLEBECQ

No, era jubilada.

ENTREVISTADORA

¿Cuál había sido tu trabajo?

HOUELLEBECQ

Trabajaba para los ferrocarriles. Creo que estaba a cargo de la estación del tren de la Villa.

ENTREVISTADORA

¿Eras cercano a tu abuela?

HOUELLEBECQ

Sí. La quería mucho.

ENTREVISTADORA

Tienes un asombroso sentido del humor. ¿Era ella chistosa?

HOUELLEBECQ

No. No bromeaba mucho.

ENTREVISTADORA

¿Era maternal?

HOUELLEBECQ

Sí. Sus cuatro hijos la adoraban. Fue muy buena madre.

ENTREVISTADORA

¿Veías seguido a tus padres?

HOUELLEBECQ

A mi madre, poco. A mi padre, sí. En las vacaciones de invierno y verano.

ENTREVISTADORA

¿Eras cercano a él?

HOUELLEBECQ

En realidad no. Era un hombre difícil como para ser apegado a él. Era una persona extraña, un solitario, realmente. No obstante, fui más cercano a él que a mi madre. Lo conocí mejor.

ENTREVISTADORA

Hasta los seis años, viviste con tus abuelos maternos en Argelia. ¿Recuerdas tu primera infancia?

HOUELLEBECQ

Muy poco. Tengo recuerdos vagos de jardines de juegos con hojas. También recuerdo el olor del gas lacrimógeno, que me gustaba. Recuerdo cosas breves sobre la guerra, como los disparos de metralleta en las calles.

ENTREVISTADORA

¿Te daba miedo?

HOUELLEBECQ

Para nada. A los niños les entretiene ese tipo de cosas.

ENTREVISTADORA

¿Hubo mucha lectura en tu casa cuando crecías?

HOUELLEBECQ

Mis abuelos no leían nada. No eran personas educadas.

ENTREVISTADORA

¿Y cómo cambió tu vida después de Las partículas elementales?

HOUELLEBECQ

La mayor consecuencia de Las partículas elementales, aparte del dinero y no tener que trabajar, es que fui reconocido internacionalmente. Dejé de ser turista, por ejemplo, porque mis giras del libro satisficieron cualquier deseo que pudiera tener para viajar. Y como resultado, hay países que he visitado a los que normalmente no iría, como Alemania.

ENTREVISTADORA

¿Por qué dices eso?

HOUELLEBECQ

Nadie hace turismo en Alemania. No existe. Pero están equivocados en eso. No está tan mal.

ENTREVISTADORA

El turismo es el enfoque de tu tercera novela, Plataforma, sobre una agencia de viajes comercial que decide mercadear viajes de sexo.

HOUELLEBECQ

Lo más difícil de escribir una novela es encontrar el punto de partida, el asunto que le dará apertura. E incluso eso no garantiza el éxito. Básicamente fracasé con Plataforma, aun cuando el turismo es un excelente punto de partida para nuestra comprensión del mundo.

ENTREVISTADORA

¿Cuál fue tu fascinación por la industria del turismo?

HOUELLEBECQ

Me resulta un enorme placer leer las guías de turista, especialmente las guías Michelin, y su descripción de los lugares que sé que probablemente jamás visitaré. Estoy gran parte de mi tiempo leyendo las descripciones de restaurantes. Me gusta el vocabulario que utilizan. Me gusta la manera como te presentan el mundo. Me encantan las descripciones de felicidad y descubrimiento. Y luego hay una serie de preguntas básicas que comienzo a preguntarme yo mismo. China en siete días, por ejemplo. ¿Cómo escogen los distintos estadios? ¿Cómo convierten el mundo real en un mundo placentero y consumible?

ENTREVISTADORA

Háblanos acerca de Pattaya, Tailandia, donde ocurren los viajes de sexo.

HOUELLEBECQ

Estaba completamente fascinado por Pattaya, donde ocurre el final del libro. Todo mundo va ahí. Los anglosajones van ahí. Los chinos van ahí. Los japoneses van ahí. Los árabes van ahí, también. Eso fue lo más extraño. Fue algo que leí en una guía que me hizo hacer el viaje a Tailandia. Decían que en un hotel en Bangkok, las prostitutas tailandesas usaban velos para complacer a sus clientes árabes. Eso me resultó fascinante, esa adaptabilidad. Había muchos argelinos franceses de los barrios que van a Pattaya por las putas. De modo que las chicas tailandesas hablan francés pero con un acento del gueto. “Ouais, j’tassure! Ouais, ta mère!”

Hay bares de Karaoke para los japoneses, restaurantes para rusos con mucho vodka. Y hay un lado conmovedor en esto, algo de fin-del-camino para todas estas personas, especialmente los viejos anglosajones. Sientes que nunca serán capaces de irse. Y luego está el polvo, por las tardes, cuando los bares a go go todavía están cerrados. Hay algo muy conmovedor sobre ese momento cuando las chicas comienzan a llegar en sus motonetas y ves a los viejos turistas anglosajones apareciendo como tortugas caminando en el polvo. Hay algo muy pero muy extraño sobre ese pueblo.

ENTREVISTADORA

El bombardeo terrorista en Pattaya al final del libro presagia el verdadero bombardeo en el club nocturno en Bali un año después que el libro fue publicado.

HOUELLEBECQ

Eso no fue difícil de predecir. También pudo haber ocurrido en Malasia, otro país musulmán con muchas prostitutas para occidentales.

ENTREVISTADORA

¿Pero qué me dices de tu noción de que la prostitución es una gran idea para todos?

HOUELLEBECQ

Bueno, el Islam tendría que desaparecer. De lo contrario no funcionará.

ENTREVISTADORA

De modo que, en un mundo perfecto, ¿hay prostitución pero no Islam?

HOUELLEBECQ

Nunca dije nada sobre un mundo perfecto. Dije que no es un desastre.

ENTREVISTADORA

¿Por qué consideras Plataforma como un fracaso?

HOUELLEBECQ

No hay suficiente análisis de la industria del turismo. Y un personaje, Valerie, domina al libro demasiado. No es que puedas hacer mucho con respecto a esto. Me gustó Valerie como personaje y, como resultado, el personaje masculino me resulta insípido.

ENTREVISTADORA

Has mencionado que los reseñistas de libros no se enfocan lo suficiente en los personajes.

HOUELLEBECQ

Un asunto precioso sobre los lectores comunes es que a veces generan sentimientos por los personajes. Esto es algo que los críticos nunca discuten. Lo cual es una lástima. Los críticos anglosajones hacen buenos resúmenes de tramas pero no hablan tampoco sobre los personajes. Los lectores, sin embargo, lo hacen sin inhibiciones.

ENTREVISTADORA

¿Y qué me dices de tus críticos? ¿Podrías resumir brevemente lo que tienes en contra de la prensa francesa?

HOUELLEBECQ

Primero que nada, me odian más que yo a ellos. Lo que sí les reprocho no son las malas reseñas. Es que hablen sobre asuntos que no tienen nada que ver con mis libros –mi madre o mi exilio tributario—y me caricaturizan de tal manera que me convierto en símbolo de tantas cosas desagradables –cinismo, nihilismo, misoginia. Las personas han dejado de leer mis libros porque ya tienen sus ideas acerca de mí. Hasta cierto grado, claro, eso es verdad para todos. Después de dos o tres novelas, un escritor no puede esperar ser leído. Los críticos ya llegaron a sus conclusiones.

ENTREVISTADORA

¿Cuándo comenzaste a escribir?

HOUELLEBECQ

Es difícil decirlo. Tuvimos que escribir ensayos creativos en la escuela, algo así como “describe una tarde de otoño,” y es verdad que adquirí un placer desproporcionado al escribirlos y me quedé con ellos. Además, mantenía un diario, aunque no estoy seguro de qué debía estar escribiendo. Creo que estuve más inclinado a describir mis sueños que cosas de mi vida diaria.

ENTREVISTADORA

¿Cuál es tu itinerario de escritura hoy en día?

HOUELLEBECQ

Me despierto por las noches, alrededor de la 1 a.m. Escribo en un estado medio despierto, medio conciente. Progresivamente, conforme tomo café, me vuelvo más conciente. Y escribo hasta enfadarme.

ENTREVISTADORA

¿Tienes algunos otros requerimientos para escribir?

HOUELLEBECQ

Flaubert dijo que tenías que tener una erección permanente. No he detectado que ese sea el caso. Necesito caminar de vez en cuando. Por lo demás, en términos de requisitos dietéticos, el café funciona, es verdad. Te ayuda a atravesar por todos los estadios de conciencia. Comienzas semi-comatoso. Escribes. Tomas más café y tu lucidez se incrementa, y es ese periodo en medio, que puede durar horas, donde algo interesante sucede.

ENTREVISTADORA

¿Esbozas la trama de las novelas?

HOUELLEBECQ

No.

ENTREVISTADORA

¿No sabes qué está pasando de una página a la otra?

HOUELLEBECQ

Nunca planeo nada.

ENTREVISTADORA

¿Qué me dices de tu estilo? Tienes el hábito de hacer yuxtaposiciones brutales, muchas veces divertidas, como “El día del suicidio de mi hijo, hice un omelete de tomate.”

HOUELLEBECQ

En realidad eso no es lo que llamaría estilo. Es sólo la manera como percibo el mundo. Tengo una especie de nerviosismo que me lleva a las rápidas yuxtaposiciones. No es muy distinto del punk rock. Gritas pero modulas un poco. Ha habido estudios de postgrado sobre mi estilo.

ENTREVISTADORA

¿Cuáles han sido las conclusiones?

HOUELLEBECQ

Tengo un enunciado de longitude media con una rica puntuación. En otras palabras, mis enunciados son de tamaño medio pero son cortados de distintas maneras. Algo que la gente odia son los adverbios. Yo uso adverbios. Este es otro asunto que viene del hecho de que soy poeta. Los editores de copy siempre quieren que elimines las repeticiones. Me gustan las repeticiones. La repetición es parte de la poesía. De modo que no dudo en repetirme. De hecho, creo que soy el novelista más repetitivo que escribe en la actualidad.

ENTREVISTADORA

Te encanta citar los nombres de productos. Por ejemplo, “loup au cerfeuil Monoprix Gourmet” [“Monoprix Gourmet sea bass with chervil”].

HOUELLEBECQ

“Lubina con perifollo…” Es atractivo. Está bien escrito. También uso los nombres de productos porque son, objetivamente, parte del mundo en que vivo. Pero es cierto, sí tiendo a escoger el producto con el nombre más apetecible. Por ejemplo, la palabra chevril (perifollo) es muy atractiva, aunque no tengo la menor idea qué es un chervil. Quieres comer algo con chervil. Es bonito.

ENTREVISTADORA

Has escrito que una fuente de inspiración son las historias que la gente te cuenta sobre sus vidas. Aparentemente, a los extraños les gusta confesarte cosas.

HOUELLEBECQ

Creo que pude haber sido uno de los mejores psiquiatras en el mundo, porque doy la impresión de no emitir juicios. Lo cual no es cierto. A veces quedo muy conmocionado por lo que me cuentan. Es sólo que no lo demuestro.

ENTREVISTADORA

Escribiste una biografía de H.P. Lovecraft y me asombró la semejanza entre su propia desastrosa historia de amor y las de tus libros.

HOUELLEBECQ

Sí, la mujer que es valiente y dinámica y hace todo lo que esté en sus manos para hacerlo funcionar y el hombre que es desventurado e incompetente.

ENTREVISTADORA

¿Cuál es tu concepto sobre la posibilidad de amor entre un hombre y una mujer?

HOUELLEBECQ

Yo diría que la cuestión sobre si el amor existe juega el mismo papel en mis novelas como la cuestión sobre la existencia de Dios en Dostoievsky.

ENTREVISTADORA

¿El amor puede ya no existir?

HOUELLEBECQ

Esa es la pregunta del momento.

ENTREVISTADORA

¿Y qué está causando su desaparición?

HOUELLEBECQ

La idea materialista de que estamos solos, que vivimos solos y que morimos solos. Eso no es muy compatible con el amor.

ENTREVISTADORA

Tu última novela, La posibilidad de una isla, termina en un mundo desolado, poblado por clones solitarios. ¿Qué te hizo imaginar este futuro tan gris, en el que los seres humanos son clonados antes de llegar a la mitad de sus vidas?

HOUELLEBECQ

Estoy persuadido a pensar que el feminismo no está en la raíz de la corrección política. La fuente real es mucho más desagradable y no dice su nombre, lo cual es simplemente un odio a la gente vieja. La cuestión sobre la dominación entre hombres y mujeres es relativamente secundaria –importante pero aun secundaria—comparado con lo que he tratado de captar en esta novela, lo cual es que estamos ahora atrapados en un mundo de niños. Niños viejos. La desaparición de la transmisión patrimonial significa que cualquier viejo hoy en día es sólo una ruina inútil. Lo que más valoramos es la juventud, lo cual quiere decir que la vida automáticamente se vuelve deprimente, porque la vida consiste, en su totalidad, en envejecer.

ENTREVISTADORA

En tu prefacio a La posibilidad de una isla, mencionaste a una periodista que inspiró la idea de la novela. ¿Podrías explicar?

HOUELLEBECQ

Fue un momento muy extraño. Estaba en Brelín, en un café pegado a un lago, esperando ser entrevistado. Estaba todo muy silencioso. Eran las diez de la mañana. No había nadie alrededor. Y llega esta periodista alemana y, muy curioso, no se comportaba de manera normal. Y dijo, “Tuve un sueño en el que estabas en una caseta telefónica después del fin del mundo y hablabas a toda la humanidad sin saber realmente si alguien estaba escuchando.” Fue como estar en una película de zombies.

ENTREVISTADORA

Y eso llevó a la principal premisa del libro: un clon que escribe un diario dirigido a su sucesor.

HOUELLEBECQ

Pensé en la situación: estoy en una caseta telefónica después del fin del mundo y parece que estoy hablando, pero no sé si hay alguien del otro lado de la línea o si estoy hablando conmigo mismo, sólo para escuchar mi propia voz. Y sí parecía como una distintiva metáfora de todas mis novelas. La idea tomó tiempo para dar frutos. Escribí mi tercera novela en ese transcurso. Luego compré un departamento en el sur de España y fui allá fuera de temporada, enero, y no había nadie. Estaba en esa desierta casa en la playa, lo cual me dio la impresión de estar solo en el final de la humanidad. Escribí las primeras páginas. Durante mucho tiempo, no escribí nada más que eso.

ENTREVISTADORA

¿Cómo te interesaste en la secta Raël, la cual inspiró a la secta religiosa bizarra del libro?

HOUELLEBECQ

Compré libros sobre cultos. Fui a una session de orientación para no-raëlianos

ENTREVISTADORA

¿Y qué pasó?

HOUELLEBECQ

Hubo paneles de discussion con el profeta, quien nos dijo que las cosas se iban a poner mucho major gracias a la ciencia. Es una mezcla entre optimismo total sobre el progreso científico y un no-moralismo en torno al sexo. Eso es lo que atrae a los participantes. Dicen que hay extraterrestres que están muy adelantados a nosotros, que nos pueden dar sus recetas para la felicidad tecnológica.

ENTREVISTADORA

¿Por qué hiciste que tu personaje principal fuera un comediante?

HOUELLEBECQ

El personaje surgió debido a dos cosas. Primero que nada, fui a un centro turístico en Turquía y había uno de esos shows de talento producido por los invitados. Estaba esta chica –tenía unos quince años—que la hacía de Céline Dion y claramente, para ella, esto era muy, pero muy importante. Me dije a mí mismo, Híjole, esta chica realmente se está desviviendo. Y es chistoso, porque el día siguiente, estaba sentada sola en la mesa del desayuno y pensé, ¡Ya comenzó la soledad de la estrella! Sentí que algo como eso puede decidir una vida entera. De modo que el comediante tiene una experiencia similar. Descubre de repente que puede hacer reír a las multitudes y esto cambia su vida. Lo segundo es que yo conocía a una mujer que era editora en jefe de una revista y siempre me invitaba a puros eventos de moda con Karl Lagerfeld, por ejemplo. Quería tener a alguien que formara parte de ese mundo.

ENTREVISTADORA

Como el comediante, compulsivamente tomas los temas políticamente sensibles del momento y luego son irreverentes al grado del insulto. Y es chistoso. Te hace reír del puro shock.

HOUELLEBECQ

Te ríes porque el insulto sólo declara lo obvio. Esto puede ser poco usual en la literatura pero no lo es en la vida privada. “Bueno, tienes que aceptarlo, el Islam es algo imbécil” es algo que fácilmente puedes decir en la vida privada. Esta suerte de declaración un poco de disculpa me parece parte de la cultura francesa. Por ejemplo, una chica me estaba contando acerca de una amiga muy fea que luchaba por los derechos de aborto. Ella describía su conversación y dijo, “No quiero ser cruel, pero de todas formas, nadie la embarazaría a ella.” En las conversaciones, los franceses usan ese tipo de insulto culposo todo el tiempo. Hay una parte de sentido común en ello, que me gusta mucho.

ENTREVISTADORA

Tienes un talento especial para el insulto. ¿Te produce placer insultar?

HOUELLEBECQ

Sí. Debo decir que es gratificante.

ENTREVISTADORA

Has dicho que te enorgullece haber logrado que la poesía triunfara en una novela en la última parte de La posibilidad de una isla. Es cuando el clon deja su área restringida sin permiso para vagar por el desierto en busca de otro clon.

HOUELLEBECQ

Personalmente, me gusta la última parte de La posibilidad de una isla. No creo que se parezca a nada que haya hecho antes, pero ningún reseñista lo ha mencionado. Es difícil explicarlo, pero tengo la sensación de que hay algo muy, muy bello en esa última parte. Abre la puerta, y es otro mundo. Cuando escribí ese pasaje, no estaba pensando mucho en la historia, estaba completamente intoxicado por la belleza de mis propias palabras.

Hice algo especial en preparación de esa última sección. Dejé de escribir. Durante dos semanas, no hice nada –y digo nada. No hablé con nadie. En principio, no deberías detenerte cuando escribes una novela. Si te detienes para hacer otra cosa, es una catástrofe. Pero en este caso, me detuve para no hacer nada, sólo para dejar que el deseo creciera.

ENTREVISTADORA

Has dicho que eres “ciclotímico.” ¿Qué quiere decir eso?

HOUELLEBECQ

Quiere decir que estás constantemente pasando de depresión a exultación. Pero al final, dudo que sea realmente depresivo.

ENTREVISTADORA

¿Qué eres entonces?

HOUELLEBECQ

Sólo no muy activo. la verdad es que, cuando me voy a la cama y no hago nada, no estoy tan mal. Estoy bastante contento. De modo que no es realmente lo que pudiera llamarse depresión.

ENTREVISTADORA

Pero ¿qué es lo que te ha detenido de sucumbir a lo que has dicho es el mayor peligro para ti, que es enfurruñarse en una esquina mientras repites una y otra vez que todo vale madre?

HOUELLEBECQ

Por el momento, mi deseo a ser amado es suficiente como para impulsarme a la acción. Quiero ser amado a pesar de mis faltas. No es exactamente verdad que soy un provocador. Un verdadero provocador es alguien que dice cosas sin pensar, sólo para causar shock. Trato de decir lo que pienso. Y cuando siento que lo que pienso causará desplacer, me apresuro a decirlo con verdadero entusiasmo. Y muy en el fondo, quiero ser amado, a pesar de eso.

Claro, nada garantiza que esto durará.

ENTREVISTADORA

Tu conversación con Bernard-Henri Lévy, Public Enemies, está ahora traducido en Estados Unidos. ¿Qué te poseyó a crear el libro?

HOUELLEBECQ

Comenzó un poco como juego. Nunca había hecho algo así. Lo que cuenta es lo que nos hizo continuar y eventualmente publicar, lo cual es sencillo. Pensamos que el resultado fue interesante.

ENTREVISTADORA

¿Por qué no vives en Francia?

HOUELLEBECQ

En parte para pagar menos impuestos y en parte para aprender su hermoso idioma, madame. Y porque Irlanda es muy bello, especialmente el oeste.

ENTREVISTADORA

¿No para escaparse de su propio país?

HOUELLEBECQ

No. Me fui en completa e indisputable gloria sin ningún enemigo.

ENTREVISTADORA

¿Y qué piensas de este mundo anglosajón?

HOUELLEBECQ

Puedes darte cuenta que este es el mundo que inventó al capitalismo. Hay compañías privadas compitiendo para entregar el correo, para recolectar la basura. La sección financiera del periódico es mucho más gruesa que en los periódicos franceses.

Lo otro es que he notado que los hombres y las mujeres son más separados. Cuando vas a un restaurante, por ejemplo, muchas veces ves a mujeres comiendo juntas. Los franceses, desde ese punto de vista, son muy Latinos. Una cena de un solo sexo se considera aburrida. En un hotel en Irlanda, vi a un grupo de hombres hablando sobre golf en la mesa del desayuno. Al irse, fueron reemplazados por un grupo de mujeres que discutían otra cosa. Es como si fueran especies separadas que se encontraran ocasionalmente para reproducirse. Hay una línea que realmente me gusta de una novela de Coetzee. Uno de los personajes sospecha que lo único en la vida que realmente le interesa a su hija lesbiana es la mermelada de higo. El lesbianismo es un pretexto. Ella y su pareja ya no tienen sexo, se dedican a la decoración y a la cocina.

Quizás hay una verdad potencial ahí, sobre las mujeres que, al final, han estado siempre más interesadas en las mermeladas y las cortinas.

ENTREVISTADORA

¿Y a los hombres? ¿Qué crees que les interese?

HOUELLEBECQ

Pequeños culitos. Me gusta Coetzee. Dice las cosas brutalmente, también.

ENTREVISTADORA

Has dicho que posiblemente tengas un lado americano. ¿Cuál es la evidencia que tienes de eso?

HOUELLEBECQ

Tengo muy pocas pruebas. Está el hecho de que si viviera en un contexto Americano, creo que hubiera escogido un Lexus, que es de la mejor calidad para su precio. Y más oscuramente, tengo un perro que sé es muy popular en Estados Unidos, un Corgi Galés. Algo que no comparto es esa obsesión americana por los pechos grandes. Eso, lo admito, me deja frío. Pero, ¿una cochera para dos autos? Quiero una. ¿Un refrigerador con esas maquinitas para hacer hielo? Quiero una también. Lo que les atrae me atrae a mí también.

ENTREVISTADORA

Tu muy esperada nueva novela, Le Carte et le Territoire (El mapa y el territorio) está a punto de salir en Francia pero se conoce poco sobre ésta. Leí que se trata de un libro de quinientas páginas que “examina a la sociedad contemporánea a través del prisma del éxito de un artista.” Aparentemente, tú apareces como personaje. ¿Estoy en lo correcto?

HOUELLEBECQ

La novela es de cuatrocientas cincuenta páginas. El personaje principal es un artista. Houllebecq se mantiene como personaje secundario, aunque su aparición sí hace que la estructura sea mucho más complicada. Realmente no quiero decir nada más.

ENTREVISTADORA

¿Cuál crees que sea el atractivo de tu obra, a pesar de su brutalidad?

HOUELLEBECQ

Hay demasiadas respuestas. La primera es que está bien escrita. La otra es que te da oscuramente la sensación de que es la verdad. Luego está una tercera, que es mi favorita: porque es intensa. Existe una necesidad de la intensidad. De vez en vez, tienes que abandonar la armonía. Incluso tienes que abandonar la verdad. Tienes que, cuando necesitas, acoger energéticamente las cosas excesivas. Ahora sueno como San Pablo.

ENTREVISTADORA

¿A qué te refieres?

HOUELLEBECQ

“Ahora tolerad la fe, la esperanza, la caridad, estas tres: pero la mayor de estas es la caridad.” Para mí, el enunciado sería: “Ahora tolerad la belleza, la verdad y la intensidad, pero la mayor de estas es la intensidad.”

ENTREVISTADORA

Escribiste en tu biografía de H.P. Lovecraft: “No hay puede existir una creación estética sin una cierta ceguera voluntaria.”

HOUELLEBECQ

Sí, es verdad que tienes que elegir a tu familia, por así decirlo. Tienes que exagerar un poco.

ENTREVISTADORA

¿Quién podrías decir que es tu familia’

HOUELLEBECQ

Te podría sorprender, pero estoy convencido que soy parte de la gran familia de los Románticos.

ENTREVISTADORA

¿Estás conciente de que puede sorprender?

HOUELLEBECQ

Sí, pero la sociedad ha evolucionado, un Romántico no es lo mismo que solía ser. No hace mucho, leí La democracia en America de Tocqueville. Estoy seguro que si tomas, por un lado, un Romántico de la vieja guardia y, por el otro, lo que de Tocqueville predice que sucederá con la literatura con el desarrollo de la democracia –tomando al hombre común como su sujeto, con un fuerte interés en el futuro, el uso de un vocabulario más realista—me obtendrías a mí.

ENTREVISTADORA

¿Cuál es tu definición de un Romántico?

HOUELLEBECQ

Es alguien que cree en la felicidad ilimitada, que es eternal y posible inmediatamente. Una creencia en el amor. También creencia en el alma, lo cual es extrañamente persistente en mí, aun cuando nunca dejo de decir lo contrario.

ENTREVISTADORA

¿Crees en una felicidad ilimitada, eternal?

HOUELLEBECQ

Sí. Y no estoy diciendo eso sólo para ser provocador.

22.11.10

Un poco velado, pero aquí se los dejo:
la presentación del libro Señora Krupps,
de Javier Fernández,
en el marco de la Feria del Libro Netzahualcóyotl.


Señora Krupps, de Javier Fernández

(ed. Static Libros)

Por Alejandro Espinoza

A manera de (críptica) introducción, quisiera comenzar la presentación de este libro con una cita en extenso. Es de un cuento chino, anónimo, titulado La protección por el libro. El cuento dice:

El literato Wu, de Ch'iang Ling, había insultado al mago Chang Ch'i Shen. Seguro de que éste procuraría vengarse, Wu pasó la noche levantado, leyendo, a la luz de la lámpara, el sagrado Libro de las transformaciones. De pronto se oyó un golpe de viento que rodeaba la casa, y apareció en la puerta un guerrero que lo amenazó con su lanza. Wu lo derribó con el libro. Al inclinarse para mirarlo, vio que no era más que una figura, recortada en papel. La guardó entre las hojas. Poco después entraron dos pequeños espíritus malignos, de cara negra y blandiendo hachas. También éstos, cuando Wu los derribó con el libro, resultaron ser figuras de papel. Wu las guardó como a la primera. A media noche, una mujer, llorando y gimiendo, llamó a la puerta.

-Soy la mujer de Chang -declaró-. Mi marido y mis hijos vinieron a atacarlo y usted los ha encerrado en su libro. Le suplico que los ponga en libertad.

-Ni sus hijos ni su marido están en mi libro -contestó Wu-. Sólo tengo estas figuras de papel.

-Sus almas están en esas figuras -dijo la mujer-. Si a la madrugada no han vuelto, sus cuerpos, que yacen en casa, no podrán revivir.

-¡Malditos magos! -gritó Wu-. ¿Qué merced pueden esperar? No pienso ponerlos en libertad. De lástima, le devolveré uno de sus hijos, pero no pida más.

Le dio una de las figuras de cara negra.

Al otro día supo que el mago y su hijo mayor habían muerto esa noche.

Los personajes de Javier Fernández son esos personajes atrapados en un libro protector. ¿Qué es lo que protege este libro? La posibilidad de que la realidad todavía pueda asirse a través del lenguaje.

*

Creo que en la actualidad se escriben dos tipos de libros de literatura, uno de ellos más raro, más difícil de gestar, que el otro. Primero, existen libros que forman el cúmulo de la sobreproducción literaria, libros buenos de buena factura, que denotan la continuación no de una tradición o de una línea o estilo particular de escribir, sino de un cierto tipo de eficiencia. Esta sobreproducción se debe a que la actividad escritural poco a poco ha ido refinándose, en una suerte de doble juego entre la proliferación de obras y la ignorancia casi absoluta de una sociedad contemporánea que, ya dejémoslo por sentado, simplemente no va a leer. O por lo menos, sus procesos de lectura (cantidad y, si se puede, calidad) evolucionan al margen de cómo evoluciona el ejercicio literario. Similares asuntos ocurren, por ejemplo, con la pintura contemporánea: ante la eficiencia de los modos de representación (de lo fotográfico a lo digital, así como la apropiación de estilos paradigmáticos del arte moderno) pintar se convierte en puro estilo, esto es, manierismo virtuoso para creadores que abordan toda la flexibilidad del acto pictórico, un “tipo Guernica” sin el peso de la dimensión histórica que nos trajo tanto la forma como el contenido de la obra. Estas obras – en este caso literarias—, por decirlo de algún modo, son profesionales, reconocen y aplican todas las fórmulas y estándares del ejercicio narrativo, y probablemente algunos de éstos libros, en estos precisos momentos, se caiga de los estantes de un Sanborn’s, a no decir la sección atiborrada de libros en los supermercados. Ocho de cada diez de estos libros son escritos, según rezan las contraportadas, por algunos de los escritores contemporáneos más importantes de la era. Nadie, en ninguna época en la historia de la letra escrita, hubiera imaginado tanto buen escritor.

Sin embargo, uno de los factores que distinguen a estos libros es su docilidad, con respecto a las formas, las temáticas, el abordaje del lenguaje: aunque suene terriblemente romántico o idealista (o incluso conservador e ingenuo) muy pocos de estos libros realmente se encuentran definiendo los tonos que emanan de nuestra realidad. Dicen cosas, muchas cosas, y las dicen muy bien, con un cuidadoso manejo de las formas y la cantidad recomendable de páginas para ser suficientemente atractivo para el corporativo que viaja tres veces por semana y se entretiene con todo lo que saquen las editoriales de mejor circulación nacional; pero al mismo tiempo, y aunque suene determinista, dicen nada. Con la proliferación de la actividad editorial en el mundo, vino también un estado de mismidad en la literatura que puede dejar a cualquier escritor arriesgado, que conoce, o por lo menos que siente, la necesidad de escribir un libro porque tiene que escribirse. Incluso aquellos libros “arriesgados” de la literatura contemporánea están, por decirlo de algún modo, flotando en las aguas de la normalidad.

A esto, repito, añadámosle el detalle de que el cúmulo de la sociedad simplemente no va a leer. O no puede. O no tiene tiempo. O dinero.

Quienes leen estos libros, quienes consumen esta literatura, forman un porcentaje no mayoritario de lectores arriesgados, que buscan en la literatura una manera pragmática de “hacerse del mundo,” no una manera de deshacer heréticamente el entretejido de la realidad, ahí donde, desde la literatura, podemos darle sentido al sinsentido, podemos comprender lo que significa vivir en nuestro tiempo. No desdeño por completo estas obras, pero sí forman una masa fangosa de novelas temáticas, históricas o coyunturales, que para el lector aficionado se vuelve más difícil separar las perlas de los granitos de azúcar.

Porque luego se encuentran esos otros libros. Los que son producto de un consciente ejercicio literario, cuya finalidad es descubrir este entretejido. Libros que se escriben porque tuvieron que ser escritos, porque hay una necesidad en ellos que difícilmente cumple esa otra producción literaria. Libros que significan, en más sentidos de los que uno puede imaginar. Ya no puede decirse que marcan un hito, pero sí puede decirse (aun puede decirse) que señalizan mejor las marcas de su tiempo. Lo hacen no con un abordaje de comprensión realista en torno a las realidades que vivimos, sino como un ejercicio con el lenguaje y sus posibilidades de desaprendizaje.

Este es uno de esos libros.

Y no es porque Señora Krupps se enmarque dentro de ese canon que a diario confecciona el campo literario actual, o porque el desarrollo formal o técnico nos lleve a desplazamientos de originalidad inusitada. Tampoco porque se convierte en un artefacto cultural, productor de lifestyles y retóricas espectaculares que definen a una generación cuyos nombres se convierten en catchphrases o citas citables en la próxima fiesta bohemia, ahí donde se celebran o se vilipendian las propuestas literarias de los escritores. Este es un libro escrito por alguien que se dedicó a la tarea de confeccionar una de las prosas más ricas, más complejas, más propositivas de nuestra región. Dicha confección, octaédrica, fractal, de imaginarios rizomáticos y de un hiperrealismo que se deshace de la digresión y se enfoca en la conformación de mundo, fue el resultado de un proceso a cuentagotas, enmarcado por la fecha de término de cada texto, nos da a entender que Fernández obsesiva y compulsivamente refinó (¿y acaso sigue refinando?) todos los componentes estructurales de cada relato, en busca de la precisión, la diminuta corrección de estilo, intencionalidad, forjamiento de imágenes, lucidez, rítmica y construcción de universo que sólo distingue a los grandes libros. Se trata de una de las colecciones más inauditas de la narrativa bajacaliforniana, un secreto a voces que señala, como ninguna otra la complejidad de nuestras múltiples realidades.

*

Un proceso de enmienda perpetua dilató la presentación de Señora Krupps ante el público. ¿Su objetivo?, creo yo que es el más insólito que pueda proponerse en la narrativa: la perfección. Esta observación no se vale, pero me encantaría leer los distintos estadios en los que han existido estas historias, para verificar el proceso, las tomas de decisiones, la contraposición de silencios y ruidos, los impecables saltos de tiempo, la lenta nutrición de sus personajes, la pausada meditación y respiro que encontramos en una prosa que, por un lado, hace corto circuito con la mayoría de las estratagemas de los narradores en BC, pero por el otro, le otorga al absurdo de la realidad contada en las historias una cuota de intemporalidad.

Este libro, creo yo, viene con su propio dispositivo procesual. Pero no lo vemos. Lo que vemos es lo que el autor quiere que veamos. Las obras –los cuentos—en el grado de término más perfecto posible. Sé que en otra parte de la realidad se encuentran esos otros libros, esos otros relatos que en su proceso llegaron a ser. Enmiendos, tachaduras, borrones, páginas recortadas, un proceso de edición que es en sí mismo un ejercicio literario.

Y lo que creo que pasa es eso: el ejercicio literario puede aun convertirse en una búsqueda por la precisión.

Este es uno de esos libros tristes que te hacen morir de risa.

[Extraigo de aquí un párrafo de la escritura original, en el cual abordaba algunos detalles sobre las historias, los personajes. Prefiero concentrarme mejor en el libro como acontecimiento, el suceso de un libro de literatura en Baja California y todo lo que esto implica. Porque debemos preguntarnos: ¿Quiénes nos leemos, entre los escritores locales, sin llegar a la desventura o la indiferencia? Por otro lado, ¿Qué libros son LOS libros de nuestra literatura, o si se quiere, para no entrar en clasificaciones geográficas o culturales, qué libros son los que mejor se sostienen como obras literarias, independientemente de su gestación como parte de la cultura en la que se encuentran inmersos? No lo sabemos, aun cuando los especialistas en materia, continúen con su loable labor de diagnosticar sus aristas y puntos de fuga.]

Javier Fernández posee una prosa que obliga la adjetivación insulsa: prosa crocante, prosa sofisticada, extravagante, llena de símiles brillantes, bruñidos, precisos a pesar de su configuración insólita. Me niego a admitir las proposiciones que el mismo Javier me señaló como posibles calificativos para su trabajo: Narrativa con parálisis. Realismo infectado. Ficción autista. Pero como lo acabo de hacer, entonces pues, sí, las admito.

Lo que sí puedo decir con mayor claridad son dos cosas. Primero, que, como las películas de David Lynch, este libro no es para leerse, en el sentido práctico de reunir en el tiempo una sucesión de hechos para acumular una interpretación sobre lo sucedido: este libro es para entender su vibra, experimentar sensorialmente el universo finisecular como si en medio de un sueño. Hay un elemento muy particular de este tipo de prosa que lo considero como el componente adictivo: la capacidad de hacer saltar al cerebro en su proceso de descodificación. No sé bien cómo explicarlo. Sucede en la recurrencia del lenguaje, o en lo recursivo del lenguaje, en el arte combinatoria de imágenes que, en su proceso de asociación, nos asocia con lo otro y su extrañeza. Sucede en el manejo de metáforas inusuales, de asociaciones poco comunes, de descriptores nítidos que te llevan a configurar toda la hiperrealidad sin permitir que emane de ella un juicio moral. Estamos, pues, ante la literatura, tal y como creo que debe ser: siempre desde el lenguaje.

Para mí, así como señalo que hay dos tipos de libros que se producen hoy en día, también puedo decir que hay dos tipos de deleite en la lectura: el que nace del placer y el que nace de la relación. Obtenemos una experiencia relacional cuando advertimos que la realidad imaginada por el autor es similar a la nuestra, en sentido, emoción y dirección. Este elemento relacional es el mismo que experimentamos cuando decimos, llanamente: “me parezco al personaje de esa película,” una identificación que nos llega íntimamente, porque siempre nos atrapa en plena soledad. En cambio, obtenemos placer cuando el escritor nos permite integrar aquello que está afuera desde múltiples lugares, que, en el mejor de los casos, es como si las imágenes saltaran a la vista, literalmente. Si lo deseamos, nos gusta sentirnos conducidos por los vericuetos verbales de quien da consecución al hecho narrado. Este es un libro de imágenes poderosísimas, que se las atribuyo a su proceso de confección: símiles recalcitrantes, alusiones a una metafórica desgarradoramente puntillosa, que exige del lector no un seguimiento cercano a la consecución de los hechos, sino al imaginario desplegado que los contiene.

No estamos leyendo a un narrador en ciernes, ni a un afortunado ganador de premio local que dirime sobre las posibilidades de tomarse en serio el ejercicio de escribir. Tampoco estamos leyendo la consecución (i)lógica de quienes tratan de posicionar una visión de entorno con todo y figuras retóricas del sitio (frontericidad, gringuismo, relatorías populacheras de la “realidad” cruda, cuentos sobre crudas, atisbos conservadores a las formas canónicas). Nada de eso. Lo que estamos leyendo es literatura, plain and simple. El ejercicio (que siempre es ejercicio) de uno de los narradores más brillantes de nuestra región.

Como nota final, sólo quisiera declarar que este es el debut de una editorial independiente, Static libros, y que con ello quisiera manifestar, por favor, que este sea su primer libro, no su único, ya que han proporcionado, con la edición de Señora Krupps, con una joya que merece salir de este mundo.