2.9.10

Me cae bien Jonathan Franzen. Su libro The Corrections fue "ese otro libro" de autor gringo contemporáneo que tenía como elección cuando tenía a éste y a otra novelita más o menos igual de afamada y que se titula Infinite Jest. Luego me enteré que fueron amigos entrañables, Foster Wallace y Franzen. Aunque hasta la fecha no he leído T.C., sí tuve oportunidad de leer How to be alone (no sé si alguien ha tomado la decisión afortunada de traducirlo al español), una colección de ensayos, el último siendo uno de los diagnósticos más atinados sobre la función y vitalidad de la escritura en nuestros tiempos, particularmente sobre el estado de la "Gran Novela Americana."

Los tiempos, ellos están cambiando, (Dylan dixit), y en el tema de los diagnósticos sobre el estado de la literatura podemos mantenernos soporíferas horas sentados en mesas redondas extendiendo un tema que de todas maneras nos devuelve a un punto en común: hay seres humanos que necesitamos escribir, hay seres humanos que necesitamos leer; a veces somos los mismos, a veces somos uno o el otro, pero en reducidas cuentas, ambas especies somos esa aletargada mirada que detiene el tiempo para saborearlo mejor.

Es por ello que les comparto estas ideas de Franzen sobre el papel de la novela, los lectores hoy en día, la lectura electrónica, el sentido de la "interactividad," y la sensación de desmaterialización de la palabra escrita a través de artilugios como Kindle. No podremos estar de acuerdo con este tipo en todo lo que dice, pero algunos de sus planteamientos son certeros.

(Extraído de una entrevista realizada por The A.V. Club. http://www.avclub.com )

AVC: ¿Qué tanto piensas acerca del concepto de lectores? Ha cambiado tanto, incluso desde tu última novela. Parece estar más relacionado con la interactividad y la respuesta instantánea, con el hecho de que todos tengan una voz igualitaria. ¿Crees que eso sea bueno para la literatura? ¿Acaso está cambiando cómo la gente lee al tiempo que vuelve anticuada la experiencia de estar solo con una novela? O para tus propósitos, ¿es sencillamente irrelevante?

JF: Bueno, déjame pensar dónde comienzo. Es algo que he pensado mucho. Creo que los novelistas hoy en día tienen una responsabilidad –sea o no que mis contemporáneos lo estén logrando—para hacer libros realmente, realmente absorbentes. Que te hagan apagar tu teléfono y alejarte de tu conexión a Internet y pasar un tiempo en otra parte. Es por eso que me toma tanto tiempo escribir estos libros. Trato de modelar algo que en realidad te extraiga, por lo tanto, ciertamente estoy consciente de la tensión entre el mundo solitario de la lectura y la escritura, y el ruidoso y bullicioso mundo de las comunicaciones electrónicas.

Sigo creyendo que es un falso paliativo, la mayoría de ese ruido. Te produce la sensación de “Ah, sí, estoy escribiendo mi agresiva respuesta a tu posteo, y ahora arrojo mis diatribas contra la persona que arrojó sus diatribas en contra mía.” Todo eso, te produce el sentido de, “Sí, en realidad estoy involucrado en algo. No estoy solo. No estoy solo. No estoy solo.” Y sin embargo, no creo –quizá sea yo—pero cuando me conecto con un buen libro, muchas veces escrito por alguien muerto, y me están contando una historia que se siente verdadera, y me dicen cosas acerca de mí mismo que yo sé que son ciertas, pero que no había sido capaz de juntarlas antes –me siento mucho menos solo de lo que me siento cuando envío correos electrónicos o cuando recibo textos. Creo que hay una especie de –no quiero decir superficial, porque luego terminaré sonando como un elitista. Es como la persona que no para de fumar, uno tras otro tras otro cigarrillo. Sigues otorgándose más y más espasmos de estímulo, porque muy en el fondo, te sientes increíblemente solo y aislado. El motor del consumismo tecnológico es muy bueno para explotar la necesidad a corto plazo de ese pequeño espasmo, el cual pienso que va en ascenso. Así es como percibo mi misión como escritor –particularmente como novelista—como el de tratar de proporcionar un puente desde mi interior hacia el interior de otra persona.

AVC: ¿Ha cambiado la tecnología todo esto? ¿No ha sido siempre esa la misión esencial del novelista?

JF: Creo que siempre estaba implícita, y en la mejor narrativa, siempre ha estado ahí. Creo que cuando las personas respondían a Crimen y Castigo, cuando respondían a Jane Eyre, realmente se sentían menos solos. Pero existen muchos otros tipos de escritura, y tantos otros tipos de lectura que ocurrían entonces, y la novela servía muchas otras funciones en aquel entonces, que la función realmente elemental de la literatura no era tan obvia. Y no tenías que estar tan atento a ella. También debería mencionar la poesía. La poesía, que fue ampliamente leída y memorizada, especialmente en los primeros siglos, cumplía con esa misma función. De modo que realmente fue con el advenimiento de las distintas pantallas, comenzando con la televisión –no creo que las películas estuvieran en conflicto con las novelas—pero básicamente, la tecnología de video, luego la tecnología de las computadoras, luego las tecnologías de comunicación de alta velocidad…Ciertos tipos de cosas que la novela solía hacer, como, “Bueno, yo vivo aquí al oeste de la nada, en Nebraska, y siento curiosidad por saber cómo vive la clase alta en Nueva York, supongo que puedo leer una novela al respecto.” Ya no tenemos que hacer eso hoy en día. Sólo enciendes la tele. Pones el programa de Lifestyles of the rich and famous. Puedes encontrar esa información en todas partes. Las novellas ya no hacen eso. Y cada vez más, creo que la mission del escritor es contar historias de una manera absorbent sobre las cosas de las que no pueden hablarse, que no pueden ser obtenidas a través de estos medios superficiales.

AVC: ¿Qué opinas de la lectura electrónica? ¿Cómo piensas que afectará la literatura en el largo plazo?

JF: Personalmente, no me han gustado los lectores electrónicos que han sacado. No soy fetichista con los libros, pero sí me gusta que sean sólidos y que no cambien. Gran parte de la experiencia de leer El Gran Gatsby es la historia en sí, y puedes obtener eso en cualquier forma, incluyendo una versión en audio y demás. Pero hay algo especial en tener ese libro, ese objeto físico, que volteo cada página y que tengo en el librero, que me importa a mí. Y probablemente lo más importante, es que esas páginas eran blancas, y luego imprimieron a Fitzgerald en ellas. El problema que tuve con el Kindle cuando lo probé fue que, saber, primero puse a Ann Coulter, luego a Flannery O’ Connor. (risas). Es la misma hojita. Hace que todo parezca insubstancial. En mi mente torcida, hace que las palabras sean más arbitrarias, menos intrínsecamente valiosas, menos sustanciales como si pudiera ser cualquier conjunto de palabras. Simplemente hacemos borrón y tenemos las memorias de Laura Bush, luego borrarla y tener a Samuel Beckett. No es un argumento elitista, lo que pasa es que alguien quiso decir algo ahí, y en la otra instancia, lo que se coloca es un producto. Hasta ese punto, me resisto a ello, pero dicho eso, me complace que alguien lea en cualquier forma que desee un libro mío.