21.1.11



Enero-Febrero 2010

¿El fin de la civilización, tal y como la conocemos??

Un foro de Duke Magazine explora el future de la lectura.


Para dar cierre a su veinticinco aniversaio, Duke Magazine organizó un foro en el campus que exploró lo que significa crear, transmitir y absorber a los principales marcadores de la civilización. El programa, parte del fin de semana de Bienvenida a finales de septiembre, lidiaba con ideas y controversias alrededor de la lectura, incluyendo la pregunta central del impacto de la tecnología sobre cómo, qué y porqué leer. La moderadora fue Deborah Jakubs, Bibliotecaria de la Rita DiGiallonardo Holloway University, y vice provost de asuntos bibliotecarios.

Los panelistas fueron Sven Birkerts, autor de The Gutenberg Elegies, un libro aclamado sobre el atractivo y significado cultural de la lectura; Andy Brendt ’89, director de gerentes del Laboratorio Creativo de Google; Julie Tetel Andersen ’72, profesor asociado de Inglés en Duke y autora de Linguistics Reimagined: Language Study for the 21st. Century; Philip Pennett, antiguo editor gerente del Washington Post y ahora Profesor de la Eugene C. Patterson de la Práctica del periodismo en Duke; y Lynn Neary, quien cubre libros y editoriales para la National Public Radio. A continuación, se presentan algunos fragmentos de la conversación.


Deborah Jakubs: Muchas veces me preguntan acerca del futuro de los libros. Estuve en un comité hace unos años, para contribuir a seleccionar las lecturas de primer año –todos los estudiantes de primer año en Duke leen un libro común y luego lo discuten. Alguien preguntó si estaba bien si lo escuchaban como audio libro. Las reacciones iban desde un “seguro,” hasta una manifestación de puro horror.

Conforme empiezan a popularizarse los Kindles y otros lectores electrónicos, comienzo a ver una suerte de polarización entre las personas que favorecen el Kindle versus aquellos que no, y los juicios de valor sobre los libros y sobre los libros digitales comienzan a surgir. Pero los libros no son sólo vehículos para el contenido. Los libros en nuestros estantes son una especie de biografía intelectual. Representan quiénes somos, y creo que probablemente no sea la única que, cuando se me invita a la casa de alguien a cenar, mientras recorro el espacio reviso sus libreros. Y al ver lo que han elegido mantener y tener en sus libreros me da un sentido sobre lo que esta persona es.

Leyendo es como obtenemos las noticias, cómo enseñamos y aprendemos. Este tema hace surgir preguntas sobre cómo empleamos la tecnología y avanzamos en nuestras búsquedas intelectuales. Y todo tiene que ver con cómo comunicamos nuevas ideas, conocimientos académicos, opiniones y descubrimientos.




Sven Birkerts: Las últimas décadas han traído un desarrollo desconcertante tras otro. las alarmas son conocidas; sólo resumiré las principales: que las pantallas y las máquinas de lectura reemplazarán a los libros. Que las bases de datos serán nuestro único conducto para la información y el texto. Que los periódicos y medios de reseñas se cerrarán y pondrán toda evaluación crítica en manos de bloggers disidentes.

Tengo un nuevo ángulo de preocupación aquí: estoy pensando en las bibliotecas. Hace unas semanas, la Academia Cushing de Boston anunció que la biblioteca ya no adquirirá o centrará sus servicios en los libros. Se convertirá, en efecto, en un centro electrónico de aprendizaje. Esta es una gran noticia no tanto por esa decisión específica, sino por lo que significa, que es que la idea no sólo ha llegado –sabíamos que vendría—sino que ha funcionado claramente por medio de una sanción institucional. Ilustra una disposición, una suerte de pensamiento que seguramente cobrará terreno. Algo recientemente impensable se ha vuelto pensable.

Gran parte de mi escritura se ha enfocado en las diferencias entre la lectura de libros y de pantalla en términos del individuo. He reflexionado sobre las implicaciones psicológicas de la conectividad, especialmente el impacto subliminal: ¿Qué ocurre cuando el texto es liberado de su contexto, su alojamiento, y, como muchas veces sucede, es revestido de vínculos? ¿Cómo se altera el viejo circuito autor-lector cuando la página erzats, la pantalla, es parte de un sistema vivo? La atención misma se redefine y, con ello, toda la gama de nuestras prioridades cognitivas. No sólo lo que vemos, sino cómo lo vemos, cómo lo leemos. De modo que, ¿qué significa cuando una biblioteca de impresos y papel tradicional se transforma en un centro de información electrónica?

La palabra escrita es considerada como información intelectual –contenido- y la idea es que una vena o medio de transmisión, el libro empastado, puede reemplazarse por otro, la pantalla y la base de datos. Además, existe la certeza extendida de que este último sistema está más acorde a cómo las personas tienen acceso y usan la información en nuestra era digital. Entra a cualquier biblioteca de escuela media superior o universitaria y verifiquen cuál es la actividad principal. Los estudiantes están la mayor parte del tiempo sentados en terminales, tecleando y revisando en pantalla.

El punto es que si el modelo de la Academia Cushing se adopta con mayor amplitud, no sólo estaremos sustituyendo un sistema de envío por otro. También, y perdonen la frase común, ascenderemos a un cambio de paradigmas.

El sistema del libro impreso siempre se ha regido por la premisa de la autoría individual, por la clasificación sistematizada, y en un progreso acumulativo a través de una cronología, por lo menos en lo que respecta a la escolástica. La biblioteca ha encarnado esto físicamente. Dado que los libros eran costosos y escasos y la mayoría de los individuos sólo podían poseer unos cuantos, el propósito de las bibliotecas desde el principio ha sido el de acceso centralizado. Pero, al servir esa función práctica, las bibliotecas también adquirieron un poderoso estatus simbólico. De la misma manera que la universidad, éstas han sido la manera como nuestra cultura coloca una impresión institucional en la vida de la mente. Pero las cosas claramente han cambiado. La asombrosa capacidad de las tecnologías de base de datos ya ha comenzado a hacer corto circuito con la función centralizada de distribución de las bibliotecas. Cualquiera con una laptop puede tener acceso desde casa para una buena cantidad de lo que de otra manera se encuentra alojado entre cubiertas y apilado. Si las iniciativas de búsqueda en Google tienen el éxito planeado, el principal propósito original de la biblioteca será casi eliminado en una década aproximadamente. La laptop será nuestra nueva biblioteca. Las pilas físicas serán eliminadas por capacidades de chip y el refinamiento de los motores de búsqueda.

Los libros en las bibliotecas, libros coleccionados deliberadamente, atendidos, acomodados, presentes en su masa física, le otorgan una imagen concreta a nuestra relación colectiva con el conocimiento. Que un libro existe en una biblioteca significa algo: Ha ganado su lugar en la impresión por medio de un proceso proscrito y fue considerado como valioso para los criterios de selección de la biblioteca –un proceso de seguridad en la puerta doble. Los libros acomodados en los estantes en orden de clasificación dan testimonio de la amplitud de un área temática y visualmente obligan el entendimiento de que el conocimiento es acumulativo. La clasificación misma referencia un entendimiento consensuado sobre la interrelación escolástica. Tomadas en su conjunto, estas realidades proyectan la importancia material, la realidad externa de la escolástica, de lo que podría llamarse la estructura del conocimiento.

Pensemos en el estudiante que más o menos ha crecido en nuestra cultura electrónica, que ya utiliza los libros de manera distinta, mucho más libremente que aquellos en una generación anterior. Imaginen que este estudiante, colocado ahora en un entorno sin libros, que ofrece no sólo el poder de la tecnología y la casi infinitud de datos al alcance de un tecleo. ¿Dónde encuentra su idea primaria de contexto, de los principios relacionales? ¿Qué paradigmas de conocimientos sostiene, y por medio de qué sanción lo sostiene? En una pantalla, donde todos los datos son creados a igual imagen y semejanza, ¿dónde obtiene su idea de autoridad? ¿Cuál es la imagen que desarrolla del conocimiento y sus muchas ramificaciones?

El libro físico representa, entre otras cosas, la idea de autoría, con todas las implicaciones de la autoridad individual contenidos en esa palabra. La transposición al por mayor de los libros a las pantallas y bases de datos harían del conocimiento un vasto tejido referencial –obviamente, una empresa mucho más colectiva. Donde se encuentra tanta información en red y vinculada, podemos esperar, y ya lo estamos viendo, la emergencia del modelo Wikipedia: corrección colectiva y ajustes y aumentos –la confección de un panal de información.

En el proceso, estamos reescribiendo la relación literal y conceptual del ser a la sociedad. No puedo comenzar a teorizar lo que esto implica en términos de poder y control. El debate sobre el escaneo de libros por parte de Google, sobre el derecho de reproducción –estas son las primeras instancias de este cambio. El individuo que navega en el sistema inevitablemente cederá más y más iniciativa a dicho sistema, confiando en el rango y recurrencia de los enlaces por encima de los testimonios en sí, olvidando en el proceso que el sistema encarna sólo la autoridad de la colectividad, y nada más.

Andy Berndt: Tengo que recordar un momento que tuve hace unas semanas. Fui a recoger el correo, y ahí se encontraba el volante sobre este evento. Y leí: “¿El fin de la civilización? El futuro de la lectura.” Y tuve que decirle a mi asistente: “¿Acaso esa parte sobre el ‘Fin de la civilización’ ya estaba ahí cuando aceptamos venir a este evento?” Porque esta imagen se encendió en mi mente, de estos cinco sentados en un círculo enfrente de un fuego candente, conmigo a unos pasos, sólo mirando alrededor –y yo pienso que vamos por un buen comienzo.

I have to recount a moment that I had a couple of weeks ago. I went and got the mail, and there was that flier about this event. And I read: "The End of Civilization? The Future of Reading." And I had to say to my assistant, "Was that 'End of Civilization' part on there when we accepted to come to this thing? Because this image flashed up in my head of these five sitting around in a circle in front of a roaring fire with me on a spit, just turning—and I think we're off to the right start.


Birkerts: Sabías que esto iba a suceder.

Berndt: Sí, lo sabía.

Amo los libros a morir. Ordeno libros, los necesite o no. Un temor mayor en mí son las órdenes en Amazon, hechas con un solo click. Es un problema para mí en lo personal. Pienso que la decisión de que la Academia Cushing se dedique a deshacerse de los libros es –y no estoy representando a Google—es horrible. No puedo imaginar qué tan empobrecedor será esto –tomar una biblioteca y vaciarla de libros.

Nuestros esfuerzos en Google son muy simples. La idea de que si vas a Google, y hay un pequeño recuadro, y tecleas algo en él, sólo estás buscando información. No estás necesariamente buscando la página que tiene esa información en ella. Y una enorme cantidad de la información, el conocimiento y la sabiduría de nuestra cultura acumulada no son libros –mucho más de lo que está en la Red. Si esa información pudiera regresar a ti, aun cuando sea un breve trocito, sin entrar al IP [Internet Protocol] de dicho libro, te ayudaría a encontrar esa sabiduría o esa información, entonces pensamos que la búsqueda será mucho más útil.

Vemos a Book Search [el servicio de consulta de libros en Google] como más acceso, para más personas, para más libros. Si eres el chico promedio que vive en una zona rural en Estados Unidos, tienes acceso a unos 6,000 libros en una biblioteca. Si añadimos a éstos –no reemplazamos, y este es un punto importante—el acceso a algo como Google Books o los libros escaneados de cualquiera, ese número se convierte en 10 millones. Y para mí, eso se siente como algo bueno.

Pero no nos interesa para nada el reemplazo de libros. Mucha gente que habla acerca de esto ni siquiera ha usado Book Search. La esperanza es que si puedes buscar algo acerca de un tema, y puedes encontrar un libro, incluso un fragmento del libro, que exista en otra parte, podrías continuar a buscar ese interés. Si no puedes, no podrías. Y eso me parece enormemente importante.

Julie Tetel Andersen: Recientemente me topé con un artículo que postulaba siete maneras de prevenir una decadencia cognitiva conforme crecemos, y se las voy a presentar en el orden inverso. La séptima es meditar, luego hacer rompecabezas, luego cepillar y limpiarse con hilo dental, tomar alcohol moderadamente, comer arándanos, luego hacer ejercicio. La manera número uno de prevenir esa decadencia es navegar en Internet. El artículo pasó a decir que los científicos habían descubierto que navegar en Internet puede ser más estimulante que leer. Interesada, y quizás preocupada, rastreé dos artículos que parecían hablar sobre este tema.


El primero fue realizado por un equipo de psicólogos de la Universidad de Indiana; esto apareció en 2008 en Psychological Science. Postulaba una relación entre un “foraging especial” y la búsqueda cognitiva interna. Y citó evidencia de que los mecanismos neuronales que se transformaban con el propósito de modular entre la exploración y la explotación en el “foraging espacial” han sido posteriormente adaptados en especies posteriores para el propósito de modular la atención. De hecho, la modulación de la atención, y esta sería una cognición dirigida a metas, es exactamente la problemática de patologías humanas tales como el desorden de déficit hiperactivo de atención, la adicción a las drogas, el Mal de Parkinson, el desorden obsesivo compulsivo, la esquizofrenia y ciertos comportamientos autistas.

Los psicólogos llegaron a la hipótesis de que tareas espaciales particulares puede lograrse que tengan efectos duraderos en los procesos generalizados de búsqueda-cognitiva –por ejemplo, exponiendo a los individuos a tareas durante el desarrollo—esto podría proporcionar claves útiles sobre por qué tanto hacer rompecabezas, el número seis de la lista, y navegar en Internet, número uno de la lista, podrían ser buenos para la cognición—porque ambas son tareas de foraging.

Quedé satisfecha con ese entendimiento hasta que recordé la declaración de que navegar en Internet puede ser más estimulante mentalmente que leer. De modo que me encontré con un segundo artículo, realizado por un equipo de UCLA, “Your Brain on Google,” publicado en febrero pasado en el American Journal of Geriatric Psychiatry. En su estudio, realizado con personas normales de cincuenta y cinco a setenta años, descubrieron que los patrones de activación cerebral durante el escaneo de fMRI, mientras los sujetos realizaban una tarea nueva de búsqueda en Internet fue mucho mayor que en la tarea de control de leer un texto en la pantalla de la computadora, formateada para simular la presentación prototípica de un libro impreso, donde el contenido se aparejaba en todos los sentidos. Formaron dos grupos: los versados en Internet y los desconocedores de Internet. Hubo un doble incremento en la activación del cerebro en los conocedores de Internet en regiones que median la toma de decisiones, el razonamiento complejo y la visión.

Una de mis definiciones de alfabetización es la habilidad para leer un texto largo, un tratado filosófico de 300 páginas o una novela rusa, y para entenderla en su totalidad, o por lo menos algo de su complejidad. Llamo a esto lectura profesional. El estudio de la UCLA puso al frente dos de mis suposiciones concernientes a la lectura profesional al desafiarlas directamente –principalmente, que ser capaz de leer un argumento o trama sostenida es a) en cierto modo bueno para ti, y b) incluso mejor para ti que, digamos, navegar en Internet.

Aunque el artículo de UCLA advierte que sus descubrimientos deben interpretarse a la ligera, estoy dispuesto a imaginar que la lectura es de alguna manera mejor que navegar, y que aquellos dentro del grupo de los cincuenta a los ochenta y cinco que ha dominado la habilidad de la lectura profesional tienen cierto grado de superioridad cognitiva, por encima de los veinteañeros y treintañeros que navegan profusamente, y que pronto se han vuelto menos profesionales en la lectura. Siempre necesitaremos lectores profesionales, y es por ello que un grado en Inglés seguirá siendo una excelente preparación para los abogados futuros. Pero esta habilidad en particular puede convertirse en una especialidad, como tejer, lo cual era obligatorio para todas las niñas.

Philip Bennett: Voy a hablar un poco acerca de esta tentadora paradoja en la que se encuentra el periodismo, el hecho de que hoy en día disfruta más lectores de los que jamás había tenido, aun cuando sabemos que la industria está desapareciendo. Creo que es útil hacer una distinción entre la crisis en el negocio del periodismo y los desafíos que el periodismo en sí enfrenta. Gran parte del debate sobre el futuro del periodismo realmente es acerca de tratar de encontrar nuevos modelos de negocios para el periodismo, y hay mucho menos esfuerzo [gastado] en tratar de descubrir nuevos modelos de periodismo para el periodismo. Y yo creo que esto –en la academia, en las agencias de noticias, y en cualquier parte—es una oportunidad no vislumbrada.

Antes de dejar el Washington Post hace unos dos meses, estuve un tiempo trabajando en un proyecto con, así es, Google. El ejercicio en sí, como podrás imaginarlo, fue un choque de civilizaciones que más o menos estaba entre El último de los mohicanos y Monty Python, mientras las personas de la prensa y los Googlers hablaban sobre el futuro de la cobertura de noticias. Una de las cosas en las que trabajamos para desarrollar fue algo llamado una “historia viva.” [living story. N. del trad.] Esta sería una historia que ayude a reconocer los cambios increíbles en el que se ha convertido el ciclo de noticias: un sistema bajo demanda donde las personas accesan mayormente en sus pantallas para descubrir qué está sucediendo. Y quieren que las historias de noticias estén continuamente actualizándose, no sólo en respuesta a la evolución de los eventos, sino en respuesta a sus propias experiencias de lectura. En otras palabras, quieren que captures para ellos qué es nuevo y qué es profundo simultáneamente –para ellos de manera individual.

En el caso de la historia de ultimo minute, una historia viva ofrecería un flujo continuo de información a la página web del periódico o revista, pero también comenzaría los rastros de un reportaje más profundo que crecería conforme la historia se desarrolla. Conforme regresas a la página verías los cambios que surgieron en respuesta no sólo a lo que fuera nuevo, sino también sobre lo que es nuevo para ti. Y serías capaz de remezclar una página, dependiendo de qué tan profundo quisieras indagar el tema. Con el paso del tiempo, las páginas de noticias evolucionarían hasta convertirse en páginas de referencia.

Para los periodistas, existe una pregunta interesante sobre el tiempo de vida de una historia. Una investigación como la que hizo el Washington Post sobre el Hospital Walter Reed fue manejada como una investigación tradicional de periódico, lo que significa que las personas estuvieron meses acumulando el reportaje, elaborando la escritura. Pero una vez que el periódico lo puso en el dominio público, el contacto del periodista con dicho contenido, su relación con una historia, esencialmente terminaba. El surgimiento de modelos en los cuales las historias se mantienen vivas, y los periodistas involucrados en éstas, puede seguir avanzando la investigación y el reportaje, es una oportunidad para las organizaciones noticiosas.

En mi liga periodística de fantasia, eventualmente el New York Times deja fuera del juego a Wikipedia, no como sitio de referencia, sino como organización noticiosa. Creo que Wikipedia se ha convertido probablemente en la mayor organización noticiosa en Estados Unidos. Cuando la gente escucha sobre algo que sucedió, sea o no sobre Sarah Palin o algo más, lo teclean en su cuadrito blanco, y Wikipedia tiene una mejor ejecución en los rangos de páginas de Google que casi cualquier otro sitio de noticias tradicional. Parte de este sistema, y esta es una de las cosas de las que hablamos con Google, fue tratar de crear una fórmula para anotar todas las noticias. Lo que esto implica es tratar de visualizar un sistema donde las fuentes del periodismo, en vez de ser opacas para los lectores, puedan estar muy en la superficie de la historia.

Lynn Neary: Yo estoy aquí, creo, por una historia que escribí el verano pasado sobre Kindle. Fue cuando algunos dueños de Kindle se despertaron una mañana y se dieron cuenta que Amazon había borrado 1984 y Rebelión en la granja de sus Kindles. Y me hizo pensar, si un libro simplemente puede desaparecer de tu aparato electrónico, ¿qué significa exactamente “tener” un libro? ¿Es acaso un objeto físico, o para usar una palabra que no me gusta, contenido? Y la lectura de un libro impreso, ¿es realmente distinta de la lectura en un aparato digital?

De modo que hablé con algunas personas sobre el tema, gente que tiene un lector electrónico como el Kindle, y creo que cada uno de ellos representa una suerte de arquetipo interesante para esta discusión. La primera fue la bibliotecaria. Se trataba de una mujer que hizo a un lado las protestas de sus compañeros bibliotecarios y se compró un lector electrónico. Aunque ella ama los libros, no mostraba sentimentalismo hacia los libros tradicionales, porque sintió que estos lectores serían tan convenientes. Pero sí mencionó que cuando llega a casa por las noches y está cansada, y quiere sacar su novela favorita para leer, no le gusta acurrucarse con su lector electrónico. Le gusta tener un libro de verdad y darle vuelta a las páginas.

El siguiente es el coleccionista. Su amor a la música lo llevó al iPod, y aunque sigue teniendo su colección de vinilo, ya no los escucha; escucha su música en el iPod. Y eso lo hizo pensar, “bueno, quizá también pueda leer libros en un lector electrónico. Hoy en día, ya no lee libros en formato tradicional. Los lee en su Kindle, y dijo “yo me acurruco con mi Kindle todo el tiempo.”

También es coleccionista de libros. Sigue coleccionando sus libros de La Guerra de las Galaxias de pasta dura, pero los lee en el Kindle. De modo que ya ha pasado de los libros como algo para leer, al libro como objeto de colección.

La siguiente persona es la que adopta tempranamente los dispositivos. Describió al libro tradicional como un recuerdo físico. También dijo que no siente necesidad de tener algo que sólo se queda en un estante como ornamento. Lee en todas las plataformas: impreso, en computadora, en iPhone, en Kindle. Lo que más le importa es la habilidad para accesar lo que quiera leer, cuando lo quiera leer, y en cualquier dispositivo. Y le gustan los e-books porque son más fáciles de usar. También opina que son más fáciles de buscar, de modo que ha pasado por encima de la idea de un libro físico y se ha acoplado por completo a la idea de un libro como contenido –no como objeto físico.

Y por último, pero no por eso menos importante, tenemos al diseñador, que no tiene un lector electrónico, pero que le gusta mucho pensar en ellos. Dice que se sienta en su departamento en Brooklyn y mira todos los libros que él y su esposa tienen en los libreros y piensa, ¿Por qué necesito todo esto? De manera que se está moviendo hacia esa posición del “ornamento en un estante.” Y piensa en los libros como metáforas y dice que no hay motivo para pensar que no serán distintos en el futuro, no sólo el diseño físico, sino el contenido. Preguntó, “¿Por qué necesitamos capítulos? ¿Por qué necesitamos páginas si sólo necesitamos avanzar o retroceder en la pantalla?”

Ya tenemos un ejemplo de hacia dónde pueden dirigirse las cosas con las pequeñas novelas que se escriben en los celulares japoneses. Generalmente, son escritos por jóvenes mujeres, y normalmente son novelas románticas escritas como seriales. Entiendo que en realidad los párrafos son de un enunciado o dos, y no son conocidos necesariamente por una estructura elegante. Pero son muy populares en Japón, tanto que la industria editorial se dio cuenta pronto y los publicó en pasta dura. Sea o no que los pases a una página impresa, siguen teniendo un estilo reconocible, y son llamadas “cell-phone novels.”

Quise hablar sobre algunas de estas cuestiones con Lev Grossman, un novelista que también reseña libros para la revista Time. Escribió que, debido a que los libros electrónicos no están limitados por restricciones físicas, las novelas serán más largas. Habrá más seriales; los escritores serán capaces de actualizar sus trabajos. La narrativa seguirá siendo importante, incluso más importante, y tendrá que movilizarse con mucha rapidez para estar a la par con el ritmo de la lectura digital, lo cual supone, creo yo, que comenzaremos a leer más rápido. Y finalmente, algo que no nos sorprende, y es que habrá una cultura literaria de gratificación inmediata.

Antes de llamarle, quise leer su novela, The Magicians, una suerte de versión adulta de Harry Potter mezclada con las Crónicas de Narnia. Abrí el libro, y justo al interior de la cubierta se encontraba uno de esos mapas que encuentras en los libros infantiles. Tiene un pequeño bosque de pinos ahí, y un castillo allá, y pequeñas flechitas que apuntan a distintos lugares. Lo llamé y le dije, “Sobre este mapa, Lev, háblame sobre este mapa. No era lo que esperaba.” Y me dijo, “Sí, estuve peleándome con el diseñador del libro para que el dibujo fuera más rudimentario, porque no dejaban de hacerlo más bonito, sabes cómo?”

Hay algo en ese mapa que me reafirma algo sobre el futuro de la lectura y el futuro de los libros. Me hace sentir que los e-books no van a tomar al mundo, porque por lo menos hasta ahora, realmente no podrías duplicar ese mapa en un lector electrónico. Podrías poner la imagen, pero no es lo mismo que un libro bellamente ilustrado. Y eso me hace pensar en los niños, porque sigo diciendo que no vamos a estar leyendo Goodnight, Moon a los niños en lectores electrónicos.

Algunos niños, probablemente los lectores más ávidos, se van a enamorar con la presencia y el olor y la sensación de un libro. Y siempre van a producir sentimientos al respecto, y siempre les va encantar como un objeto y un lugar al que siempre pueden regresar. Creo que todas estas cosas van a coexistir durante mucho, mucho tiempo. Y creo que eso nos plantea un buen futuro para la lectura.



© 2010 Duke University
Published Bi-Monthly by the Office of Alumni Affairs.

Libre traducción.


14.1.11

Cerebro de pájaro

¿Es la crítica del arte tan fácil que hasta un pichón puede hacerla?

Morgan Meis


Siempre he sospechado de los pájaros. Quizás se deba a que siempre están espiándonos desde arriba. Nuestros ancestros entendían que los pájaros estaban confabulados con fuerzas poderosas. Hurgaban en las entrañas de los pájaros para encontrar mensajes de los cielos, profecías del infierno. Se preguntaban para quienes trabajaban los pájaros. El pobre Prometeo fue castigado por el simple y humanitario acto de darle fuego a la humanidad. No es casualidad que haya sido castigado con la tortura de un águila que por una eternidad se alimentó de su hígado. Los pájaros siempre nos venderán por una miseria.

Nuestra más reciente humillación en manos de nuestros amiguitos emplumados proviene del inesperado ámbito de la crítica de arte. Los pájaros, al parecer, pueden entrar a cualquier área si existe la posibilidad de hacernos ver como unos tontos.

Esto fue lo que sucedió. Shigeru Watanabe (un psicólogo de la Universidad de Keio en Tokyo, y posiblemente un hombre aliado a los pájaros) montó un experimento vil. Watanabe le mostró pinturas de niños a unos pichones; un panel de adultos había declarado que cada obra era mala o buena. Entrenó a los pichones a distinguir entre éstas con un sistema de sabrosas recompensas. Cuando los pichones picoteaban correctamente, les daba semillas. Después, le presentó a los pichones diez pinturas que no habían visto. Los pichones reconocían las pinturas como “buenas” dos veces más que cuando reconocían a las pinturas “malas.” En resumen, terminaron siendo bastante buenos críticos. Existen aquellos (se suprimen los nombres) que escriben para publicaciones mayores a quienes podría irles notablemente menos bien. Dados estos resultados, Watanabe sostiene que “los pichones son capaces de aprender el concepto de una clase de estímulos que los seres humanos señalan como ‘buenas’ pinturas.”

Como si la crítica no estuviera en suficientes problemas desde antes. Todos los días, menos personas le prestan atención a lo que los críticos tienen que decir acerca de algo. En respuesta, los críticos pasan más tiempo tratando de justificar su oficio. Y luego llegan estos pichones, picotean una sola vez, y sanseacabó. La situación es particularmente nefasta para aquellos que siguen insistiendo que la crítica tiene que ver esencialmente con separar el arte bueno del malo, con sostener los juicios del buen gusto. El crítico de arte de The Guardian, Jonathan Jones, resumió recientemente su posición bastante bien, “Un crítico,” escribió, “es básicamente un bastardo arrogante que dice ‘eso está bien, eso está mal’ sin ser necesariamente capaz de explicar porqué.”

El gigante de la crítica de arte del siglo XX, Clement Greenberg, hubiera estado de acuerdo. Jones y Greenberg afirman que algunas personas simplemente tienen una habilidad especial para juzgar. Argumentan que algunas personas tienen mejor gusto que otras, y que el arte se sirve mejor cuando dichas personas hacen juicios definitivos basados en ese gusto. Cuando los buenos críticos hacen el trabajo de juzgar arte, también proporcionan un servicio mayor para la humanidad, empujando al resto de nosotros un poco más hacia el desarrollo de nuestros gustos.

Un crítico de esta tradición se encuentra en su estado más esencial cuando simplemente señala y proclama: “Bueno. Malo.” Pero los seres humanos siempre complicamos el proceso. Terminan diciendo demasiado. De ahí que los pichones tienen una ventaja natural. Son felices simplemente picoteando. Por lo tanto, ofrezcamos a estos pichones puestos en todos los principales periódicos y revistas alrededor del mundo. Visualizo un futuro en el cual un ejército de pichones críticos picotee a través de toda la historia del arte, presentando sus opiniones finales en una conferencia anual de pájaros. Finalmente sabremos si el Tiziano fue mejor que Caravaggio. Sabremos tantas cosas. Un sistema de valoración de este o aquel número de picoteos puede adoptarse en las galerías y los museos. Cada picoteo arrojará una cantidad de miles de dólares en las casas de subasta. Una nueva objetividad será disfrutada por todos. Los críticos humanos ya no tendrán que retorcer sus manos y engreírse en el acto de enjuiciar.

Jonathan Jones, por ejemplo, escribe, “Cuando digo que Hirst es un gran artista y que Ron Mueck, Marc Quinn y Banksy son ordinarios, sí creo que mi opinión sea verdadera –y que cualquiera que piense lo contrario carece de agudeza.” Para su suerte, pronto será relevado de la necesidad de tal bravuconería. Ya no tendrá que defenderse. Simplemente se referirá al sistema de valoración por picoteo y sabrá con seguridad si Hirst realmente es mejor que Mueck. Disfruten el arte de Mueck todo lo que quieran, no serás capaz de negar que es, digamos, un artista de tres picoteos, mientras que Hirst es de ocho.

Jones dice, “realmente es tiempo de defender lo que es bueno contra lo que es meretricio. Y realmente es posible encontrar ejemplos de excelencia así como de estupidez. En otras palabras, es un gran momento para ser un crítico –de tratar de mostrar a las personas lo que realmente importa.” En esto tiene razón. Verdaderamente es un gran momento para ser un crítico. Para los pájaros. Es momento de que los pájaros finalmente le muestren a las personas lo que realmente importa.

Pero te has de preguntar, ¿qué harán todos los críticos humanos después de haber delegado la crítica a los pájaros? Afortunadamente, hay una respuesta. El Profesor Watanabe hizo la siguiente observación: “Los experimentos demostraron la habilidad de discriminación, no la habilidad para disfrutar la pintura.” Ah, ahí está el detalle. Estos pajarracos pensaron que podían derribarnos unos cuantos peldaños al mostrarnos su habilidad para discriminar. Pero todo es tan mecánico con estos pájaros. Un picoteo ahí, otro picoteo allá y terminamos con la tarea. ¿Dónde está el goce?

Eso es algo que tenemos los humanos. Somos muy buenos para disfrutar. También nos va bien con el sentimiento de miseria. En resumen, somos una especie dramática y emocional. Es algo que las creaturas voladoras, con sus perspectivas aéreas y ojo de pájaro, tienen problemas para entender. Una vez que los picoteos finales del juicio han sido emitidos, los seres humanos seguiremos teniendo la habilidad, y ciertamente la necesidad, de hablar acerca del arte. Seguiremos teniendo que desarrollar nuestra propia relación con la obra que se ha picoteado.

Incluso hasta Jonathan Jones seguirá teniendo trabajo. A pesar de su pose Greenbergiana, la gran mayoría de las columnas de Jones para The Guardian ignoran las preguntas comparativas de bueno y malo, y discuten mejor el porqué. Se envuelve en una obra y quiere que te emociones por ella, igual que él. No tolera el outsider art, haciendo proclamas sobre el valor o la carencia de. Se pone de modo con el arte. Escribe cosas como, “Tendrías que tener corazón de piedra si no te conmovió, por lo menos un poco, por el prospecto de un pintor anciano parado en un abierto paraje en el este de Yorkshire, tocando las nubes y el cielo y los árboles hacia una segunda existencia en un lienzo que se mueve con el viento.” En su verdadera práctica como crítico, Jones es un participante, no un juez. Su obra sugiere que la crítica es simplemente parte de lo que hace al arte arte.

Resulta que ha habido críticos menos interesados en juzgar y más interesados en vivir y discutir. Un enemigo natural de los pájaros, Friedrich Schlegel escribió lo siguiente hace casi 200 años: “La crítica no significa juzgar las obras a partir de un ideal general, sino buscar el ideal individual en cada obra.” Este es un hombre que ya veía a los pájaros desde un horizonte distante. Construyó una crítica que se basaba en el goce, la participación, la conversación.

Recientemente, Jonathan Jones señaló un punto muy schlegeliano: “Reseñar,” dijo, “es parte de lo que hace al arte.” En otras palabras, buscar el ideal individual de todas las obras. Esto es lo que las personas saben hacer mejor. Bien podríamos dejar los juicios para los pájaros.


Morgan Meis es miembro fundador de Flux Factory, un colectivo de arte con base en Nueva York. Ha escrito para The Believer, Harper’s y The Virginia Quarterly Review. Morgan también es editor de 3 Quarks Daily..

Por si dudamos de la veracidad de estas proclamas, ya que el tono del artículo tiene ciertos elementos satíricos, pueden leer los resultados de la investigación aquí:

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1334394/

6.1.11

LA SOCIEDAD INTERNACIONAL NECRONÁUTICA

DECLARACIÓN SOBRE LA NOCIÓN DE “EL FUTURO”

ADVERTENCIAS Y EXHORTACIONES PARA AGENTES CULTURALES DE PRINCIPIOS A MEDIADOS DEL SIGLO XXI

TEMAS A DISCUTIR: Conciencia, Capitalismo tardío, Happy Days. Narrativas hegelianas de trascendencia, Hamlet, Joyce, Ballard, la Princesa Grace de Mónaco.

DOCUMENTO OFICIAL

TIPO: Declaración de la INS

AUTORIZÓ: Primer Comité, INS

CÓDIGO DE AUTORIZACIÓN: TMcC010910

DOCUMENTO

La Sociedad Internacional Necronáutica, al entrar a su décimo primer año, el Primer Comité ha estado recientemente bajo presión para extender, manteniendo el porte vanguardista de la SIN, una suerte de “declaración” que tanto evalúe los logros de la organización como pronostique su futuro. Ambos impulsos los rechazamos.

En cuanto al primero: ¿Qué significaría hablar “de” los primeros años de la SIN? ¿Hablar por encima de ellos, sobregrabarlos? El comentario podría incluir un recuento de la distribución del Manifiesto Fundador en la Feria Articultural de Londres de 1999; de la veloz respuesta a las proposiciones del Manifiesto por parte del mundo del arte y sus instituciones; de una serie de proyectos, cada vez más ambiciosos –audiencias, publicaciones, unidades de transmisión por radio que surgían desde Moderna Museet Estocolmo y el Instituto de Artes Contemporáneas de Londres (las “cajas negras,” como han dado a conocerse); de las Declaraciones presentadas en el Tate Britain y el Drawing Center en Nueva York; de presentaciones menos voluntarias de nuestros canales de propaganda por la BBC y otros medios, cuyas sitios en la Web hemos cooptado intermitentemente; y finalmente, de la historización –la inclusión como objeto de estudio en las currículas de las escuelas de artes.

Pero, ¿cuál sería el beneficio de tales comentarios? Contar los rayones que le has hecho a una cinta de película supone que uno puede salirse de la cinta y colgarla para secarla, plagada de citas entre comillas. Un error de escala y un fracaso conceptual, también: la cinta está en todas partes, siempre, desde ya –y nuestra meta debería ser la de interpretar todos los rayones.

¿Deberíamos hablar, entonces, del futuro? Esto podría parecer una empresa más vanguardista. No obstante la rechazamos, también, incluso más vehementemente. ¿Por qué? Porque los conceptos, presupuestos e ideologías incrustadas en este adjetivo saturado y flojo –“El futuro”—necesitan una urgente y vigorosa demolición. Tal demolición es la tarea que esta Declaración se plantea para sí misma. Sus contenidos deberían, como toda propaganda de la SIN, ser repetidos, modificados, distorsionados y diseminados conforme el lector lo crea apropiado.

1. El futuro, culturalmente hablando, comienza con un accidente automovilístico. O más bien, de su recuento: un desastre desde siempre ya mediado, archivado y recreado. “Estuvimos despiertos toda la noche, mis amigos y yo,” grita Marinetti desde la página frontal de Le Figaro en febrero de 1909. En unos cuantos párrafos se lanzará hacia un elogio lírico de arsenales y astilleros encendidos con lunas eléctricas violentas, de fábricas, trenes, buques de vapor y hélices de aeroplanos vitoreando como multitudes entusiastas conforme nos llevan hacia delante; nos incitará a destruir los museos, bibliotecas y academias, y nos informa que el tiempo y el espacio murieron ayer. Pero primero, el accidente automovilístico tiene que narrarse. Después de su frenético ritmo y discusiones nocturnas y sus maniacos y resueltos “garabateos,” los Futuristas (en el momento sin ser nombrados o anunciados: los futuros Futuristas) escuchan los automóviles famélicos anunciándose desde fuera de sus ventanas, y se arrojan en los asientos de conductor. Perros de vigilia enroscándose bajo sus llantas ardientes, enfrentando la muerte en cada vuelta, Marinetti se lanza hacia dos ciclistas tambaleándose en el camino “como dos argumentos igualmente convincentes pero no menos contradictorios” –esto es, encarnando el viejo orden cultural y sus debilidades (la razón, la lógica). Deteniéndose a unos cuantos pasos, gira, respingón, en una zanja, en cuyos sedimentos industriales se regocija, ya que “le recordaba al pecho de mi matrona sudanesa.”

2. Descocer las complejidades del documento de Marinetti tomaría más espacio que el que tenemos –de hecho, nos tomaría toda una vida. Pero marquemos tres asuntos: Primero, que con la llegada de “el primer amanecer,” el momento de ruptura con todos los pasados, se encuentra un momento casi proustiano de nostalgia. Más allá de sus matices raciales y colonialistas, el pecho recordado de la matrona nos sirve como una pegajosa magdalena negra. Segundo (y siguiendo con la línea proustiana), que el “evento” del Futurismo, o de la futuridad, está tan ligado a su propia escritura, que forma una matrushka de casi infinita regresión: el texto narra la noche durante la cual el texto fue escrito, ambos conteniendo e interrumpiendo al otro. Tercero (y siguiendo la línea de interrupción), que el estruendoso oleaje hacia el futuro es arrestado casi al tiempo que comienza: la vanguardia del mañana se descarrila a sí misma, y celebra el descarrilamiento en el momento que se anuncia a sí misma, como si el descarrilamiento formara parte de su raison d’être. El choque dramatiza la imposibilidad ontológica mayor de la declaración de Marinetti: si el tiempo y el espacio se murieron ayer, entonces, ¿dónde y qué es el mañana hacia el cual nos deberíamos de estar moviendo? El sendero recto, la carretera que lleva al futuro, desaparece; lo que queda es una implosión de pasados y presentes, un atrincheramiento bastante literal; incluso más literalmente, lo que queda, precede, y cierra por entero el evento (simultáneamente siendo cerrado por éste mismo) es un documento, un texto –el verdadero líquido negro en el cual se incrusta el ímpetu de Marinetti, a fin de cuentas, es tinta—un texto que carga en sí mismo una catástrofe.

3. Escuchen: el mundo es un signo de incansable visibilidad, más allá de seis millas.

4. Es una fuerte disputa de esta organización que nuestra era actual –llámenla “modernidad,” “capitalismo tardío,” o la séptima fase de la conciencia pre-tetana, según sea su disposición—tiene que comprenderse a través de los lentes de la catástrofe. Esto es tanto necesario como imposible: cómo podemos colocarnos por fuera o más allá de la catástrofe? Y a la inversa, es igualmente imposible penetrar su centro, vivirla por completo, mezclarnos con ella. Para frasearlo en términos temporales: el tiempo de la catástrofe no es fácil de asir. Como lo plantea tan elocuentemente Blanchot en La escritura del desastre: “Estamos al borde del desastre sin ser capaces de situarlo en el futuro: es más bien siempre ya un pasado, y aun así estamos al borde o bajo la amenaza, todas las formulaciones que implicarían el futuro –aquello que está por venir—si el desastre no fuera aquello que no llega, aquello que a puesto un paro a toda llegada. Pensar el desastre (si esto es posible, y no es posible en la medida que sospechamos que el desastre es pensado) es ya no tener un futuro en el cual pensarlo.”

5. La SIN rechaza la versión de tiempo de la Ilustración: del tiempo como progreso, una línea que se fortalece y clarifica conforme corre de pasado a futuro. Esta versión está ligada a una narrativa de la trascendencia: en el sistema hegeliano del Aufhebung, en el cual pensamiento y materia ascienden al ámbito del espíritu conforme los proyectos de la filosofía y el arte se perfeccionan. Contra esta visión idealista totalizadora (nosotros diríamos totalitaria), colocamos a contra-hegelianos como Georges Bataille, quien invierte este movimiento ascendente, enredando al espíritu en el abrevadero del materialismo de base. O a Stephen Dedalus, de Joyce, quien, al escuchar al idiota poeta Russel declarar que “el arte debe revelarnos ideas, esencias espirituales sin forma,” imagina platónicos arrastrándose por el trasero de Blake hacia la eternidad, y silenciosamente responde: “Sostente al ahora, al aquí, a través del cual todo el futuro se sumerge hacia el pasado.”

6. Para plantearlo en términos más directamente políticos: la SIN rechaza la idea del futuro, que siempre es la última carta triunfal de las narrativas socioeconómicas dominantes del progreso. Como nuestro Filósofo en Jefe Simon Critchley discutió recientemente, las versiones neoliberales del capitalismo y la democracia se presentan como una inevitabilidad, un destino al que le pertenece el futuro. Resistimos esta ideología del futuro, en nombre de la pura potencialidad radical del pasado, y de la manera como el pasado puede moldear los impulsos creativos y panorama imaginativo del presente. El futuro del pensamiento es su pasado, un pensamiento que da la espalda al futuro.

7. Comos señala acertadamente Walter Benjamin en “Tesis sobre la filosofía de la Historia,” al contemplar el Angelus Novus de Paul Klee –una figura flotante que mira atentamente algo de lo que se está alejando –el ángel de la historia mira hacia atrás. “Donde percibimos la cadena de los eventos,” escribe Benjamin, “él ve una sola catástrofe que se mantiene apilando ruina tras ruina y la arroja frente a sus pies.” Lo que llamamos progreso, Benjamin llama “la tormenta.”

8. Escuchen: parloteo de voces, 90.3 MHz, disonancia de fiesta interna. Varias elevaciones del Atlántico al Báltico. Ring tones en comerciales y anfitriones chillantes de la nueva generación.

9. Disparates intelectuales contemporáneos, primera parte: “post-humanismo.” El deseo, como se expresa, por ejemplo, en las novelas de Michel Houllebecq, para dejar atrás la furia y el fango de las venas humanas, logrando así una “libertad” imaginada o “autonomía.” Esto no es post-nada: es simplemente un Humanismo 2.0. Disipar al ser de su contingencia, su malla en deseo y redes de relaciones, fue la aspiración del humanismo desde el principio. Es una aspiración reaccionaria, una que clausura cualquier agencia o ética genuina. Como lo plantea tan convincentemente Levinas, no somos discretos ni estamos desconectados, ni deberíamos buscar serlo. Tal y como él lo dice: “Existimos en un circuito de acuerdo con la realidad”; “Tenemos un dedo atorado en la máquina.”

10. Consideremos al personaje Krapp, de Beckett, perdido en sus archivos de grabaciones: las bobinas, los carretes, los índices sobre los cuales transfiere sus recuerdos de años pasados; sus dedos siempre encima de los botones de play, de pausa, de rebobinar. La tecnología no está ahí para llevarlo más allá de su vieja condición sino para regresarlo a ella con una intensidad añadida. A pesar del conteo de sus cumpleaños, uno tras otro, el tiempo, para él, se mueve no hacia delante sino más bien, como las cintas mismas, en un loop.

11. Consideremos al personaje de Winnie en Los días felices, enterrada hasta su cintura en arena mientras reconstruye los mismos actos y gestos, día y noche. Para el segundo acto, está enterrada hasta el cuello. Como Krapp, o Marinetti en la zanja, su experiencia no es de progreso sino de atrincheramiento.

12. Escuchen: Risperidone y Bupropion para una nueva llegada de depresión con rasgos psicóticos, filtrando la voz de America. Marchitándose en el aire.

13. En 1725, conforme la Ilustración reunía fuerzas para un asalto total a la conciencia humana, el pensador italiano Giambattista Vico publicó La nueva ciencia, un texto que se implantaría como bomba de tiempo en el corazón de la nueva ideología, expplotando un siglo y medio después en los escritos de Nietzsche, Spengler, Foucault y similares. Para Vico, la historia sucede en ciclos: primero viene el corso, o “flujo,” luego el ricorso –un término ambiguo que tiene el sentido doble de “repetición” y de “revisión” o “apelación.” El punto es que, históricamente, avanzamos no hacia nuevo terreno sino hacia viejo terreno de maneras novedosas: más conscientemente, con una comprensión más profunda, más matizada. En el momento definitivo del modernismo literario, Finnegans Wake, Joyce utilizará el sistema de Vico como una pérgola sobre la cual puede crecer su visión no sólo de la historia social e internacional, sino también de la cultura: ambas, nos dice en el enunciado de apertura de la novela (que también es la conclusión de su enunciado incompleto final), siguen un “commodius vicus de recirculación.”

14. Loops, no líneas: ya desde el primer Freud, el tiempo, o temporalidad, del trauma tiene la estructura circular de un ciclo repetitivo. Para el final de su carrera, habría extendido esta lógica traumática para cubrir a la conciencia en su totalidad: los seres humanos son motores de repetición con su mira siempre hacia atrás, que nacidos de vuelta incesantemente (como Fitzgerald lo plantea más líricamente) en el pasado.

15. La conciencia, como afirma otro de nuestros héroes, William S. Burroughs, se mueve en un loop de siete segundos, creando brotes temporales de “inmediatez.” Burroughs tenía igualmente su dedo atorado en la máquina: estuvo meses enteros experimentando con cintas de carrete, grabando, empalmando y transcribiendo –una extensión de las técnicas del cut-up que había desarrollado en ese viejo medio del papel impreso. Creía, no por completo incorrectamente, que ya que la realidad que habitamos es tan profundamente moldeada por las organizaciones de medios, y por los cuerpos corporativos y gubernamentales mano a meno con los cuales operan estas organizaciones, que cortar y reacomodar las secuencias de los guiones de esta realidad tendría el efecto de crear un corto circuito, volándolo en mil pedazos: una nueva catástrofe para contrarrestar esa otra presente que la contraparte de Burroughs, Debord, llamaría “El espectáculo.” La tarea, para Burroughs o Debord, no es sólo la de sugerir tramas futuras para el guión maestro, sino la de exponer y subvertir al mismo Estudio de la Realidad. “Dejen que se caiga.”

16. En una serie de intervenciones con medios, cuidadosamente planeados y ejecutados, auspiciados por instituciones tales como ICA, el Moderna Museet, Hartware MedienKunstVerein Dortmund, y otros que deben permanecer anónimos, la SIN empleó las técnicas de cut up de Burroughs para producir, empalmando frases extraídas de periódicos, sitios en la Web, reportes meteorológicos, y otras fuentes de medios, secuencias que luego fueron leídas en la radio FM. Estos han sido insertados en puntos seleccionados a través de toda esta Declaración. Burroughs creyó que este proceso podría ofrecernos un vistazo hacia el futuro –este último término entendido como algo no que está por llegar sino ya registrado en otro punto del carrete que está siendo trabajado y ultrajado por la intervención.

17. Escuchen: Estocolmo, dentro del umbra, 08:40-09:42. Herida cerebral en el hemisferio derecho, ninfa de río oscuro, su nombre es Eco, y siempre responde, expresada en Tiempo Dinámico Terrestre. Mañana serán tres minutos y cincuenta y siete segundos más largo.

18. Disparates intelectuales contemporáneos, parte dos: neurociencia. O mejor dicho, la simplista transferencia al por mayor de la lógica de la neurociencia al ámbito de la cultura. Otro juego de barajas en una narrativa del progreso que se presenta como absoluta, “objetiva”: la creencia de que el arte y la literatura pueden ser “explicados” por un discurso que no tiene de ninguna manera relación con ellos. Como si la interminable complejidad del pensamiento y la interpretación que se exige por Hamlet pudiera sustituirse por el acto de tomar una biopsia del cerebro de Shakespeare, o los desafíos y provocaciones interminables que presenta Inland Empire fueran neutralizados colocando electrodos en esa extraña cabellera de David Lynch. El significado ocurre en lo simbólico, es constantemente negociado por el lenguaje (sea este hablado o visual), a través del dinamismo de la metáfora, estructurado por el deseo, el poder, el género, y el resto. Este proceso es abierto, constante y –lo más importante—disputable. Es por eso que tenemos arte.

19. Escuchen: Ovidio 251 Lucha con la Quimera. Vientos alzados extendidos decodifican. Seminole. Pasa uno pasa dos veces.

20. Escuchen: entre ciudades, países, y continentes, vamos a chocar.

21. Un loop de vuelta a donde comenzamos, a la fosa entintada de la que no salimos nunca: el futuro termina donde comienza –o termina antes de comenzar, pre-finaliza en anticipación a su eterno recomienzo, independientemente de como quieras plantearlo—con un accidente automovilístico. El de Marinetti, el de Camus, el de James Dean, Jayne Mansfield, la Princesa Grace de Mónaco, o Sin Gracia y Tonta de Kensington, o las interminables víctimas anónimas que pueblan las serigrafías en la compulsión repetitiva de Warhol –las identidades, finalmente, no se diferencian, no más que los restos de chatarra que se apilan ante los pies del ángel de Benjamin en el flujo y reflujo de la tormenta.

22. Es por ello que, para nosotros, la novela más verdadera de la modernidad reciente es Crash. Desde el principio del libro, el autor hace dos declaraciones: primero, que ya estamos rodeados de ficciones (modelos de estilo de vida, fantasías, roles e identidades sexuales, todos estos impulsados por los medios a la manera de Debord/Burruoughs); la tarea del escritor, nos dice, “es inventar la realidad.” Encontramos que esta declaración es muy sorprendente. La segunda, un poco menos: Ballard afirma que la finalidad última de Crash es servir como una advertencia contra “ese ámbito brutal, erótico y sobre iluminado que se asoma...desde los márgenes del paraje tecnológico.” La afirmación convence poco, no sólo porque el modo que recorre Crash, lejos de ser de advertencia o repugnancia, es de celebración lírica (de rostros abollados iluminados por arcoiris quebrados, celosías delicadas de sangre y combustible de motor quemándose en zanjas al lado del camino), sino porque la novela está obsesionada no con un tipo de futuro, distópico o de otro tipo, sino más bien con los archivos. Vaughan, el personaje central, recopila documentos de investigación de laboratorios de investigación sobre caminos y reportes de revistas forenses y de las bitácoras robadas de médicos. Colecciona cintas de pruebas de colisiones, las cuales reproduce una y otra y otra vez. Sigue a las víctimas de accidentes armado con una cámara, agrupando álbumes llenos de fotografías. Por encima de todo, es como un curador. “Ballard,” el narrador-personaje, ve en las hendiduras de los parabrisas los registros de personas que se han estrellado en ellos; después de su accidente se describe a sí mismo, utilizando una dicción a-la-Krapp, como “un cassette emocional, tomando mi lugar con todas esas escenas de dolor y violencia que iluminaban los márgenes de nuestras vidas –las cintas noticiosas de la televisión sobre las guerras y los motines estudiantiles, desastres naturales y brutalidad policíaca que vagamente vimos en la tele a color mientras nos masturbábamos mutuamente.”

23. Y –esta es la genialidad de Crash—de este panorama surge el evento: el überaccidente que no logra suceder, que ocurre precisamente porque no ocurre. La finalidad última de Vaughan es morir en una colisión frontal con Elizabeth Taylor en el momento preciso del orgasmo. Se la pasa meses planeándola, hasta el más diminuto detalle (averiguando a qué hora ella cruzará por tal o cual lugar, el ángulo de aproximación que su carro debe hacer hacia ella, y demás). Sin embargo, desastrosamente, se equivoca y no falla por unas cuantas pulgadas; posteriormente, mientras que Taylor se encuentra sola, congelada bajo la luz de una ambulancia, tocando su mano enguantada su cuello, él se ahoga en su propia sangre. Vaughan, quien ha estado en miles de choques automovilísticos, se ha topado con su primer accidente.

24. Esto, quizás, se acerca a lo que nosotros queremos dirigir nuestras sensibilidades: la brecha, la repentina y epifánica emergencia de lo genuinamente no planeado, el salirse del guión. Para ponerlo en el badiouiano de moda, el Evento. La SIN cree en el Evento –en el poder del evento, y el del arte, para llevar ese evento dentro de sí mismo: llevarlo de paso, o mantenerlo en suspenso, como potencialidad. Y, paradójicamente, la mejor manera como el arte puede hacer esto es permitiéndose a sí mismo ser distraído, mirando por el espejo retrovisor.

25. Una nota al pie sobre Ballard: cuando, en 2006, un grupo de escritores, científicos, artistas, arquitectos y misceláneos se les pidió que contribuyeran cada uno con un enunciado para el compendio de Hans Ulrich Obrist sobre el Futuro, J.G. barrió con todos. Mientras que los otros plantearon dramáticas y visionarias declaraciones sobre la tecnología, la sociedad, lo virtual y todo otro motivo

26. Escuchen: Radio Essen, 102.2, desde el Atlántico hasta el Ostsee. Mich aber umsummet die Bieen. Trompetas, Wupertal, Reuters, bajando 48, IBM abajo .84, AT&T abajo .67. Las abejas zumban a mi alrededor, y donde el labrador hace sus surcos, los pájaros cantan a contraluz.

DOCUMENTO TERMINA

La Sociedad Internacional Necronáutica (International Necronautical Society, o INS) fue fundada por el novelista Tom McCarthy en 1999, y está compuesta por una red amorfa y muchas veces oclusiva de escritores, artistas, filósofos y otros. Saliendo a la superficie a partir de publicaciones, intervenciones en medios, obras de arte y eventos en vivo, la SIN constantemente reitera (o redramatiza) el compromiso de su Primer Manifiesto, de “trazar, entrar, colonizar y, eventualmente, habitar” espacios que se abren alrededor del signo de la muerte.

FUENTE: The Believer

http://www.believermag.com/issues/201011/?read=article_necronautical

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