10.11.11

A TODA LA COMUNIDAD ARTÍSTICA

DE MEXICALI

Somos una clase creativa. Pertenecemos a un grupo social que busca imaginar un mundo mejor. Venimos de todos los estratos sociales y estamos en todas partes. Pueden encontrarnos en los salones de preparatoria, mientras termina la clase de matemáticas y alguien está sentado al fondo del salón con un cuaderno lleno de escritos, ideas, dibujos grotescos; pueden encontrarnos en las maquilas, ya sea como operadores o supervisores, pero que por las tardes se dedican a diseñar calcomanías para pegarlas en la calle; puedes vernos diseñando tarjetas, logos, interiores de cafés, colaborando en un cortometraje y organizando coreografías y posibles trabajos de performance; puedes encontrarnos discutiendo en alguna lectura, perdidos en festivales, ferias del libro, conciertos y demás ofertas culturales de los alrededores; podemos estar en los pequeños espacios de diseño gráfico, con una chamba de freelance que te permite seguir reuniéndote con los amigos a tocar covers de Metallica, o encerrados en cuartuchos mientras editamos los videos a las tres de la mañana, pueden encontrarnos dando clases, mesereando en un café o sonriendo la sonrisa obligada del empleado de Starbucks, puedes encontrarnos encerrados en nuestras casas, complotando algo, lo que sea, que nos deshaga de la abulia y del sentimiento de mismidad en el que vive Mexicali; puedes encontrarnos pintando en las calles, bailando en cafés, cantando a todo pulmón entre amigos, gritándole al cielo, gritando en medio del desierto. Puedes incluso encontrarnos en plena calle, porque somos muy vagos y nos encanta deambular en esta ciudad donde nadie deambula, nos puedes encontrar sentados en una esquina, sin hacer nada, perdiendo el tiempo.

Imaginando. Tal y como debería ser.

Pero también nos encuentras haciendo muchas cosas. Tomamos fotos por doquier, confeccionamos ropa, mantenemos blogs y una red conspiratoria de amigos y enemigos con quienes compartes información, chistes, ideas y más ideas. En ocasiones nos encuentras sonriendo en silencio. Y es que nos gusta imaginar. Las clases creativas son para eso. A diferencia de, digamos, una clase política (cuya imaginación consiste en buscar maneras de manipular las circunstancias para beneficio personal) o una clase empresarial (que vive noche y día con la obsesión de mantener el barco de su riqueza a flote), la clase creativa está conformada por personas inteligentes, sensibles, que gozan de una imaginación precoz y una necesidad de hablar, de comunicar lo que imaginan. Y que han descubierto la virtud del ocio, no como tiempo perdido, sino como tiempo dedicado a pensar, a ser.

A veces lo que quieren comunicar los miembros de la clase creativa no es agradable; puede incluso ser molesto y hacer enojar a dos que tres buenas conciencias; pero en ellos hay una necesidad inherente de decirlo. La clase creativa tiene cosas qué decir acerca de este mundo. Lo dice por medio del arte, por medio del teatro, la danza, la música, el video, la literatura, las acrobacias y cualquier medio circunvecino de expresión. La clase creativa tiene cosas qué decir acerca de Mexicali, de su gente, de sus costumbres, de sus leyes, de las resoluciones gubernamentales, del entorno cada vez más violento, y también cada vez más hipócrita y cínico en el que vivimos, y que propone un rumbo hacia donde podríamos dirigirnos. Y las está diciendo, y las manifiesta y las expresa y es importante que reconozcamos que ya no somos la misma ciudad, y que quizá no todos seamos un solo Mexicali, sino muchos Mexicalis, y que es importante que nos miremos al espejo de vez en cuando.

La clase creativa tiene como gran virtud la capacidad de imaginar posibilidades. En un mundo donde ya todo es posible, desgraciadamente, es muy difícil pensar en lo imposible. La clase creativa piensa en lo imposible. Y en el mejor de los casos, lo hace posible.

Sin embargo: la clase creativa no tiene representatividad social en esta ciudad; el artista, el creador, el diseñador, el que emprende proyectos creativos, es castigado socialmente, ante una falta de reconocimiento y valoración de sus capacidades. En algunas ocasiones, es perseguido, quizá no por lo que piensa o hace, sino incluso –lo que es peor—por como se ve. La clase creativa necesita una voz y un voto, porque, repito, tiene cosas qué decir. Y tiene necesidad de ser escuchado, de propiciar en esta ciudad una pluralidad de opiniones, no la unilateralidad a la que estamos acostumbrados, lo que nos ha llevado a convertirnos en nuestros propios enemigos. La clase creativa se ha dedicado recientemente a tomar esta ciudad. A hacerla suya, a reclamarla como algo propio. Y recupera los espacios urbanos y descubre que nuestro entorno puede ser mejor. Hasta donde yo he podido entender, ese es el espíritu de los encuentros y festivales de arte que se han propagado en la ciudad, y este es el espíritu que desea transmitir el Festival Vértice en el Centro Cívico: el de una clase creativa que invade un espacio para decir AQUÍ ESTOY Y ASÍ SOY.

Quienes visiten el espacio este fin de semana, podrán encontrarse con el inicio de algo que, quienes nos hemos involucrado en este evento, deseamos que sea perpetuo, permanente: la posibilidad de recuperar los espacios del Centro Cívico, en miras al posible establecimiento de un corredor cultural y comercial en Mexicali. No será quizás el único lugar destinado para ello, pero puede ser uno de estos lugares. Lo que verán en el evento es sólo la representación de algo que deseamos suceda todos los fines de semana: espacios de galerías, escenarios para eventos, un espacio de cine al aire libre, un lugar que te ayude a recrear tu mente y que despeje o disipe la angustia. No es un evento perfecto, pero es un gran salto que, desde que inició el acondicionamiento, ha transformado las expectativas de los locatarios en los alrededores. Se ha revitalizado la zona. Es posible que entre todos podamos dedicarnos a hacerlo, poco a poco, paso a paso.

Asimismo, el espíritu que yo quise transmitir a quienes se han involucrado con el proyecto es el de pensar en esta zona como espacio de recuperación, bajo la idea de los ciclos vitales por los que atraviesan las ciudades, cómo se van reconformando los espacios urbanos en desuso para convertirlos, precisamente, en espacios para la creatividad y la recreación.

En ese sentido, como parte de mi trabajo consistió en hacer la curaduría de las obras que estarán en exhibición (no los murales que ya se encuentran pintados en la zona, sino las obras de distintos artistas a quienes se les solicitó trabajo), decidí que la mejor manera de presentarle a la comunidad las capacidades de la clase creativa es a través de la diversidad. Una de las cosas que distinguen a los artistas en Mexicali es, precisamente, la diversidad de formas, estilos, temas y aproximaciones al ejercicio plástico. El énfasis que intento hacer con esta muestra es en la diversidad, esto es, en la pluralidad de ideas y de propuestas y posibilidades que pueden convivir en un mismo espacio. Claro, es un ejercicio perfectible, y como todo ejercicio de apreciación, el gusto entra en juego, y quizá no todas las obras sean de su agrado, pero eso es parte del encanto, y es probable que conforme progrese el proyecto se irán definiendo tendencias más claras, pero por lo pronto, considero que lo más importante, es que el público mexicalense (no nosotros, los creadores, artistas, escritores, músicos, diseñadores y demás, que ya estamos adentro de este espectro y que, desafortunadamente en algunos casos, nos hemos dedicado malamente a criticar el trabajo o los esfuerzos de otros) se dé cuenta de que vive en una ciudad con una enorme pluralidad de visiones, y con una enorme necesidad de imaginar posibilidades. Y que esas visiones se encuentran en estos momentos plasmadas en los pasajes Celaya, Janitzio, Autlán y San Miguel, en el Centro Cívico.

Esto bien puede ser el inicio de algo importante.

Los esperamos,

Alejandro Espinoza