4.3.13


Los maestros de la trama


Ellos, aunque nadie los conoce a ciencia cierta, son los maestros, dueños y operarios de la intranquila e infame historia de México y sus mexicanos. Estas figuras, como la de los mejores narradores, no son necesariamente públicas, están recluidas en sitios especiales, acomodados en sillones de respaldos cómodos, una larga mesa de escritorio llena de papeles, bocetos, mapas mentales y listas de personajes, fumando cigarrillo tras cigarrillo, imaginando lo que sigue. Los maestros de la trama siempre saben qué sigue. Y lo que sigue siempre es más terrible, más mágico, más insólito y más abrumador que todo lo ocurrido en el pasado. Son los responsables de llevar la ficción literaria a un nivel menor de contacto con la realidad. Son los responsables de que la realidad se vuelva cada vez más ficticia.

Utilizan artilugios y figuras especiales de retórica, frases pegajosas y palabras que circulan como virus en el torrente sanguíneo del habla popular, así como herramientas narrativas ligadas al oficio de contar historias (ahí donde contar significa fabricar una verdad que todo mundo cree o finge creer), para confeccionar esa gran historia en la que nos hallamos inmiscuidos y que ni siquiera nos damos cuenta que participamos en ella. Recursos como la revelacion, el giro de tuerca, los personajes recurrentes (que aparecen en un volumen de la gran novela, desaparecen y luego vuelven intempestivamente cuando menos lo esperabas), las digresiones insólitas, las descripciones detalladas, tipo play by play, de eventos impactantes pero fugaces, todos estos elementos entran en esa caja de pandora que controlan absolutamente los maestros de la trama.

¿Qué cualidades tienen estos diseñadores de tramas, que hacen de nuestra vida nacional un espectáculo tan interesante y siniestro? Bueno, pues la clave está en la contundencia. Si algo he aprendido de ellos, es que 

a) cada nuevo elemento de la trama tiene que llegar con la sutileza de un hecho desapercibido; 

b) luego pasa a ser un acto, un evento... 

c) que luego se convierte en rumor, 

d) luego en mito  

e) y, finalmente, en ese relato que todos difundimos en las mesas de Sanborn's, en las mesas de la cocina, en los rincones de las oficinas, en ese teléfono esquizofrénicamente descompuesto que son las redes sociales. 

Nada más sencillo que matar personajes de la nada, desencubrir las virtudes y malicias de otro y desarrollar el hilo de una mágica historia de amor para que la sigan los más incautos, nada más sencillo que todo esto para que la sociedad en general, desde los lectores menos atentos hasta los más agudos e histéricos, se mantengan en vilo, en vela y, en ocasiones, congelados por la brutalidad de los hechos. Nada mejor para los maestros de la trama que mantener a un pueblo de lectores inmóvil, incapaz de mover un dedo. 

Hay gente que llora con las historias que fabrican los maestros de la trama. Hay quienes miran despectivamente el desarrollo de los eventos, demasiado cínicos como para importarles las tragedias cotidianas que estos narradores fabrican a su alrededor. Hay gente que ríe, que se emociona, que le echa porras a los protagonistas y se "va con el cuento", (la meta final y más sublime de los maestros de la trama) suspendiendo no solo la credulidad sino la sensatez. Hay otros que se ponen de rodillas y piden por favor clemencia, ya que la realidad sentida a flor de piel corta de tajo todo sueño de justicia o de verdad. Hay quienes se sienten cómplices del relato armado, sonríen en silencio, saben de lo que están hablando, saben lo que quieren lograr con ese evento chusco, con esa burla mediática, con ese accidente aéreo o con esa celebridad descubierta cometiendo ilícitos o teniendo amasiatos con gente poderosa o vínculos con terroristas carismáticas. Lo saben, pero no le dicen a nadie. 

Los maestros de la trama son los operadores de la realidad. Son los mejores en la generación y escenificación de experiencias. Tienen equipo de video (clandestino o de primera línea), tienen relatores especializados en transmitir el nuevo suceso de la trama, tienen incluso extras que forman parte de la escenificación y están dispuestos a fingir que lo que están viviendo es verdad (aunque muchas veces, estos extras no se dan cuenta que están siendo extras). A su vez, desde la confección de las palabras clave que luego nosotros circularemos a través de memes (que son el equivalente a la voz memoriosa del pícaro o de la señora colmilluda de las viejas novelas costumbristas del siglo XIX), hasta los marcos de análisis que los que juegan el papel de expertos hacen en paneles de discusión y debate televisados, todo esto está fría y bellamente calculado por estos incansables constructores de ficciones: Nada, nada, nada de lo que sucede en nuestra realidad nacional ha sido fortuito, desde hace más de cien años.  

A los maestros de la trama, les encantan las decapitaciones.

Les encanta cuando los sucesos se desmenuzan tal y como lo habían previsto.

Les encanta el drama, pero sobre todo, les encanta el drama que generan los demás, esto es, el pueblo, que reacciona ante cada ardid o escándalo que ellos construyan.

Adoran cuando los relatos adquieren una resonancia internacional. Aunque a veces sí les da un poco de miedo.

Pero por encima de todo, están obsesionados con las figuras grises, las que pasan desapercibidas, cuyos nombres reverberan por unos momentos luego regresan al anonimato y a la cifra estadística, son las figuras que terminan  desapareciendo, o que son acribilladas, ejecutadas, perseguidas, torturadas, o en el mejor de los casos, involucradas en escándalos y pifias de distintos tipos.  Pueden ser malos o buenos, sicarios o hijos recatados, delegados municipales que buscaban el bien, señoras que no se cansaban de tocar las puertas de las instituciones en busca de una respuesta a su tragedia personal. Reconocen en el personaje anodino la clave para mantener no solo la frescura del relato sino un margen de veracidad. La lista de estos personajes es infinita. 

No sabemos quiénes son los maestros de la trama. Sabemos que están ahí, confabulando esquemas, estratagemas, secuestros, persecuciones, espectáculos de cantos, juegos y narraciones sobre "personas con capacidades diferentes" que tienen una historia triste e inspiradora que contar. Tampoco se trata de esas figuras omniscientes que han acompañado a la historia de la humanidad y que siempre queremos clasificarlas bajo el término “El Poder”. El poder de los maestros no se preocupa por la banalidad de ese poder fáctico o de liderazgo ideológico, de grupúsculos temerosos de fundirse con el resto de las tragedias nacionales, cuando la verdadera intención --y el verdadero poder-- de los maestros de la trama, es hacer que nuestras vidas siempre estén pendientes de lo que sucederá mañana. Y a veces somos escépticos de que a la mañana siguiente las cosas cambien. No cambiarán. Serán las mismas de siempre. Pero nos mantenemos ligados a la trama porque nos encanta seguir los patrones como se construyen el drama y la tragedia. También, porque nos gusta ver a señoras llorando frente a las cámaras. 

Los maestros de la trama son dueños de nuestra vida, demiurgos de sentido humor seco que escriben cada instante de nuestras vidas. Y no hay nada que podamos hacer al respecto. ¿O sí?