12.1.17

El ’17 que viene

Franco “Bifo” Berardi


El colapso interminable

El centésimo aniversario de la Revolución Soviética muy probablemente coincidirá con un colapso global. La recuperación tan anunciada no llegará, y se está escenificando una oleada de la derecha con tintes racistas.

El colapso del capitalismo será interminable y enormemente destructivo, siempre y cuando no surja una nueva subjetividad y un modelo social diferente no se desarrolle. La subjetividad que en el siglo XIX se expresó por medio del movimiento de los trabajadores parece estar hoy en día tan desintegrado que no podemos imaginar otra posible recomposición en el futuro cercano.

Los levantamientos antifinancieros de 2011 no lograron revertir la ruta del saqueo financiero, y los partidos europeos de izquierda han aceptado las políticas de austeridad, aun cuando esta traición probablemente provocará su derrota final.

La dinámica que llevó al ascenso de los Nazis y luego a la Segunda Guerra Mundial está de vuelta. Los partidos nacionalistas contemporáneos hacen eco de lo que Hitler dijo a los trabajadores empobrecidos de Alemania: ustedes no son los trabajadores derrotados y explotados, sino guerreros nacionales, y ustedes ganarán. No ganaron, pero destrozaron Europa. Tampoco ganarán esta vez, pero se están posicionando para destruir al mundo.

El constante empobrecimiento de la sociedad no es una necesidad natural, sino una consecuencia de las políticas de acumulación financiera. El modelo neoliberal se implementa por medio de la fuerza del automatismo, mientras que el consenso se derrite. El número de julio, 2016 de The Economist tenía el tema de “Anarquía en Gran Bretaña” y aceptaba la bancarrota de la globalización neoliberal. Los síntomas son visibles: estancamiento, sobreproducción y luego deflación; inminente recesión.

Las fuentes del estancamiento y del desempleo –la saturación del mercado y la reducción del tiempo laboral necesario—no son modas inherentemente negativas en sí mismas. Por el contrario, desde la perspectiva de la utilidad social, nos comprueban que la era de escasez ha terminado y la emancipación del tiempo humano del trabajo repetitivo es inminente. La base material ahora existe para que las personas dediquen su tiempo al cuidado de otros, de sí mismos, de la educación y de otras actividades ajenas al mercado.

El capitalismo, sin embargo, es semióticamente incapaz de implementar las potencialidades inherentes al conocimiento y la tecnología: su dinámica tiende, de hecho, a contener aquellas potencialidades dentro de los viejos esquemas del crecimiento y la acumulación. Consecuentemente, transforma las potencialidades del conocimiento y la tecnología en factores de escasez y destrucción.

Esta distorsión ha empobrecido a la sociedad europea y está desatando una reacción antiglobalista que alimenta al resentimiento, al fascismo y a la guerra. ¿Qué sucederá?

1917 no volverá a suceder

En la era del poder bio-info-político, el Palacio de Invierno está vacío. Pero debemos revisitar 1917, porque la Unión Soviética estableció el paradigma que presidió por sobre el panorama político del siglo pasado: la clase trabajadora organizada por medio de partidos políticos para convertirse en una vanguardia social, que buscó tomar el poder central y usarlo contra la clase capitalista. La visión que Lenin expresó en sus escritos (particularmente ¿Qué hacer?) ofrecieron un marco militar para la lucha de clases. Esta movida táctica permitió que el partido Bolchevique asumiera el poder, pero también fue el error estratégico de Lenin, quizá también su crimen. El partido Leninista dio nacimiento a un estado y a un ejército, pero la determinación de Lenin convirtió la lucha de clases en guerra, sofocando por lo tanto los procesos de autonomía revolucionaria en Alemania, Italia y también en los Estados Unidos, donde los Trabajadores Industriales del Mundo expandían su organización social. Para poder ganar la guerra desatada por la revolución leninista, el capitalismo de occidente fomentó el fascismo contra la clase trabajadora.

Conocemos la historia de lo que siguió: el comunismo Soviético y el capitalismo anglo-americano fueron obligados a crear una alianza. Luego la democracia derrotó a la Unión Soviética. En la segunda mitad del siglo, la democracia surgió como la mitología ganadora, pero su triunfo no duró. Comenzando en Chile, el 11 de septiembre de 1973, la reforma neoliberal comenzó a cancelar la democracia, y así comenzó a cancelarla en todas partes (incluyendo Grecia en 2015). La dictadura de la vida abstracta sobre la concreta surgió bajo la etiqueta del gobierno neoliberal, que tuvo su efervescencia más o menos pacífica hasta finales de los 90. Desde el desplome del dot com en la primavera de 2000, y el nuevo 11 de septiembre del primer año del nuevo siglo, el panorama global se ha fragmentado en incontables identidades en conflicto, que ahora explotan en una guerra civil global.

Colonialismo e internacionalismo

Zbigniew Brzezinski, quien fue asesor del presidente estadounidense Jimmy Carter, ha escrito libros importantes sobre el panorama político global. En 1993, publicó Out of control: Global Turmoil on the Eve of the 21st Century, un libro en el que subvierte el optimismo dominante de ese periodo y predice la proliferación incontrolable del conflicto identitario.

En un número reciente de The American Interest, Brzezisnki publicó un ensayo titulado “Hacia una realineación global”. No obstante el título insípido, el artículo contiene una consideración dramática que puede resumirse así: después de siglos de dominación colonial y violencia, las anteriores colonias piden una restitución moral y económica que occidente no quiere ni es capaz de pagar. La deuda histórica concreta que le debemos a aquellos que hemos explotado no puede pagarse porque estamos obligados a pagar nuestras deudas financieras abstractas.

El estilo de Brzezinski en el ensayo es elegante, pero sus palabras son atroces e inequívocas. Merece ser citado en extenso:

Debemos prestar especial atención a las masas recientemente estimuladas políticamente. Las memorias políticas reprimidas por tanto tiempo se están acumulando, gran parte de ello se debe al repentino y muy explosivo despertar energizado por los extremistas Islámicos en Medio Oriente, pero lo que ocurre en el Medio Oriente hoy en día bien puede ser el comienzo de un fenómeno más grande que vendrá de África, Asia e incluso entre los pueblos precolonizados del hemisferio occidente en los años que vienen.

Las masacres periódicas de sus ancestros, no tan distantes, por parte de los colonizadores y sus buscadores de riquezas asociados, mayormente de Europa Occidental (países que hoy en día están, por lo menos tentativamente, más abiertos a la cohabitación multiétnica) resultaron dentro de los últimos dos siglos en la matanza de pueblos colonizados, a una escala comparable con los crímenes de la Segunda Guerra Mundial, perpetrada por los Nazis: literalmente involucrando a cientos de miles e incluso millones de víctimas. La autoafirmación política estimulada por el coraje y la tristeza retardada es una fuerza poderosa que ahora surge, sedienta de venganza, no sólo en el Medio Oriente musulmán sino muy probablemente más allá.

En el siglo XVI, debido mayormente a las enfermedades que trajeron los exploradores españoles, la población del imperio Azteca en el México de hoy declinó, de 25 millones aproximadamente a un millón. Del mismo modo, en Norteamérica, se estima que un 90 por ciento de la población nativa murió en los primeros cinco años, por contacto con los colonizadores europeos, debido principalmente a enfermedades. En el siglo XIX, varias guerras y reasentamientos forzados mataron a 100,000 personas más. En India, de 1857 a 1867, se sospecha que los británicos mataron un millón de civiles por represalias que venían de la Rebelión India de 1857. El uso de la agricultura por parte de la British East India Company para cultivar opio, esencialmente forzada su entrada a China, dio como resultado la muerte prematura de millones, sin incluir las víctimas directamente afectadas de la primera y segunda guerra del opio. En el Congo, que era la propiedad personal del Rey Belga Leopoldo II, de 10 a 15 millones de personas fueron asesinadas entre 1890 y 1910. En Vietnam, estimaciones recientes sugieren que entre uno y tres millones de civiles fueron asesinados, de 1955 a 1975.

En cuanto al mundo musulmano en el Cáucaso ruso, de 1864 a 1867, el 90 por ciento de la población local del Cáucaso fue forzosamente reubicada, y entre 300,000 y 1.5 millones, murieron de hambre o fueron asesinados. Entre 1916 y 1918, decenas de miles de musulmanes fueron asesinados, cuando 300,000 musulmanes turcos fueron obligados por las autoridades rusas a cruzar por las montañas del centro de Asia rumbo a China. En Indonesia, entre 1835 y 1840, los ocupantes daneses asesinaron un promedio de 300,000 civiles. En Argelia, después de una guerra civil de 15 años, de 1830 a 1845, la brutalidad francesa, la hambruna y la enfermedad mató a 1.5 millones de argelinos, casi la mitad de la población. En la vecina Libia, los italianos forzaron a los cirenaicos en campos de concentración, donde un promedio de 80,000 a 500,000 murieron, entre 1927 y 1934.
Más recientemente, en Afganistán, entre 1979 y 1989, se estima que la Unión Soviética ha asesinado alrededor de un millón de civiles; dos décadas después, los Estados Unidos han asesinado 26,000 civiles durante su guerra de 15 años en Afganistán. En Irak, 165,000 civiles han sido asesinados por los Estados Unidos y sus aliados en los últimos trece años. (La disparidad entre el número reportado de muertes causadas por colonizadores europeos comparado con Estados Unidos y sus aliados en Irak y Afganistán puede deberse, en parte, a los avances tecnológicos que han resultado en el uso más productivo de la fuerza y, en parte también, a un giro a el clima normativo mundial.) Así de conmovedor como la escala de estas atrocidades es lo rápido que occidente se ha olvidado de ellas.1

Concuerdo con el diagnóstico de Brzezinski, pero olvida decir que, en el siglo XX, el internacionalismo surgió como una manera de desviar la clase de conflicto global que describe. Sólo el sentimiento internacionalista de los trabajadores podría evitar un baño de sangre planetario. Pero el comunismo ha sido derrotado, y el modo internacionalista se ha disuelto. Ahora enfrentamos una guerra de todos contra todos para beneficio de nada en particular.

Subjetividad deprimida

Tras la disolución del comunismo, la mitología de una competencia y ganancia sin límites logró estar por encima de todo. Pero después de treinta años, esta mitología ha llegado a la bancarrota. La subjetividad de occidente está indignadamente deprimida, y Jonathan Franzen explica por qué:

La gente viene a este país ya sea por dinero o por libertad. Si no tienes dinero, te aferras a tus libertades con mayor indignación. Aun cuando fumar te pueda matar, aun cuando no tienes para alimentar a tus hijos, aun cuando tus hijos son baleados por maniacos con rifles. Podrás ser pobre, pero aquello que nadie te puede quitar es la libertad para hacer de tu vida una ruina de la manera que tú quieras. Eso es lo que Bill Clinton descubrió –que no podemos ganar elecciones si luchamos en contra de las libertades individuales. Especialmente, en realidad, cuando nos ponemos en contra de las armas. 2

La promesa de éxito económico se ha logrado sólo en una porción pequeña de la sociedad. Para los perdedores, ha resultado en precariedad, neuro-explotación, un salario que decrece, y más trabajo. Pero los perdedores quieren recuperar sus libertades personales, y en Estados Unidos eso significa primero que nada la libertad para portar armas.  

Con la disolución de la visión internacionalista, todos ahora pertenecen a un clan –étnico o virtual—y todos se están preparando para protegerse contra la invasión que viene. Después del abandono del horizonte universalista de la modernidad iluminada, las subjetividades en conflicto ahora se mantienen unidas por una fe en la pertenencia.

Ya que la actividad mental es capturada por la economía, y el cúmulo del trabajo contemporáneo es semiótico, la reflexión es absorbida y asimilada y reducida al trabajo. En el pasado, los trabajadores industriales no estaban mentalmente integrados a sus tareas. Los semio-trabajadores contemporáneos, sin embargo, están obligados a integrar sus facultades mentales en el proceso automatizado de producción.

Sólo un rompimiento en la sumisión de la conciencia cognitiva al paradigma de la competencia puede ahora abrir un proceso que lleve a la autoorganización autónoma del trabajo cognitivo. La emancipación de la fuerza-de-conocimiento representa la única oportunidad para derrotar el sistema neuro-totalitario que se está formando.

La tarea del futuro consiste en reinventar el proceso de subjetivación. Esta reinvención debe comenzar desde la expansión de las condiciones del sufrimiento mental, y del descubrimiento de un nuevo nivel de acción política. El concepto de un programa ha estado desde hace mucho en el centro de la acción política. En el siglo pasado, la palabra “programa” se refería a un ensamble orgánico de proyectos que los políticos imponían en el cuerpo social. Ahora deberíamos pensar en un “programa” en términos de software social: un algoritmo basado en necesidades sociales y dirigidas al bienestar social, que debería oponerse al algoritmo financiero que prevalece hoy en día. Sólo un algoritmo para la emancipación puede reemplazar el algoritmo presente de la expansión financiera.

La programación (en el sentido del software para el proceso de producción), es la actividad particular de los trabajadores cognitivos. La autonomía de las prácticas de programación es el proyecto político que tenemos que perseguir. Pero sabemos que la autonomía de las prácticas presupone la autonomía del sujeto.  

En el Silicon Valley global, millones de trabajadores cognitivos son diseminados alrededor del mundo: esta es la subjetividad que puede subvertir a la dictadura financiera.

Debemos ver al Silicon Valley global de la misma manera que Lenin vio a la fábrica Putilov en 1917, y de la misma manera que los rebeldes de la autonomia italiana vieron a la planta de Fiat en Mirafiori en los setenta: como el centro del proceso de producción, el sitio donde el nivel máximo de explotación es ejercido y donde el mayor potencial transformador puede desatarse.

Mientras que la política es impotente y las naciones-estado rigen los flujos de semio-finanzas, el Silicon Vallye global ha reemplazado a los gobiernos del pasado. Sin embargo, el Silicon Valley global no es un lugar sin conflictos: en esta fábrica desterritorializada, millones de trabajadores cognitivos pueden desarrollar una nueva forma de conciencia y una nueva dinámica social, basada en la reducción del tiempo laboral, el desacoplamiento del ingreso con el trabajo, y la implementación completa de la tecnología y la automatización.

El reto es cultivar esta conciencia entre los trabajadores cognitivos: desde su sufrimiento mental, puede surgir un despertar ético. Y en el despertar ético de millones de ingenieros, artistas y científicos, se encuentra la única posibilidad de impedir una aterradora regresión, cuyos contornos ya los estamos percibiendo.

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Franco Berardi, también conocido como “Bifo,” fundador de la famosa Radio Alice en Bolonia y una figura importante en el movimiento Autonomia italiano, es escritor, teóricos de medios y activista de medios. Su libro más reciente es And: Phenomenology of the End (Semiotext(e), 2015).

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[Libre traducción: Alejandro Espinoza]