No olvido la noche en que un escitor de talla conocida pretendió desarrollar un tallercito de escritura. Su cátedra:
1.- Comenzó con una lista de lo que él decidió que eran las obras fundamentales de la literatura, divididas en dos columnas: obras universales y obras contemporáneas. Al término de la lista, esperó a que todos la copiaran y puntualizó: para poder ser buen escritor hay que comenzar por leer todos estos libros.
Les juro que eso nos dijo.
Posteriormente, sacó su acordeoncito de ejercicios tomados de la cátedra de David Mamet, planteó dos escenarios distintos para desarrollar una trama narrativa y dijo: escriban.
Escuchó "con atención" las lecturas que los aspirantes a publicar en Tusquets tenían que decir y en ese momento decidí buscar mejores maneras de perder el tiempo.
Afortunadamente, Bibiana y yo tenemos sentido del humor, así que jugamos al juego de a ver quién encontraba la mejor manera de salir de ese salón. Fuimos embarazosamente obvios, y hasta la fecha no recuerdo si, al salir del salón, nos enfrentamos a un viento agresivo o simplemente a la lluvia.
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