7.11.13

Abstraer los afectos
“Dialéctica de lo abstracto”
DEVOL


Hay una vertiente en el desarrollo histórico de la guitarra eléctrica que la conduce hacia territorios épicos: una construcción sensible que forja por partes iguales blues, folk, jazz y algunas conjunciones más, y que apela a la exaltación y a la melancolía al mismo tiempo, como cuando recuerdas las peripecias de tu juventud como aquellas grandes hazañas en las que tu vida peligró pero no te diste cuenta en su momento. Allá donde el mundo era siempre un mundo presente, y el mañana era una promesa soñada que no importaba si se cumplía o no.

Cuando el medio principal de expresión es la guitarra eléctrica, creo yo, el músico puede estrellarse de frente con las estructuras o puede atenerse a una línea de género, esto es, o buscas nuevas maneras de enriquecer el idioma del instrumento, o te avocas a seguir los pasos de una forma musical concreta. Es por esto, por ejemplo, que podemos ver una infinidad de guitarristas que siguen la línea de Hendrix, o de Page, o de Iommi, o de arquitectos más sofisticados, tales como Robert Fripp. Estos guitarristas forjaron el blueprintde una manera de tocar guitarra, pero que al seguirla al pie de la letra, no puedes más que sonar como ellos. Creo yo que David Bautista –DEVOL— se ajusta bien a la primera categoría, ya que aprendió fielmente la lección de Charles Mingus: apréndelo todo, y al momento de crear, hazlo como si no conocieras nada. Esto abre el panorama a una propuesta instrumental de primer orden, el tipo de épica guitarrera que normalmente se le atribuyen a todos esos guitarristas metaleros que usan spandex hasta después de sus cuarenta años (lo cual es verdaderamente reprobable) y cuya calidad se basa exclusivamente en la destreza; no en lo que el corazón quiere decir.

Historias de madrugada, ensoñaciones de párpados entreabiertos, música de viaje, viajes que propagan la mente hacia lugares recónditos, cada pieza en este disco te lleva a todos los sitios y a ninguno al mismo tiempo. Asistido por una base rítmica sólida y potente, así como una serie de artilugios electrónicos, DEVOL ha creado un disco para escucharse los sábados a las once de la mañana.

Dicho esto, debo decir que DEVOL ha forjado un panorama propio y singular, no sólo dentro de la música de nuestras latitudes, sino dentro de la tradición guitarrera mexicalense. No hay una línea de tradición –no escuchamos que sus composiciones provengan de un estilo o forma anterior—sino que nos topamos con una pureza que trae consigo furia, desencanto, un sentimiento agridulce que galopa sin cesar a lo largo de estas siete piezas.

Por cierto: David hace una de mis cosas favoritas con la guitarra: la hace sonar como si fuera más de la suma de sus partes, la convierte en pequeña orquesta, una conjunción de acordes que serpentean y entrelazan los unos a los otros, como en un juego seductor que, la mayor de las veces, asciende hasta la cima de montañas que, una vez arriba, arrojan la canción al vacío hasta que ésta desaparece. Esto es, para mí, una música épica enraizada en los pliegues del desierto, así como en ese nuevo, peculiar, más nítido y más preclaro sonido que están forjando algunas bandas y músicos de nuestra ciudad. Una adición más a la paleta de colores –de tonos sepias, metálicos, otras veces brillosos y resplandecientes— de nuestro universo musical, hecho con sutileza, sin aspiraciones falsas, esto es, hecha para el aquí y el ahora.