Elogio a los libros:
Cuando las autoridades cierran una
prisión, ¡han frustrado una revolución!
Bilal Khbeiz
Las personas hoy en día lamentan
el desdén con que los jóvenes de hoy asumen la lectura, y, por añadidura, la
escritura. Una poca cantidad de la juventud actual se dan el gusto secreto de
escribir poesía que nunca será publicada, probablemente porque buscan
distractores en otras partes. Parece que en occidente, y especialmente en
Estados Unidos, todos los autores de best sellers son celebridades retiradas.
La lista de retirados que escribe es larga, comenzando con políticos y
siguiendo con hombres de negocios, economistas y las esposas de jugadores de
beisbol o de golfistas famosos. Cada uno tiene un relato fascinante que contar,
y que vale la pena publicar solo si hay una historia de éxito en el trasfondo.
Es por eso que Alan Greenspan, anterior Presidente de la Reserva Federal,
publicó un libro al final de su larga y exitosa carrera.1 De haber ocurrido el crash financiero de Lehmann Brothers
antes del lanzamiento de su libro, probablemente hubiera detenido la imprenta,
ya que presidió las políticas económicas que llevaron a la avalancha financiera
del 17 de septiembre de 2008.
Las celebridades retiradas no son
los únicos escritores hoy en día. Hay innumerables escritores en incontables
géneros de libros. No obstante, el estudio de esta gente retirada nos revela
algunas de las maneras como son consumidos los libros hoy en día. Un retirado
exitoso escribe para iluminar a la gente más joven sobre los secretos del
éxito, no para compartir sus pensamientos con sus colegas, igualmente famosos,
o con individuos que tienen más conocimientos. Los escritores, hoy en día, ya
no son los “miserables pobres inadaptados” que escriben para lectores más
valederos, de la manera como los filósofos importantes escribían para príncipes
y reyes. No se dirigen a aquellos cuya juventud se encuentra detrás de ellos y
que ahora se encuentran lidiando con sus vidas, tratando de tomar al toro del
éxito por los cuernos. La escritura es, por lo tanto, para jóvenes que todavía
no se han unido a la fuerza laboral y siguen estudiando. Se espera que lidien
con los libros al comprarlos y leerlos.
¿Acaso este tipo de escritura
debería recibir el tipo de elogios que normalmente se reservan para la
literatura? Es posible que el mundo de los lectores respondiera
afirmativamente. Personas distintas desean cosas distintas de la lectura. Nadie
se atrevería a clasificar a Stephen King como uno de los gigantes de la
literatura, ya que su escritura atrae a lectores más ingenuos. Encontrarás a
muchas personas que se resistirían a su nominación al Premio Nobel. Otros, sin
embargo, intentarían promoverlo, de ser un novelista de tercera a uno de
primera. Otros escritores ni siquiera tienen la suficiente suerte como para
tener este tipo de debates a favor o en contra de ellos. Uno de estos
escritores es John Grisham, quien ha declarado que es el autor con más libros
vendidos en un país donde nadie lee. Y esta es una declaración profundamente
reveladora. Si las novelas de John Grisham disfrutan ventas que rompen récords,
entonces alguien, allá afuera, está leyéndolos. No obstante, poner la escritura
de Grisham con la de autores de menor calibre hace que las escrituras de éstos
se sientan como un banquete avaro: un gramo de azúcar y una tonelada de madera
seca. En realidad, las personas que leen a King y a Grisham no son verdaderos
lectores (aunque en el caso de Grisham, algunos “profesionales” pudieran
interesarse en su obra). Si sostenemos que los lectores de Grisham no son
lectores, entonces lo mismo va para aquellos que siguen las palabras de
Greenspan, ya que ambos grupos de lectores están atrapados en un nivel de
lectura de manuales instruccionales. Un lector de Greenspan puede o no ser fiel
después de graduarse. Están obligados a leerlo.
Y así, hay libros que parecen
señalamientos de calles o manuales de vuelo. Tienen un enorme atractivo entre
lectores generales y “profesionales,” pero no trastocan a los lectores. El
libro de Greenspan se lee como si leyeras las regulaciones del tráfico –severas
y preclaras para que todos acaten la regla. Cualquier falla en el aprendizaje
es una falla en la ganancia. Lo mismo aplica para las novelas populares, que se
parecen al noticiario de la mañana: ambas proporcionan al lector los detalles
suficientes como para que el público se familiarice pasajeramente con los
eventos. Es muy extraño que las adaptaciones a película de las novelas de John
Grisham sean más que las de toda la obra publicada de Paul Auster.
El lector, entonces, es el hacedor
del escritor, especialmente cuando el lector es un escritor también. Cuando uno
se vuelve escritor, uno adquiere cierto poder que puede ser muy influyente,
dependiendo del contexto. Partes de la poesía de Mahmoud Darwish generan miedo
a los corazones del ejército israelí, más que cualquier declaración de Ismael
Haniyeh.2 Pero creo que ese no sería el mejor ejemplo.
Imaginemos el espectro del Manifiesto
Comunista tomando a Europa entera. Proclamemos que Farenheit 451 fue la oda de Francois Truffaut a la escritura y los
libros. El nombre de la rosa fue un
libro y una película sobre un libro. El protagonista de The Illuminati de Larry Burkett es un libro, sobre el cual sabemos
muy poco –un libro que supuestamente fue escrito por Aristóteles y que asusta a
las autoridades occidentales y árabes, los cuales están trabajando arduamente
para destrozarlo y eliminar a sus seguidores. Pero aun no sabemos qué está
realmente en el libro y nos encontramos frente a frente con sus lectores,
quienes interpretan de manera selectiva, de acuerdo a sus preferencias. La
clave más distintiva de The Illuminati
es la referencia a un grupo de personas que atraviesan las eras, quienes han
hecho un juramento para la protección del libro. Estas personas no son más que
esclavos de ese libro. Y cuando llegue su momento, el libro se revelará y
guiará a los líderes y gobernantes por igual.
Pero hablar sobre escritura y
sobre escritores no queda completo sin cubrir los rituales de escritura y
lectura. Libros influyentes se conciben en aislamiento. Ahí tenemos a Gramsci,
quien escribió en su celda, y Lenin, quien compuso en el exilio, y Karl
Kautsky, quien escribió en su cuarto. La mayoría de los revolucionarios
aprendieron a escribir en las prisiones, ya sea como una autoimposición o por
otros motivos. Regis Debray es citado diciendo,
Los libros de las revoluciones son
escritos en prisiones, desde Lenin y Trostsky hasta Sayed Outb y Abdsulsalam
Faraj. En las prisiones, en el exilio, y en cuartos sombríos y cerrados,
nacieron los libros y los principios que guían las revoluciones. Y si uno de estos deseos para marcar al siglo
XX con una identidad, sería que se trata del siglo de los lectores y de sus
libros y escritores. Cuando el poder cierra una prisión se frustra una
revolución.3
Naturalmente, la lectura tiene una
historia pintoresca. La lectura y la escritura no comenzaron como oberturas
revolucionarias o como maneras de dar nacimiento a líderes y revolucionarios. Lo
más probable, es que el deseo por leer surgió del excedente de tiempo ocioso
que adquirieron las aristocracias de oriente y occidente. Los poetas árabes
solían presentar su obra ante los sultanes, quienes servían como sus críticos y
lectores al mismo tiempo. Los grandes filósofos de occidente escribieron sus
obras con un lector específico en mente, normalmente un miembro de la familia
real o incluso el mismo rey. De ahí que el verdadero poder del lector es el de ejercer
un poder moral y material en torno al arte. Es posible que el principal logro
de Karl Marx sea que dirigió su obra a nuevos lectores, que no fueran ni sultanes,
ni reyes ni escoltas reales. Es quizá por eso que le edición francesa de Das Kapital vendió poco más de
veinticinco copias durante los primeros veinticinco años después de su
publicación. El editor incluso llegó a enviar por correo copias de cortesía a
lectores que pensaba que podían interesarse en el libro, solicitando un monto
sólo para el envío. Todos declinaron. La obra de Marx no valía el costo de
envío porque el lector que se intentaba obtener no era el tradicional noble
poderoso que había reducido a los escritores a la condición de simples
consultores. El lector de Das Kapital es
el hacedor de las revoluciones del siglo XX.4
Esta clase de lector sigue
existiendo en algunas partes del mundo. La suplantación de la aristocracia
lectora por el lector común ha liberado a los escritores de la tiranía del
primero, pero también los ha sujetado a una tiranía diferente mucho más cruel. Los
escritores ahora tienen que complacer a masas inconscientes en vez de a
gobernantes arrogantes. La forma más elevada de este tipo de complacencia es,
claro, el realismo mágico, ya que sometió al mundo de la literatura durante
décadas e hizo que todos se volvieran lectores, aunque lo quieran o no. las
novelas de Gabriel García Márquez rindieron un enorme tributo a los pobres y a
los marginados y los convirtió tanto en los sujetos de sus novelas como en la
fuente de su fortaleza.
En su autobiografía, Vivir para contarla, Márquez relata cómo vivió su vida en un país
inmerso en la agitación. Menciona muchos incidentes y eventos en su libro, pero
los que me gustaría señalar son aquellos que se relacionan con su estilo de
vida. Este escritor, que cautivó a su país entero, vivió una vida bohemia no
por elección, sino porque muchas veces se hallaba sin un quinto. Vivió como
ermitaño sin las amenidades básicas que garantizan los derechos humanos más
básicos, pero no estuvo solo en esto. En The
Red Notebook: True Stories, Paul Auster nos relata cómo vivió durante meses
en la campiña francesa, en casa de un amigo que se encontraba de viaje, y lo
único que podía comer es sopa de cebolla, porque era lo que estaba en la cocina
y no tenía para nada más.5 ¡Comió cebollas hasta que se volvió escritor! Hay
demasiadas historias similares qué añadir a la lista, pero lo que extraña en
todas ellas es que los escritores no encontraron en estas situaciones ninguna
razón para quejarse o rebelarse. Tales condiciones –hambre, desempleo,
indigencia—serían bases suficientes como para una acción decisiva por parte de
los personajes en sus historias. (No sería justo incluir a Auster en esta
generalización, ya que él es el único Americano Solitario entre los autores que
he mencionado. Es decir, es el único escritor que permite a los personajes
emerger de una soledad y aislamiento típicamente americano.)
Un escritor podría estar orgulloso y contento con
una vida de necesidades, aislamiento o pobreza. Pero un escritor no desearía
esta condición para los lectores. Ya que a pesar de la convicción del escritor
de que las ideas que mueven al mundo nacen en soledad, los lectores y sus vidas
deben ser de alguna manera distintas. El lector es la autoridad de facto para permanecer innombrable e
ignorante. A diferencia del escritor, quien construye una reputación a partir
de la frágil adoración de sus fans, ¡un lector echaría en saco roto a un
imperio completo en un abrir y cerrar de ojos!
Hoy en día, hay lectores que se revelan una lectura
plana y superficial de algunos escritores, haciendo una contestación pública. El
lector siempre tiene una espada dirigida al cuello del escritor: “¡Este es un
artículo superficial!,” “¡Este estudio no vale ni siquiera el papel que se usó
para imprimirlo!,” y cuando se trata del análisis político de situaciones como
las que ocurren en Líbano y Siria e incluso Israel o Egipto, “Este escritor es
un hired gun,” “Sirve a los intereses
del enemigo,” o “Este estudio busca desmoralizarnos, desalentarnos de pelear, y
denigran nuestras victorias.” Un escritor, impotente, no tiene defensa en
contra de esto, ya que busca la aprobación de los lectores. Consecuentemente,
un escritor se enfrenta a una situación similar a la de Frankenstein y su
creador: crea el poder del lector moderno y, no obstante, es el primero en ser
esclavizado bajo el injusto cetro del lector.
Esta no es una ocurrencia común, ya que leer y
escribir siguen considerándose una herramienta para los poderosos en algunos
países. Siguen siendo los creadores de revoluciones y la base intelectual de
las luchas que nacen en las prisiones y los exilios. Pero el mundo ha cambiado.
Hay nuevos ermitaños en el barrio, nuevos grupos marginados y aislados, pero
definitivamente no serán los lectores o los escritores quienes llevarán a cabo
las futuras revoluciones. Estas revoluciones indudablemente serán más violentas
que lo que jamás haya visto la humanidad. Pero esa es otra historia.
1. Publicada el 17 de septiembre de 2007, las
memorias de Greenspan The Age of
Turbulence in a New World debutó en la cima de la lista de best sellers del
New York Times, para su edición en pasta gruesa.
2. Mahmoud Darwhish (13 de marzo de 1941-9 de
agosto de 2008) fue un poeta palestino y autor, que obtuvo numerosos premios y
fue considerado el poeta nacional palestino. En su obra, Palestina se convertía
en una metáfora para la pérdida del Edén, el nacimiento y la resurrección, y la
angustia de la desposesión y el exilio. Ismael Hanvie es el Primer Ministro del
gobierno de Hamas en el distrito de Gaza.
3. Jules Saved Qutub (6 de octubre 1906-2 de agosto
1966), fue un periodista, político y teórico egipcio de la Hermandad Musulmana.
4. Jules Régis Debray. Introduction a la Mediologie. (Colección Premier Cycle, PUF, 1999).
5. Paul Auster. The Red Notebook: True Stories (New
York: Faber and Faber, 1995).
Bilal Khbeiz (1963, Kfarchouba) es un poeta,
ensayista y periodista. Regularmente colabora en el periódico Beirut Al Masa’,
Al Nahar y Future Television Beirut, entre otras publicaciones y redes. Entre los
libros de poesía y de teoría cultural que ha publicado se encuentran Fi Annal
jassad Khatia' Wa Khalas (That the Body is Sin and Deliverance), Globalisation and the Manufacture
of Transient Events, The Enduring Image and the
Vanishing World, y Tragedy in the Moment of
Vision.