16.9.03

del otro lado
Notas sobre la independencia, Cuba y los nuevos animales de zoológico.


La independencia es un juego eminentemente humano. Una actividad con la que saciamos nuestro propio sentido de ubicación. Reafirmamos lo que somos a partir de que podemos independizarnos de eso otro que "no nos deja ser". La independencia hoy en día, puede ser un lujo o una falacia, dependiendo, vaya, de con quién estés hablando.

La independencia es un acto violento por naturaleza, y nada tiene que ver con la insurgencia, o la lucha armada: es un acto violento porque ambas partes implicadas entienden que habrá un desprendimiento. Quien quiere independizarse busca soltar las amarras y caminar solito, con la plena conciencia de que siempre existirán esas amarras imaginarias, lo acompañarán hasta el fin de sus días. Lo mismo sucede con quien sujeta estas amarras. No quiere soltar y, cuando lo hace, sabe que el otro se lleva un poco de su propia independencia, la que le dio fuerzas para poder someter a alguien o a algo.

Por eso digo que la independencia es una ilusión, falacia, autoengaño. Los cubanos que vi tocar anoche en un antro me recordaron esto.

Ahí estaba yo. Baliaba al son de una Cuba Libre. En los intervalos musicales podía escuchar afuera de aquél lugar, vestigios de música de mariachi. Celebrábamos, aquéllos cientos de ilusos y yo, la independencia de Mécsico. Cuando Adrián y yo salimos de aquél lugar, una pandilla de policías agarraba a patadas a un tipo.

Pero mientras bailaba un son cubano observaba a los músicos. Cubanos todos, exiliados recientemente de su país, independizado por completo del Imperio, vilipendiado por todos los que creen que lo que experimenta Fidel es una suerte de locura, lo que experimentan los cubanos que se quedan en la isla como una especie de testarudez incomprensible. Bonita manera de llamarle al orgullo, por cierto.

Esos músicos cubanos tienen que sujetarse a las exigencias de su público, y si este público tiene sólo como referencia las canciones de Buena Vista Social Club, pues a exigirle a estos cubanos que toquen solamente eso. Los cubanos no sonríen mucho, por lo menos estos cubanos. Puedo ver cansancio en sus rostros. Hartazgo. Son las tres de la mañana y tienen que dormir, probablemente están cansados del mexicalense, de cómo podemos saciarnos con tan poco. Vivimos nuestra dependencia fronteriza tan a flor de piel, que hasta un mismo cubano exiliado siente un poco de asquito.

Veo dos que tres intentos de mujeres-pavorreales y sus parejas arrítmicas por seguir la letra de las canciones, levantan la cara y hacen mímica de lo que está cantando el cubano, cuya vestimenta puede insertarlo o en un guetto de LA o en una disco de Miami. Sigo bailando y sigo pensando que la independencia es una falacia.

¿Qué se supone que celebramos este 16 de septiembre, el momento histórico o la verdad reafirmada, año con año, de que nosotros no necesitamos a nadie para sobrevivir?

Los cubanos, por lo menos, no tienen que rendirle cuentas a nadie, me digo. El requinto de la orquesta se parece a una versión más chaparra y menos sofisticada de Sean Connery. No sonríe, creo, porque está trabajando, no obstante el trabajo gozoso de tocar música para subsistir. Me pregunto si aun depende de las visiones que tiene de su país, la que lo levantan por las mañanas, como un bonito sueño o una pesadilla. Cubanos como él se salieron de su país porque querían independizarse de un sueño guajiro, o por lo menos, de un sueño que ya no puede cumplirse. Las amarras fueron apretadas desde fuera. La independencia es eminentemente humana y si alguien no lo permite, pues, que haya embargo económico, tráfico de talentos, exilios de científicos, investigadores, maestros, todos ellos deambulando por los "países libres" en busca de sustento, todos ellos iniciando conversaciones con gente que sólo quiere saber si conoce a Castro, si lo ha visto en persona y si realmente está loco. Mexicali es el tipo de ciudad dependiente de lo que sucede a su alrededor, y todo lo que pueda entender sobre todo aquello que siente ajeno, lo entiende como un reflejo condicionado. Entiende a Cuba desde la locura de Fidel, que viene siendo la versión oficial de los medios, así como entiende a México desde la violencia de sus calles, las resoluciones de López Obrador, y el estado del tiempo del Distrito Federal. Nunca nos quejamos cuando nos preguntan si Mexicali est