8.9.05

Sufjan Stevens. Me gusta su música porque me recuerda a los domingos gratos en la casa de la memoria. Dos almas en silencio deambulan por las recámaras y la cocina, se instalan a veces en el centro, escuchan la música a todo volumen, quizá se abrazan e improvisan un baile. En la mesa, las secciones del periódico desparramadas, aros de café en la superficie. No se piensa en nada, ni siquiera en el tiempo, se saborean los últimos residuos del desayuno en la boca. De pronto, por la ventana principal comienzan a dibujarse los rayos del sol. Se extrañan los hombros, un ligero gemido cuando abruptamente se imprime un beso en la nuca. Aun escucho los pasos por el falso parqué, el movimiento de la lámpara con ventilador.