1.9.09

Pocas cosas se adhieren al recuerdo activo del que emanan las narraciones de mi vida. Bruma. El sentimentalismo de una canción pasada de moda. Un beso marcado en una servilleta. Pistolas. Dos o tres memorias de cicatrices en codos y rodillas. El paso lento de un anciano que no nos deja proseguir con nuestro camino.

Pero son circunstanciales (como todo, incluyendo este huracán que llamamos país y que afuera le llaman México) y sólo podemos acceder a ellos con accidentes y despistes.

Aquí proclamo con los brazos en el aire la necesidad de defender nuestra capacidad para ver de reojo.

Eso no lo diría un agente secreto.

Pero quizá sí lo diría ese, el que se mantuvo en silencio, durante toda la procesión. Ese, está contando una historia.