28.11.04

He estado pensando sobre la mala fortuna de los burros pintados de cebra en la calle Revolución de Tijuana. ¿Existen aun? No sé. Por lo menos aquí están, conmigo, en la memoria.

Una vez me le quedé viendo fijamente a los ojos, a uno de estos burros. No me quiso decir nada. Se mantuvo firme en su convicción de ser una vista interesante para los que pasajeramente convierten a Tijuana en un "escenario". Soy parte de sus luces, es lo que el burro parecía decirme. Dos alemanas se pusieron al lado del burro y se tomaron una foto. El dueño del burro sonrió. Yo me pregunté cuántas veces al mes había que renovar la pintura en el cuerpo del pobre animal.

Ni el burro ni el dueño quisieron decírmelo y, al no hacerlo, también me estaban diciendo

"Ooooh, usté no se priocupe. . .si las cosas son así es porque son así, usté nomás disfrute que aquí estamos, que nos puede ver. ¿Somos llamativos, edá? ¿Somos pintorescos, edá? pues, ¿sabe qué? nosotros también lo disfrutamos, nos gusta ser pelados de entre todo el mugrerío de personalidades que hay en el mundo. Esperamos pronto ser iconologizados, no sabemos si por un talentoso artista de los barrios altos de Tijuana, o si no, por algún sociólogo francés de visita, pueque por un poeta, en el mejor de los casos. Ojalá no nos olviden. Eso es lo que más queremos"