"Digo, a fin de cuentas, el mundo se divide en dos."
"si."
"Tenemos a los enemigos y tenemos a los aliados."
"Que a veces son el mismo y a veces son lo contrario."
"Y siempre buscamos estar del lado de quien nos convenga."
"Nunca del lado de quien nos convenza."
"Ya nadie convence en este mundo."
"Ni que lo digas."
"Pues ya lo dije."
"Ni modo."
"Pero el problema es cuando vemos a los enemigos como los opresores."
"Ajá...?"
"Sí, mira, vemos a los enemigos como nuestros opresores, y en ese mismo instante, aceptamos nuestra opresión."
"Y cuando aceptamos nuestra opresión, ya sabemos lo que sucede."
"Se pierde el juego."
"Terminamos del lado de los que no tienen la mejor partida."
"Y gritamos odio y repudio a quienes nos oprimen."
"Cuando en realidad podemos, si así lo quisiéramos, ser igual de ojetes y ninguneadores que ellos."
"Tienes razón."
"Digo, ¿cuándo vamos a aprender que desde el momento de aceptar la opresión aceptamos, sumisamente, que no habrá cambio."
"Hasta parece que no queremos un cambio."
"Queremos comodidad."
"Somos unos comodinos."
"Agusto siempre y cuando haya pa' la bebida."
"Pa' la pachanga."
"Pa las fiestas decembrinas."
"Y fácilmente nos ponemos con nuestras caras de agüitados, porque ahí está el otro, detentando el poder, sosteniendo en sus manos todo el cinismo y la caca que producen, con la otra mano en la cintura..."
"Cuando lo que deberíamos estar haciendo es jugar sus juegos."
"Síiiiiii...."
"Ser igual de ojetes con ellos."
"¿La culpa la tenemos los oprimidos, entonces?"
"Pos...tú dirás..."