No sé cuál será el futuro de la escritura; a fin de cuentas, la escritura es el presente perpetuo de lo que siempre va a pérdida.
Pero sí sé cuál será el futuro de las ideas. O de las maneras como éstas circulan.
Las ideas, efímeras, dominadas por ese espectro de cinismo que las reduce a una simple configuración de algo "ya dado," se van a quedar calladas.
Permanecerán en la mente de dos, tres, cinco personas, en un mismo lugar, silenciosamente tomando una taza de café, quizá mirándose de reojo, pero incapaces de saber, de sentarse con el otro y averiguar, si comparten ideas similares.
Estas ideas serán no sobre el futuro de la escritura, sino sobre el futuro de la humanidad.
El punto es que nunca lo sabremos. Porque todos nos quedaremos callados.
A veces me pregunto si las cosas que callamos últimamente, las que se quedan resguardadas en esa enorme sala de abuelita al interior de nuestras mentes, son en realidad las cosas que nos pudieran ayudar a cambiar el mundo.
No lo sé.
Es pura especulación.
Ya no dejan especular, al parecer, las infinitesimales mediciones que existen en este mundo.
Las cifras estadísticas nos dejan mudos. Porcentajes de muertes, de generaciones de riqueza, de patrones de comportamiento, listas encaminadas a legitimar las cualidades de una tienda departamental, un conjunto de libros y/o de autores, de automóviles de procesadores de lugares para vacacionar. Contemplamos ausentes de la contemplación y nos dejamos llevar por lo que indican estos números, estas guías de nuestras acciones. Y sonreímos. A veces sonreímos. Porque en ocasiones, se asoma una de esas ideas locas que se instalan en la sala y nos dice que mandemos todo al demonio.
Pero no lo hacemos.
El que estaba al lado de nosotros, pensaba lo mismo.
Ambos, él y tú, tuvieron, en esas milésimas de segundo, la oportunidad de iniciar una transformación.
No lo hicieron.
Esta situación ocurre a diario, en todas partes. Soldados a punto de no disparar, mujeres a punto de decir no a la posibilidad de la infidelidad, políticos a punto de descartar el cinismo con el que se desenvuelven en este mundo, a punto de revelar la farsa, de desmantelar un sistema, de decidir positivamente en aras de un simple cambio.
Pero nadie hace nada.
Pronto, algo, posiblemente, sucederá.
Tendrá que suceder.
Porque ese quieto mundo mudo de las ideas que se ocultan en el diario discurrir de nuestro tiempo, pronto se derramará.
Y no habrá vuelta atrás.
Pero sí sé cuál será el futuro de las ideas. O de las maneras como éstas circulan.
Las ideas, efímeras, dominadas por ese espectro de cinismo que las reduce a una simple configuración de algo "ya dado," se van a quedar calladas.
Permanecerán en la mente de dos, tres, cinco personas, en un mismo lugar, silenciosamente tomando una taza de café, quizá mirándose de reojo, pero incapaces de saber, de sentarse con el otro y averiguar, si comparten ideas similares.
Estas ideas serán no sobre el futuro de la escritura, sino sobre el futuro de la humanidad.
El punto es que nunca lo sabremos. Porque todos nos quedaremos callados.
A veces me pregunto si las cosas que callamos últimamente, las que se quedan resguardadas en esa enorme sala de abuelita al interior de nuestras mentes, son en realidad las cosas que nos pudieran ayudar a cambiar el mundo.
No lo sé.
Es pura especulación.
Ya no dejan especular, al parecer, las infinitesimales mediciones que existen en este mundo.
Las cifras estadísticas nos dejan mudos. Porcentajes de muertes, de generaciones de riqueza, de patrones de comportamiento, listas encaminadas a legitimar las cualidades de una tienda departamental, un conjunto de libros y/o de autores, de automóviles de procesadores de lugares para vacacionar. Contemplamos ausentes de la contemplación y nos dejamos llevar por lo que indican estos números, estas guías de nuestras acciones. Y sonreímos. A veces sonreímos. Porque en ocasiones, se asoma una de esas ideas locas que se instalan en la sala y nos dice que mandemos todo al demonio.
Pero no lo hacemos.
El que estaba al lado de nosotros, pensaba lo mismo.
Ambos, él y tú, tuvieron, en esas milésimas de segundo, la oportunidad de iniciar una transformación.
No lo hicieron.
Esta situación ocurre a diario, en todas partes. Soldados a punto de no disparar, mujeres a punto de decir no a la posibilidad de la infidelidad, políticos a punto de descartar el cinismo con el que se desenvuelven en este mundo, a punto de revelar la farsa, de desmantelar un sistema, de decidir positivamente en aras de un simple cambio.
Pero nadie hace nada.
Pronto, algo, posiblemente, sucederá.
Tendrá que suceder.
Porque ese quieto mundo mudo de las ideas que se ocultan en el diario discurrir de nuestro tiempo, pronto se derramará.
Y no habrá vuelta atrás.
S. O'Reilly