Nadie
imagina al paraíso como un lugar al que llegas encabronado. Arrojas tu equipaje
por la ventana, le gritas a las paredes, preguntas al aire el sentido de todo
lo que sigue. No lo tiene.
Nadie
imagina al paraíso como un lugar triste, desamparado, a donde llevas en un
bolso de papel las pocas memorias que el tiempo decidió arrancar de esa otra
realidad que acabas de dejar.
Nadie
imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie
imagina al paraíso como un lugar al que llegas cansado, donde te quitas los
zapatos para siempre, y para siempre caminas descalzo, sobre un piso que se
siente como suelo de luna. Pero no flotas.
Nadie
imagina al paraíso como un sitio de paso; nunca un limbo, sino un rest stop donde puedes platicar toda la
noche con un negro que te cuenta historias fantásticas de su pasado esclavo,
allá cuando la gente cantaba sin estar encabronada, aunque sí.
Nadie
imagina un paraíso como pozo sin fondo, como ruido blanco de televisor en
recámara cubierta de oloroso tapiz, como esa peca que enamoradizo viste a tus
ocho años de edad. El paraíso jamás podrá ser melancólico.
Nadie
imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie
imagina un paraíso cubierto de mobiliario de hule espuma, donde la gente bebe
sin disgusto y platica de aquella política que tanto nos arruinó en vida.
Nadie
pinta paraísos perdidos.
Nadie
imagina paraísos hechos a la imagen y semejanza de tus más blandos sueños.
Nadie
imagina un paraíso eufórico, donde el canto es grito ahogado, locura contenida,
la sonrisa inerte del eternamente despierto. Nadie cree que el paraíso es para
los locos. Los que hemos perdido la esperanza y decidimos escapar a un lugar
mejor de la conciencia.
Nadie
imagina un paraíso construido con las ruinas de nuestras guerras más épicas.
Nadie
imagina paraísos transparentes. Porque en el paraíso imaginado, nadie es
impune.
Nadie
imagina paraísos artificiales, donde el costo de vida es sostenido por esa otra
parte de la humanidad que vive en el infierno.
Nadie
se imagina solo en el paraíso.
Nadie
imagina un paraíso donde lo más importante es desaparecer tu conciencia, un
paraíso donde dejas de ser. Esto es, de existir. Nadie imagina paraísos donde
dejas de existir.
Nadie
imagina un paraíso donde puedas reencontrarte con tus amigos, perdidos ellos,
desaparecidos, ausentes, imaginarios, entrañables, con los que jugaste a la
guerra y a la enemistad, con los que compartiste abrazos amores y bebidas. Con
los que una vez abriste paso a tu propia vulnerabilidad.
Nadie
imagina un paraíso donde todos dejamos de importar.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno.
Todos
queremos regresar a ese paraíso prometido.