11.1.07

Procrastinar es un acto religioso, porque en realidad se trata de un ritual.
Me refiero al no-acto de dejar las cosas para después. Muchas de las razones por las cuales esto sucede tienen que ver con todos los procesos de racionalización que ocurren al interior de las acciones que vamos cometiendo durante el día. La procrastinación es peligrosa. Muy probablemente, ese último comentario que no dijiste a la persona amada fue el detonante para que ambas almas se separen. O quizá la desidia es responsable de todo aquello que los demás opinan de ti. "Nunca termina lo que comienza". Y así sucesivamente.
De pronto, se torna horriblemente formal este post.
Pero la realidad es que, por motivos de una tremenda procrastinación, aunada a una computadora mala que no me permitió seguir trabajando durante diciembre, aunada a la procrastinación de no ir a arreglar el desperfecto de dicha computadora (muy pronto tendrá nombre ese débil armatoste que se ha convertido en mi prótesis principal durante los últimos tres años. Pero, ¿Cómo podríamos ponerle nombre a una parte del cuerpo?)
En fin.
Voy a tratar de jugar un poco con la realidad y decirles que, en realidad, se trató de un periodo de cuadratura para mí. Viajé por lugares inhóspitos durante toda mi ausencia. Fumé puros con grandes hombres. Escuché con atención las sabias palabras del gurú del momento. Besé eternamente, imprimí estos besos eternamente en una princesa irlandesa que se adueñó de mis pensamientos. Luché con fuegos fatuos, risas apagadas, escalé las montañas del ocio como si fueran breves montoncitos de sal. Lo vi todo, dejé de verlo, me empeciné en descubrir qué hay detrás de los muros.
Descubrí, en el entretanto, que los seres humanos somos muy similares a las cebollas. Hay infinidad de pliegues que poco a poco vamos extrayendo, mas nunca llegamos a una esencia determinada, determinante. Y creo que eso es lo bonito.

Procrastinar es un acto religioso, porque en realidad se trata de un ritual.
Me refiero al no-acto de dejar las cosas para después. Muchas de las razones por las cuales esto sucede tienen que ver con todos los procesos de racionalización que ocurren al interior de las acciones que vamos cometiendo durante el día. La procrastinación es peligrosa. Muy probablemente, ese último comentario que no dijiste a la persona amada fue el detonante para que ambas almas se separen. O quizá la desidia es responsable de todo aquello que los demás opinan de ti. "Nunca termina lo que comienza". Y así sucesivamente.
De pronto, se torna horriblemente formal este post.
Pero la realidad es que, por motivos de una tremenda procrastinación, aunada a una computadora mala que no me permitió seguir trabajando durante diciembre, aunada a la procrastinación de no ir a arreglar el desperfecto de dicha computadora (muy pronto tendrá nombre ese débil armatoste que se ha convertido en mi prótesis principal durante los últimos tres años. Pero, ¿Cómo podríamos ponerle nombre a una parte del cuerpo?)
En fin.
Voy a tratar de jugar un poco con la realidad y decirles que, en realidad, se trató de un periodo de cuadratura para mí. Viajé por lugares inhóspitos durante toda mi ausencia. Fumé puros con grandes hombres. Escuché con atención las sabias palabras del gurú del momento. Besé eternamente, imprimí estos besos eternamente en una princesa irlandesa que se adueñó de mis pensamientos. Luché con fuegos fatuos, risas apagadas, escalé las montañas del ocio como si fueran breves montoncitos de sal. Lo vi todo, dejé de verlo, me empeciné en descubrir qué hay detrás de los muros.
Descubrí, en el entretanto, que los seres humanos somos muy similares a las cebollas. Hay infinidad de pliegues que poco a poco vamos extrayendo, mas nunca llegamos a una esencia determinada, determinante. Y creo que eso es lo bonito.