CARTA
ABIERTA
Al
Arquitecto Víctor Hermosillo y Celada
(también
Senador de la República por el Estado de Baja California)
Abuso de la confianza y facilidad que
me permiten los medios electrónicos de difusión para dirigirme a Usted, con el
objeto tratar un tema específico, relacionado con la develación de la escultura
que recientemente se instaló en la Plaza Centenario de la ciudad de Mexicali,
Baja California, México. Se trata de una réplica del diseño tipográfico que el
artista Robert Indiana había elaborado para una postal que le comisionó el
Museo de Arte Moderno de la ciudad de Nueva York, pero que recreó en forma de
escultura, convirtiéndose con el paso de los años en un icono representativo de
su momento en la historia (la revolución cultural y el movimiento de los
derechos civiles en Estados Unidos en la década de los sesenta), así como en la
obra más conocida del artista en cuestión.
Es una pieza escultórica que ha sido
replicada en una buena cantidad de ciudades en Estados Unidos, entre ellas la versión
en español realizada por el mismo artista para el jardín escultórico de la
Galería Nacional en Washington, D.C., así como en varios países, incluyendo
China, una versión en hebreo en Israel, y otra versión en español en Valencia,
España. La obra es quizá una de las obras más replicadas en la historia del
arte moderno. (Enfatizo la palabra “réplica” que no es necesariamente copia o
reproducción, sino la elaboración de una versión que se sujete a los
requerimientos técnicos y formales del objeto original). Una versión de esta
pieza acaba de ser develada por parte de la firma de Hermosillo y Asociados, como
parte de un protocolo que anuncia, según entiendo, la donación de 200,000 pesos
para pavimentación y bacheo en la ciudad. Pero también, se hace a partir,
quizás, de un entendimiento de que esta imagen puede ser fácilmente copiada
para formar parte del escaparate urbano de cualquier ciudad. No lo es,
arquitecto. Sería fácil y entendible hacer acusaciones de plagio en estos
momentos, incluso acudir a las instancias correspondientes para reportar la
acción (por ejemplo, la galería que representa al artista, el museo que detenta
los derechos de su reproducción, o las alcaldías en Estados Unidos que han
erigido la pieza en sus respectivas ciudades), lo cual podría traer como
consecuencia una demanda millonaria en contra de la firma. Pero puede estar Ud.
tranquilo. Al parecer, el artista nunca tuvo oportunidad de registrar el copyright de la pieza, de modo que su
proliferación se ha conducido mayormente sin problema, incluso, es algo que
mantiene fascinado al artista hasta la fecha. (No sabría decirle en estos
momentos si alguien más compró los derechos; de ser así, sí es posible que
dicha instancia tome cartas en el asunto).
Sin embargo, lo que realmente me
preocupa son una serie de cosas que deseo plantearle, de la manera más
respetuosa, como mexicalense criado y regado en estas tierras.
La primera de ellas, tiene que ver con
el modo permisivo con el que su firma tiene las posibilidades de erigir cuanto
objeto desee erigir en la ciudad, sin previo aviso y sin un previo consenso por
parte de autoridades, comisiones de desarrollo urbano, consejos y demás
instancias que pudieran definir con mayor cuidado las cualidades estéticas del
entorno urbano. Un entorno que, por cierto, siempre ha sufrido de una mezcla
entre el funcionalismo simplista y el abandono de espacios de los que ya no se
espera ninguna clase de provecho económico (por ejemplo, el centro de la
ciudad). No dudo ni por un segundo y me agrada el gesto de develar una pieza
como ésta, sobre todo, a partir del mensaje que contiene y que, al parecer,
quiere formar parte de lo que Ud. desea comunicarle como ciudadano, como
senador y como empresario a esta ciudad, tan carente de afectos comunitarios,
tan afectada por las dinámicas sociales, económicas y políticas de los últimos
años. Pero tampoco dudo que una comisión conformada por especialistas en
materia (puede contar con varios de nosotros, por cierto) tendría la capacidad
de definir con mayor certeza, las maneras como pueden mejorar y embellecer nuestros
entornos urbanos.
Lo segundo tiene que ver con el uso de
esta imagen icónica: ¿Por qué esa imagen?
O lo que es más, ¿Por qué recurrir a la copia –no a la réplica, por cierto— y
no a la producción de una idea original? ¿Algo más representativo de nuestra
ciudad? ¿Algo que comunique con mayor armonía en el entorno, que le hable
directamente a la comunidad? ¿Somos tan faltos de imaginación que tenemos que
copiar lo que viene de otras partes? ¿Ha sido ese el espíritu de su empresa,
arquitecto? No lo creo. Entonces, ¿por qué apelar a gestos que solo hablan de
una visión mediocre y pragmática de lo que puede ser aún más grandioso de lo
que Ud. pudiera imaginar?
[Dicho sea de paso: no sé qué
materiales utilizaron para la construcción de esta pieza. Cualquier pieza de
escultura pública debe considerar la calidad de los materiales y el entorno con
el que convivirán a través del tiempo. Como arquitecto debe entender esto al
dedillo. ¿Tomaron esto en consideración? ¿Tomaron en consideración que junto
con la construcción y montaje de la pieza debe existir una medida que determine
quién se encargará de su conservación y restauración en el futuro? ¿Ya se ha
estipulado por escrito? La pieza original se construyó con un acero especial
que soporta el desgaste y que elimina la necesidad de pintarlo, de modo que no
se oxida. ¿Usaron este material, o es una versión construida con materiales
fácilmente perecederos que serán derruidos conforme pasen los años... y las
administraciones municipales?]
Debo decirlo, y lo siento si lo digo de
manera grosera, pero hacer este tipo de cosas es de pésimo gusto. Reitero, no
dudo que sus intenciones sean nobles, en relación al contenido y lo que quiere
comunicar. Pero del mismo modo, es una de esas acciones que los jóvenes suelen
llamar “chafas”. No debería ser así, y permítame explicarle por qué: la
inversión en obra de arte público es una de las mejores inversiones a largo
plazo que puede emprender una ciudad. Incrementa la plusvalía de la zona, atrae
turismo y, si se hace de manera estratégica y se involucra a la iniciativa
privada, puede ofrecer enormes incentivos tributarios. Pero no con este tipo de
trabajos. No con este tipo de propuestas.
Fíjese, arquitecto: yo he tenido el
gusto de ser profesor en la Facultad de Artes de la UABC. He tenido la
oportunidad de trabajar en la formación de prácticamente todas las generaciones
de licenciados en Artes Plásticas, jóvenes y adultos deseosos de contribuir con
sus conocimientos y obras al desarrollo de la comunidad. Así también, hay una
comunidad de artistas destacados, con trayectorias que les han permitido
exhibir sus obras en otras latitudes, dispuestos a hacer lo mismo. Sin embargo,
no han tenido oportunidad de colaborar con las instituciones, o la empresa
privada, en la creación de proyectos originales, concebidos en y para este
entorno, porque propuestas como la de Ud. groseramente no los toma en cuenta o
hace caso omiso de ellas. La realización de proyectos de arte público
comisionados a artistas locales –o foráneos—es un modo de operación que ya
tiene arraigo en otras ciudades del país, y que ha tenido resultados muy
positivos. Solo consiste en diseñar estrategias que permitan, tanto a las
instituciones como a la iniciativa privada, comisionar proyectos de arte
público a los creadores de una comunidad, misma que tiene el conocimiento y la
sensibilidad para producir obras que hablen directamente a la sociedad en la
que viven. Muchos de ellos, incluso, se sentirían desafiados, halagados, si
tuvieran el reconocimiento para hacer este tipo de trabajos de manera
profesional (y justamente remunerada). Estimularía su creatividad, y un empeño
que se encontraría al nivel de cualquier otra clase de trabajo profesional que
encontramos en otros rubros productivos. Darles la espalda no solo es
desconsiderado, sino que habla de personas e instituciones que en realidad no
trabajan para los intereses de toda una comunidad. O lo que es peor: solo
trabajan para sus propios intereses.
Mi formación es como historiador de
arte. Tengo un conocimiento indiscutible en materia (puede preguntar con gusto,
es de las pocas cosas de las que me puedo jactar) y reconozco las maneras como
el arte de una comunidad revela su carácter y madurez, su visión y su
perspectiva del mundo. Cierto es que muchos artistas son inspirados por
distintas clases de expresiones –de amor, de disgusto, de espiritualidad, de
exploración estética—y algunos de ellos son críticos hacia el mundo que los
rodea (no los culpo), siendo percibidos por el común de la gente como rebeldes
e inconformes, no sometidos a las formas establecidas de trabajo y producción
que fácilmente encontramos en otros rubros. Pero también es cierto que, si los
artistas fueran impulsados por los sectores productivos que han tenido más
facilidades para su desarrollo empresarial y económico... como dicen los
gringos: the sky is the limit. Puedo asegurarle
que la inclusión de los artistas en estos proyectos sería una enorme área de
oportunidad, tanto para ustedes como para ellos. No ser incluidos implica que
ustedes están dispuestos a ningunear a personas que quieren hacer un trabajo
profesional en el ámbito de las artes, pero el desdén o la ignorancia los deja sin
posibilidades de profesionalizar su campo laboral.
Imagínelo de este modo. Imagine que una
empresa constructora como ICA comienza a obtener todas las licitaciones de
construcción que su firma diligentemente realiza. Y que cuando ustedes desean
conocer los argumentos por los cuales no son tomados en cuenta, las instancias
que desarrollan las licitaciones les dicen “es que ustedes son de provincia, no
tienen la capacidad suficiente como para esta clase de proyectos”. ¿Le ha
sucedido, arquitecto? Probablemente sí. Ahora, imagínese cómo se siente el
gremio de artistas locales cuando un empresario decide construir, sin más ni
más, una escultura pública, que copia otra obra creada ex profeso para un
entorno específico, y que pudo haber sido el producto de la imaginación, la
sensibilidad y el profesionalismo de un artista local. Sí: así es justamente
como nos sentimos.
Lo invito a que trabajemos en esto,
arquitecto.
Atentamente,
Alejandro Espinoza Galindo.