En nombre del arte.
En nombre del arte se generan una sarta de estupideces, la gran mayoría de éstas reveladoras de una incomprensión sobre el sentido y la proporción de la manifestación artística contemporánea como tal.
Claro, nadie quiere/puede/debe realmente "definir" lo que el arte "es".
Y al mismo tiempo, todos lo hacemos.
Es como una heridita a la que andamos rásquele que le rasque, porque no podemos dejarla nomás así, hasta que sangra nuevamente. No podemos quedarnos callados, no podemos dejar de arrastrar las plumas definidoras para certificar, consignar, repudiar, delimitar, enmarcar, englobar, seleccionar, legitimar, historizar, teorizar, retorizar y retorcer aquello que se nos presenta como arte. Es como si no pudiéramos quedarnos callados.
Este texto es un ejemplo de ello.
Por otro lado, esto también nos habla de lo efectivo que aun puede ser el arte para generar sentidos.
Desde sus espacios de identificación, hasta los discursos que la respaldan, la manifestación artística contemporánea se sostiene, por encima de todo, a partir de su condición fenoménica y nominal. Es parte de la esquizofrenia emprendida por la dicotomía arte-vida. Lo que en un momento se presenta como mero hecho de la realidad (una persona bailando, un rostro bonito, un edificio elegante, muerte en las calles, muerte en el alma, vida en los ojos de dos amantes besándose apasionadamente, una puesta de sol, una mano abriéndose, un gesto de expresión abstracta, un grupo de amigos en una fiesta, las luces aun atónitas de las ciudades, tiroteos en las calles, personas cruzando ilegalmente la frontera, dos cachanillas revoloteando en medio de la nada, una inscripción en paredes, piedras y monumentos, prácticamente cualquier experiencia espacio-temporal) tiene el potencial de (re)presentarse y demarcarse bajo el rubro nominal de "arte". Suena tan decepcionantemente simple, que por eso nos enojamos cuando alguien llega y decide identificar un fenómeno de cualquier naturaleza como "mi obra de arte." Olvidamos que el acto de reconocimiento del mundo y sus sentidos se da desde el acto de nombramiento. Veo una silla, la señalo y la nombro: "silla". Es por ello que se genera un sentido determinado --sentido con potencial de lectura diferenciada-- cuando un artista señala algo, cualquier cosa, y lo denomina arte. Lo que está denominando en dicho acto es un sentido determinado para la experiencia de la realidad manifiesta.
Pero claro que no todos podemos entenderlo así.
Son los tiempos que nos tocaron vivir. Las realidades superan en sentido e impacto a las ficciones, y viceversa. Y es en el viceversa donde encontramos un sinnúmero de problemas.
Sobre todo cuando nos enfrentamos a la mirada, incrédula e indignada, del que juzga y remite a la mayoría silenciosa su opinión quejumbrosa. La práctica artística ha adquirido una compleja y rica combinatoria de elementos para su resolución --en términos estéticos, ideológicos, políticos, semióticos, socioculturales, antropológicos, etc.-- que a su vez genera reacción y resistencia por aquellas partes de la sociedad que, en nombre de su incomprensión general sobre el sustrato cada vez más complejo de la realidad, imprime un juicio moralizante a las manifestaciones que nominalmente se enmarcan como arte.
Me refiero a la policía del gusto tradicional y burgués-histórico, que identifica aquello que no se circunscribe al ámbito de lo "bello placentero" e irremediablemente pasivo y simplemente dice "esto no es arte".
Asimismo, tenemos las voces de críticos alarmistas (como Paul Virilio) que refieren al exceso y la espectacular decadencia de ciertas prácticas artísticas que ponen a todo el asunto en un dilema lo suficientemente desesperante como para levantar las manos y decir: "Kin, Kin, ya no juego."
Pero es precisamente el nombre del arte, asignado a una suerte de categoría donde prima la superioridad moral (construida, a fin de cuentas, ya que nadie ha dicho en realidad que el arte debe considerarse moralmente superior, en ninguna de sus potencialidades), el que termina siendo juzgado por dicha mayoría silenciosa quejumbrosa y moralmente compungida, que en cierta manera define y circunscribe el ámbito supuestamente "decadente" de las prácticas artísticas hoy en día.
Lo que sufre a su paso es el nombre del arte. En nombre del arte se han hecho muchas cosas, algunas de ellas francamente estúpidas, que de todas formas se eleva por los marcos legitimadores para buscar un sentido determinado. Las buenas conciencias denuncian al nombre del arte como productor de estupideces, y utilizan un discurso alarmante --de esos de señoras emperifolladas que se ruborizan ante imágenes escandalosas-- que difícilmente utilizarían cuando se enfrentan a dichas realidades en un contexto...real.
OK. Lo que pasa es que hace dos días recibí un correo que me produjo un coraje enorme. Agradezco su paciencia lectora al permitirme insertarlo tal y como me llegó:
En el año 2007, Guillermo Vargas Habacuc, un supuesto artista, cogió a un perro abandonado de la calle, lo ató a una cuerda cortísima en la pared de una galería de arte y lo dejó allí para que muriera lentamente de hambre y sed:
Durante varios días, tanto el autor de semejante crueldad como los visitantes de la galería de arte presenciaron impasibles la agonía del pobre animal: hasta que finalmente murió de inanición, seguramente tras haber pasado por un doloroso, absurdo e incomprensible calvario.
¿Te parece fuerte?
Pues eso no es todo: la prestigiosa Bienal Centroamericana de Arte decidió, incomprensiblemente, que la salvajada que acababa de cometer este sujeto era arte, y de este modo tan incomprensible Guillermo Vargas Habacuc ha sido invitado a repetir su cruel acción en dicha Bienal en 2008.
¡¡IMPIDÁMOSLO!!!
Firmad aquí: http://www.petitiononline.com/13031953/petition.html (no hay que pagar, ni registrarse, ni nada peligroso, y merece la pena) para enviar una petición y que este hombre no sea felicitado ni llamado 'artista' por tan cruel acto, por semejante insensibilidad y disfrute con el dolor ajeno.
Es muy fácil, se tarda 10 segundos y es seguro, si perdemos el tiempo reenviando tonterías que nadie se cree, bien podemos dedicar un poco de ese tiempo a intentar evitar que otro animal inocente sufra la crueldad de este, y otros, sádico y repugnante 'ser humano':
REENVÍA ESTE MENSAJE A TODOS TUS CONTACTOS, POR FAVOR.
Pd: si pones el nombre del 'artista' en Google salen las fotos de este pobre animal, y seguramente también te saldrán páginas web donde podrás contrastarlo y ver que es verdad.
REENVÍA ESTE MENSAJE A TODOS TUS CONTACTOS, POR FAVOR.
Pd: si pones el nombre del 'artista' en Google salen las fotos de este pobre animal, y seguramente también te saldrán páginas web donde podrás contrastarlo y ver que es verdad.
Hago énfasis en los énfasis que aplican quienes produjeron este correo. Calificativos desdeñosos, tales como "supuesto artista" (y luego el entrecomillado de 'artista' en la postdata), implicaciones de franca indignación como la "semejante crueldad", la narrativa final, que apela al buen sentido moraloide del lector, donde describe cómo en este acto el animal muere de inanición, "seguramente tras haber pasado un doloroso, absurdo e incomprensible calvario", me habla no sólo de alguien que se indignó por la acción de dejar un perro callejero amarrado en una esquina de la galería para morir de hambre, sino de alguien que se indigna en toda su estructura de pensamiento, al enfrentarse a manifestaciones artísticas que cuestionan y critican duramente su relación sensible con el mundo. El resultado es que, en el proceso, utilizan el nombre del arte para desdeñar el arte, no tanto para desdeñar la acción. Ese es el discurso latente del correo.
Puedo jurarles que la mayoría de las personas que se "indignaron" (digo, si "ellos" utilizan comillas para desacreditar, yo también lo haré para desacreditarlos) por la acción de arte de Guillermos Vargas Habacuc, ofrecen mil veces menos indignación ante las realidades que viven en su entorno. No dan un peso ni por un perro ni por un indigente que pide unas monedas para pasar el día, pero sí utilizan toda una serie de mecanismos de represión y de denuncia para señalar los actos denunciativos de otros.
Nadie, ninguna de estas personas, se ha preguntado porqué Guillermo Vargas Habacuc realizó esta acción. Y si lo hacen, de todos modos lo desdeñan. No quieren escuchar razones, para ellos no existen. Por lo tanto, tampoco existen maneras de defender lo que se hace con el nombre de arte.
Somos propensos a identificar los mensajes que apelan a nuestra buena conciencia, sin darnos cuenta que dichos mensajes determinan la lectura que hacemos de la realidad. Ya de antemano, la cruzada contra la acción de este artista es consignada a las autoridades morales del mundo que, sedienta de todo acto que por medio de e mails en cadena, mantienen afectada la rutina diaria de las personas. La comidilla del día para los que han recibido este correo, de seguro habla no de los porqués o los sentidos de esta acción, sino que sale a relucir toda la indignación que les produce la práctica artística en general. Imposible pensar que alguien de estos indignados se ha sentado a preguntarse porqué lo hizo.
Mi opinión es que se trata de una acción de arte que utiliza la crueldad como mecanismo para abrumar. No estoy de acuerdo, y esto lo hago desde el arte, no desde la calidad moral que deseo imprimirle a los actos humanos. DESDE el arte, no soy muy afecto a acciones que apelan a la nebulización de nuestros sentidos, cada vez más absortos ante la velocidad de la realidad, y que recurren a actos crueles para simplemente ser identificados.
Acepto el propósito de la acción. Lo reconozco como un acto cruel (digo, pobre animal), pero reconozco que la lectura que se ha hecho es escandalizadora y reveladora de la estupidez con la que la mayoría de la gente enfrenta un fenómeno de la realidad que quiere decirles algo en concreto: piensa globalmente, actúa localmente. Dale de comer a los pobres perritos que están en las calles, ayuda a tu prójimo, regala unas cuantas monedas, escucha a la persona que busca un oído que lo comprenda, abraza al amigo, al pobre diablo desahuciado. Despierta.
Para dejar una suerte de idea inconclusa que uds. mismos pueden concluir, dejo el testimonio del artista, que recogí de un blog especialmente elaborado para la campaña contra esta acción.
"Hello everyone. My name is Guillermo Habacuc Vargas. I am 50 years old and an artist. Recently, I have been critisized for my work titled "Eres lo que lees", which features a dog named Nativity. The purpose of the work was not to cause any type of infliction on the poor, innocent creature, but rather to illustrate a point. In my home city of San Jose, Costa Rica, tens of thousands of stray dogs starve and die of illness each year in the streets and no one pays them a second thought.
Now, if you publicly display one of these starving creatures, such as the case with Nativity, it creates a backlash that brings out a big of hypocrisy in all of us. Nativity was a very sick creature and would have died in the streets anyway.
tomado del blog: http://guillermohabacucvargas.blogspot.com/