20.11.07

Sí.
Es que he estado pensando en el desierto. Lo bonito de la nada es que no existe. Quizás sólo como categoría. Pero no hay nada. Nunca, nada.

Quisiera imaginar que me están entrevistando:

E: ¿Y qué piensa del desierto?
K: No pienso acerca del desierto. Pienso el desierto, pienso en términos desérticos. Imagino en “desierto mode”.

E: ¿Ningún concepto puede surgir de su mente que discurre neurálgicamente por estas superficies?
K: Su pregunta es pretenciosamente barroca, puede preguntar lo mismo con menos palabras.

E: ¿Qué ve cuando ve el desierto?
K: Me gustaría ver el desierto sin pensar que hay que cubrirlo de otras cosas. Una Wal Mart, cientos y cientos de esculturas hechas en las piedras de la rumorosa, un niño en el centro de la laguna salada, un campo de flores de manzanilla en las faldas del Centinela. No, no puedo ver el desierto si no estoy inventando al interior de su nada. Aunque igual y sí. Me gusta la insistencia de su vacío. Me gusta ver unos marquitos que están colocados en la carretera, y que me hacen pensar que son una imitación de los marcos y esquemas del imaginario pictórico del pintor Benavides. Me gusta pensar que el paisaje desértico imitó a Benavides y no al revés. Estúpidamente falso y romántico, pero igual me gusta pensar en ello.

E: ¿Es el desierto ausencia?
K: No sea mamón(a)

E: ¿Qué haría si estuviera en medio de un desierto dotado de provisiones para sobrevivir durante un año? ¿Escribiría finalmente esa novela que no quiere escribir por miedo?
K: …

E: …
K: ¿Quién es su informante?

E: ¿El desierto invita o ahuyenta?
K: Yo diría que incita. Es el final y al mismo tiempo el borrón y cuenta nueva del orden natural. Lo que me gusta del desierto es que puedes encontrar lo que te da tu regalada gana en un sitio donde había cosas específicas. Es como si abrieras un libro cuyas palabras se desvanecieron con el tiempo; la tinta fue adelgazándose hasta que sólo quedan pequeños rastros de algo que hubo. Las páginas en blanco usado incitan a rellenarlas de nuevo, y al mismo tiempo, incitan a averiguar imaginariamente lo que contenían.

E: El desierto es hombre o mujer.
K: Piel. Son las partes desnudas del planeta, como si el mundo tuviera un vestido rasgado y las partes donde se ve la piel son los desiertos. Nada más sexy que ver esas zonas de piel entrevista en las rasgaduras de un vestido.

E: ¿Cuál es el carácter del desierto?
K: Tiene carácter de magnificiencia. No puede dejar de admirarse como una nada y como una tremenda totalidad a la vez. Seduce su mirada, aunque nunca nos ve. Siluetea con el movimiento del sol, y cuando la luna está encima, sus silencios pueden engendrar un miedo terrible.

E: ¿El desierto se recorre en botas o descalzo?
K: El desierto se recorre en completo abandono, de sí mismo, del desierto mismo. El desierto se recorre con la mirada, lees su figura como si leyeras el traslado de un poema por la página.

E: ¿Por qué los poetas poetizan al desierto?
K: Porque las imágenes desérticas son las más semejantes a una mente despejada, serena, que en silencio escucha su propio ritmo. Respirar en silencio es comportarse desérticamente.