23.3.09



Hola.

Este sábado, 28 de marzo, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario, frente al edificio de rectoría, se presentará, entre muchas otras actividades, la conferencia del escritor estadounidense RAYMOND FEDERMAN.

Sobre la condición patética de la novela en nuestros tiempos, será una conferencia impartida por el autor, en lectura de simultánea traducción. Considero no sólo la importancia personal que manifiesto por la presencia de Federman en Mexicali (de los escritores postmodernos una de las figuras esenciales), sino también considero que su ponencia dará mucho de qué hablar, manque sea a nuestra incipiente comunidad de entusiastas de la literatura.

Esto no es un fragmento de dicha ponencia (lo postearé después. Creo), pero sí es algo que pudiera darles una probadita de lo por venir:

Lo real comienza donde el espectáculo termina
(una suerte de manifiesto)


Si la littérature est le silence des significations,
c'est en vérité la prison dont tous les occupants veulent s'évader.

Georges Bataille

¿Cuáles son las formas de representar al mundo que hoy en día desfilan ante nosotros? La cínica o frívola precipitación del espectacular, la trivialidad de la TV basura o las obscenas tautologías de los docudramas televisivos en los cuales lo real se hunde sin dejar rastro. Ahora, y sin duda alguna más que nunca, el flujo desrealizante de las imágenes en los medios huye con nuestros poderes de discernimiento, nuestra conciencia, nuestras vidas, y claro, nuestra escritura. Nos obliga a rendirnos a lo que sólo puede llamarse en sentido estricto, el alcance fabuloso y seductor del espectáculo. Nos prohíbe la representación simplificada de lo real. Nos educa en la desconfianza aturdida de lo que está ahí frente a nuestros ojos –esos ojos que han sido sobrealimentados con iconos. Pero a pesar de nuestra sumisión resentida al encanto de estos iconos, a pesar de nuestro servilismo voluntario al espectáculo, sabemos muy bien que todo es falso, que no es nada más que un teatro de sombras que agota nuestro sentido de lo real en su vacuidad, y no nos enseña nada, nada más que una mitología hecha a la medida para una nueva raza de salvajes.

Pero el mundo es mucho más complejo, mucho más caótico, mucho más confuso, mucho más inaccesible que las imágenes falsas que se nos ofrecen día con día. Y las experiencias que crean el mundo para nosotros son mucho más complejas, caóticas, confundidas y confusas que lo que ELLOS piensan. Por ELLOS, me refiero a aquellos que falsifican NUESTRO MUNDO para nosotros. NUESTRO MUNDO –el que nosotros como escritores enfrentamos todos los días—es una pantalla llena de estática, una imagen borrosa agitada por emociones cien veces más voluptuosas, pero también cien veces más dolorosas que las que ELLOS tratan de hacernos sentir. Incluso el movimiento más rápido del control remoto no puede aliviarnos del bombardeo vertiginoso de información al que el mundo nos somete. Su espacio es infinitamente más profundo, más descentrado, más polimorfo. Y el tiempo que gastamos en su flujo nunca se alinea de acuerdo a los escenarios monocromáticos que supuestamente simbolizan su pasaje.

¿Cómo reaccionar? ¿Cómo responder? ¿Cómo escribir hoy el mundo en que vivimos y escribimos? ¿Cómo simbolizaremos de manera distinta y más verdaderamente (no dije de manera más realista, sino más verdadera) nuestra experiencia del mundo? Ciertamente no será bajo el modo de una literatura fácil, simple y positiva escrita con una prosa industrial high-tech, no será una literatura que se haya vendido al Espectáculo, a cuyo rico territorio quiere ingresar a cualquier costo, por medio del compromiso o la prostitución, pero especialmente por medio de un cinismo simplista, o con un kitsch ostentoso. Esta seudo-literatura, que se está volviendo cada vez más y más monótona, más y más banal y predecible, más y más insignificante, funciona más allá de lo que toleran nuestra angustia y nuestro deseo.

Cuando la literatura deje de entender al mundo y acepte la crisis de representación en la que funciona, se convierte en mero entretenimiento, se convierte en parte del Espectáculo.

¿Cuál es el antídoto de esta precipitación irreflexiva y perezosa de lo que sigue pretendiendo ser literatura? El tipo de escritura que se resiste a la recuperación de sí misma por medio de figuras e imágenes falsas. El tipo de literatura que necesitamos ahora es el tipo que sistemáticamente erosionará y disipará el escenario del Espectáculo, frustrando la expectativa de su comienzo, medio y final positivo, así como de la resolución barata. Este tipo de escritura será al mismo tiempo frugal y denudada, pero retóricamente compleja, de modo que pueda tomar al mundo de una manera nueva. Este tipo de escritura debe crear un espacio de resistencia a la devoción alienada de las imágenes –al refinamiento y socavamiento del mundo por medio de imágenes. Este tipo de escritura debería ser como un tiempo libre dentro de la opacidad del Espectáculo.

Cualquiera que persista en hacer literatura sin acceder al hecho que hacer literatura sólo puede ser una diversión intramundana, una opción de carrera, una confesión subjetiva, cualquiera que no afirme la idea de que la literatura no puede tener un impacto social, es hoy en día urgentemente confrontado con las preguntas lacerantes, ¿Cuál es su finalidad? ¿Qué tiene de bueno? ¿Qué significado, en el mundo y para el mundo, puede tener la búsqueda de esta actividad? Una actividad que la sociedad definitivamente ha marginado, una actividad reducida a una suerte de forma de supervivencia, deliciosa y placenteramente pasada de moda, una actividad realizada más allá de los límites de una seria autorreflexión.

Cuando la literatura se convierte en un excedente de la cultura, un suplemento de la cultura, ya no puede llamarse literatura. Cuando la ficción se convierte en un producto que puede venderse en el supermercado enseguida de los tomates, entonces ya no merece ser llamada literatura, incluso no merece ser creada.

Pero ahora uno debe preguntarse, ¿es posible que la ficción, que los escritores serios de narrativa (supongo que aun existen unos cuantos escritores entre nosotros, que aun se piensan como escritores serios) es posible que estos escritores se escapen de la recuperación generalizada que está ocurriendo en el mercado de libros?, ¿es posible que la ficción sobreviva el tipo de reducción, el tipo de banalización que los medios masivos imponen en la cultura contemporánea?, ¿es posible que la ficción sobreviva la hipnosis del marketing, el dulce aburrimiento del consenso, la envoltura de celofán del pensamiento, la comercialización del deseo? En otras palabras, ¿puede la ficción escaparse de la conformidad y la banalidad y aun así jugar un papel en nuestra sociedad, de tener un sitio en nuestra sociedad? Y finalmente, ¿habrá gente aun ahí dispuesta a dar la espalda al ESPECTÁCULO y tener tiempo para escribir y leer obras de narrativa? Estas son preguntas urgentes que exigen respuestas urgentes.


Copyright © 1996 Raymond Federman
(libre traducción. A.Espinoza)


12.3.09



RE: AVELINA LÉSPER

El siguiente texto tiene la intención de hacer una réplica simultánea de un texto que apareció en el suplemento LABERINTO de Milenio. Espero lo disfruten.

ARTE EN Y PARA EL MUNDO REAL
Avelina Lésper

Cuando un crítico dice que el estado del arte contemporáneo es penoso lo acusan de reaccionario o de que no entiende. O, en el mejor de los casos, se le pedirá que explique, que expanda un poco en su idea. Pero hoy ya son los artistas los que hablan. ¿Todos? ¿TODOS los artistas? En este momento ha surgido un movimiento de pintores, escultores y dibujantes ¿Dónde están los teatreros, los bailarines que están hartos de ciertas manifestaciones de danza contemporánea, los músicos? ¿No son acaso también artistas? que se han unido para crear un frente y manifestar su Hartismo ¿No sería más bien su “hartazgo”? ante al arte contemporáneo y hacer un análisis detallado y pasional de la situación del arte. ¿No es el análisis de la realidad de los artistas contemporáneos igualmente pasional y detallado, incluso más, en los mejores casos? Este grupo llamado Hartismo (www.hartismo.blogspot.com ), porque están hartos nos queda claro que están hartos, tiene su base en Guipúzcoa, España, y está afiliado al Movimiento Stuckism (www.stuckism.com) que se inició en Inglaterra en 1999 y hoy está presente en 80 países con más de 140 sedes. Mhmmmm…Suena a religión. Quizás lo sea. Como lo es el arte contemporáneo. Éstos son algunos de los puntos del Manifiesto Hartista que sintetizaré por razones de espacio. Comencemos, pues.


1. Estamos Hartos del arte oficial y sus artistas. Los Hartistas trabajamos con nuestras manos, en y para el mundo real.
Primero que nada, me preguntaría cuáles son los parámetros que actualmente legitiman u oficializan al arte contemporáneo. Porque supongo que el arte contemporáneo es el que señalan como “oficial.” No sabría decir con certeza si su legitimación está sentada firmemente. Probablemente el campo está asumiendo una de sus tantas aproximaciones a las nuevas tendencias como “modas,” que nos sean “modos” de hacer arte.
Por otro lado, la segunda afirmación suena a consigna por la lucha obrera; además, no veo que exista otro mundo desde donde trabaje cualquier artista, independientemente del modo como produzca su obra. No se puede hacer absolutamente nada en este mundo que no provenga del mundo mismo.
2. Estamos Hartos del elitismo, de que el arte sea sólo para algunos privilegiados. Queremos que el arte sea devuelto al público.
¿A qué público os referís? ¿Al pueblo? ¿Ha sido el arte del pueblo en algún momento en la historia? No, en serio, ¿ha sido realmente del pueblo, para el pueblo o por el pueblo? No obstante podemos remitirnos al paleocristiano o al arte de las cavernas (donde, por cierto, el dibujante rupestre trabajaba en el mundo real, mismo que no fue descubierto hasta muuuuuucho después, y que trajo como consecuencia que las formas plásticas que ustedes benditamente consagran como “reales” fueran severamente criticadas por la versión más chimengüenchona de ustedes en el siglo XIX), difícilmente puedo ubicar al arte fuera del espectro social. Pero no le “pertenece” al pueblo. Le pertenece al mundo. (Digo, ya que estamos en proclamas románticas, ¿por qué no?)
3. Estamos Hartos de que sólo opinen “gurús” y expertos. Opinemos libremente, es tiempo de reírnos en público de los estrambóticos montajes, de las cosas pretenciosas y ridículas que los artistas, comisarios y políticos presentan como arte.
He aquí otro problema. Por un lado: yo puedo asegurarles, al cien por ciento, que alguna de sus obras, las que producen ustedes, hartistas, no distan mucho de ser apreciadas con una mirada acuciosa y de rechazo, por parte de dos que tres señoras emperifolladas que no les gusta que los cuerpos en el arte se deformen, o que se utilicen demasiados colores expresivos en las pinturas. Esto es, su obra artística podría sufrir de la misma displicencia –a veces grosera—con la que aproximan una obra de arte contemporáneo.
Por cierto, aquí una pausa: no me he detenido a ver las obras de los miembros de este grupo. Quisiera hacerlo en estos momentos. Ahorita vengo…
(pausa)
…OK. Aunque mi revisión no fue exhaustiva, porque en realidad se trata de una cantidad considerable de “hartistas,” (me molesta un poco el mote; sería mejor que ustedes recurrieran al uso de la A mayúscula para referirse a su movimiento: decir que se conformaron porque están hartos de lo que ocurre en el mundo del arte actual los desmerece, y ya que proclaman que el arte es una cosa viva, manual, orgánica, vital para la existencia y para el rito del espíritu humano, no tiene nada de malo devolverse a aquellas definiciones de principios del siglo XX que llegaron al mundo del arte. Por lo tanto, proclámense Artistas, ya que, según entiendo, ustedes realizan un arte verdadero, wtftm), debo aceptar que sus obras son buenas. Es cierto, derivan de lo que se ha producido en los últimos ochenta años de arte en el mundo, pero son buenas. Pueden situarse bien como consecuencia de las principales exploraciones del arte moderno, aunadas a una recuperación del realismo, pero tomado desde la perspectiva del fotorrealismo. Es una tétrada recurrida en muchas de las prácticas artísticas contemporáneas, de todos aquellos artistas actuales que no se han podido insertar en el marco de la contemporaneidad. Dicha tétrada consiste en:
a) un énfasis en los valores expresivos de la plástica, ahí donde la realidad pintada imprime el sello indicial/expresivo del creador;
b) variaciones del arte moderno de principios del siglo XX, entre un cubismo que recupera la forma mas no la intención, y dos que tres pintores de la época (un poco de Matisse, un poco de Delaunay), que juegan con la línea expresiva y el color sensible;
c) una valoración de los elementos fantástico-ultraterrenales del arte surrealista. Porque los Artistas siempre están adscritos a la fantasía y al imaginario extraterrenal. Blake y en parte Goya tienen la culpa de esto, a no decir de Dalí, a todas luces el padre fundador de todos aquellos artistas actuales que se sienten restringidos por el cinismo de Warhol y el intelectualismo acucioso de Duchamp.
d) el susodicho recurso de la hiperrealidad. Que viene siendo una suerte de reemplazo de los códigos de representación heredados del Renacimiento.
No soy gurú, pero me considero con una formación visual lo suficientemente nutrida como para poder considerarme “experto.” Por cierto, ¿no requieren ustedes también de voces expertas que puedan hablar sobre lo que hacen? ¿Consideran que deba prescindirse de ellos?
4. Estamos Hartos de la consigna interesada de que el arte y la pintura han muerto. Estamos Hartos de que el dinero público se destine a sufragar actividades extravagantes propias de atracción de feria, que restan seriedad al arte y a los artistas que queremos trabajar con seriedad.
Pongámonos de acuerdo: ¿el arte y la pintura? ¿Qué es lo que ha “muerto”? Indudablemente, la pintura no, así como cualquier práctica disciplinaria que requiera de cuerpo, manos y voz para elaborarse. Lo que sí considero que han muerto son las categorías tradicionales de entendimiento sobre lo que una obra de arte es. Y es un discurso bastante agotado, incluso.
Asimismo, lo que efectivamente también han muerto son los códigos representacionales tradicionales. No es que no se permitan, o que no se desarrollen en el discurso visual de un artista (¿o hartista?), sino que su campo de comprensión ya no es el mismo, ya no puede comprenderse de la misma manera que en el pasado. Sería un retroceso así como una ingenuidad terrible pensar que el mundo actual, que esta realidad, pretenda seguir representándose bajo los códigos heredados de hace más de tres siglos.
Muchachos: jamás van a poder pintar como Caravaggio. Por otro lado, sería un ejercicio fútil hacerlo. Porque el modo de ver la realidad de Caravaggio ya no pertenece a nuestra realidad. Puede entenderse a Caravaggio, puede entenderse esta realidad, y asumir los códigos representacionales de este pintor para aproximar la realidad. Pero, ¿a dónde nos llevaría? ¿A una representación teatral, dramatizada de, por ejemplo, las atrocidades de la guerra en Irak? ¿Las muertas de Juárez? Sería una realidad insostenible.
Por otro lado: el arte SIEMPRE ha sido una atracción. De feria, de teatro, de absurdo, de marco para la expresión de individualidad. No obstante mucho del arte contemporáneo puede convertirse en un espectáculo vacuo y lleno de pretensiones infundadas, igualmente ha servido para aproximar la complejidad de la realidad desde posturas y visiones que van mucho más allá del simple trabajo de un artista romántico encerrado en su estudio, en busca del “sentimiento.”
5. Estamos Hartos del anti-arte. Partiendo de una idea jocosa de Duchamp, el anti-arte es hoy el arte oficial, justo el enemigo contra el que se acuñó el término. Duchamp rechazaba que sus ready-made se tomaran como arte.
OK, aquí sí concedo lo siguiente: ciertas propuestas de arte, generadas bajo la consigna duchampiana, han sido legitimadas por el campo, el mismo que había sido criticado por las posturas anti-arte. Pero esto forma parte del juego: el campo es criticado, el campo coopta los modelos generados por la crítica, la crítica contraataca. Esto se ha venido desarrollando durante años y años. Me pregunto si ustedes serán quienes regresarán la dimensión “plástico-expresiva” al ámbito del arte. Lo dudo, no porque no puedan o no tengan el mérito, sino porque las cosas son un poco más complicadas que el retorno a la plasticidad.
6. El anti-arte no quiere convivir con el arte, necesita exterminarlo para ocupar su lugar. Los anti-artistas saben que si hay arte cerca nadie presta atención al anti-arte. Entre un buen cuadro y una lata de mierda, la gente normal prefiere el cuadro. El Hartismo es un movimiento anti-anti-arte.
Y luego nos encontraremos con un movimiento anti-anti-anti-arte. El arte –y aquí me regreso a una de las pinturas más emblemáticas de todos los tiempos: Las Meninas de Velázquez—es un asunto de TODOS. Conviven en estos tiempos –y esto es lo que convierte a dichos tiempos en una situación tan complicada, confusa y difusa—tanto la lata de mierda como la pintura alegórica, creada en algún estudio de barrio boho en Barcelona, hecha por un pintor absolutamente maravillado por su capacidad mimética, forman parte de esta realidad. Que los parámetros curatoriales estén ahora enamorados de obras que nublan disciplinas y proponen ejercicios metonímicos con recursos que dejan de ser meramente manuales, eso no es culpa de nosotros.
Por otro lado: no existe la gente normal.
7. Estamos Hartos del conceptualismo. Todo el mundo tiene ideas, lo que diferencia al artista es la capacidad de crear obras valiosas a partir de las ideas. La idea es un pretexto para llegar a la obra, no al revés.
OK. ¿Están hartos también del arte-instalación? ¿Qué tal del land art? ¿Están hartos que se legitimen obras artísticas alejadas del estudio del artista, mismo que, curiosamente, contamina sobremanera el medio ambiente con el uso de químicos, desechos de pintura, a no decir de los metros y metros de papel que se consume en sus bocetos? ¿No se han dado cuenta de la enorme huella de desechos tóxicos que le están legando a la humanidad, más allá del legado de unas cuantas pinturas? ¿Lo ven? Las cosas no son tan fáciles de descartar.
8. Estamos Hartos de que presenten cosas que requieren de historias y explicaciones. Si esto es necesario es que no es arte. El discurso no cambia al objeto.
El discurso cambia al objeto. A partir de lo que se conoce sobre una obra reconocemos su contexto, nos otorga algo que muchas veces olvidamos es una de las premisas del arte: conocimiento. De seguro ustedes odiaban sus clases de historia del arte. Ahí donde el maestro o maestra tenía que ofrecerles una contextualización que les permitiera hacer lecturas más comprensivas de las obras del pasado. El pasado del que ustedes están enamorados. Sin estas explicaciones, sólo sabrían que Rubens pintaba monitas regordetas, y que la sonrisa de la Gioconda es “enigmática.”
De lo que yo estoy harto es que pensemos que el arte es para obtener un placer meramente visual. Esa noción es de un aburguesamiento apabullante. Imagino las tertulias, escuchando a Bach mientras toman vino barato y se regodean por las láminas tan preciosas de algún maestro antiguo. Se maravillan porque “híjole, qué bárbaro, es tremendo. ¿Cómo le hacían para pintar/esculpir así? ¡Qué técnica! ¡Qué maestría!”
9. Rechazamos la idea de que el proceso es más valioso que la obra, porque el proceso sólo tiene sentido si al final hay un resultado, una obra.
El proceso no es más ni menos valioso que la obra. Pero es parte integral del discurso visual contemporáneo. Porque ya no hacemos obras inmersos en nuestras muy pretenciosas burbujas, porque la vida humana contemporánea es mucho más dinámica que la que vivieron los artistas en el siglo XIX; porque estamos interconectados; porque podemos formarnos visualmente a partir de una cantidad considerable de reproducciones digitales de obras, sin jamás pisar una galería o museo, y tener una noción bastante aguda sobre lo que el arte es; porque a veces las obras –como la realidad—merece más que la simple ejecución fáctica de un objeto; porque los procesos son parte vital del entendimiento ya no del arte, sino de la realidad.
10. Estamos Hartos de que la originalidad y la novedad sean patrones para designar el valor de una obra. El arte oficial “moderno” sólo es una reiteración de formas y maneras que insultan a la inteligencia.
Se me figura que ya no sabían qué más escribir. O están demasiado inmersos en sus pequeños mundos de rosa como para no recordar que la originalidad y la novedad son paradigmas de pensamiento, no patrones de legitimación de obras artísticas. Si quieren cambiar ese paradigma, lo tienen que hacer en todos los ámbitos: el modo de producción capitalista es el que determina dicho paradigma, no el mundo del arte.
Por otro lado, la frase “El arte oficial ‘moderno’ sólo es una reiteración de formas y maneras que insultan a la inteligencia” bien pudo haber sido proclamada en algún pasquín mal colocado en una ciudad provinciana de Europa o Estados Unidos circa 1920.
11. Estamos Hartos de que los que no utilizan sus manos se autodenominen artistas. Para ser artista hay que pintar, dibujar, esculpir, no basta pensar.
Para ser artista hay que hacer obras. Es un campo de comprensión mucho más dinámico que referirse a pinturas, esculturas o dibujos. Así que no entiendo. ¿Entonces el artista es una persona con capacidades especiales? ¿Entonces el artista no es como el resto del pueblo al que defienden?
¿Tiene una función o misión especial, de usar sus habilidades manuales para comunicarse con el pueblo, los legos, los que recibirán con gusto sus figuraciones fantástico-expresivas? ESO insulta a MI imaginación.
12. Estamos Hartos de que se desprecie la tradición. Rechazar la tradición artística es rechazar la posibilidad de innovación. La tradición enriquecida por la vanguardia constituye nuestra cultura artística.
No sé de dónde proviene el desprecio a la tradición. No sé si es una proclama al interior del sistema del arte. Lo que sí sé es que los principales artistas contemporáneos tienen una noción muy pero muy clara de la tradición. Como lo fue Velázquez, como lo fue Cézanne, como lo fue Duchamp, Picasso, Warhol, Sol LeWit, Rauschenberg y hasta el más actual Damien Hirst, todos ellos tenían y/o tienen un conocimiento agudísimo del arte, su historia y su desarrollo.
13. Estamos Hartos de que la crítica y la historia del arte sobrevalore las vanguardias del siglo XX, minimizando el hecho de que se han agotado y muerto y son mantenidas con vida artificialmente.
No sé a qué vanguardias se refieren. Muchas de las obras que ustedes producen pueden enmarcarse en algunas de estas vanguardias sobrevaloradas del siglo XX. Si no son precisos, puedo llegar a la conclusión que el Cubismo está agotado y muerto. Que por cierto, sí que lo está.
14. Estamos Hartos de que se extirpe la belleza de los discursos, la belleza es el objeto último del arte. Rechazamos que la fealdad y la pobreza técnica sean la máxima aspiración.
No creo que la fealdad y la pobreza técnica sean la máxima aspiración de un artista contemporáneo. Tenemos casos, tristes casos, que lo único que hacen es confundir al espectador con respecto a los elementos de valor contenidos en una obra de arte. Sin embargo, no pienso que alguien como los hermanos Chapman produzcan obras bonitas, bellas: sus obras son feas, o grotescas mejor dicho, y utilizan recursos técnicos que van más allá de lo que se considera como “arte malo” contemporáneo. Del mismo modo, tampoco creo que la máxima aspiración del artista es llegar a una maestría técnica.
Ahora, ¿se extirpa la belleza de los discursos en el arte contemporáneo? No lo creo. He tenido oportunidad de enfrentarme a obras contemporáneas de una complejidad, de un rigor metodológico y propositivo, que no me deja más que boquiabierto, absorto en mi imaginación: un paisaje elaborado con cientos y cientos de calcomanías recicladas de fábricas que se dedican a producir videocasetes, CD’s, cintas magnéticas, etc.; una sutil profusión de casitas hechas con migajón, alineadas en representación de los nuevos conceptos de vivienda como líneas de producción; y así sucesivamente. Créanmelo, sólo es cuestión de abrir los ojos y cerrar nuestros constructos culturales de lo que una obra de arte es: el arte contemporáneo puede ser de una belleza inconmensurable. Lo que se deben reprobar son los parámetros de selección, no la producción artística contemporánea como tal.
15. Estamos Hartos del sistema actual de enseñanza. El artista necesita más práctica y menos palabrería. Reivindicamos el valor del dibujo al natural como base de las artes plásticas.
Me gustaría remitiros a los estudios que se hicieron sobre los talleres artísticos durante el Renacimiento. La formación intensiva e integral de los estudiantes. No creo que un Leonardo Da Vinci haya dicho en algún momento: “estoy harto de las palabrerías de ese mentado Platón. Yo quiero hacer pinturitas y helicópteros que no funcionan.”
16. Estamos Hartos de la fascinación por las nuevas tecnologías informáticas o audiovisuales. A más de 40 años del primer ordenador es una estupidez creer que hay novedad o ingenio en utilizarlos.
Cuidado: corren el peligro de comerse su propia cola. Porque yo puedo decir: a más de cuarenta años de la primera obra conceptual es una estupidez creer que es una simple moda del arte contemporáneo.
17. Estamos Hartos de las “nuevas propuestas”, como la instalación, el performance, el videoarte, que son una manera de esconder la incapacidad de crear una buena escenografía, buen teatro o una buena pintura.
Os remito a la respuesta que ofrezco para el punto 7. Amigos, está canijo: ¿cómo son capaces de utilizar categorías tan antiquísimas como “lo bueno” para referirse a las obras? ¿Qué demonios entienden por una “buena pintura”? ¿No tienen idea que están regresando a parámetros de entendimiento del arte que datan más allá de sus propias líneas genealógicas?
18. Estamos Hartos de que se crea que somos una minoría. El Hartismo es una tendencia con vocación universal.
Os felicito por ello. Veamos quién gana la contienda. Porque ¿es contienda, no?