4.12.08



















Spike Jonze
Por Thurston Moore.



Interview magazine



En la revista Interview, ocasionalmente montamos entrevistas frente a un público en vivo. La entrevista que se presenta a continuación tuvo lugar el 16 de septiembre de 2008, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Quisiéramos agradecer al director Spike Jonze y al músico Thurston Moore por participar, así como a los miembros del público que se presentaron para formar parte de esto.

THURSTON MOORE: Te reto a una batalla de preguntas.
SPIKE JONZE (sonrisa nerviosa): Oh, no sabía que esto iba a ser de esa forma. Yo sé qué tan bueno eres para eso. Tengo miedo. Muy bien. ¿Qué tienes para mí?
TM: Comenzaré fácil. ¿Algunas vez te metiste en problemas cuando eras adolescente? Me refiero al tipo de problemas en los que terminas esposado por policías.
SJ: Buena. ¿Alguna vez fuiste un chico hardcore? ¿Tipo que bien clavado en Minor Threat y Black Flag?
TM: ¿Es el pasado un animal grotesco?

(un chapurreo de aplausos por parte del público)

SJ: Si un camión de diez toneladas nos matara, ¿en realidad fuera eso una manera celestial de morir?

TM: ¿Alguna vez saliste de cita con una chica skate con la cual simplemente te la pasaste patinando románticamente?

(Unas cuantas risillas, pero no hay un líder claro en cuanto al público se refiere. Más una especie de actitud de a-ver-qué-sucede)

SJ: ¿Hay acaso algunos libros que hayas leído de los cuales realmente te gustaría hacer una película con ellos?

(Un suspiro audible y colectivo en el público. Jonze se ve nervioso).

TM: ¿Te enamoras rápida y profundamente, o requieres de precaución y voluntad?

(El público aplaude nuevamente. Los jueces toman algunas notas)

SJ: ¿Con qué hombre no tendrías problema para hacer el amor con él?

(Un hombre sentado en el público se pone de pie y se va).

TM: ¿Alguna vez te han puesto una buena putiza?

(El público aclama, aparentemente les gusta esa. Los miembros del público parecen comenzar a ponerse del lado de Moore).
SJ: (rápidamente interrumpiendo el aplauso) ¿Cuando tuviste sexo por primera vez, fuiste feliz o te quedaste confundido o ambos o qué?

(al público también les gusto esa. Jonze respira profusamente pero se encuentra un poco aliviado de que pudo soltar una buena)

TM: ¿Podrías encontrar a alguien que me pague por el borrador de un guión acerca de las vidas de Allen Ginsberg y William Burroughs y la intersección de su relación a través del siglo XX contracultural?

(Al público del museo parece gustarle esa. Jonze no sabe qué decir)

SJ: (balbuceando). Y entonces, ¿cuál es tu próximo proyecto?

(unos cuantos abucheos del público. Una botella que viene de atrás golpea a Jonze en la cara. Una gota de sangre escurre de su nariz)

TM: Spike, ¿alguna vez te sentirás lo suficientemente libre como para presentar en Cannes una película titulada I Love You, en la cual 1,000 participantes se turnan para voltear a tu cámara y decir “I love you”, nada más, nada menos?

SJ: (comenzando a perder el rumbo y desesperándose) ¿Qué planes tienes para esta navidad?

(el público ahora comienza a reírse de Jonze. Rápidamente intenta otra)

¿Te asusta volar?
(los jueces reprenden a Jonze por preguntar fuera de turno y señalan que le quitarán puntos por este rompimiento de las reglas)
TM: ¿Alguna vez has pensado en filmar una película entera en un avión que sale del aeropuerto de Los Angeles a Australia?

(Moore se encuentra ahora de pie, arrojando sus preguntas a Jonze. El público comienza a ponerse de pie y a gritar)

SJ: (paniqueado pero defendiénose) ¿Quién es mejor: Radiohead o Led Zeppelin?

TM: (reconociendo que tiene a Jonze acorralado) ¿Cómo va tu guión sobre las tribulaciones de una arcana banda de death metal de las profundidades de Finlandia?

SJ: ¿Te gusta participar en los Talk Shows? ¿Te gustaría hacer más?

(Los jueces ya no pueden ver a Moore y a Jonze, ya que el público los ha rodeado; las burlas del público son ensordecedoras. Las preguntas fluyen como una ráfaga)

TM: ¿Crees que la buena voluntad y el discurso intelectual son formas viables para desalentar las tendencias terroristas?

SJ: ¿Qué tipo de pasta dental usas?

TM: (gritando) ¿Te has puesto alguna vez demasiado high? ¿Te has puesto high acaso? Y si y cuando de hecho consumes, alivia acaso algún sentimiento de culpa que pudieras tener como hombre blanco privilegiado con un poco de moneda, o te encuentras en una suerte de armonía cósmica con todas las razas, géneros e intelectos?

(Jonze está ahora en el sielo, Moore encima de él, el público rugiendo y rodeándolos)

SJ: (débilmente) ¿Te gusta la sopa?

(Los jueces dan por terminado el combate porque el público ha matado a Jonze)
Interview quisiera enviar sus más profundas condolencias a los amigos y familiares de Jonze. Será recordado con cariño. Fue un gran cineasta y luchó con valentía junto a nosotros en la Guerra de Corea.


1.12.08

Hace muchos años, solía pensar que era possible que un novelista alterara la vida interior de la cultura. Hoy en día, los fabricantes de bombas y los gatilleros han tomado ese territorio. Forman motines en la conciencia humana. Lo que los escritores solían hacer antes de que fuéramos todos incorporados.
Don DeLillo

20.11.08

Thanks for the memories, Tijuana.
Ponencia del pasado Festival de Literatura del Noroeste
sábado, 15 de noviembre, CECUT.
La literatura y su relación con otras disciplinas.



Tengo cinco minutos para hablar sobre la literatura y su relación con otras disciplinas. Siendo explícitamente riesgoso, trataré de consumar por medio de la escritura, las relaciones entre realidad y ficción, ficción y mundo, pies en la tierra y sujeción del tiempo. Todo esto en un carácter evangelizante que apuesta a una nueva medida de la realidad, la medida que ofrece la transdisciplinariedad, como sitio sin sitio en el cual permean todos los mundos posibles que ofrece el acto de crear, la creación como proceso transformativo, autopoiético. Me disculpo de antemano porque no podré ser conciso, sino más bien confuso y obtuso. Quiero que la experiencia de escuchar el discurso sea, al mismo tiempo, una manera de pensar desde fuera de las disciplinas como construcciones sociohistóricas. En pocas palabras, quiero explicar la relación que tiene la literatura con otras disciplinas. Lo haré a partir de varios momentos de reflexión.

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No hace mucho tiempo leí un ensayo que exponía las virtudes no contempladas de la manipulación del código genético. Exponía con cierta galantería de visionario enloquecido que, si efectivamente podemos pensar en la posibilidad de recomponer nuestra constitución orgánica, que deberíamos ir más lejos de lo que nuestras imaginaciones permiten. Haciendo prácticamente caso omiso de todas las disposiciones éticas que conllevan a la creación de ese otro que llamaríamos un sujeto o cuerpo transgénico, dirige su mirada a posibilidades que sólo pueden conformarse en el mejor de los sueños o en la peor de las pesadillas. Decía, y no cito verbalmente, que con la experimentación genética deberíamos dirigirnos a una poetización del acto de “ser”: dejemos de pensar que con la manipulación del ADN sólo podríamos mejorar aspectos ontológicos del cuerpo (mejora de metabolismo, mejora de defensas que nos permitan inmunizarnos contra virus, mejora física, estética y demás). Esta manipulación tiene la posibilidad de añadir, más que mejorar, las capacidades de nuestros sentidos. Podríamos, por ejemplo, añadirle sentido de vista a los poros de nuestra piel. O quizás permitir que nuestros poros sientan, no sólo lo que perciben en el entorno, táctilmente, por decirlo de algún modo, sino también sonoramente, visualmente, gustativamente. Mirar con los poros, oler con los ojos, hablar con el sudor, gritar con los órganos sexuales. Ésas son las posibilidades “innombrables” que siguen demostrándonos que el terreno sigue siendo inhóspito, por desconocido. Esto es, que el terreno de la realidad y como la entendemos sigue siendo un sitio lleno de espacios de posibilidad.

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En este texto yo sigo hablando con los mecanismos habituales de la comunicación. Proceso las palabras y las inserto en un programa que me permite aparecer y desaparecer ideas como si formaran parte de un flujo constante de presencias y ausencias. Este párrafo puede ser mil párrafos distintos. Y de pronto suspendo todo y decido en el proceso cuáles son las palabras, las ideas, los planteamientos que mejor se acomoden a lo que aquí, ahora, en estos precisos momentos, discurro ante ustedes. En alguna parte de este ritual, tuve que hacer click en save, tuve que imprimir estas palabras en hojas (posiblemente reciclables, pude haberlas leído directamente del monitor de una lap top). Esto es, en alguna parte del proceso, tuve que detener el flujo del tiempo y llevarlo a una condición estática. Siempre mejorable, o mejor dicho, cada vez más posible de mejorar, ya que yo fácilmente puedo regresar a mi cubículo (donde escribo este texto) y modificar algunos detalles, añadir otros, quizá expandirme o anárquicamente seleccionar el archivo y hacer ese otro click fatídico llamado delete.

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La realidad sigue siendo inconmensurable. Esto todo lo reconocemos, sobre todo a las cinco de la tarde en una ciudad como Tijuana. ¿Qué está pasando allá afuera? El mundo, sus vicisitudes, sus posibles notas rojas, sus posibles lados grises, sus aburrimientos y sus momentos catárticos. Alguien se enamora, alguien bailotea y dice agringadamente un tequila, pour favour, alguien dice que no, alguien está sentado en su oficina con ventana al exterior, discurriendo en un procesador de palabras sobre el sentido que tiene todo esto que llamamos “frontera”. Alguien dice que sí, alguien se come unos tacos, alguien recibe una bala en la sien. Alguien es atormentado por políticas intersubjetivas del deseo, ya que tiene quince años y no tiene la menor idea cómo acercarse a la chava de pecas y boca sabor chicle de menta con fenilalanina, la que una vez pensó que el tío la veía con una mirada más allá del “cariño de familia”. Todo esto transcurre en una especie de “mismidad de experiencia”, ya que son experiencias especulativas (digo, las estoy imaginando cuando las escribo, pero de la misma manera, puedo casi asegurar que están sucediendo en alguna parte del entorno) pero que transcurren todas dentro de su propio “momento”. Creo que la literatura ha sido uno de los medios que nos ha servido para poder representar estas experiencias. Lo hemos hecho bien, muy bien, en ocasiones de maneras tan excelsas que terminamos diciéndole al narrador que nos identificamos con un personaje, imagen o situación. Encontramos en los textos algo que hace eco en nuestras vidas. Podemos a veces escuchar las voces de los personajes. Siempre he pensado que los personajes de Borges hablan en una suerte de castellano neutro que se escapa cuando escuchamos otras voces literarias. Es lo que David Foster Wallace llamaba complicidad y empatía con nuestras propias vidas, cuando las leemos representadas en un texto. A quienes nos gusta leer, lo hacemos porque queremos escuchar a otro escuchando e imaginando la realidad con nosotros. Cuando leemos, estamos solos leyendo algo que nos recuerda que estamos solos.

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Pero vuelvo al punto: la realidad es inconmensurable. Nos produce miedo, pavor y fascinación, a veces al mismo tiempo. Y queremos más. Siempre queremos más. Es por ello que, dentro del campo de la creación existe la posibilidad de armarte de otros implementos para poder capturar ese todo contenido que es la realidad en su inconmensurabilidad. Es por ello que, dentro del campo de las artes, existe la posibilidad de relacionar, asociar, unir experiencias para conformar esos todos estéticos y apreciables que forman parte de la vida y la imaginación. Hibridizamos formas para poder hacer de éstas una experiencia más sutil de las sutilezas de la realidad. Porque no podemos explicar, solamente desde la literatura, el montón de sucesos que ocurren en la realidad (y como queremos más, también lo queremos todo), tenemos la oportunidad de encontrar líneas de asociación entre lo que una disciplina dispone y otra disciplina propone. Tal y como la experimentación genética permite imaginar mundos posibles que reconformen nuestro campo sensorial, la transdisciplinareidad en la literatura y el arte nos ofrecerá la posibilidad no de otros mundos posibles, sino de otras construcciones posibles del mismo mundo. Digo, si se puede hacer que la lana de un borrego mezclada con ADN de arácnido produzca un híbrido de textil tan resistente que sirva como chaleco antibalas, ¿por qué no podemos esperar que una pintura también sea una película sea también un cuento sean todos los olores capturados por el olfato de una niña de quince años que le tiene miedo a su tío, mientras es vista con melancolía por un compañero de la escuela con granos en la espalda y una debilidad por las pecas? Se trata de procesos de hibridación e integración, de encontrar los sitios en común, las líneas y puntos de fuga que nos permiten ver lo que la literatura toma de la realidad pictórica, lo que la música toma de la rítmica narrativa (y viceversa) lo que los lenguajes visuales toman de los textuales, los sonoros y demás.

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Por supuesto que la realidad es inconmensurable, y en la historia de la literatura podemos encontrar visos de dicha inconmensurabilidad. Asimismo, encontramos en ella los sentidos que nos permiten afirmar que, simplemente, la literatura no está hecha para capturar el todo en su flujo, sino que está hecha para capturar el momento en sus detalles, desde lo negro y lo sublime, desde lo social y lo histórico, desde el género y desde la crítica, desde la ironía y el sarcasmo, desde la crueldad y la miseria. Pero es el momento en que la literatura se topa con otros vehículos de expresión cuando se encuentra no con sus límites sino con sus posibilidades, añadidas por la integración con otras disciplinas.

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Tengo un proyecto en mente. Quiero hablar acerca de los pinos salados. En Mexicali, hay muchos, alojados en distintos lotes baldíos en el centro de la ciudad. Para mí, son representativos de esa fealdad sin fealdad que representa la estética mexicalense, una suerte de nubarrón de polvo acumulado en sus ramas, disperso el árbol como si le valiera madres de qué manera crece. Puedo escribir poemas acerca del pino salado, puedo tomar fotografías de pinos salados, puedo hacer un pino salado de hierro, puedo pintarlo impresionista, cubista, abstracto, hiperrealista. Puedo hacer todo esto; pero ¿cómo agrupar distintos horizontes de experiencia en una sola obra?

Quiero salir a la calle. Ir al recinto de estos pinos salados y hacer algo con ellos. Como dije, algunos están alojados al interior de lotes; otros, penden de las orillas del Río Nuevo, enseguida de estructuras de llantas que sirven como soporte para las casas suspendidas al filo del enorme boquete que hicieron para entrecortar con un cruce que parte en dos secciones la ciudad. Estos árboles producen una suerte de oxímoron, que sólo puedo denominar como majestuosamente tristes. No lo suficientemente conmensurable la realidad como para poder presentar a los árboles de otra manera que no sea…lo más total posible. Es por eso que cortaré ramillas de los pinos, las clasificaré, las colocaré en marcos y las colgaré en paredes. Es por eso que tomaré fotos de estos árboles, las colocaré en marcos y las colgaré en paredes. Es por eso que hablaré acerca de los pinos salados, en conferencias magistrales donde pueda realizarse toda una ficción sobre la mitopoética del pino salado. Fungiré un papel de especialista. Entrevistaré a aquellas personas que, por razones de que estos árboles simplemente estaban ahí, antes de que ellos llegaran a construir sus casas. Quiero hacer camisetas con imágenes de pinos salados diciendo “HOLA!” Quiero que un espectador revise entre las docenas de marcos con pequeñas ramillas de pinos salados, alguna que se parezca a la versión que tienen de éstos árboles en sus cabezas. Quiero desaprender al pino salado que tengo en mi mente. Quiero, finalmente, narrar la historia del pino salado, pero también quiero ponerla frente a los ojos de los espectadores, de los “lectores”. Quiero todo esto, aun cuando reconozco que la inconmensurabilidad de la realidad me seguirá ganando.

30.10.08

En defensa de un (aparente) (viejo) lobo (feroz)

hmmm... (rascado de cuero cabelludo con dedo índice). Anoche me llegó este correo, escrito por Raúl Guerrero. Cito verbatim:



"NO ESTOY DE ACUERDO CON LA OPINION DE MEXICALIBLOG, NI DE LA ACTITUD DE MUCHOS ESCRITORES O PERIODISTAS DE CRITICA DE ARTE Y CULTURA, PERO MUY EN ESPECIAL, A LA CRITICA SUBJETIVA DE GABRIEL TRUJILLO QUE ESCRIBIO EN LA CRONICA EL 25 DE OCTUBRE,SE ME HISO INJUSTA Y POCO OBJETIVA YA Q ES PARTIDIARIO HACIA UN ESTILO,CONCEPTO O TEMA QUE TIPICO EN SUS ESCRITOS. QUE ES TEMA COSTUMBRISTA, LO LOCAL ,COMO SI NO EXISTIERA NADA MAS Q ESTA CIUDAD NUEVA ,FRONTERIZA ,INDUSTRIAL MAQUILADORA,EL MUNDO ESTA CONECTADO ,TODO AFECTA Y EXISTE UN INTECAMBIO CULTURAL Y DE INFORMACION MAS EN UNA CIUDAD NUEVA CON HISTORIA POBRE SITUADA CON LA FRONTERA DE CALIFORNIA. YO CREO QUE LOS ARTISTAS LES DA OPORTUNIDAD DE VER HACIA DIFERENTES DIRECCIONES Y NO LIMITARSE SOLO A CONCEPTOS COSTUMBRISTAS Y LOCALES O MANEJAR ICONOS COMO RORRITO,EL DESIERTO,LOS CUCAPAS ESTA BIEN Y SE LES RESPTA. PERO USTEDES RESPETEN Y ABRANSE A LOS DISTINTOS CONCEPTOS Y VISIONES RECUERDEN LO LOCAL NO ES LO UNICO EXISTE EN EL MUNDO REAL,POR TANTO LE DIGO A TRUJILLO Y A USTEDES. SU CRITICA NO ES LA ULTMIA PALABRA YA Q EN ESO SE HA CONVERTIDO GABRIEL TRUJILLO EN ESTA CIUDAD. QUE A SU VEZ TAMBIEN MANDA SUS ALUMNOS A ENTREVISTAR LOS ARTISTAS PARA HECER SUS OPINIONES ,YO EN LO PERSONAL LE DIRIA A LOS ARITISTAS JOVENES O EMERGENTES Q SU OPINION ES SUBJETIVA Y TENDENCIOSA YA Q EL GUSTA DE ELEMENTOS LOCALES,SIMPLE Y SENCILLAMENTE UNA DE SUS OBRAS ES LA HISTORIA DE LA MUSICA EN MEXICALI COMO SI AQUI FUERA VIENA EN EL SIGLO 18 O LONDRES EN LOS 60. ES MUY TIPICO DE ALGUNOS DEL AMBIENTE LITERARIO DE MEXICALI SER TEORICOS Y TENER POCA VIVENCIAS PERSONALES,ES FACIL SER ESCRITOR Y QUE SU EXPEPERIENCIA VIVENCIAL SEA EL AMBIENTE ACADEMICO, LOS CAFES O EL CAFE SANBORNS Y LAS INSTITUCIONES PERO HAY QUE TENER EXPERIENCIAS REALES .EN LA VIDA DE ECRITOR HAY QUE ARRIESGARSE ,VIVIR EMOCIONES FUERTES COMO LO HICIERON MUCHOS ESCRITORES COMO LOS BEAT,LOS POETAS MALDITOS, COMO HEMINGWAY,LOS Q ESTUVIERON EN LA CARCEL ,O FUERON A LA GUERRA,LOS QUE SE AVENTURARON ARRIESGADAS TRAVESIAS O SUFRIERON PESADILLAS BUROCRATICAS COMO KAFKA EN FIN, ASI ES QUE YO LES DIRIA A LOS LITERATOS LOCALES QUE DEJEN DE SER DELICADOS Y EXPERIMENTEN,PARTEINDO DE ESO NO TIENEN POR Q DEJARSE INTIMIDAR LOS ARTISTAS JOVENES O EMERGENTES POR ESCRITORES, CRITICOS DE ARTES CON OPINIONES DE TIPO AFEMINADO,LIGHT,RELIGIOSO O CONSERVADOR,TENDENCIOSOS,POPULISTAS,NACIONALISTAS O AUTOCTONOS,CHICANO O ACADEMICO CUALQUIER TENDENCIA NOS ALEJA DE UNA CRITICA JUSTA Y CONSTRUCTIVA Q AYUDE Y NO DESTRUYA COMO LO ACABA DE HACER GABRIEL TRUJILLO Q SOLO ALABO A LOS ARTISTAS QUE MANEJAN CONCEPTOS REGIONALES RESPETO LA OBRA DE USTEDES ES MUY BUENA, PERO POR FAVOR TODAS LAS VISIONES Q SEAN SINCERAS U HONESTAS POR POR PARTE DEL AUTOR SIEMPRE Y CUANDO NO SEAN POR QUEDAR BIEN CON LOS JUECES DE BIENALES,ESCRITORES O CRITCOS DE PUEBLOS INDUSTRIALES O POR ESTAR A LA MODA SON BIEN RESPETADAS Y APRECIADAS POR FAVOR TENGAN TACTO CON SUS CRITICAS YA Q EL ARTISTA ESTA EXPRESANDO SU FORMA DE PENSAR O DE VER LA REALIDAD,Y A LOS CREADORES DENLE VALOR A LAS CRITICAS DE QUIEN VIENE. Y NO POR Q SEAN ESCRITORES LOCALES O DEL DISTRITO FEDERAL,JUECES DE BIENALES,PERIODISTAS, ELITISTAS Y EGOCENTRICOS QUE TIENEN UNA CIERTA INFLUENCIA SE VAN A DEJAR INTIMIDAR RECUERDEN QUE SON TENDENCIOSOS


"RECUERDEN LOS NERDS NO NOS ASUSTAN.. HAY COSAS MAS ATERRADORAS EN ESTE MUNDO, QUE LOS INDIVIDUOS TIENEN QUE ENFRENTAR, COMOA PARA QUE LOS ARTISTAS JOVENES, EMERGENTES O CON TRAYECTORIA SE DEJEN INTIMIDAR POR UN GRUPO DE NERDS LOCALES, PERO SI DEBEMOS DE RESPONDERLES A SU VEREDICTO"
Recuerdo hace muchos años (desafortunadamente no recuerdo el nombre de la persona) un crítico escribía una columna sobre la música de rock local en La Crónica. Que esta persona comenzó a cobrar (mala) fama por sus comentarios severos (y por cierto, muy atinados) sobre las capacidades creativas de muchas de las bandas. Señaló sus carencias y advertía ciertas posibilidades que los músicos debieron ver como una oportunidad para desarrollar y evolucionarse en su oficio. Recuerdo, con una mezcla de tristeza y risa, que esta persona fue montoneada en una tocada local. Por músicos. Linchado malillamente porque las bandas estaban molestas por lo que escribía y comunicaba en público. True story. Y tal y como la leyenda nos habla de que nunca recordamos el nombre de los críticos pero sí de los creadores que fueron ninguneados, honestamente no me acuerdo del nombre de esta persona. Pero tampoco de las bandas que fueron "agredidas" por la "pluma ponsoñoza de alguien que sólo está ahí para vertir sus malas opiniones sobre nuestra libertad para crear" (zzzzzzzz...)
Bueno, full disclosure: sí recuerdo que los de la banda La Locomotora (antes La Loca) le dedicaron una canción. No es de sus mejores rolas.
Mexicali tiene una larga tradición de no entender la crítica. O mejor dicho, de entenderla desdne la postura del ataque personal. Como si la persona estuviera complotando desde su coto de poder las posibilidades de agredir a otro con sus opiniones. Sentado en la cafetería de su predilección, entre sorbo y sorbo pensando "¿Cómo me chingaré esta vez al prójimo?" Y dado que dicha persona tiene acceso a un medio que le otorga la oportunidad de hacer públicas sus observaciones, goza maquiavélicamente de la habilidad de decir "no", "guácala", o "qué pobre" en torno a lo que ve, lo que lee, lo que escucha. Creo que no va por ahí la cosa.
Señalar al señalador por todas las cosas aparentemente negativas que tenga que decir sobre la creación de otros me hace presuponer que lo único que queremos que digan los críticos son cosas bonitas sobre nuestro trabajo. Esto mantiene y perpetúa una visión chata de la crítica como generadora de un discurso complaciente y, evidentemente, que deba hacer caso omiso de las carencias, de las fallas, de las faltas, los pormenores que forman parte de la visión total de las cosas.
Hay que leer bien la reseña de Gabriel Trujillo para darnos cuenta de algunos puntos pertinentes y atinados, y sobre todo, hay que leerla desde la perspectiva que no sólo está "criticando" (esa visión igualmente chata de la crítica como generador de opiniones negativas) sino que está presentando un diagnóstico atinado:
El primer punto que me gustaría resaltar es sobre la "crítica subjetiva de Gabriel Trujillo" a la que alude el correo. Encuentro en esto de la subjetividad una especie de paradoja. Si Gabriel está siendo subjetivo, entonces se trata de una subjetividad que habla sobre subjetividades. Esto, desde la posición de que el arte es "pura subjetividad" y por lo tanto, incriticable. Por un lado, considero que Gabriel no está haciendo una crítica subjetiva; está señalando dos aspectos cruciales: en la exhibición hay obras de mala factura (cierto) y en el ámbito de producción plástica cachanilla hay un faltante, una suerte de carencia de visión o de prospectiva que nos indique hacia dónde estamos yendo. Eso es todo. Lo que en realidad deberíamos hacer es dejar de enfurruñarnos con las opiniones vertidas por lo que yo proclamo como el Manuet's de las letras cachanillas (por su ubicuidad, por su referencia obligada, porque todos los rumbos de la escritura local conducen a él, siendo esto bueno y a la vez malo) y sentarnos y pensar: ¿tiene razón? Sí, efectivamente, hay trabajos en esa exposición que carecen de un rigor y una disciplina (esto es independiente de la "habilidad" o "maestría de ejecución"). Y sí, efectivamente, pregunten a sus coetáneos, y ninguno sabe realmente qué es lo que quiere decirse, qué es lo que se dirá, qué es lo que representa visual, estéticamente, el entorno, el tiempo y espacio en que vivimos.
Por otro lado, el señalamiento de Gabriel sobre la obra de José Rogiero no necesariamente plantea que su postura va encaminada a un realzamiento de valores o iconos locales, costumbristas (esto del "costumbrismo" está lejos de lo que el arte ha hecho en Mexicali. Hay que averiguar qué es el arte costumbrista). Asimismo, la crítica sobre la crítica de Gabriel señala precisamente lo que el mismo Gabriel hace: hay que abrirse a las posibilidades conceptuales y creativas que encontramos en nuestro mundo. Debe dejar de pensarse que el arte que produces solamente refleja tu entorno, porque de esta manera, mantienes una visión localista, que jamás advierte que tu obra es el resultado de un mundo con tem po rá neo, cuyos alcances deben ser mayores a los de una simple colectiva de obras locales que sólo entenderán o validarán creadores locales.
Aceptémoslo, muchos artistas terminamos produciendo cosas que sólo nos competen a nosotros, a esta ciudad pequeña con gigantismo llamada Mexicali. No hemos comenzado a pensar que nuestras obras pueden ir más allá de ese gran receptáculo de la legitimación artística que es la Galería de la Ciudad. Hay que pensar en bienales internacionales. ¿No lo creen?
Y si lo vemos en ese sentido, podemos advertir que la observación de Gabriel es clara. Con respecto a esos trabajos que considera de una pobreza creativa y de ejecución, ¿creen ustedes que una de estas obras puede competir en el ámbito internacional? ¡Ah! ¿No les importa? Entonces, ¿la idea es producir simples obras de arte que "expresen tu individualidad" pero sólo para unos cuantos sujetos perplejos mexicalenses, que sólo van a darte una palmada en la espalda y te van a decir "está chilo"?
O veámoslo de este otro modo, en relación con la pobreza de factura y de rigor en ciertas obras. Tenemos que entenderlo desde la perspectiva de que una obra, independientemente de sus materiales o propuestas, tiene que tener todos los elementos cualitativos posibles para ser leída, comprendida de la mejor manera posible. Un trabajo mal terminado es un trabajo mal terminado, aquí y en Sao Paulo y en Londres y en Venecia. Que la flojera no se disfrace de "libertad creativa de expresión". Si el marco está mal cuidado, si hay chorreos de pintura que evidentemente están mal parqueados en el cuadro, si incluso vemos una pobreza en la impresión digital, todos estos elementos nos refieren a una pobreza de factura. Así de sencillo. Pregúntenle a una operadora de maquila si su supervisor estaría muy contento si su producción diaria es de mala calidad. Los niveles de exigencia de estas mujeres están LEJOS de las exigencias que nos hacemos como artistas. Y a ellas las despiden si hacen su trabajo mal. ¿Qué es lo que te pasa a ti si señalan que tu obra es de mala calidad de factura?
Finalmente, una reflexión acerca de los Nerds. Francamente, me preocupa el tono conspiratorio del texto, ya que postula a ciertos miembros de una crítica local (inexistente. mirense, están leyendo esto en un blog, no en un periódico o revista local) como si fueran sus enemigos. Los nerdos no intimidamos. Nunca lo hemos hecho. Pero sobre todo, amigos, compañeros, lectores incidentales: todos los que nos hemos dedicado al arte (yo desde la literatura, aunque pronto desde las artes visuales), todos los que vivimos con la creencia de que la creación artística es la única manera de resistencia que existe en este mundo, todos nosotros, somos nerds. Gabriel es un nerd, yo soy un nerd, los artistas expuestos en la Galería de la Ciudad son nerds. Socialmente estamos relegados, nuestro trabajo no es reconocido social y mucho menos económicamente, somos vistos por los empresarios, políticos, y demás miembros de la "vida productiva" de esta ciudad como "raros", excéntricos, como personas que perdemos el tiempo en nuestro "hobbie". Incluso los mismos periódicos hacen caso omiso de lo que sucede culturalmente en esta ciudad. A nadie le importamos. De modo que, antes de comenzar a dividirse y agüitarse por las opiniones que una persona vertió sobre lo que hacemos, primero hay que ver la manera de encontrar puntos en común entre todos nosotros para ser, primero que nada, reconocidos por la sociedad.

27.10.08

Del texto
PSICOTECNOLOGÍAS.
INTERFACES ENTRE LENGUAJE, MEDIOS Y LA MENTE
Derrick de Kerckhove
[...] "La pantalla se ha convertido ahora en el punto de entrada necesario para el procesamiento conectado de la información. El primer paso fue la privatización e internalización de la mente en cuerpos individuales. En la historia de la escritura de occidente, parece haber una suerte de privatización de la mente, como si hubiera una pantalla en nuestras cabezas, como si la cognición ocurriera exclusivamente en la cabeza. Cuando leo una novela, la información entra y pienso acerca de ella al interior de mi mente. De hecho, traduzco las palabras en contenido sensorial y mi mente fabrica una suerte de síntesis psico-sensorial para construir las imágenes que se comportan como símiles de una experiencia sensorial real. Imagino personas y lugares. Hago que estas personas se muevan en mi cabeza como si estuviera proyectando una película interactiva y flexible, dirigida a una pantalla interna. Este procesamiento interno de información ha sido lo suficientemente poderoso como para soportar la redistribución de la conciencia misma, de los actores de una tribu oral colectiva a los individuos de comunidades independientes. A todos se les ha permitido desarrollar diferentes contenidos y procesos. Todos podrían convertirse en un científico potencial, en un escritor. La ficción se convertiría en un experimento o un modelo de vida y de pensamiento que fue proporcionado por un solo individuo, el autor, para cualquier número de individuos, los lectores.

"Con la televisión, la situación cognitiva ha cambiado radicalmente. Gracias a la TV, todas las personas que la miran al mismo tiempo experimentan juntos el mismo contenido. Por lo tanto, la pantalla es el portal necesario en el que se construye la mente pública. Y esta relación con las pantallas de la televisión revierte la orientación de la mente. Con la TV, mi mente se dirige a la pantalla para entrar en el mundo que me presenta. Cuando estoy leyendo, estoy pensando desde palabras que llevan al mundo a mi mente. Cuando estoy enfrente de la pantalla, revierto esto y externo mis procesos de pensamiento, lo cual viene siendo una diferencia radical, si la comparamos a nuestra aproximación tradicional. Las pantallas externalizan la síntesis psico-sensorial. Con las computadoras, negociamos el significado que aparece en pantalla y que permite muchas de nuestras estrategias cognitivas para relocalizarlas por fuera de nuestra mente privada. De manera que lo que estamos viendo es una forma de emigración de la mente, de la cabeza a la pantalla. No toda la mente se va a la pantalla, pero gran parte de ella lo hace, y claro, ahí es donde se encuentra con otras mentes."

21.10.08

Instrucciones para habitar un espacio

Todos los espacios son habitables. Cualquiera de ellos, desde el más espectacular hasta el más silvestre, desde el lote baldío hasta el pasillo de un supermercado, desde el desierto indómito y expansivo hasta una carretera en medio de la nada, desde la cada vez más increíblemente olvidada caseta telefónica hasta tu recámara cuando eras niño y decidiste volver a tu antigua morada con un sentimiento de nostalgia que todos llamarían cursi pero que en realidad es igual de natural que ir al baño, tiene la posibilidad de ser habitado desde la mirada acuciosa de la autoconciencia. El tipo de “habitación” a la que me refiero tiene la intención de someter al cuerpo a una suerte de desconocimiento del espacio. Entrar a OXXOs como si jamás hubieras entrado a uno, respirar en un baño público como si nunca lo hubieras hecho, tocar paredes, calcomanías, pinturas, mascotas y hojas de árboles como si fueran un fenómeno completamente nuevo para tus sentidos. O mejor dicho, tan conocido que ya ni siquiera lo piensas. Ahora bien, cuidado con lo que planteo, porque esto querría decir que los espacios deberán ser todos privados, o cerrados, o por lo menos del tipo de espacios para los cuales debes compenetrarte en un perímetro limitado por cuatro (o más) paredes. Nada de eso. Todos los espacios son habitables. Los perímetros –esto nos lo indican los trazos para corredores en los parques, las líneas y directrices que indican los lugares en las oficinas públicas, los señalamientos de tránsito, la mano de mamá cuando te indica dónde está la puerta—en realidad son imaginarios. A veces peligrosamente impuestos, pero imaginarios, de lo contrario, todos podríamos pedir permiso para cruzar el cerco fronterizo sin tener que cruzar por la garita internacional. (Sin embargo, todos podríamos “habitar” ese espacio y ese tiempo que se habita como una larga y corta novela en el interior de nuestros autos cuando cruzamos al otro lado. Para eso hay que volver al cuento de Cortázar que refiere el tema. Por otro lado, todos los perímetros, en su capacidad de ser imaginados por los sentidos que identifican los límites, más que ser transgredidos, pueden ser…mañosamente desviados. Preguntar en todas y cada una de las oficinas de gobierno dónde se encuentra la Secretaría de Fomento Agropecuario hasta llegar a ella, sólo para sentarte las horas que resten de la jornada para no hacer absolutamente ningún trámite, sino para simplemente estar en la Secretaría de Fomento Agropecuario. Así ya nadie te cuenta. O preguntar en cada uno de los establecimientos que visites en los próximos cinco meses dónde está el baño, seguir un registro de los lugares que sí cuentan con facilities para lidiar con tus necessities y establecer posibles rutas futuras de escape o liberación en caso de un ataque de diarrea o una persecución por parte de la AFI en pleno día. Nada mejor que esconderse en un baño cuando eres perseguido por la AFI. No lo digo por experiencia, sólo lo supongo. También puedes averiguar cómo se vive al interior de esas racas circulares de las tiendas de saldos, donde tienen todas las camisas con diseños y patrones ridículos, colocándote al interior de una de ellas y esperando a que algún incauto revise las ofertas, en busca de algo que estrenarse para el big date. Y también puedes meterte a las cocinas de restaurantes, a los almacenes de las grandes cadenas (cuidado con COSTCO. No sé porqué, pero siento que el almacén de COSTCO es una especie de vorágine en la que puedes perderte para jamás regresar. Digo, de por sí COSTCO YA ES UN INMENSO ALMACÉN, imagínense cómo han de ser sus almacenes), puedes sentarte en el rincón menos habitado de las taquerías o sentarte en el escritorio de la ejecutiva o ejecutivo menos visitado en un banco rural. Puedes compenetrarte en la charla de un equipo de béisbol local, sentarte un poco en las gradas para escuchar la voz aleccionadora del coach; puedes meterte a una quinceañera, un viernes por la noche, y esperar a que el papá –o la festejada—comience a verte feo; puedes visitar todas y cada una de las tiendas del centro de la ciudad que, desde tu perspectiva, jamás han sido visitadas. Puedes hacer muchas cosas, puedes habitar cuanto espacio tengas el deseo de habitar, o puedes habitar aquellos espacios que te resultan todo un desafío, desde un colegio cristiano de paga a la hora del recreo hasta la mesa enseguida de la mesa donde están cuatro señoras divorciadas hablando naderías a la hora del cafecito (que en realidad puede ser cualquier hora, pero en fin). Además… podríamos decir que el otro también es un espacio. Me refiero a ese otro que está a tu lado mientras lees esto (no el otro que eres tú mismo pero corporizado imaginariamente a tu lado, lo cual me llevaría a explicarte que hay médicos y medicamentos que se dedican a resolver ese tipo de bretes), al otro que ves en la calle, al que está sentado enseguida de ti en el camión, al que te aborda con panfletos y demás en los semáforos, con el(la) que te tropiezas mientras haces fila en el cine, y así sucesivamente. Puede habitarlos a ellos/ellas. Sólo tienes que verlos a los ojos. Otorgarles un poco de tus deseos, cualesquiera que estos sean. Puedes descender de tu auto en medio de la calle y preguntarle a uno de los pregoneros de centros cristianos si han pensado en la posibilidad de que jamás van a poder expiar sus culpas, y que toda la ofrenda recolectada del mundo los hará liberarse de las exigencias de los líderes de dichos centros, y de que es mejor mandar todo al carajo y quizás, sólo quizás, en el mar la vida es más sabrosa. Puedes abrazar a extraños, evaluar los grados de resistencia al amor y al cariño, dependiendo de quién se trate (o del contexto, no es lo mismo propinar un abrazo en una oficina de Hacienda que en un antro a las doce de la madrugada), porque es distinto, obviamente, querer abrazar a una señora de cincuenta años que a una de treinta y cinco, es distinto querer abrazar al panzón que se acaba de bajar de su Hummer (terribles, terribles vehículos) que al panzón borrachín que se encuentra degustando su tercera chavela a las cinco de la tarde. Puedes incluso besar, que es la mayor de las habitaciones al interior del otro (bueno, hay otro tipo de habitación, mucho más grandiosa, que es la (com)penetración del sexo, pero para eso necesita haber una mayor complicidad, un poco de seducción, un poco de juego de palabras e ideas y franquezas y romances tórridos varios), y es de enorme gallardía y proeza encontrarse a aquellos que gustan de habitar sorpresivamente las bocas de otros. Quizás sólo se trate de desear un beso en tu mirada, quizás deseando un poco de amor, como todos quisiéramos, quizás simplemente diciéndoles con tu mirada que eres otro simple humano queriendo habitar este mundo.

7.10.08

New York Times
5 de Octubre de 2008



Ensayo
Las ambiciones del cuento


Por STEVEN MILLHAUSER



El cuento, ¡Qué modesto su porte! ¡Qué despreocupada su manera! Se sienta ahí, tranquilo, la mirada baja, casi como si quisiera no ser notado. Y si de alguna manera llama tu atención, te dice rápidamente, con una vocecilla valiente y despreciativo de sí mismo, despierta a todas las posibilidades de la decepción: “Sabes, no soy una novela. Ni siquiera una corta. Si eso es lo que buscas, no me quieres a mí.” Rara vez una forma ha dominado tanto sobre la otra. Y lo entendemos, asentimos con nuestras cabezas en señal de complicidad: aquí en los Estados Unidos [pero creo que se aplica a cualquier parte del mundo. N. del Trad.] tamaño es poder. La novela es la Wal-Mart, el Hombre Increíble, el jumbo jet de la literatura. La novela es insaciable: quiere devorarse al mundo, ¿Qué le queda por hacer al pobre cuento? Puede cultivar su jardín, practicar meditación, regar los geranios en la macetilla cerca de la ventana. Puede tomar un curso en escritura creativa de no ficción. Puede hacer lo que quiera, siempre y cuando se mantenga calladito y sin obstruir el paso. “¡Úuuuuja!” grita la novela, “¡Ahí les voy!” El cuento siempre se agacha para resguardarse. La novela compra las tierras, corta los árboles, construye los condominios. El cuento corretea en el césped, se apretuja por debajo de los cercos.

Claro, hay virtudes asociadas a la pequeñez. Incluso la novela concede esto. Las cosas grandes tienden a ser poco manejables, torpes, burdas; la pequeñez es el ámbito de la gracia y la elegancia. También es el ámbito de la perfección. La novela es exhaustiva por naturaleza; pero el mundo es inagotable; por lo tanto, la novela, esa luchadora faustiana, jamás puede lograr lo que desea. El cuento, por el contrario, es inherentemente selectivo. Al excluir casi todo, puede darle una forma perfecta a lo que queda. Y el cuento incluso puede reclamar una suerte de completitud que elude a la novela –después del acto inicial de exclusión radical, puede incluir todo lo poco que queda. La novela, cuando llega a recordar al cuento, se place de ser generosa. “Te admiro,” le dice, colocando su enorme mano áspera en su corazón. “En serio. Eres tan –eres tan…¡Tan bonita! ¡Tan esbelta! ¡Tan high class!” E inteligente también. La novella difícilmente puede contenerse. Después de todo, ¿qué caso tiene? No es nada más que habladurías. Lo que le importa a la novela es la vastedad, el poder. Muy dentro de su corazón, desdeña al cuento, que se conforma con tan poco. No encuentra utilidad en la austeridad del cuento, la supresión de su apetito, sus rechazos y renuncias. La novela quiere cosas. Quiere territorio. Quiere al mundo entero. La perfección es el Consuelo de aquellos que no tienen nada más.

Y así pues las cosas con el cuento. Modesto en sus pretensiones, tímidamente orgulloso de sus pequeñas virtudes, un poco ansioso en relación con su extrovertido rival, se contenta con recostarse y dejar que la novela se haga cargo del gran mundo. No obstante, no obstante. Esa pose modesta –¿me equivoco o no resulta un poco sobreactuada? Esas miradillas a la lejanía –¿no contienen acaso un toque de malicia? ¿Podrá ser acaso que el pequeño cuento se atreve a tener sus propias ambiciones? Si es así, nunca lo admitirá abiertamente, debido a un agudo instinto de autoprotección, un largo hábito de mantenerse secreto, que nace de la opresión. En un mundo regido por novelas que se pavonean de serlo, la pequeñez ha aprendido a hacerse un lugar cautelosamente. Tendremos que intuir su secreto. Imagino que el cuento protege un deseo. Imagino que el cuento le dice a la novela: Puedes tenerlo todo –todo—lo único que pido es un solo grano de arena. La novela, con toda despreocupación, una despreocupación tanto feliz como despectiva, le concede el deseo.

Pero ese grano de arena es el camino de salida del cuento. Ese grano de arena es la salvación del relato. Tomo la indicación de William Blake: “All the World in a grain of sand”. Piénsenlo: el mundo en un grano de arena; lo cual quiere decir, cualquier parte del mundo, por más pequeña que sea, contiene al mundo por entero. O para ponerlo de otro modo: si concentras tu atención en una porción aparentemente insignificante del mundo, te encontrarás, muy en su interior, nada menos que al mundo mismo. En ese simple grano de arena descansa la playa que contiene al grano de arena. En ese simple grano de arena descansa el océano que se estrella contra la playa, el barco que navega en el océano, el sol que brilla sobre el barco, los vientos interestelares, una cucharadita en Kansas, la estructura del universo. Y ahí tienes la ambición del cuento, la terrible ambición que descansa detrás de su falsa modestia: arrojar de cuerpo entero al mundo. El cuento cree en la transformación. Cree en los poderes ocultos. La novella prefiere las cosas a la vista de todos. No tiene paciencia para lidiar con granos individuales de arena, los cuales brillan pero son difíciles de ver. La novela quiere barrer todo en su abrazo poderoso –costas, montañas, continentes. Pero jamás puede lograrlo, porque el mundo es más vasto que una novela, el mundo corre de prisa hacia todos los puntos. La novela salta sin descansar de lugar en lugar, siempre hambrienta, siempre insatisfecha, siempre temerosa de llegar a un final –porque cuando se detiene, agotada pero nunca en paz, el mundo se le habrá escapado. El cuento se concentra en su grano de arena, en la creencia implacable de que ahí –justo ahí, en la palma de su mano—se encuentra el universo. Busca conocer ese grano de arena de la misma manera que un amante busca conocer el rostro de su amada. Busca el momento en que el grano de arena revela su verdadera naturaleza. En ese momento de expansión mística, cuando la flor macrocósmica explota de la semilla microcósmica, el cuento siente su poder. Se vuelve más grande que sí mismo. Se vuelve aun más grande que la novela. Se vuelve tan grande como el universo. Y ahí es donde se encuentra la inmodestia del cuento, su agresión secreta. Su método es la revelación. Su pequeñez es la agencia de su poder. La masa pesada de la novela la golpea como la imagen risible de la debilidad. El cuento no se disculpa de nada. Exulta en su condición de ser corto. Quiere ser aun más corto. Quiere ser una sola palabra. Si pudiera encontrar esa palabra, si pudiera musitar esa sílaba, el universo entero surgiría de él como una llamarada esplendorosa y rugiente. Esa es la exorbitante ambición del cuento, esa es su más profunda fe, esa es la grandeza de su pequeñez.

3.10.08

He estado pensando últimamente en la tristeza.
No, no se trata de una reflexión lúgubre y apesadumbrada. Lo que pasa es que de pronto hay rostros, posturas, presencias que me transmiten dicha sensación. Me hacen preguntar porqué la gente es triste. Porqué somos tristes, en general.
¿Por qué somos tristes? ¿Acaso hay animales que se sumen en profunda depresión? ¿Es el clima, la ciudad, las hormonas, la sociedad en general la que nos entristece? Porque no solo se trata de una depresión. Me refiero a un sentimiento general de tristeza. La que vemos en un señor sentado en una banca, meditabundo, perdido en sus pensamientos, alejado quizá de su entorno. O el muchachito graniento y recubierto de adolescencia, queriendo sobresalir como ratón en un mundo de felinos. O la muchachita sentada en el asiento del autobús, escuchando She Wants Revenge, la mirada adentro de no sé dónde. El tipo de tristeza que hace que te tires del borde, que te pegues un tiro, que confecciones la soga que vas a colocar en el techo de tu recámara. Si hacemos a un lado la melancolía, el sentimiento de hartazgo, la presión del día a día, el desamor o el amor no correspondido, si es la desencantadora sensación de que no tenemos lugar en este mundo, de que las cosas no se ponen mejor, de que vivimos en un mundo enajenante, de que somos esclavos de X o Y corporación/institución/empleo/comercio/matrimonio/relación familiar, lo que nos queda es una simple sensación de tristeza.
¿De dónde vendrá esta sensación? Es una pregunta infantil, pero (quizá por ello) una duda genuina. No la resolveremos, quizá tampoco podremos encontrar en medicamentos-drogas-alcohol-sexo-diversiones extremas aquello que estamos buscando y que probablemente sea el ahuyentar ese sentimiento de tristeza. Pero por lo menos quiero que la pregunta quede en el aire, para revisitarla cada vez que alguien se asoma en los contornos de nuestras miradas con un semblante depresivo, apesadumbrado, triste.
En estos momentos no estoy triste. No es esto un vehículo para expresar mis sentimientos sino para compartir ideas, presencias e imágenes. Lo que pasa es que vi a dos personas, en distintas circunstancias, que me transmitieron ese sentimiento de tristeza. La una fue una chamaquita que iba rumbo a su clase de guitarra (cualquier persona que va a clase de guitarra resulta obvia, dado que cargan con el instrumento), sus ojos llenos de miedo, y de la tristeza que conlleva el sentirte descolocado, inseguro; el dos fue un señor que vi hoy al mediodía. Estaba sentado en el jardín de la escuela donde trabajo. Un señor canoso con pinta de gringo (o sonorense) alto, grueso mas no mucho, con shorts y camisa polo, lentes y cachucha, recargando su mano en la mejilla, reposándola en señal de melancolía, de tristeza. Lo que más tristeza me causó es que estas dos presencias, estos dos seres, bien pudieron haber pasado desapercibidos, por mí y por cualquiera que estuviese a su alrededor. Que nadie se diera cuenta de ello, eso me causó a mí...pues no tristeza pero sí una especie de conmoción.

25.9.08


De la próxima serie (ana)crítica blog

TSE08
Miércoles 24 de Septiembre de 2008



La estudiante se encontraba en un momento afuera de la Sala de Arte, recargada en el barandal que resguarda al impávido cimarrón disecado que flanquea el pasillo del Centro Comunitario. La estudiante tenía rostro de desconcierto. La maestra le preguntó qué le había parecido la exposición –aproximadamente 12 esculturas de corte contempo—y ella no tenía respuesta. Sí una sonrisa de inseguridad, de genuina pero noble desesperación al no saber “qué hacer” con lo que estaba allá dentro. Noté sus ojos vidriosos, no precisamente inconfundible pero sí dudosa la inscripción de cierto rubor en la mirada, el rostro que queda después de un buen toque de mariguana. Esto es pura especulación.



Lo que yo observo en la estudiante –esa sospecha de si andará o no bajo los efectos de un noble alucinógeno—proviene del mismo tipo de duda que ella tiene en torno a la exposición: objetos varios dispuestos para generar distintos tipos de reacciones estéticas y/o ideológicas. Como la advertencia de unos ojos vidriosos, mantenemos la duda sobre las condiciones desde donde vemos lo que vemos; en este caso, escultura contemporánea.



“No sé qué pensar, no sé qué decir”, manifestó, con una tierna claridad de intención, un esfuerzo auténtico por reconocer el valor de algo que en realidad no sabes –no sientes que sabes—valorar. He aquí la manifestación precisa de lo que prácticamente todo el mundo en todas partes experimenta en torno al arte actual: “ya no sé qué hacer con eso”.



Le comenté a la estudiante que Baudrillard llegó a la misma conclusión, en una conferencia en la que habló sobre el simulacro en el arte. Concluyó que estaba confundido, determinando que ya no existe tierra firme sobre la cual sostener un juicio concreto en torno a las cualidades –el qué es mejor, qué es peor, bueno/malo, feo/bonito, bello/grotesco, y así sucesivamente—de una obra de arte.



No problemo, está bien. Creo yo que el único piso que las sostiene es el viaje en el que transcurren, su momento, su contexto, su capacidad de relación/recreación. No es que el arte haya muerto –la paradoja es que, en un mundo donde el arte muere, recobra una vitalidad enorme la capacidad de producir obra—pero sí es que el arte ha perdido su capacidad de definición. En ese sentido, se corre el riesgo de que todo sea malo y bueno a la vez.




TSE08, es el nombre que recibió la exhibición inaugurada el día de ayer en la Sala de Artes del Centro Comunitario de la UABC. Se trata de una selección de piezas realizada para la materia “Tópicos Selectos en Escultura” en la Escuela de Artes de Mexicali y Tijuana. En ella se encuentra el trabajo representativo de más de dos años –aprox—de depuración conceptual en la que se han enfrascado estos estudiantes, ya que la materia se imparte en el último año de estudios, y ya para ese entonces, los alumnos debieron haber trabajado los fundamentos de la escultura, así como un marasmo de planteamientos, ideas, teorías y acercamientos a obras que son el toma y daca de la práctica artística contemporánea. (profesional/académica y autodidacta por igual). Asimismo, es el resultado de un trabajo colegiado entre cuatro artistas/profesores: Álvaro Blancarte y César Castro en Mexicali, Julka Djuretic y Manuel Ramírez en Tijuana. Una especie de combinatoria entre rudos y técnicos de la práctica escultórica, aunada a una actitud abierta a las posibilidades que ofrece la creatividad de los estudiantes.




Aquí está una palabreja filosa: “creatividad”. ¿Dónde se encuentra en la obra contempo? ¿En la fineza de la propuesta visual de una obra? ¿En la capacidad de resolución? ¿En la habilidad de sacar ocurrencias y puntadas de la manga?.* No puede decirse que existe una creatividad tradicional en las piezas de la exhibición TSE08. En su mayoría, las entiendo como esfuerzos por insertarse en una contemporaneidad que exige un sentido más “glocal”. ** Y en general, no es descartable para nada la reacción de la estudiante. La vibra en la inauguración fue muy similar a la reacción ojividriosa de esta muchacha: no hay mucho qué decir, en lo que se refiere a una valoración convencional del arte. Ni malo ni bueno, ni visualmente asombroso –y qué bueno que nos estamos alejando de esas ojiclarificadoras ilusiones plásticas—ni fantasmagórica o estruendosamente espectacular. Lo que prima en esta exhibición es lo poético-intimista, la crítica social redimensionada –no gritona, ni regañona— es la biografía perceptiva y experiencial de sus creadores.




Y me es grato decir que no se trata de una biografía alegórica pseudoespirituosa, como en el pasado reciente, sobre todo en Mexicali. Ya no tenemos el expresionismo simbólico de pintores que construyen un discurso débil y falaz, repleto de figuras como:


“Bueno, la escalera representa a mi madre, que escaló hasta el cielo cuando murió, porque eso lo dice Gibrán Jalil Gibrán, en un cuento. Y el rojo es sangre, y la cruz de la derecha representa la violencia de la religión. Por eso está a la derecha, porque la cruz es el PAN…”



?????????



Lo que tenemos ahora son artistas que construyen un concepto a partir de la vivencia, la experiencia vital, pero esta acomodada dentro de marcos de comprensión compartida, no de autorreferencias personalistas y en ocasiones vagas. Para muchos puede sonar contradictorio, que los artistas actuales que intentan comunicar sentidos más accesibles a las miradas de los espectadores, recurren a producciones y prácticas alternativas, que muchas personas aun consideran “novedosas” o, en el peor de los casos, ni siquiera las consideran “arte”. No obstante, creo que la apuesta de éstos jóvenes es mucho más noble, clara y pura que los vericuetos romanticotes de muchos de sus antecesores.



Las piezas de Denisse Robles, por ejemplo. Un vaso de Coca Cola pintado en la pared y una hamburguesa en su envoltura, en tamaño gigante, de características hiperrealistas, así como unas rodajas de sushi con todo y palillos –muy Claes Oldenburg—refieren, en su alusión a la palabra “Fat” que se reitera en estos alimentos magnificados, una relación determinada con la comida, que proviene de experiencias personales de trastorno alimenticio. El trabajo intimista y breve de Aida Larrañaga, una consecución de piezas con labios pintados y huellas de labios pintados en nichos blancos y colgados en la pared, así como una especie de refractario en cuyo interior se suspenden huellas similares, si buen aun buscan una dimensión conceptual más sólida, sí nos aluden –por lo menos indicialmente—a una suerte de búsqueda de verdad amorosa, impresa, inscrita, con el signo esencial del beso –labios pintados—como verdad última.



El trabajo de Oslyn Whizar, una media femenina, sujetada por hilos en el centro de un cerco, ambas suspendidas en el espacio a una altura por encima de la cabeza, establece una posible tautología: el resguardo de un resguardo. La pieza interactiva de Iván Ruiz, que consiste en una serie de instrucciones técnicas para defensa personal y ejercicio físico, colocados a los largo de un muro y acompañados de implementos para el ejercicio –cuerda para saltar, colchón empotrado en la pared para prácticas de golpeo, un saco de arena colgado del techo—combina los elementos lúdicos de las postvanguardias (fluxus, et. al.) con una suerte de propuesta que –según así lo leo—permite que los movimientos emanados de los participantes que siguen las instrucciones, construyan una figura escultórica efímera; a partir de que el espectador, por ejemplo, salte la cuerda como lo indica la instrucción, se genera una “escultura momentánea” a la one minute sculptures de Erwin Wurm.



Héctor Herrera apuesta por una poética dinámica del espacio, colocando una serie de bolsas de plástico hechas con papel maché, de distintas formas y estados de arrugamiento, suspendidas en el aire y dispuestas en una secuencia que sugieren movimiento, produciendo una paradójica estática-dinámica; lúcido, sensible y muy cuidadoso, Herrera revela en el marco del museo una imagen de la cotidianeidad –la bolsa de plástico volando—pero lo hace sin demasiado ruido, sin demasiadas alusiones directas que interrumpen el concepto: en el muro que sirve de fondo a la pieza, se encuentran pintadas dos bolsas de gran escala; en una de ellas, aparecen las franjas amarillas y rojas de la tienda OXXO. Nunca el nombre, sólo las franjas. El OXXO se evoca, no se obliga la mirada del espectador a ver en la pieza una bolsa de OXXO volando. Herrera quiere que veas la bolsa, la suspensión del movimiento.



En el otro flanco se encuentran las series de cajas de Jonathan Ruiz, una sucesión de cajas de cartón recortadas que aparentan casas, apiladas y pegadas en forma semi piramidal en la pared, cuyo fondo traza gráficamente la sucesión de cubos de cartón, aludiendo poéticamente uno de los escaparates visuales más preponderantes de Tijuana: las casas desplegadas en todas sus colinas.




Estos son sólo ejemplos de muchas piezas que vemos en la exhibición. El punto de este texto no es revisitarlas todas, aunque para ahorita ya corrí bastante riesgo en extenderme al punto de que el lector bloguero sienta en estos precisos momentos que el texto nunca terminará, sino más bien aludir a los distintos horizontes de experiencia que ocurrieron en mi camino, mientras contemplaba los trabajos. Ya les comenté acerca de la muchacha ojividriosa, ahora hay que hablar de otros puntos notables.




Pero antes, retomo lo dicho; estos ejemplos nos dan muestra de que el artista que está forjando la Escuela de Artes está comprometido no sólo con su entorno sino consigo mismo. El tono de las piezas no es autorreferente, pero sí refiere a experiencias vitales, visuales, de encuentro sensible con el mundo. H. Herrera y J. Ruiz nos presentan sus miradas, así también Nadia Aldaco y su pieza de la enorme bola de retazos de costura flotando en el aire –como un enorme globo de textiles maquilados—unida a máquinas de coser que la rodean; lo hacen desde una dinámica que prescinde del romanticismo e idealización de la práctica artística –aquella que concibe al arte como “expresión de sentimientos”—y apuesta por una revelación poética y orgánica sobre la naturaleza de los objetos y las realidades sociales.




Pero esto puede sonar a aspaviento y dibujo animado para el lego o para –¡gulp!— el que regurgita la noción de que el arte debe ser bello y…”autocomprensible”, que con tan sólo verlo “le agarras la onda”, y de paso admiras la capacidad manual del creador.




No obstante esta última apreciación es para las señoras opusdeyescas de la iglesia más piripopis de su ciudad, creo que, de todas formas, estas propuestas (apuesto cien dólares a que alguien, en algún momento de la inauguración, llegó a decir en palabra o pensamiento: “¿Esto es escultura?”) merecen ser vistas desde múltiples perspectivas. ¿Son buenas o malas? ¿Bonitas o feas? Estas preguntas son inútiles en el marco de la contemporaneidad, ahí donde seguimos tomando Coca Cola Light a pesar de su sabor (¿En realidad: ¿tiene buen sabor la Coca Light?) y donde la belleza física ha ampliado sus horizontes de apreciación.




No quiero caer en el discurso de “pues, apoyemos todo lo novedoso, porque lo nuevo es bueno”, o el de “qué bueno que existen espacios que apoyan las artes” y mucho menos el de “con que sea arte, no importa cómo esté”, pero sí hay algo de renovador, y sobre todo de franca recepción, a las piezas de esta expo. Y reacciones hubo de todas, desde las fotografías tipo turistas de Disneylandia frente al plato de sushi, hasta el nerviosismo de los que no se animaban a interactuar con la pieza de Iván Ruiz; desde la escultura sin nombre (un par de huesos y una llanta de bicicleta suspendidas en el aire, que hasta la fecha NADIE ha podido decirme de quién era) hasta la actitud de sorpresa de todos los que tropezábamos con las sutiles cajas de origami de Adriana Ramírez. Sigo pensando que atiborraron la sala con obra, y que en ocasiones, esto no permite que las piezas “respiren” y que el espectador discierne con más calma los “marcos” en los que se encuentra una pieza y otra. Menuda resolución de espacio la que enfrentan los museógrafos, pero sí ya es tiempo de presentar expos más silenciosas, menos repletas, menos tianguescas.




Me devuelvo, finalmente, al sentido que la estudiante buscaba en las obras. Quizá, en esta época, no encontremos paso ni rumbo firme en el arte actual. Quizá cada uno a lo suyo, y lo único que importa es ser visto. Pero creo que hay más. Sin embargo, ese “más” no está en las obras, sino en el espectador, y lo que su mente hace con ellas.




Como señalaba esa caricatura de Ad Reinhardt, aquí la idea ya no es averiguar qué representa una obra, sino lo que nosotros representamos en ella.



* esto de ocurrencias y puntadas no es peyorativo: es la base esencial de la producción artística contempo –y hasta puede decirse que de todos los tiempos. El problema de ello radica en los tipos de “gestos” que emanan de la O/P. Hay O/Ps que redimensionan al objeto y su sentido y lo llevan a una especie de sitio poético de contemplación; hay O/Ps que sacralizan al objeto, como si quisieran poetizarlo antes de dejarlo ser. Esto último es un error. Es lo que sucedió con la exposición Navajas de Rosa María Robles, actualmente montada en la Sala “Álvaro Blancarte” de la Escuela de Artes Tijuana: la ocurrencia de poner las cobijas de ejecutados en la exhibición martirizan de antemano a los objetos y, por lo tanto, los dotan de poder un poder contemplativo sagrado –hay que “ver” con solemnidad unas cobijas enrolladas o desplegadas en la sala. Váyanse a la shingada con eso.

** algo entre lo global y lo local-. para los que fruncieron el ceño después de leer esta otra palabreja: a mí tampoco me gusta. Pero es la que más o menos se acerca a lo que quiero dar a entender.




23.9.08

Como una manera de continuar con las indagaciones personales en torno a David Foster Wallace, recientemente fallecido, me encontré con este discurso, emitido por él en una ceremonia de graduación en la Universidad de Kenyon, el 21 de mayo de 2005. Más que cualquier otra cosa, por el deleite de seguir sus líneas de pensamiento (poco se dice, pero hay algo terriblemente seductor en el acto de traducir. algo similar a vivir en la mente de otro), pero sobre todo porque, en el trayecto, me encontré a uno de los pocos pensadores contemporáneos cuya búsqueda tenía que ver con la verdad.



Si alguno de ustedes siente la necesidad de perspirar, les aconsejo que lo hagan, porque tengan por seguro que yo lo haré. [breve masculleo mientras levanta su bata y saca un pañuelo de su bolsillo]. Saludos [“¿padres?”] y felicidades a la generación de graduados de Kenyon de 2005. Se encuentran dos peces jóvenes nadando, y se encuentran con un pez más viejo que nada en sentido contrario, mismo que asiente con su cabeza a ellos y les dice “Buen día, muchachos. ¿Qué tal el agua?” Y los dos peces jóvenes nadan por un momento, hasta que uno de ellos ve al otro y le dice “¿Qué demonios es el agua?”

Este es un requerimiento estándar de los discursos de estas ceremonias, el empleo de pequeñas historias parabolescas. El relato [“la cosa”] resulta ser una de las mejores y menos embusteras convenciones del género, pero si les preocupa que me vaya a presentar como el pez más viejo y sabio que les explique lo que es el agua a ustedes, peces jóvenes, por favor, no lo hagan. No soy el pez viejo y sabio. El objeto del relato del pez tiene que ver simplemente con que las realidades más obvias e importantes son, muchas veces, las más difíciles de ver, de hablar acerca de ellas. Planteado como un enunciado Inglés, claro, esto es una obviedad banal, pero el hecho es que en las trincheras cotidianas de la existencia adulta, las obviedades banales pueden tener una importancia de vida o muerte, o por lo menos esto es lo que desearía sugerirles en esta mañana seca y encantadora.

Claro, el principal requisito para discursos como éste, es que se supone que debo hablar acerca del sentido de su educación en artes liberales, de explicarles porqué el grado que están a punto de recibir tiene un verdadero valor humano, más que una simple recompensa material. Entonces, pues, hablemos acerca del cliché más común del género de los discursos de graduación, el que nos dice que una educación en las artes liberales no es tanto para llenarlos de conocimientos, como lo es para "enseñarles a pensar". Si son como yo de estudiante, nunca les ha gustado escuchar eso, y tienden a sentirse un poco insultados por el hecho de llegar a necesitar a alguien que les enseñe a pensar, ya que con el simple hecho de haber sido aceptados a una universidad tan buena como esta es suficiente prueba de que ustedes ya saben cómo pensar. Pero voy a plantearles, que, en realidad, el cliché de las artes liberales termina siendo muy poco insultante, porque la educación realmente significativa, sobre la idea de que se supone que debemos entrar a un lugar como éste, no es realmente sobre la capacidad para pensar, sino más bien sobre la opción de lo que habrá que pensarse. Si toda tu libertad de elección con respecto a qué pensar parece demasiado obvia como para perder el tiempo discutiéndola, les pediría que pensaran sobre peces y agua, y de poner entre paréntesis por unos minutos su escepticismo en torno al valor de lo completamente obvio.

Aquí les va otro pequeño relato didáctico. Se encuentran dos tipos sentados en un bar en un páramo de Alaska. Uno de los tipos es religioso; el otro es ateo, y ambos discuten la existencia de Dios con esa especial intensidad que comienza después de la cuarta cerveza. Y el ateo dice: “Mira, no es como si tuviera razones verdaderas para no creer en Dios. No es como si no hubiese experimentado todo el asunto de Dios y la oración y eso. Justo el mes pasado me quedé atrapado lejos del campamento en esa terrible tormenta, y estaba completamente perdido y no podía ver nada, a cincuenta grados bajo cero, y entonces lo intenté: ‘Oh, Dios, si acaso existe Dios, estoy perdido en esta tormenta y me voy a morir su no me ayudas.’” Y ahí, en el bar, el hombre religioso vio al ateo todo confundido. “Entonces ya has de creer,” dijo, “después de todo, aquí estás, vivo.” El ateo nomás pone los ojos en blanco. “No, hombre, lo que pasó fue que un par de esquimales venían pasando y me mostraron el camino de vuelta al campamento.”

Es fácil hacer pasar esta historia por una suerte de análisis estándar de las artes liberales: exactamente la misma experiencia puede significar dos cosas completamente distintas para dos personas distintas, dados los sistemas de creencias de cada uno, y las dos maneras distintas de construir un significado de la experiencia. Debido a que premiamos la tolerancia y la diversidad de creencias, en ninguna parte de nuestro análisis de las artes liberales queremos decir que la interpretación de uno de ellos es la verdadera y la del otro es falsa o mala. Todo lo cual está bien, excepto que tampoco nunca terminamos hablando justamente acerca de dónde provienen esos sistemas y creencias individuales. Esto es, de que vienen desde el INTERIOR de estos dos tipos. Como si la orientación más básica de una persona en torno al mundo, y el significado de su experiencia, estuvieran de algún modo integrados a éste, como su estatura o el calzado de sus zapatos; o automáticamente absorbido desde la cultura, como el lenguaje. Como si la manera en que construimos el significado no fuera cuestión de elección personal e intencional. Además, está toda esa cuestión de la arrogancia. El tipo no religioso está tan seguro de su rechazo a la posibilidad de que los esquimales que iban pasando tuvieran algo que ver con sus oraciones. Cierto, también hay bastantes personas religiosas que se muestran arrogantes y seguras de sus propias interpretaciones. Probablemente sean más repulsivos que los ateos, por lo menos para la mayoría de nosotros. Pero el problema de los dogmáticos religiosos es exactamente el mismo que el del no creyente en el relato: la seguridad ciega, una cerrazón de pensamiento que resulta en un aprisionamiento tan total que el prisionero no se da cuenta que está encerrado.

El punto aquí es que pienso que esta es una parte de lo que el haberme enseñado a pensar realmente significa. Ser un poco menos arrogante. Tener sólo un poco de conciencia crítica sobre mi persona y mis certezas. Porque un gran porcentaje de lo que yo tiendo a estar automáticamente seguro es, pues, completamente incorrecto e ingenuo. He aprendido esto por el camino difícil, como vaticino que les sucederá a ustedes, graduados.

Aquí está solo un ejemplo de la completa incorrectitud de algo para lo que tiendo estar automáticamente seguro: todo en mi propia experiencia inmediata apoya mi creencia profunda de que soy el centro absoluto del universo; la persona más real y más vívida que exista. Rara vez pensamos sobre este egocentrismo natural y básico, porque es tan socialmente repulsivo. Pero es básicamente lo mismo para todos nosotros. Es nuestro default setting, integrado a nuestros tableros al nacer. Piénsenlo: no existe una experiencia que hayas tenido para la cual no hayas sido el centro de ella. El mundo, tal y como lo experimentas, está ahí, enfrente de TI o detrás de TI, a TU izquierda, en TU televisión o TU monitor. Y así sucesivamente. Los pensamientos y sentimientos de los otros tienen que ser comunicados a ti, de alguna manera, pero los tuyos son inmediatos, urgentes, reales.

Favor de no preocuparse de que esté a punto de aleccionarlos sobre la compasión o sobre dirigir sus atenciones hacia los otros, o sobre todas las llamadas virtudes. Esto no es cuestión de virtud. Es cuestión de que yo escoja la tarea de alterar de algún modo o liberarme de mi default setting natural e integrado, que es el de ser profunda y literalmente egocéntrico, y de ver e interpretar todo a través de estos lentes del ser. Las personas que pueden ajustar sus default settings de esta manera, son muchas veces descritos como “bien equilibrados”, lo cual les sugiero que no se trata de un término accidental.

Dado el escenario académico en el que me encuentro, una pregunta obvia es qué tanto de esta labor de ajuste y equilibrio de nuestro default setting tiene que ver con un verdadero intelecto o conocimiento. Esta pregunta se pone medio capciosa. Probablemente lo más peligroso de una educación académica –por lo menos en mi caso—es que habilita mi tendencia a sobreintelectualizar las cosas, de perderme en las discusiones abstractas en mi cabeza; en vez de simplemente prestar atención a lo que ocurre justo frente a mi, presto atención a lo que ocurre dentro de mi.

Como seguramente ustedes sabrán para ahora, es extremadamente difícil mantenerse alerta y atento, en vez de dejarse hipnotizar por el monólogo constante en tu propia cabeza (puede estar sucediendo justo ahora). Veinte años después de mi graduación, he comprendido poco a poco que el cliché de que las artes liberales te enseñan a pensar, realmente quiere decir aprender a ejercer algún tipo de control sobre lo que decides prestarle atención, y de elegir cómo construyes un sentido de la experiencia. Porque si no puedes ejercer este tipo de elección en la vida adulta, serás completamente barrido. Piensen en el viejo cliché, el que dice que la mente es un excelente sirviente pero un amo terrible.

Este, como muchos clichés, tan bobo y poco emocionante en la superficie, en realidad expresa una verdad grande y terrible. No es ni un poco coincidencia que los adultos que cometen suicidio con armas de fuego casi siempre terminan pegándose un tiro en el mismo lugar: la cabeza. Le pegan un tiro al amo terrible. Y la verdad es que la mayoría de estos suicidias ya estaban muertos, mucho antes de que jalaran el gatillo.

Y lo que yo postulo es que este es el valor real y sin aspavientos que supone tener su educación en artes liberales: cómo hacerle para evitar pasar tu cómoda, próspera y respetable vida adulta muerto, inconsciente, como un esclavo de tu cabeza, y para que tu default setting esté singular, completa e imperialmente solitario día y noche. Esto puede sonar como a hipérbole, una abstracción sin sentido. Pongámonos concretos. El hecho a secas es que ustedes, graduados, aun no tienen ni la más mínima clave sobre lo que significa “día y noche”. Ocurre que hay partes enormes y completas de la vida adulta estadounidense de las que nadie habla en los discursos de ceremonia de graduación. Una de estas partes tiene que ver con el aburrimiento, la rutina y la mezquina frustración. Los padres y la gente mayor que se encuentran aquí saben muy bien a lo que me refiero.


A manera de ejemplo, digamos que es un día adulto común, y te levantas por la mañana, vas a tu desafiante trabajo de profesionista de cuello blanco, y trabajas duro unas ocho o diez horas, y al final del día estás cansado y en cierta medida estresado y todo lo que quieres hacer es llegar a casa, tener una buena cena y quizás relajarte durante una hora, para luego irte la cama temprano porque, claro, tienes que levantarte el día siguiente y hacerlo otra vez. Pero luego recuerdas que no hay comida en casa. No has tenido tiempo para ir de compras esta semana, debido a tu desafiante trabajo, de modo que después del trabajo tienes que subirte a tu carro y dirigirte al supermercado. Es el final de la jornada y el tráfico obviamente es así: terrible. De modo que llegar a la tienda toma más tiempo del que debería, y cuando finalmente llegas ahí, el supermercado está lleno, porque claro, es la hora del día en el que todas las demás personas con trabajos también tratan de incluir en sus rutinas un poco de compra de alimentos. Y la tienda está horrendamente iluminada y saturada de esa muzak o esa música pop corporativa que asesina el alma y básicamente es el último lugar en el que quieres estar pero no puedes simplemente entrar y salir; tienes que pasearte por todos esos pasillos enormes y sobreiluminados de la tienda, para encontrar las cosas que quieres, y tienes que maniobrar tu carrito enclenque por entre todas estas personas cansadas y apresuradas con carritos (etcétera, etcétera, hay que cortar unas cosas porque esta es una ceremonia larga) y finalmente tienes todos tus suministros para la cena, sólo que ahora resulta que no hay suficientes cajas abiertas, aun cuando se trata del bullicio de final de día. De modo que la fila es increíblemente larga, lo cual es estúpido y endurecedor. Pero no puedes arrojar tu frustración hacia la dama frenética que se encuentra en la caja registradora, saturada en un trabajo cuyo tedio diario y falta de sentido sobrepasa la imaginación de cualquiera de nosotros aquí en una universidad de prestigio.

Total, finalmente llegas a la caja registradora, y pagas por tu comida, y te dicen que “Tengas buen día” en una voz que es la voz absoluta de la muerte. Luego tomas tus espeluznantes y endebles bolsas de plástico con comestibles y las subes a tu carrito con la endemoniada ruedita que siempre jala para la izquierda, pasando por el estacionamiento abarrotado y lleno de baches y basura, y luego tienes que manejar hasta tu casa, atravesando un tráfico intenso, de hora pico, pesado y SUV intensivo, etcétera, etcétera.

Claro, todos han hecho esto. Pero aun no ha sido parte de la vida rutinaria de ustedes graduados, días tras semanas tras meses tras años.

Pero lo será. Además de muchas más rutinas grises, irritantes, aparentemente sin sentido. Pero ese no es el punto. El punto es que en estupideces insignificantes y frustrantes como ésta es donde surgirá la labor de elegir. Porque los embotellamientos y los pasillos abarrotados y las largas filas en las cajas me dan tiempo para pensar, y si no tomo una decisión conciente sobre cómo pensar y hacia qué prestar atención, voy a estar encabronado y me voy a sentir miserable cada vez que tenga que ir de compras. Porque mi default setting natural es que la certeza de situaciones como ésta son en realidad acerca de mí. Sobre MI hambre y MI fatiga y MI deseo por simplemente llegar a casa, y para todo el mundo, parecerá que todos los demás interrumpen mi paso. ¿Y quiénes son todas estas personas que interrumpen mi camino? Y mira qué tan repulsivos son la mayoría de ellos, y qué tan estúpidos y bovinos y ojimuertos y groseros y no-humanos parecen ser en la fila de la caja, o qué tan irritante y grosera resulta ser la gente que habla con voz muy alta en sus celulares, en medio de la fila. Y miren qué tan profunda y personalmente injusto es todo esto.

O claro, si me encuentro en una modalidad más socialmente consciente en mi default setting de las artes liberales, puedo pasar mi tiempo en el tráfico del final de jornada indignado por todos los SUV’s y Hummers y camionetas pick-up de doce cilindros enormes y estúpidos y satura hileras, quemando sus despilfarradores y egoístas tanques de cuarenta galones de combustible, y puedo vivir con el hecho de que las calcomanías patrióticas o religiosas siempre parecen estar en los vehículos más enormes y asquerosamente egoístas, manejados por los conductores más horripilantes [se escucha aquí un largo aplauso] (aunque este es un ejemplo sobre cómo NO pensar) más desconsiderados y agresivos. Y puedo pensar sobre cómo los hijos de nuestros hijos nos odiarán por gastarnos todo el combustible del futuro, y probablemente por arruinar el medio ambiente, y qué tan mimados y estúpidos y egoístas somos todos, y cómo la sociedad de consumo moderna simplemente apesta, y así sucesivamente.

Más o menos esa es la idea.

Si yo eligiera pensar de esta manera en una tienda y en la carretera, está bien. Muchos de nosotros lo hacemos. No obstante, pensar de esta manera tiende a ser tan fácil y automático que no es una opción. Es mi default setting natural. Es la manera automática como vivo las partes aburridas, frustrantes y aglomeradas de la vida adulta cuando estoy operando bajo la creencia automática e inconsciente de que soy el centro del mundo, y de que mis necesidades y sentimientos inmediatos son los que deberían determinar las prioridades del mundo.

El asunto es que, claro, hay maneras muy distintas de pensar sobre estos tipos de situaciones. En este tráfico, con todos estos vehículos se detuvieron y se quedaron parados frente a mi camino, no es imposible que algunas de estas personas en los SUV’s hayan estado en accidentes automovilísticos horrendos, y ahora encuentran que manejar es tan terrorífico que sus terapeutas les han casi ordenado que se consiguieran un enorme y pesado SUV para que se sientan lo suficientemente seguros como para manejar. O que el Hummer que me acaba de rebasar es quizá manejado por un padre cuyo hijo pequeño está lastimado o enfermo en el asiento del copiloto, y que trata de llevarlo al hospital, y se encuentra en una prisa mucho más legítima que la mía: en realidad soy YO el que está obstruyendo su paso.

O puedo optar por obligarme a considerar la posibilidad de que el resto de las personas en la línea del supermercado está igual de aburrida y frustrada que yo, y que algunas de estas personas probablemente tienen vidas mucho más difíciles y tediosas y dolorosas que la mía.

De nuevo, por favor no piensen que les estoy dando consejos morales, o de que estoy diciendo que deben pensar de esta manera, o que todos esperan de ustedes que lo hagan automáticamente. Porque es difícil. Se requiere de voluntad y esfuerzo, y si son como yo, algunos días no serán capaces de hacerlo, o simplemente no te darán ganas de hacerlo.

Pero la mayoría de los días, si eres lo suficientemente conciente como para darte a elegir, puede elegir ver de manera distinta a esa señora gorda, ojimuerta y sobremaquillada que le acaba de gritar a su hijo en la línea del supermercado. Quizá no sea normalmente así. Probablemente haya estado despierta durante los últimos tres días porque su esposo se está muriendo de cáncer de los huesos. O quizá esta misma señora es la empleada con ingresos de salario mínimo en el departamento de vehículos, que justamente ayer ayudó a tu esposa a resolver un horrendo problema de papeleo, por medio de un pequeño acto de bondad burocrática. Claro, nada de esto es probable, pero también, no es imposible. Sólo depende de lo que quieras considerar. Si estás automáticamente seguro de que sabes lo que es la realidad, y estás operando bajo tu default setting, entonces tú, como yo, probablemente no considerarás posibilidades que no sean irritantes y miserables. Pero si aprendes a prestar atención, entonces sabrás que hay otras opciones. En realidad estará bajo tu poder experimentar una situación de apesadumbrado infierno de consumo no sólo como algo significativo, sino también como algo sagrado, encendido con el mismo fuego que formó a las estrellas: el amor, la fraternidad, la unicidad mística de todas las cosas en su profundidad.

Y no es que las cosas místicas sean verdaderas. La única cosa que es verdadera con V mayúscula es que tú tienes la capacidad de decidir cómo tratarás de verlas.

Esto postulo yo que es la libertad de una educación verdadera, de aprender cómo estar bien equilibrados. Tienes la oportunidad de decidir concientemente qué es lo que tiene significado y qué no. Tienes la opción de decidir qué es lo que vas a adorar.

Porque aquí está otro asunto extraño pero verdadero: en las trincheras cotidianas de la vida adulta, no existe tal cosa como el ateismo. No existe tal cosa como la ausencia de adoración. Todos adoramos. La única opcíón que tenemos es hacia lo que vamos a adorar. Y la razón de peso para escoger quizá una suerte de dios o tipo espiritual para adorar –sea JC o Allah, sea Yahvé o la Diosa Madre de las Brujas o las Cuatro Nobles Verdades, o algún inviolable conjunto de principios éticos—es que básicamente cualquier cosa que adores te comerá vivo. Si adoras el dinero y los objetos, si se encuentran ahí donde sostienes el significado de la vida, entonces nunca tendrás suficiente, nunca sentirás que tienes suficiente. Es la verdad. Adora tu cuerpo, la belleza y el encanto sexual, y siempre te sentirás feo. Y cuando el tiempo y la edad comiencen a revelarse, morirás un millón de muertes antes de que finalmente te penen. Hasta cierto nivel, todos reconocemos estas cosas. Se han codificado como mitos, proverbios, clichés, epigramas, parábolas; el esqueleto de cualquier gran relato. El truco es mantener la verdad al frente en la conciencia diaria.

Adora al poder, y terminarás sintiéndote débil y temeroso, y necesitarás mucho más poder sobre los otros para amainar tu propio temor. Adora tu intelecto, para ser visto como inteligente, y terminarás sintiéndote estúpido, un fraude, siempre al borde de ser descubierto. Pero el aspecto insidioso de estas formas de adoración no es que sean malas o pecaminosas; es que son inconscientes. Son default settings.
Son el tipo de adoración al que gradualmente te insertas, día tras días, volviéndote cada vez más selectivo en torno a lo que ves y cómo mides el valor, sin estar completamente conciente de que eso es lo que estás haciendo.

Y el llamado mundo real no te desalentará a operar a partir de tus propios default settings, porque el supuesto mundo real de los hombres y el dinero y el poder murmura felizmente en un estanque de miedo y coraje y frustración y añoranza y adoración del ser. Nuestra cultura actual ha aprovechado estas fuerzas de maneras que han producido riquezas extraordinarias y confort y libertad personal. La libertad de que todos seamos lores de nuestros pequeños reinos del tamaño de un cráneo, solos, en el centro de toda creación. Este tipo de libertad tiene mucho qué recomendarnos. Pero claro, son todos distintos tipos de libertad, y el tipo de libertad más preciado, no escucharás mucho de él en el gran mundo exterior de deseos y logros. El tipo de libertad realmente importante tiene que ver con la atención y la conciencia y la disciplina, y de ser capaces de verdaderamente ver por las demás personas y de sacrificarnos por ellas una y otra vez, de una infinidad de maneras insignificantes y poco sexys, durante todos nuestros días.

Esa es la verdadera libertad. Eso es ser educado, y entender cómo pensar. La alternativa es la inconsciencia, el default setting, la carrera de la modernidad, el constante sentido corroyente de haber tenido, y haber perdido, alguna cosa infinita.

Yo sé que estas cosas probablemente no suenen divertidas y despreocupadas o grandilocuentemente inspiracionales, de la manera como los discursos de graduación se supone que deberían sonar. Lo que es, hasta donde puedo ver, es la verdad con V mayúscula, con un montón de sutilezas retóricas despojadas. Claro, ustedes son libres para pensar lo que deseen. Pero por favor, no lo hagan a un lado simplemente como otro sermón a la Dr. Laura. Nada de esto tiene que ver con moralidad o religión o dogma o esas grandes preguntas extravagantes de la vida después de la muerte.

La verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida ANTES de la muerte.

Tiene que ver con el valor real de una educación real, la cual casi no tiene nada que ver con el conocimiento, y casi tiene todo que ver con una simple conciencia; una conciencia sobre lo real y esencial, tan escondido a la luz de todos nosotros, todo el tiempo, que tenemos que recordarnos a nosotros mismos, una y otra vez:

“Esto es agua.”

“Esto es agua.”

Es inimaginablemente difícil hacer esto, mantenerse conciente y vivo en el mundo adulto, día y noche. Todo lo cual quiere decir que otro enorme cliché resulta ser verdad: su educación realmente ES el trabajo de toda una vida. Y comienza: ahora.

Les deseo mucho más que suerte.