29.3.07

Es difícil soñar en esta ciudad.
No digo que no haya sueños; por ahí andan, desvalagados. Unos se esconden debajo de la capa desértica, otros se encuentran en los alrededores de una apenas naciente flor. Todos los sueños sufren, porque no tienen la capacidad de sostenerse. Luchan por mantenerse vivos pero la ausencia de eco hace que tengan poca resonancia. Hace que los sueños se pierdan en el horizonte.
Imagínense una ciudad sin sueños. O mejor dicho, una ciudad cuyos pobladores sean incapaces de soñar, de pensar en algo más allá de sus propias limitaciones. Es rotundamente triste este tipo de ciudades, este tipo de pobladores. Viven la melancolía de jamás crearse un imaginario de posibilidades, de pequeñas utopías que pueden verse realizadas en el transcurso de los días, y sobre todo, viven la desesperación de no poder admitir que los sueños posibles de otros se logren, se configuren en el escaparate urbano. Los que no son capaces de soñar, evitan que aquellos que pueden mantengan en sus mentes la posibilidad de cerrar los ojos y viajar.
Hay sueños concretos y hay fantasías. Las fantasías las dejamos de lado, ya que estas se forman a partir de temores, deseos, obsesiones. Lo mismo sucede con los sueños concretos, aquellos que desean inscribirse en el tejido de la sociedad. La idea de una escultura, la idea de una pieza musical que pueda tocarse a las once de la mañana en todos los autobuses públicos de la ciudad, la idea de una multitud aglomerada en un campo abierto para escuchar las palabras de un poeta, la idea de una ciudad que brille con luces construidas a partir del imaginario humano. Pero la diferencia entre el fantaseo y los sueños concretos es que éstos tienen la posibilidad de realizarse. No lo pueden si en la ciudad donde se sueñan no existen otros soñadores. Y en el peor de los casos, cuando los sueños no concuerdan.
Y aquí, en esta ciudad, estoy a punto de llegar a la conclusión de que los sueños de muchas personas no concuerdan con los de otras personas. Y es difícil señalarles a estas últimas, es difícil indicarles que hay otras posibilidades de sueños, todos ellos realizables. Es difícil, porque sus sueños no les permiten visualizar los sueños de otros. Están muy concentrados en la realización de lo realizable, no en la realización de lo posible.
Aquí no se trata de decir que hay "fuerzas extrañas" que confabulan la no-realización de los sueños. Ya estamos muy grandes --como humanos, como civilización-- para pensar que el orden de las cosas está definido a partir de las decisiones de unos pocos. Esos pocos ya no existen, o por lo menos, ya no están concientes de su posición como tomadores de decisiones, como realizadores de sueños. Son otros los controles de la realidad. Somos nosotros mismos quienes controlamos el flujo de sueños posibles.
En realidad, se trata de un problema de concordancia. En una ciudad pueden verse sueños distintos. Yo considero mis sueños como actos pasionales encaminados a la poetización de la vida, por más abrumador que sea el clima que nos arremete a la mitad del año. Yo considero mis sueños como sensatas señales de que la realidad puede ser trastocada para que podamos descubrir el potencial que tienen las cosas pequeñas, los pequeños detalles de la vida. Asimismo, yo considero mis sueños no desde la perspectiva romántica de "un mundo mejor", sino desde la perspectiva de un mundo que ofrezca posibilidades para ser, no posibilidades para estar.
Por lo pronto, lo único que puedo pensar es que mis sueños no encuentran su eco en esta ciudad. Pero no importa, porque de todos modos, soy más feliz que nunca. Voy a seguir soñando un bueeeeeeen ratillo.