Recién hacía un sondeo de los objetos que se encuentran en mi "escritorio", cuando me encontré con estas notas escritas hace más de un año:
Conocimiento caliente. Rompecabezas quebrado, humedecido por la saliva y dos que tres adjetivos graves. A veces la luna, a veces la zona intermedia entre la espuma y ciertos tipos de fuego. La historia, un fantasma agradable a la distancia. Ideas que se gritan frente a un espejo cóncavo. Dádivas de la tristeza de la irresolución. Nostalgia viento pretérito que se asoma y que se está quieto en uno de tantos presentes. Aroma y subterfugio: huir del desencanto porque se tiene con qué. El conocimiento es lo que conoce y se calienta en aguas termales. Hemos dejado de salivar, y de tener cosquillas. La espina de una rosa que se seca porque no la ven. El tiempo como mancha difusa de lo que nunca será. Atrás de la cordillera, una nada esplendorosa, una espina de rosa que no nos deja salivar. Siento cosquillas cuando pienso solamente en un par de ojos. Luego, a ratos, muero.