¿y si dejamos de criticar?
esto es, si dejamos de lado la necesidad de entrar en disputa con el mundo, con los breves incidentes cotidianos, desde una mala película hasta un mal servicio en el restaurante, si dejamos de lado la crítica, ¿qué nos queda?
bueno, no es que no quede nada. en realidad, no. lo que queda es una cierta sensación de apertura, que quizá nos lleva a conocer y reconocer más, lo cual lleva a reconocernos más en aquello que vivimos y experimentamos.
de lo contrario, todos los aspavientos del mundo nunca se esfuman. y nunca nos damos cuenta que nosotros somos el problema.
claro está, que podemos hacernos a un lado o evitar aquellas experiencias que simplemente me están orillando a criticar. pero, incluso en ese contexto, la crítica que no busca desdeñar, sino pensar acerca de la cosa (que en realidad, curiosamente, creo que es la acepción original de crítica, o por lo menos, la que más se apega a mis deseos) puedes caer en un cierto tipo de verdad: tú escogiste, aunque no lo aceptes, vivir esa experiencia, ir a ese concierto de Maná, comer ese bistec que de antemano sabías que no ibas a disfrutar, acudir a esa fiesta donde te aburrirías enormemente. pregúntate, ¿por qué lo hiciste?
así como yo lo hago, ¿por qué lo hice? ¿por qué vi la película de Todo Incluido?