9.11.06

(comienzo con una indicación de entrada. . .)
Es este tipo de momentos a los que los escritores aspiran(mos):
(luego, incluyo la cita de algo que acabo de leer. . .)
"Your mother whispered, 'My darling, what can you be afraid of in a world as beautiful as this?'"
"And I said, 'It is the beauty itself that frightens me.'
(seguido de esto, me dirijo a la posibilidad de interpretación. Casi siempre es futil. Pero la futilidad es la madre de todos los discursos narrativos, cuando éstos quieren "explicar" las cosas. . .)
¿Por qué aspiramos a dichos momentos? porque apelan a la concisión, al intercambio de una determinada verdad. A eso que antiguamente llamábamos "esencia".
(y. . .después de eso, comienzo a divagar. . .)
Cierto es que a veces la belleza nos produce un miedo terrible. En el caso de un escritor, puede alimentar su melancolía --ese acto poquito bochornoso de sentarse a contemplar sin dedicarse a la acción.
(pero, como buen ejercicio de dialéctica, trato de colocar la posición alterna a la misma idea. . .)
Por otro lado, la belleza debería incitarnos a la acción. A encontrar los labios donde quiere uno encontrarlos, a señalar con el dedo las minucias que se van dibujando alrededor.
(finalmente cierro, con una idea que parezca un poquito autorreferencial. . .hay que alimentar un poquito el ego, de vez en cuando. . .)
Cierto es que a veces me siento vacío. Pero acabo de darme cuenta que el vaciamiento es necesario. Las luces de la ciudad adquieren otros matices.