26.10.12


de Austerlitz
W. G. Sebald


El tiempo, dijo Austerlitz en el cuarto de observación en Greenwich, era por mucho la más artificial de las invenciones, y al estar ligado a los planetas girando alrededor de su propio eje no era menos arbitrario que lo sería, digamos, un cálculo basado en el crecimiento de los árboles o la duración de tiempo que le toma a un trozo de piedra caliza para desintegrarse, muy distinto del hecho que el día solar, que tomamos como nuestra directriz, no nos ofrece una medida precisa, de modo que para calcular el tiempo tenemos que diseñar a un sol imaginario y promedio, con una velocidad invariable de movimiento y que no se incline hacia el ecuador en su órbita. Si Newton pensó, dijo Austerlitz, apuntando a través de la ventana y abajo, hacia la curva del agua alrededor de la Isla de los Perros conforme se deslizaba por la última parte de luz, si Newton realmente pensó que el tiempo era un río como el Támesis, entonces, ¿dónde está su origen y hacia qué mar fluye al final? Como sabemos, todos los ríos deben tener riberas en ambos lados, y visto en esos términos, ¿dónde están las riberas del tiempo? ¿Cuáles serían las cualidades de este río, cualidades quizá correspondientes a las del agua, la cual es fluida, un poco pesada y traslúcida? ¿De qué maneras los objetos inmersos en el tiempo difieren de aquellos que se dejan sin tocar por éste? ¿Por qué mostramos las horas de luz y oscuridad en el mismo círculo? ¿Por qué el tiempo se detiene eternamente y sin moverse de su lugar, y nos apresuramos de frente en otro? ¿No podríamos proclamar, dijo Austerlitz, que el tiempo mismo no ha sido concurrente a través de los siglos y los milenios? No fue hace mucho tiempo, después de todo, que comenzó a expandirse hacia todo. ¿Y no es la vida humana en muchas partes de la tierra gobernada hasta el día de hoy menos por el tiempo que por el clima, y por lo tanto, por una dimensión incuantificable que desconsidera la regularidad lineal, no progresa constantemente hacia delante sino que se mueve en remolinos, es marcada por episodios de congestión e irrupción, recurre en una forma en constante cambio, y evoluciona nadie sabe hacia qué dirección? Incluso en una metrópolis dominada por el tiempo, como Londres, dijo Austerlitz, sigue siendo posible estar fuera del tiempo, un estado de las cosas que hasta recientemente era casi tan común en áreas retrasadas u olvidadas de nuestro propio país, como solía ser en los continentes desconocidos en el extranjero. Los muertos están fuera de tiempo, los moribundos y todos los enfermos en casa o en los hospitales, y no son los únicos, cierto grado de mala fortuna personal es suficiente como para extraerse del pasado y del futuro. De hecho, dijo Austerlitz, nunca he tenido un reloj, de ninguna clase, o una alarma en cama o un reloj de bolsillo, ya no digamos uno de pulsera. Un reloj siempre me ha parecido algo ridículo, un objeto completamente mendaz, quizás porque siempre me he resistido al poder del tiempo, a partir de una compulsión interna que ni yo mismo he logrado entender, extrayéndome de los llamados eventos de actualidad con la esperanza, como ahora lo pienso, dijo Austerlitz, de que el tiempo no pasará, no ha pasado, y que puedo regresar por éste, y cuando llegue podré encontrar todo justo como estaba, o más precisamente, podré descubrir que todos los momentos del tiempo han coexistido simultáneamente, en cuyo caso nada de lo que nos dice la historia sería verdad, los eventos del pasado aun no han ocurrido pero están esperando suceder en el momento que los pensemos, aunque eso, claro, nos abre el prospecto lúgubre de una miseria eterna y de una angustia interminable.