A veces, aspiramos a que nuestros cuerpos sean la concentración de todo el universo, y de pronto nos imaginamos caminando y cubiertos de estrellas.
A veces, aspiramos a silencios que solamente llegan cuando cerramos la ventana del auto y dejamos caer las gotas de sudor. No encendemos la refrigeración.
A veces, aspiramos apresurar lo lento y alentar la prisa. Que todos los momentos sean gloriosos, pero que el espasmo del tiempo pueda registrar con calma la caída de una hoja al mismo tiempo.
A veces, sólo queremos besarnos. Escondernos entre sábanas y repetir la historia de contarnos historias de infancias perdidas.
A veces, sólo quisiéramos recordar lo que se sentía cuando te raspabas las rodillas de niño. O lo que se sentía cuando una hormiga te picaba, o la sensación que produce el descubrimiento de un nuevo bicho en el jardín o en el lote baldío.
A veces, sólo a veces, simplemente se antoja acumular horas frente a cualquiera de los monitores a nuestra disposición.
A veces, es necesario exhalar.