1.9.10

A mí se me hace que México ya se murió. Fue hace tiempo. Pero no nos han avisado.

Le han dicho a dos que tres personas, esos serios hombres grises que merodeamos los alrededores, en busca de signos, rodeados de escombros.

A mí se me hace que la muerte le queda a México. Como segunda piel. Como le quedaban los vestidos a las modelos mexicanas setenteras. Les sienta bien, y en todas partes. Las caderas. La muerte en sus pestañas postizas. La muerte en su sonrisa.

Pero nadie quiere aceptarlo. La muerte nos sienta bien.

Y es que, pues, a como somos los mexicanos, a mí se me hace que nos hemos muerto en varias partes. Estamos rodeados de los cadáveres de nuestra historia. Los cadáveres son la historia en sí. Los símbolos patrios como recordatorios de que en alguna parte hay una lápida, un epitafio, una inscripción. En ella, se inscribió la letra de la Canción Mixteca.

Los héroes, no son héroes.

Los pioneros, no son pioneros.

Los próceres, no son próceres.

Y la vida no es vida sin ellos. Y como ellos no son ellos, entonces estamos muertos.


Pero siempre despertamos de ese sueño.