17.2.11

Como extraño y adverso corolario a mi post anterior...

"Nunca, en ninguna época y en ninguna otra civilización, se ha pensado tanto y tan constantemente en la edad; la gente tiene en la cabeza una idea muy simple del futuro: llegará un momento en que la suma de los placeres físicos que uno puede esperar de la vida será inferior a la suma de los dolores (uno siente, en el fondo de sí mismo, el giro del contador; y el contador gira siempre en el mismo sentido). Este examen racional de placeres y dolores, que cada cual se ve empujado a hacer tarde o temprano, conduce inexorablemente a partir de cierta edad al suicidio. Es divertido observar que Deleuze y Debord, dos respetados intelectuales de fin de siglo, se suicidaron sin motivos concretos, sólo porque no soportaban la perspectiva de su propia decadencia física. Estos suicidios no despertaron ningún asombro, no provocaron ningún comentario; en general, los suicidios de la gente mayor, que son los más frecuentes, nos parecen hoy en día perfectamente lógicos. Como rasgo sintomático, también podemos señalar la reacción del público frente a la perspectiva de un atentado terrorista: en la casi totalidad de los casos la gente preferiría morir en el acto antes de verse mutilada, o incluso desfigurada. En parte, claro, porque todos están un poco hartos de la vida; pero sobre todo porque nada, ni siquiera la muerte, les parece tan terrible como vivir en un cuerpo menoscabado."

Michel Houellebecq,
Las partículas elementales.

* Imaginemos esto: como propósito estético-ético y como eje de experiencia, determinas que sólo te dedicarás, de aquí en adelante, a consumir exclusivamente los artefactos y productos culturales que se han generado en tu tiempo de vida. Esto es, si me pongo como ejemplo, que todo lo que yo consuma, de aquí en adelante, bajo la forma de literatura, filosofía, historia, ciencias, bajo la forma de manifestaciones artísticas, de cine, programas de televisión, estilos de moda y demás, se limiten a lo que se ha producido de 1970 en adelante.

* ¿Qué implicaría esto? Primero que nada, sería un ejercicio abrumador. No creo que sea posible escapar de flujos sensoriales que inevitablemente transmiten ciertos productos del pasado, y es ahí donde entraría el proceso ético de decidir en qué experiencia te detienes para disfrutarla, apreciarla, entenderla, para hacerla formar parte de tu vida. Y en un segundo plano, para sopesar el predominio de ciertas formas estéticas y de pensamiento que constituyen el seguimiento de ciertas líneas que vienen del pasado.

* Esto quiere decir, por ejemplo, que yo sólo tendré oportunidad de escuchar el último LP que produjeron Los Beatles en su carrera: Let it Be; toda su producción musical tendrá que ser descartada ya que no se hizo en mi tiempo; cualquier alusión al pasado musical de esta banda –su influencia en la música contemporánea—tendrá que sopesarse como tal, pero al mismo tiempo, sin el peso de la mismidad con la que escuchamos ciertas formas musicales que toman a los Beatles como referente. De manera que, si escucho algunos pasajes beatlescos en canciones de grupos producidas después de 1970, estoy impedido de formularme cognitivamente dicha referencia, por lo tanto, esas formas serían nuevas. Es una suerte de eliminación de la memoria, que de todas formas opera en nuestro devenir, pero que en este ejercicio se convierte en estrategia (absurda, sí, pero ¿qué importa?): una manera de acercarte más nítidamente a tu presente.

* ¿Qué más implica todo esto? Pues, por un lado, se elimina el canon; tenemos que entender que, con este proceso, dejamos de escuchar, de leer, de apreciar, de ver todo aquello que no se produjo en nuestro presente. Si naciste en 1978, en 1974, en 1990, nada de lo que se produjo en el pasado formará parte de tu “menú,” de apetencias, no obstante algunos productos (obras literarias, ciertos manierismos en la pintura, ciertas afecciones en la danza contemporánea y las artes escénicas) contienen la reverberación de ese pasado al que no tienes acceso. Las referencias homéricas, por ejemplo, todo el corpus de alusiones directas e indirectas a la mitología, se sentirán mucho más diferidas que en la actualidad. Debe pensarse como un proceso de liberación, más que de una negación de la memoria. Para sopesar, repito, para situarse más definitivamente en un presente. Sobre todo, porque creo que el flujo de la historia y su información nos abruma, nos descoloca en nuestra actualidad.