El ’17 que viene
Franco “Bifo” Berardi
El colapso interminable
El centésimo
aniversario de la Revolución Soviética muy probablemente coincidirá con un
colapso global. La recuperación tan anunciada no llegará, y se está
escenificando una oleada de la derecha con tintes racistas.
El colapso del
capitalismo será interminable y enormemente destructivo, siempre y cuando no
surja una nueva subjetividad y un modelo social diferente no se desarrolle. La
subjetividad que en el siglo XIX se expresó por medio del movimiento de los
trabajadores parece estar hoy en día tan desintegrado que no podemos imaginar
otra posible recomposición en el futuro cercano.
Los levantamientos
antifinancieros de 2011 no lograron revertir la ruta del saqueo financiero, y
los partidos europeos de izquierda han aceptado las políticas de austeridad,
aun cuando esta traición probablemente provocará su derrota final.
La dinámica que llevó
al ascenso de los Nazis y luego a la Segunda Guerra Mundial está de vuelta. Los
partidos nacionalistas contemporáneos hacen eco de lo que Hitler dijo a los
trabajadores empobrecidos de Alemania: ustedes no son los trabajadores
derrotados y explotados, sino guerreros nacionales, y ustedes ganarán. No
ganaron, pero destrozaron Europa. Tampoco ganarán esta vez, pero se están
posicionando para destruir al mundo.
El constante
empobrecimiento de la sociedad no es una necesidad natural, sino una
consecuencia de las políticas de acumulación financiera. El modelo neoliberal
se implementa por medio de la fuerza del automatismo, mientras que el consenso
se derrite. El número de julio, 2016 de The
Economist tenía el tema de “Anarquía en Gran Bretaña” y aceptaba la
bancarrota de la globalización neoliberal. Los síntomas son visibles:
estancamiento, sobreproducción y luego deflación; inminente recesión.
Las fuentes del estancamiento
y del desempleo –la saturación del mercado y la reducción del tiempo laboral
necesario—no son modas inherentemente negativas en sí mismas. Por el contrario,
desde la perspectiva de la utilidad social, nos comprueban que la era de
escasez ha terminado y la emancipación del tiempo humano del trabajo repetitivo
es inminente. La base material ahora existe para que las personas dediquen su
tiempo al cuidado de otros, de sí mismos, de la educación y de otras
actividades ajenas al mercado.
El capitalismo, sin
embargo, es semióticamente incapaz de implementar las potencialidades
inherentes al conocimiento y la tecnología: su dinámica tiende, de hecho, a
contener aquellas potencialidades dentro de los viejos esquemas del crecimiento
y la acumulación. Consecuentemente, transforma las potencialidades del
conocimiento y la tecnología en factores de escasez y destrucción.
Esta distorsión ha
empobrecido a la sociedad europea y está desatando una reacción antiglobalista
que alimenta al resentimiento, al fascismo y a la guerra. ¿Qué sucederá?
1917 no volverá a suceder
En la era del poder
bio-info-político, el Palacio de Invierno está vacío. Pero debemos revisitar
1917, porque la Unión Soviética estableció el paradigma que presidió por sobre
el panorama político del siglo pasado: la clase trabajadora organizada por
medio de partidos políticos para convertirse en una vanguardia social, que
buscó tomar el poder central y usarlo contra la clase capitalista. La visión
que Lenin expresó en sus escritos (particularmente ¿Qué hacer?) ofrecieron un marco militar para la lucha de clases.
Esta movida táctica permitió que el partido Bolchevique asumiera el poder, pero
también fue el error estratégico de Lenin, quizá también su crimen. El partido
Leninista dio nacimiento a un estado y a un ejército, pero la determinación de
Lenin convirtió la lucha de clases en guerra, sofocando por lo tanto los
procesos de autonomía revolucionaria en Alemania, Italia y también en los
Estados Unidos, donde los Trabajadores Industriales del Mundo expandían su
organización social. Para poder ganar la guerra desatada por la revolución leninista,
el capitalismo de occidente fomentó el fascismo contra la clase trabajadora.
Conocemos la historia
de lo que siguió: el comunismo Soviético y el capitalismo anglo-americano
fueron obligados a crear una alianza. Luego la democracia derrotó a la Unión
Soviética. En la segunda mitad del siglo, la democracia surgió como la
mitología ganadora, pero su triunfo no duró. Comenzando en Chile, el 11 de
septiembre de 1973, la reforma neoliberal comenzó a cancelar la democracia, y
así comenzó a cancelarla en todas partes (incluyendo Grecia en 2015). La
dictadura de la vida abstracta sobre la concreta surgió bajo la etiqueta del
gobierno neoliberal, que tuvo su efervescencia más o menos pacífica hasta
finales de los 90. Desde el desplome del dot
com en la primavera de 2000, y el nuevo 11 de septiembre del primer año del
nuevo siglo, el panorama global se ha fragmentado en incontables identidades en
conflicto, que ahora explotan en una guerra civil global.
Colonialismo e internacionalismo
Zbigniew Brzezinski,
quien fue asesor del presidente estadounidense Jimmy Carter, ha escrito libros
importantes sobre el panorama político global. En 1993, publicó Out of control: Global Turmoil on the Eve of
the 21st Century, un libro en el que subvierte el optimismo dominante de
ese periodo y predice la proliferación incontrolable del conflicto identitario.
En un número reciente
de The American Interest, Brzezisnki
publicó un ensayo titulado “Hacia una realineación global”. No obstante el
título insípido, el artículo contiene una consideración dramática que puede
resumirse así: después de siglos de dominación colonial y violencia, las
anteriores colonias piden una restitución moral y económica que occidente no
quiere ni es capaz de pagar. La deuda histórica concreta que le debemos a
aquellos que hemos explotado no puede pagarse porque estamos obligados a pagar
nuestras deudas financieras abstractas.
El estilo de
Brzezinski en el ensayo es elegante, pero sus palabras son atroces e
inequívocas. Merece ser citado en extenso:
Debemos prestar especial atención a las masas recientemente estimuladas
políticamente. Las memorias políticas reprimidas por tanto tiempo se están
acumulando, gran parte de ello se debe al repentino y muy explosivo despertar
energizado por los extremistas Islámicos en Medio Oriente, pero lo que ocurre
en el Medio Oriente hoy en día bien puede ser el comienzo de un fenómeno más
grande que vendrá de África, Asia e incluso entre los pueblos precolonizados
del hemisferio occidente en los años que vienen.
Las masacres periódicas de sus ancestros, no tan distantes, por parte de
los colonizadores y sus buscadores de riquezas asociados, mayormente de Europa
Occidental (países que hoy en día están, por lo menos tentativamente, más
abiertos a la cohabitación multiétnica) resultaron dentro de los últimos dos
siglos en la matanza de pueblos colonizados, a una escala comparable con los
crímenes de la Segunda Guerra Mundial, perpetrada por los Nazis: literalmente
involucrando a cientos de miles e incluso millones de víctimas. La
autoafirmación política estimulada por el coraje y la tristeza retardada es una
fuerza poderosa que ahora surge, sedienta de venganza, no sólo en el Medio
Oriente musulmán sino muy probablemente más allá.
En el siglo XVI, debido mayormente a las enfermedades que trajeron los
exploradores españoles, la población del imperio Azteca en el México de hoy
declinó, de 25 millones aproximadamente a un millón. Del mismo modo, en
Norteamérica, se estima que un 90 por ciento de la población nativa murió en los
primeros cinco años, por contacto con los colonizadores europeos, debido
principalmente a enfermedades. En el siglo XIX, varias guerras y
reasentamientos forzados mataron a 100,000 personas más. En India, de 1857 a
1867, se sospecha que los británicos mataron un millón de civiles por
represalias que venían de la Rebelión India de 1857. El uso de la agricultura
por parte de la British East India Company para cultivar opio, esencialmente
forzada su entrada a China, dio como resultado la muerte prematura de millones,
sin incluir las víctimas directamente afectadas de la primera y segunda guerra
del opio. En el Congo, que era la propiedad personal del Rey Belga Leopoldo II,
de 10 a 15 millones de personas fueron asesinadas entre 1890 y 1910. En
Vietnam, estimaciones recientes sugieren que entre uno y tres millones de
civiles fueron asesinados, de 1955 a 1975.
En cuanto al mundo musulmano en el Cáucaso ruso, de 1864 a 1867, el 90
por ciento de la población local del Cáucaso fue forzosamente reubicada, y entre
300,000 y 1.5 millones, murieron de hambre o fueron asesinados. Entre 1916 y
1918, decenas de miles de musulmanes fueron asesinados, cuando 300,000
musulmanes turcos fueron obligados por las autoridades rusas a cruzar por las
montañas del centro de Asia rumbo a China. En Indonesia, entre 1835 y 1840, los
ocupantes daneses asesinaron un promedio de 300,000 civiles. En Argelia,
después de una guerra civil de 15 años, de 1830 a 1845, la brutalidad francesa,
la hambruna y la enfermedad mató a 1.5 millones de argelinos, casi la mitad de
la población. En la vecina Libia, los italianos forzaron a los cirenaicos en
campos de concentración, donde un promedio de 80,000 a 500,000 murieron, entre
1927 y 1934.
Más recientemente, en Afganistán, entre 1979 y 1989, se estima que la
Unión Soviética ha asesinado alrededor de un millón de civiles; dos décadas
después, los Estados Unidos han asesinado 26,000 civiles durante su guerra de
15 años en Afganistán. En Irak, 165,000 civiles han sido asesinados por los
Estados Unidos y sus aliados en los últimos trece años. (La disparidad entre el
número reportado de muertes causadas por colonizadores europeos comparado con
Estados Unidos y sus aliados en Irak y Afganistán puede deberse, en parte, a
los avances tecnológicos que han resultado en el uso más productivo de la
fuerza y, en parte también, a un giro a el clima normativo mundial.) Así de
conmovedor como la escala de estas atrocidades es lo rápido que occidente se ha
olvidado de ellas.1
Concuerdo con el diagnóstico de Brzezinski, pero olvida decir que, en el
siglo XX, el internacionalismo surgió como una manera de desviar la clase de
conflicto global que describe. Sólo el sentimiento internacionalista de los
trabajadores podría evitar un baño de sangre planetario. Pero el comunismo ha
sido derrotado, y el modo internacionalista se ha disuelto. Ahora enfrentamos
una guerra de todos contra todos para beneficio de nada en particular.
Subjetividad deprimida
Tras la disolución del comunismo, la mitología de una competencia y
ganancia sin límites logró estar por encima de todo. Pero después de treinta
años, esta mitología ha llegado a la bancarrota. La subjetividad de occidente
está indignadamente deprimida, y Jonathan Franzen explica por qué:
La gente viene a este país ya sea por dinero o por libertad. Si no
tienes dinero, te aferras a tus libertades con mayor indignación. Aun cuando
fumar te pueda matar, aun cuando no tienes para alimentar a tus hijos, aun
cuando tus hijos son baleados por maniacos con rifles. Podrás ser pobre, pero
aquello que nadie te puede quitar es la libertad para hacer de tu vida una
ruina de la manera que tú quieras. Eso es lo que Bill Clinton descubrió –que no
podemos ganar elecciones si luchamos en contra de las libertades individuales. Especialmente,
en realidad, cuando nos ponemos en contra de las armas. 2
La promesa de éxito económico se ha logrado sólo en una porción pequeña
de la sociedad. Para los perdedores, ha resultado en precariedad,
neuro-explotación, un salario que decrece, y más trabajo. Pero los perdedores quieren
recuperar sus libertades personales, y en Estados Unidos eso significa primero
que nada la libertad para portar armas.
Con la disolución de la visión internacionalista, todos ahora pertenecen
a un clan –étnico o virtual—y todos se están preparando para protegerse contra
la invasión que viene. Después del abandono del horizonte universalista de la
modernidad iluminada, las subjetividades en conflicto ahora se mantienen unidas
por una fe en la pertenencia.
Ya que la actividad mental es capturada por la economía, y el cúmulo del
trabajo contemporáneo es semiótico, la reflexión es absorbida y asimilada y
reducida al trabajo. En el pasado, los trabajadores industriales no estaban
mentalmente integrados a sus tareas. Los semio-trabajadores contemporáneos, sin
embargo, están obligados a integrar sus facultades mentales en el proceso
automatizado de producción.
Sólo un rompimiento en la sumisión de la conciencia cognitiva al
paradigma de la competencia puede ahora abrir un proceso que lleve a la
autoorganización autónoma del trabajo cognitivo. La emancipación de la
fuerza-de-conocimiento representa la única oportunidad para derrotar el sistema
neuro-totalitario que se está formando.
La tarea del futuro consiste en reinventar el proceso de subjetivación. Esta
reinvención debe comenzar desde la expansión de las condiciones del sufrimiento
mental, y del descubrimiento de un nuevo nivel de acción política. El concepto
de un programa ha estado desde hace mucho en el centro de la acción política. En
el siglo pasado, la palabra “programa” se refería a un ensamble orgánico de
proyectos que los políticos imponían en el cuerpo social. Ahora deberíamos
pensar en un “programa” en términos de software social: un algoritmo basado en necesidades
sociales y dirigidas al bienestar social, que debería oponerse al algoritmo
financiero que prevalece hoy en día. Sólo un algoritmo para la emancipación
puede reemplazar el algoritmo presente de la expansión financiera.
La programación (en el sentido del software para el proceso de
producción), es la actividad particular de los trabajadores cognitivos. La autonomía
de las prácticas de programación es el proyecto político que tenemos que
perseguir. Pero sabemos que la autonomía de las prácticas presupone la
autonomía del sujeto.
En el Silicon Valley global, millones de trabajadores cognitivos son
diseminados alrededor del mundo: esta es la subjetividad que puede subvertir a
la dictadura financiera.
Debemos ver al Silicon Valley global de la misma manera que Lenin vio a
la fábrica Putilov en 1917, y de la misma manera que los rebeldes de la autonomia italiana vieron a la planta de
Fiat en Mirafiori en los setenta: como el centro del proceso de producción, el
sitio donde el nivel máximo de explotación es ejercido y donde el mayor
potencial transformador puede desatarse.
Mientras que la política es impotente y las naciones-estado rigen los
flujos de semio-finanzas, el Silicon Vallye global ha reemplazado a los gobiernos
del pasado. Sin embargo, el Silicon Valley global no es un lugar sin
conflictos: en esta fábrica desterritorializada, millones de trabajadores
cognitivos pueden desarrollar una nueva forma de conciencia y una nueva
dinámica social, basada en la reducción del tiempo laboral, el desacoplamiento
del ingreso con el trabajo, y la implementación completa de la tecnología y la
automatización.
El reto es cultivar esta conciencia entre los trabajadores cognitivos:
desde su sufrimiento mental, puede surgir un despertar ético. Y en el despertar
ético de millones de ingenieros, artistas y científicos, se encuentra la única posibilidad
de impedir una aterradora regresión, cuyos contornos ya los estamos
percibiendo.
×
Franco Berardi, también conocido como “Bifo,”
fundador de la famosa Radio Alice en Bolonia y una figura importante en el
movimiento Autonomia italiano, es
escritor, teóricos de medios y activista de medios. Su libro más reciente es And: Phenomenology of the End (Semiotext(e),
2015).
© 2016
e-flux and the author
[Libre
traducción: Alejandro Espinoza]