16.9.07

y luego entonces resulta que éramos pocos los congregados esta pasada noche del sábado en Velouria, y entre el pensamiento inadvertido que advierte los pormenores del sitio
(en algún momento de la noche hice un comentario de esos mis típicos comentarios que me la paso haciendo y que probablemente tienen poco sentido pero de todos modos los digo porque por ahí se encuentra por lo menos un rastro de verdad, y que tenía que ver con que el decorado del Velouria es una suerte de retroproyección del tipo de decorado de un adolescente que es fanático de demasiadas cosas cool y las pega en la pared, convirtiendo su espacio en una fortaleza de sus predilecciones estéticas)
...dejé rumiar mi pensamiento como si fuera de la textura de la mermelada y lo retrotraje aquí, a este espacio,
y en el pensamiento de allá
(en el Velouria, anoche,
sentado en una mesa frente a la barra,
enseguida de mi princesa irlandesa)
me pensé aquí
(sentado frente a la lactoc,
escribiendo en el blog)
y pensaba en la primera frase que acompañaría una especie de reseña sobre el evento de anoche, y la primera frase iba más o menos así:
"Creo que, al final del día, todo se reduce a qué tipo de experiencia sublime quieres tener"
(digo "más o menos así" porque todos sabemos que no podemos confiar en nuestro pensamiento, sobre todo si confiamos que las frases que pensaste en un momento van a terminar escritas de la misma manera. Para eso los escritores traen papelitos escritos por todos lados; pero yo no lo hago, no soy tan disciplinado. O quizás sí lo soy, y lo que hago en realidad es memorizar la frase, repetírmela una y otra vez cada vez que surge una frase que me llama la atención, de manera que, cuando llegue el momento en el que pueda efectivamente registrarla en alguna parte --por ejemplo, este blog-- aparezca exactamente como fue pensada, meditada. Todo este vericueto metanarrativo me está mareando. Y probablemente aburre al lector. En fin.)
Creo que al final del día, o al final de la noche, todo se reduce también a sintetizar nuestros pensamientos. Pero no puedo, es una condición neurótica de tratar de capturar todas las posibles posibilidades de pensar en una cosa.
Y en ese momento, por ejemplo, pensaba en experiencias sublimes. Y cómo estaba experimentando una de ellas.
La presentación de "Jack's sons" --anoche, en el Velouria-- acumulaba demasiados descubrimientos estéticos en el preciso momento en que ocurrían. Dos chavitos de Guadalajara, (si mal no recuerdo, son de ahí) haciendo unas impresionantes deconstrucciones del léxico sonoro del hip hop. No dejaba de escuchar atentamente las opciones que ellos hacían. Me refiero a la construcción musical que realizaban, las capas, pliegues, mesetas que apilaban y luego desmoronaban y luego volvían apilar en el transcurso de las piezas. Las opciones tienen que ver con la integración de elementos sonoros que se acumulan, forman patrones, generan una rítmica, generan una dinámica, la amplían y luego la llevan a un desenlace catártico (me recordó al tipo de desenlaces catárticos del "Big Beat" londinense, de cuyas entrañas surgieron The Chemical Brothers). Eran opciones inteligentes, sensibles, intuitivas, remitían al cerebro que atenta o inadvertidamente escucha y se acopla a la remisión de sonidos que se despliegan frente a él/ella. Inconscientemente podemos bailar ante eso, inconscientemente dejamos que el cuerpo dicte lo que la razón intuitiva de un diseño musical nos esté presentando, a veces movemos las caderas, a veces asentimos con la cabeza, a veces simplemente sonreímos con la persona que está a lo lejos y que también "entiende" lo que está pasando por tu cabeza, aunque no esté en tu cabeza, una especie de asentimiento de que ambos están siendo sujetos a una experiencia sublime.
Se supone que así ocurren estas cosas; yo lo que hacía era admirar la espalda y nuca de la princesa irlandesa que estaba frente a mí, y que de pronto me di cuenta que estaba completamente absorta ante las imágenes.
VJ Sal (alias DJ Chucuchú, alias héroe incomprendido que cada vez será más comprendido por las muñidizas mexicalenses que se niegan a entender los pormenores de ese exquisito sonido que llamamos cumbia), acompañó a los Jack's sons con una serie de visuales que a su vez se construían y deconstrían en tiempo real, esto es, sinconizados al ritmo y construcción-deconstrucción de las piezas musicales. Era una procesión abrumadora de secuencias fílmicas o grabadas que desnudaban los signos vitales de las imágenes (un negro bailando frenéticamente en una calle nocturna, un perpetuo pintado-despintado de un letrero de Jack'ssons en la pared, una exageradamente llamativa procesión de carros con hidráulicos en un car show, saltando como si fueran impulsados por los mismos ritmos de las piezas de Jack's sons) y los convertían en una sincreción sin límites entre lo visual y lo sonoros. Era como si todo tuviera que ver con todo, las advertencias sonoras y las advertencias visuales obligaron a la conciencia, en el momento álgido de la presentación, a rendirse ante ellas.
Eso es una experiencia sublime, por lo menos para mí. Y los que no estuvieron ahí se lo perdieron.
Y yo también me lo pude haber perdido, y no hubiera importado. O por otro lado, pudieron haber personas en este evento que no tuvieron este tipo de experiencias, y fue simplemente otra Pero por eso digo, todo se reduce al tipo de experiencia sublime que quieras tener, en el momento, sitio, espacio o circunstancia que tú decidas.
Lo importante es, precisamente, buscar esas experiencias sublimes. Son las que nos recuerdan que estamos vivos, y que en cualquier momento nos podemos morir.