19.10.06

Fue hace poco. . .
Estaba sentado en el suelo, viendo un cortometraje. Admiro con no poca envidia a las personas que se dedican a hacer cine. Es muy probablemente el medio más difícil de todos, porque el fracaso siempre llega a acomodarse en el proceso, y por muchas razones más, entre ellas la frustración de no poder animarme a hacer lo mismo.
Sin embargo. . .
Me topo con una película que registra los mismos modelos narrativos del cine mexicano de hace más de veinte años. Ya estuvo. Pido "kin". No hay nada más patético que regodearse en una narrativa de lo picaresco, donde se rescata al lumpen como el héroe mexicano por excelencia. Dejen de ser católicos, dejen de vanagloriar a las clases populares, como si el acto de ponerlas en el escenario central del relato de la vida mexicana fuera una especie de acto de redención.
(¿Por qué esa alusión a lo católico? porque fue la pomada que le vendieron a los pobres para mantenerlos pobres, esa idea de la redención. ¿Alguien recuerda eso de "bienaventurados los pobres porque ellos heredarán el reino de los cielos"? Ah, bueno, pues de ahí viene.)
Me distraje. Dejé de ver la película después de la tercer alusión a cómo el pobre está jodido pero sobrevive, a pesar de que la tira se lo chinga y él se chinga al que se deje. Me distraje porque llegó un perrito, un cachorro, a jugar conmigo.
Bueno, primero se puso a jugar con alguien enseguida de mí. Me di cuenta que esa breve realidad era para mí más entretenida que un actor representando de la manera más impostada a un vagabundo de lo más impostado. Me di cuenta que la realidad tiene más matices. Pero eso todos lo sabemos. (Creo).
Llego a casa.
Llego a casa y entre mis búsquedas madrugadoras me topo con esta frase de Tristán Tzara. Qué mejor manera de cerrar con un jueves extraño. Esta fue la frase:
Art is not the most precious manifestation of life. Art
has not the celestial and universal value that people
like to attribute to it. Life is far more interesting.