26.3.08

microficciones.

Hubo confusión después del beso: no supo si sus labios reposaron en la mujer indicada; hubo una confesión después del beso, puesto que ella dijo con su mirada lo que su esposa nunca pudo decirle.
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Un arma de fuego en la mesa, el cañón humeante. O quizás era el humo del cigarro. Pero esos zapatos blancos definitivamente se asomaban detrás de esa cortina.
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Nació, descubrió su realidad y, durante quince horas, gritó su presencia en este mundo. Minutos después, la chicharra murió.
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Veinte años después, Bubilino el payaso sin vergüenza tocó a la puerta de la casa donde un niño había celebrado su cumpleaños. Al abrirla, el niño, convertido en adulto y completamente solo, esbozó una sonrisa.
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Cuando despertó, la noche todavía estaba ahí.