A veces creo que las cosas pudieran ser más sencillas. Que el relato, lo que nos contamos, lo que cuenta del cuento, es el sentido de comunión. Escuché recientemente un reportaje sobre uno de los pocos periódicos impresos en el mundo que tiene una audiencia estable, casi podría decirse que permanente. Es un periódico de noticias que generan colectivamente los Amish, con base en Estados Unidos. Autoeditado (sus colaboradores se llaman "escribanos"), autoimpreso y difundido sólo al interior de sus comunidades, repartidas en todo el mundo (incluyendo los menonitas en México), el periódico es una fuente de información sobre sucesos, aconteceres, percances y relaciones de los días en la vida de sus miembros.
No tienen mayor pretensión que la de ser un registro de sus días, compartido con la misma camaradería y singularidad que ocurriría si mi propuesta de una literatura hecha sobre pedido llegase a suceder. No se trata de las noticias del mundo, de ese mundo para ellos exterior (se reconocen como parte de estos tiempos, pero como dijo uno de ellos, "the world is not about each of us, but about our community"), que es el mundo de nosotros y en el cual perviven la violencia, el espectáculo y el flujo esquizofrénico de riquezas y pobrezas humanas, se trata, casi exclusivamente, de un órgano de información donde entre ellos se cuentan las últimas de sus comunidades. El periódico, hasta ahora, no existe en versión digital.
¿Y qué noticias se generan entre ellos? Todo lo que nosotros consideramos simple, llano, banal, ausente de epifanías y de clímax fabricados por la constitución de una ficción. Un día en la vida de una pareja mientras cocinaban; vicisitudes ocurridas con herramientas rudimentarias que dejaron de funcionar; relatos sobre las peculiaridades que suscita el clima en sus alrededores, lo que ocurre el viento cuando azota las puertas, cuando deja correrse por entre las ramas de los árboles. Nimiedades que, no obstante, conforman la base y sustento de nuestra vida diaria también. Pero nosotros preferimos el relato del escándalo, el artilugio que critica e ironiza la ignominia, el vacío existencial, queremos convertir nuestros proyectos literarios en pequeñas versiones de una profecía comunicada en radio de onda corta.
Por ejemplo: escuché que uno de los reportajes en este periódico relataba la historia de cómo a un fulanito de tal, mientras trabajaba, se le quedó atrapado un pájaro en su melena, enredándose en los cabellos, de cómo tuvieron que lidiar con el problema delicadamente, para no dañar el cabello ni el porvenir de ese pájaroso de medroso vuelo. ¿Acaso nos resultaría..."aburrido"? Dado que esta comunidad no busca la gratificación espontánea de experiencias límite, ni la sofisticación intelectual de un pensamiento abstracto que solidifique nuestro desencuentro con la realidad, probablemente para ellos sea simplemente algo que comparten, como comunidad, como tribu si se quiere (como lo planteó una vez Calvino), porque les da un sentido de existencia y pertenencia que difícilmente encontramos nosotros en nuestra literatura actual, tan provista de modelajes estructurales de lenguaje y provisión de estrategias narrativas que surgieron en los últimos cien, doscientos años de producción, misma que que reverenciamos como si todo el significado, todo el sense de la literatura lo proporcionaran los giros estilísticos y de género, las apropiaciones y reapropiaciones, el manierismo narrativo, o una meta narrativa incomprensiblemente asesina de sus propios procesos.
Creo que la literatura, pero más específicamente, la narrativa, tiene más que ver con modos de relación y de compartir (mitos, leyendas, anécdotas, epifanías cotidianas) que con la formulación de una ética y estética basada en ese embelesado y glorificado acto de escribir, imaginado en letras doradas e iluminado por siglos de abrumadora reverencia. Por supuesto que me incluyo como parte de esa colectividad reverenciadora, no obstante pienso en otras posibilidades, o si se quiere, en otras concepciones de lo que hago como parte de mi naturaleza: pensar el mundo en palabras.
No tienen mayor pretensión que la de ser un registro de sus días, compartido con la misma camaradería y singularidad que ocurriría si mi propuesta de una literatura hecha sobre pedido llegase a suceder. No se trata de las noticias del mundo, de ese mundo para ellos exterior (se reconocen como parte de estos tiempos, pero como dijo uno de ellos, "the world is not about each of us, but about our community"), que es el mundo de nosotros y en el cual perviven la violencia, el espectáculo y el flujo esquizofrénico de riquezas y pobrezas humanas, se trata, casi exclusivamente, de un órgano de información donde entre ellos se cuentan las últimas de sus comunidades. El periódico, hasta ahora, no existe en versión digital.
¿Y qué noticias se generan entre ellos? Todo lo que nosotros consideramos simple, llano, banal, ausente de epifanías y de clímax fabricados por la constitución de una ficción. Un día en la vida de una pareja mientras cocinaban; vicisitudes ocurridas con herramientas rudimentarias que dejaron de funcionar; relatos sobre las peculiaridades que suscita el clima en sus alrededores, lo que ocurre el viento cuando azota las puertas, cuando deja correrse por entre las ramas de los árboles. Nimiedades que, no obstante, conforman la base y sustento de nuestra vida diaria también. Pero nosotros preferimos el relato del escándalo, el artilugio que critica e ironiza la ignominia, el vacío existencial, queremos convertir nuestros proyectos literarios en pequeñas versiones de una profecía comunicada en radio de onda corta.
Por ejemplo: escuché que uno de los reportajes en este periódico relataba la historia de cómo a un fulanito de tal, mientras trabajaba, se le quedó atrapado un pájaro en su melena, enredándose en los cabellos, de cómo tuvieron que lidiar con el problema delicadamente, para no dañar el cabello ni el porvenir de ese pájaroso de medroso vuelo. ¿Acaso nos resultaría..."aburrido"? Dado que esta comunidad no busca la gratificación espontánea de experiencias límite, ni la sofisticación intelectual de un pensamiento abstracto que solidifique nuestro desencuentro con la realidad, probablemente para ellos sea simplemente algo que comparten, como comunidad, como tribu si se quiere (como lo planteó una vez Calvino), porque les da un sentido de existencia y pertenencia que difícilmente encontramos nosotros en nuestra literatura actual, tan provista de modelajes estructurales de lenguaje y provisión de estrategias narrativas que surgieron en los últimos cien, doscientos años de producción, misma que que reverenciamos como si todo el significado, todo el sense de la literatura lo proporcionaran los giros estilísticos y de género, las apropiaciones y reapropiaciones, el manierismo narrativo, o una meta narrativa incomprensiblemente asesina de sus propios procesos.
Creo que la literatura, pero más específicamente, la narrativa, tiene más que ver con modos de relación y de compartir (mitos, leyendas, anécdotas, epifanías cotidianas) que con la formulación de una ética y estética basada en ese embelesado y glorificado acto de escribir, imaginado en letras doradas e iluminado por siglos de abrumadora reverencia. Por supuesto que me incluyo como parte de esa colectividad reverenciadora, no obstante pienso en otras posibilidades, o si se quiere, en otras concepciones de lo que hago como parte de mi naturaleza: pensar el mundo en palabras.
aKurtz
Tomado de "Literatura de diseño: Guía para una narrativa autárquica."
aK ediciones, 2010.
Tomado de "Literatura de diseño: Guía para una narrativa autárquica."
aK ediciones, 2010.