27.8.09

Claro que no me pueden ver, digo, con el calor y ellos en la esquina, posiblemente esperando el camión, y yo esperando cruzar la calle en mi carro, viéndolos desde ahí, pues, no, no me pueden ver.
A veces me pregunto cuál es la necesidad de las historias en estos tiempos. En estos tiempos donde todo es prisa y decisiones rápidas, decisiones a la velocidad de un click, me pregunto si es necesario. ¿Qué necesidad humana, eminentemente humana tenemos de escuchar una historia, un relato, una anécdota, una idea un mundo compartido?
Digo, porque sigo pensando que hago lo que hago para satisfacer una necesidad, ya sea personal o colectiva, que hago esto que hago y que es contar historias por alguna razón más allá de la expresión de sentimientos.
Me pregunto si hay una necesidad humana detrás de los relatos.
¿Cuándo fue la primera vez que quedaste cautivado con una historia?
¿Fue en un libro?
¿Fue un documental?
¿Fue un abuelo o abuela que le brillaron los ojitos secos por unos cuantos minutos, mientras se deleitaban con el pasado, y con la posibilidad de reconstruirlo?
¿Fue un libro, algún fragmento de libro de texto gratuito?
¿Tienen memoria de alguna copia fotostática de un cuento o relato que los haya cautivado, a no decir que los haya removido por completo, que, incluso, los haya transformado?
No sé. Ejemplos hay muchos. Así como realidades sumamente abrumadoras, en esta, la realidad.
Me pregunto por ellos. Sí. Los que estaba viendo desde mi carro, mientras cruzaba la calle. Entre que esperaba el cruce de otro carro y avanzaba, vi una pareja. Los dos estaban de pie. Ella sostenía una sombrilla y él estaba parado un poco frente a ella, los brazos cruzados, un cierto estoicisimo, quizá producto del tremendo calor que hizo el día de hoy. Una pareja de chinos. Ella un poco más pequeña, él, sin embargo, no muy alto.
Se veían extraños.
No sé si yo soy el que les otorga una condición extraña. Y no es porque sean chinos. Sino porque son chinos en una ciudad que no pertenece a China. Y porque "significan."
Pero además, porque puedo considerarlos "detonantes." A partir de sus presencias yo puedo añadir las ausencias. Eso que llamamos relato. Puedo contar una historia sobre ellos. Con la intención de que dicha historia convenza, seduzca, haga surgir una suerte de comunión con un posible lector.
¿Y qué sucede con ese lector? ¿Es el mismo que existía hace mil años? ¿Seguimos siendo como él o ella?
¿pensamos igual que antes los relatos?
Lo siento, no puedo pensar desde la universalidad. No creo que haya una condición universal, de la que emanan las potencias de un relato. Debe haber algo más allá de una simple y pasada de moda categorización histórica. Ya no somos como antes. Get used to it.
Pero en el inter, sigo pensando: ¿tenemos hoy en día una necesidad para escuchar o leer historias?
Claro, nunca deja de sorprender algún tipejo que nos mantenga entretenidos una noche de juerga, cuando las cosas llegan a un punto armonioso y uno o dos personajes se convierten en los relatores de la noche. Sí, esto ha sucedido siempre, pero más que una condición universal es una condición animal, algo instintivo a nuestra naturaleza.
¿Se fijan como entro y vuelvo a hablar de los chinos, justo como lo voy a hacer ahora? Es por mi necesidad ridícula de mantener cierta tensión y suspenso. A veces se logra y a veces no. Es como los chistes.
Pero es que vuelvo a pensar en estos chinos. ¿Van a sus casas? ¿Viven juntos?
¿Qué pensarán acerca del estado actual de la economía mundial?
Probablemente platiquen esto en sus respectivas mesas. O probablemente platiquen acerca de las rutinas del día. O se entretengan viendo televisión china por Sky. Se bañen juntos en una pileta y se mantengan en completo silencio. Uno de ellos tiene un padre apostador. Juega al dominó chino por las noches. Llega tarde, aunque nunca demasiado tarde, y por más que la señora le reclama, él sigue cantando la misma canción: cambiaré.
O quizá el muchacho tenga una afición por la música. Raven, Anvil, o cualquiera de esas bandas metaleras de los ochenta, los pelos largos y el rimel corrido. Sueña con ser rockstar. Todos los chinos sueñan con ser rockstars.
Puedo hacer caso omiso de mis libres asociaciones y simplemente decir que este par de chinos solamente quieren llegar a sus respectivos trabajos, o la jornada se terminó y quieren regresar a sus casas. Y se acabó. End of story.
Pero eso dejaría de ser interesante.
Y creo que necesitamos las historias para hacernos sentir que la vida es interesante. Porque probablemente no lo sea. Es por ello que hay que embellecerla con un poco de aventura. Aunque sea la aventura más simplista del mundo, aunque sea el relato sobre un pétalo de flor o sobre las memorias de una solterona.
El truco es saber tranquilizar y perturbar en iguales porciones.