Este sábado, 28 de marzo, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario, frente al edificio de rectoría, se presentará, entre muchas otras actividades, la conferencia del escritor estadounidense RAYMOND FEDERMAN.
Sobre la condición patética de la novela en nuestros tiempos, será una conferencia impartida por el autor, en lectura de simultánea traducción. Considero no sólo la importancia personal que manifiesto por la presencia de Federman en Mexicali (de los escritores postmodernos una de las figuras esenciales), sino también considero que su ponencia dará mucho de qué hablar, manque sea a nuestra incipiente comunidad de entusiastas de la literatura.
Esto no es un fragmento de dicha ponencia (lo postearé después. Creo), pero sí es algo que pudiera darles una probadita de lo por venir:
Lo real comienza donde el espectáculo termina
(una suerte de manifiesto)
Si la littérature est le silence des significations,
c'est en vérité la prison dont tous les occupants veulent s'évader.
Georges Bataille
¿Cuáles son las formas de representar al mundo que hoy en día desfilan ante nosotros? La cínica o frívola precipitación del espectacular, la trivialidad de la TV basura o las obscenas tautologías de los docudramas televisivos en los cuales lo real se hunde sin dejar rastro. Ahora, y sin duda alguna más que nunca, el flujo desrealizante de las imágenes en los medios huye con nuestros poderes de discernimiento, nuestra conciencia, nuestras vidas, y claro, nuestra escritura. Nos obliga a rendirnos a lo que sólo puede llamarse en sentido estricto, el alcance fabuloso y seductor del espectáculo. Nos prohíbe la representación simplificada de lo real. Nos educa en la desconfianza aturdida de lo que está ahí frente a nuestros ojos –esos ojos que han sido sobrealimentados con iconos. Pero a pesar de nuestra sumisión resentida al encanto de estos iconos, a pesar de nuestro servilismo voluntario al espectáculo, sabemos muy bien que todo es falso, que no es nada más que un teatro de sombras que agota nuestro sentido de lo real en su vacuidad, y no nos enseña nada, nada más que una mitología hecha a la medida para una nueva raza de salvajes.
Pero el mundo es mucho más complejo, mucho más caótico, mucho más confuso, mucho más inaccesible que las imágenes falsas que se nos ofrecen día con día. Y las experiencias que crean el mundo para nosotros son mucho más complejas, caóticas, confundidas y confusas que lo que ELLOS piensan. Por ELLOS, me refiero a aquellos que falsifican NUESTRO MUNDO para nosotros. NUESTRO MUNDO –el que nosotros como escritores enfrentamos todos los días—es una pantalla llena de estática, una imagen borrosa agitada por emociones cien veces más voluptuosas, pero también cien veces más dolorosas que las que ELLOS tratan de hacernos sentir. Incluso el movimiento más rápido del control remoto no puede aliviarnos del bombardeo vertiginoso de información al que el mundo nos somete. Su espacio es infinitamente más profundo, más descentrado, más polimorfo. Y el tiempo que gastamos en su flujo nunca se alinea de acuerdo a los escenarios monocromáticos que supuestamente simbolizan su pasaje.
¿Cómo reaccionar? ¿Cómo responder? ¿Cómo escribir hoy el mundo en que vivimos y escribimos? ¿Cómo simbolizaremos de manera distinta y más verdaderamente (no dije de manera más realista, sino más verdadera) nuestra experiencia del mundo? Ciertamente no será bajo el modo de una literatura fácil, simple y positiva escrita con una prosa industrial high-tech, no será una literatura que se haya vendido al Espectáculo, a cuyo rico territorio quiere ingresar a cualquier costo, por medio del compromiso o la prostitución, pero especialmente por medio de un cinismo simplista, o con un kitsch ostentoso. Esta seudo-literatura, que se está volviendo cada vez más y más monótona, más y más banal y predecible, más y más insignificante, funciona más allá de lo que toleran nuestra angustia y nuestro deseo.
Cuando la literatura deje de entender al mundo y acepte la crisis de representación en la que funciona, se convierte en mero entretenimiento, se convierte en parte del Espectáculo.
¿Cuál es el antídoto de esta precipitación irreflexiva y perezosa de lo que sigue pretendiendo ser literatura? El tipo de escritura que se resiste a la recuperación de sí misma por medio de figuras e imágenes falsas. El tipo de literatura que necesitamos ahora es el tipo que sistemáticamente erosionará y disipará el escenario del Espectáculo, frustrando la expectativa de su comienzo, medio y final positivo, así como de la resolución barata. Este tipo de escritura será al mismo tiempo frugal y denudada, pero retóricamente compleja, de modo que pueda tomar al mundo de una manera nueva. Este tipo de escritura debe crear un espacio de resistencia a la devoción alienada de las imágenes –al refinamiento y socavamiento del mundo por medio de imágenes. Este tipo de escritura debería ser como un tiempo libre dentro de la opacidad del Espectáculo.
Cualquiera que persista en hacer literatura sin acceder al hecho que hacer literatura sólo puede ser una diversión intramundana, una opción de carrera, una confesión subjetiva, cualquiera que no afirme la idea de que la literatura no puede tener un impacto social, es hoy en día urgentemente confrontado con las preguntas lacerantes, ¿Cuál es su finalidad? ¿Qué tiene de bueno? ¿Qué significado, en el mundo y para el mundo, puede tener la búsqueda de esta actividad? Una actividad que la sociedad definitivamente ha marginado, una actividad reducida a una suerte de forma de supervivencia, deliciosa y placenteramente pasada de moda, una actividad realizada más allá de los límites de una seria autorreflexión.
Cuando la literatura se convierte en un excedente de la cultura, un suplemento de la cultura, ya no puede llamarse literatura. Cuando la ficción se convierte en un producto que puede venderse en el supermercado enseguida de los tomates, entonces ya no merece ser llamada literatura, incluso no merece ser creada.
Pero ahora uno debe preguntarse, ¿es posible que la ficción, que los escritores serios de narrativa (supongo que aun existen unos cuantos escritores entre nosotros, que aun se piensan como escritores serios) es posible que estos escritores se escapen de la recuperación generalizada que está ocurriendo en el mercado de libros?, ¿es posible que la ficción sobreviva el tipo de reducción, el tipo de banalización que los medios masivos imponen en la cultura contemporánea?, ¿es posible que la ficción sobreviva la hipnosis del marketing, el dulce aburrimiento del consenso, la envoltura de celofán del pensamiento, la comercialización del deseo? En otras palabras, ¿puede la ficción escaparse de la conformidad y la banalidad y aun así jugar un papel en nuestra sociedad, de tener un sitio en nuestra sociedad? Y finalmente, ¿habrá gente aun ahí dispuesta a dar la espalda al ESPECTÁCULO y tener tiempo para escribir y leer obras de narrativa? Estas son preguntas urgentes que exigen respuestas urgentes.
Copyright © 1996 Raymond Federman
(libre traducción. A.Espinoza)