23.7.15

Otras maneras políticamente correctas de referirte a los indigentes (aparte de "personas en situación de calle"): 

Personas en circunstancia callejera

Personas de hogar improvisado

Personas de entornos grisáceos

Personas alertadoras de clases medias asustadizas 

Personas que habitan recovecos comerciales que una vez fueron exitosos

Personas que el viento del capitalismo salvaje se llevó de corbata

Personas históricamente insertas en la vida diaria

Personas fotografiables (sobre todo en tonos sepia) 

Personas en situación de cabellera abundante y pájaros en sus sueños

Personas amantes del asfalto

Personas reutilizadoras de ropa, periódicos, comida y mitos de compañeros fallecidos

Personas de calzado natural 

Personas acumuladoras de la culpa ajena

Personas que fingimos que son poetas

Personas como tú en tus peores pesadillas 

Personas físicas con actividades empresariales de autogestión (uds. saben, el SAT está en busca de todos)

Personas acumuladoras de deseos rotos

Personas catalogadas dentro del estúpido rubro de "espíritus libres" (ya, superémoslo: nadie es libre)

Personas romantizadas por el indignado "cursiconsciente"

Semáforos de la realidad (ref. escena de Tom Waits en The Fisher King)

16.7.15

Cosas que descubres 
cuando atiendes el jardín de tu casa. 


1. Por encima de todas las cosas, la naturaleza se manifiesta en una constante lucha de poder, dominio y supervivencia: hojas nacen, ramas se extienden para abrirse paso, distintos tipos de insectos se resguardan del sol y de sus cazadores, las grietas son el trazo que el agua y la temperatura dibujan en la loseta; una araña por la noche se alimenta de una palomilla indefensa, dos perros tratan de encontrar su sitio mientras el ser humano que soy yo está arriba de una escalera recortando la cabellera de los árboles. 

2. La verdolaga que anteriormente se cosechaba en estas tierras es implacable, insistente. Una fiel muestra de que, igualmente, todo en la naturaleza es resistencia. O necedad. 

3. A los cuarenta y cuatro años de edad, todavía puedes perder ese miedo a las alturas que te acogió durante toda tu vida. 

4. Los tinacos guardan las marcas de la historia doméstica que has construido en tu hogar: pintura, rasgaduras, una parte ligeramente quemada por un cerillo que usaste para encender el viejo calentador --ahora reemplazado por un boiler-- aquella mañana de viento fuerte que te impedía tener agua caliente para el baño. 

5. En estas tierras, se gesta una constante disputa entre sol y sombra. Ambos son nuestras guías, nosotros sólo seguimos o evadimos sus pasos. 

6. Nada más gozoso que el sudor de un trabajo que se hace con una mezcla de amor y necesidad. 

7. A los cuarenta y cuatro años, todavía puedes mantener la mayoría de las fobias a la naturaleza que has tenido desde que tienes uso de razón. 

8. Lo más importante de cualquier jardín es la diversidad. Lo cual me lleva a pensar que la diversidad también es lo más importante en la sociedad. Debemos sentir la obligación moral de mantener la diversidad de las especies, de la flora y la fauna que crece a tu alrededor. Debemos sentir, también, la obligación moral de mantener la diversidad en nuestras creencias, opiniones y conceptos del mundo y de las personas. Esto no quiere decir que debemos mostrar el amor más absoluto a toda posible manifestación de vida, porque claro, hay manifestaciones que atentan contra ella. Pregúntenle a personas como Angela Merkel. 

9. Por alguna razón, Lo que sucede en nuestros jardines es un microecosistema de lo que sucede en el resto del mundo. En tu condición de líder totalitario de ese pequeño mundo, tu obligación es reconocer que el orden social siempre estará supeditado al orden natural. Abajo de esos cimientos y abajo de esa tierrra y abajo de esas plantas y hojas secas, hay un poco de nosotros mismos, enterrado hace siglos, queriendo salir a la superficie. 

10. Mientras más conozco mi jardín, más entiendo el concepto de rizoma de Deleuze y Guattari. Más entiendo, también, que la filosofía no debe dejar de hacerse las preguntas permanentes sobre la existencia y el sentido de la realidad. 

11. Las Mantis religiosas nos empequeñecen, por su estructura, por su gracia, por su confección, por el modo elegante con el que se insertan en la realidad. Me hacen pensar en la delgada y confusa línea entre el respeto y el miedo. Rompes esa delgada línea, y descubres que el miedo a nuestros líderes políticos nada tiene que ver con su pose ni su elegancia. 

12. ¿Por qué la naturaleza es la representación de la lucha del poder y la supervivencia? Porque la naturaleza, como los seres humanos que gozamos de un modicum de libertad de acción y pensamiento, estamos conscientes de nuestro deterioro. 

13. Conciencia y lenguaje es lo único que tenemos los seres humanos. Todo lo demás son sólo ramas sin rumbo. 

14. Las espinas de los mandarinos son implacables en su capacidad para recordarte que el mundo es un peligro constante. Creo que recordaré esto durante todo el día, o mientras siga sintiendo el piquete de una espina en uno de mis dedos meñiques, el que mantengo ligeramente separado del teclado, para poder escribir lo que en estos momentos lees.