7.3.05

Me encanta leer a narradores actuales, porque no tienen nada qué decir, y lo dicen. Porque renuncian a toda posibilidad de sublimación, porque en algún momento hablan de ese sentimiento de pérdida que descubrieron ccuando comenzaron sus "carreras literarias" (esto es, cuando fueron identificados por el campo, comenzaron a relacionarse con otros autores igual de desilusionados). Porque al final llegan a las mismas conclusiones: Todo vale, el artificio por encima de cualquier otra cosa, la metanarrativa como única escapatoria, el rechazo a cualquier construcción que hable de posibilidades más que de discursos.

Porque siempre tienen que citar/mencionar/divagar en torno a las grandes obras y sus imposibilidades (Stendhal, Proust, Kafka, Dostoievski, Cervantes) y porque al final del día, cuando dejan a un lado la autoconciencia del proceso escritural, no se dan cuenta que ellos mismos son los responsables de tanta muerte de autores y de obras, y terminan siendo otra semillita más en el lento proceso de convertir a la escritura, en un ejercicio para entretener a quienes se sienten solos y aburridos en las salas de espera de los aeropuertos.

Sí, la escritura es un ejercicio idiota e idiotizante. Pero no somos mineros.

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