Puñados de imágenes. No de vez en cuando, sino siempre que se requiere, un poco de sublimación pretendida. A veces un "momento íntimo" contigo mismo, el encuentro con un discurso que te da hueva o te lleva a caminar más pausado. Luego llegan las variantes, encuentros con objetos cuyo peso tradicional te obliga a considerarlos desde una postura similar a la de un anciano del siglo XIX que observa un cuadro como si contuviera una lectura que ya no le pertenece. Las lecturas de obras de arte, en el siglo XX, nunca nos pertenecieron, son el resultado de un acuerdo tácito entre todas las partes involucradas. Incluyendo el conserje del museo.
Es una hueva tremenda ver la obra de artistas nuevos. Sin embargo, ahí está la mata dando, la teórica y la productiva. Insisto que Kubrick tenía razón: la vanguardia está en la publicidad.
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